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La guerra contra la historia III. Paseo
por el supermercado de la cultura hegemónica - Sara Rosenberg
LA PUPILA INSOMNE - 28/8/2016
El objetivo de la cultura hegemónica
es convertir cada hecho y cada espacio mínimo en mercancía. Todo puede
comprarse, pregonan. El concepto se ha naturalizado y es ya “sentido común”.
Sus productos estrella se especializan en denigrar la voluntad y cualquier
posibilidad de transformación humana. Cada producto es una bomba contra la
historia, contra el derecho mismo a reflexionar, relacionar e imaginar. Y sobre
todo es un producto cultural que siempre alimenta el YO y niega el NOSOTROS.
El Yo solitario y desesperado es un
cliente perfecto. Cómo no recordar a Mersault, el alienado hasta de si mismo,
pero que al final antes de morir dice que sólo desearía volver a vivir. El
personaje de Camus es un retrato del sujeto que el fascismo necesita, un
retrato que advierte de la falta de empatía y de las carencias del Yo. El Yo, esa costra vital ya obesa, que deforma
el sentido de la vida hasta anularlo.
Cada clase social produce a sus
intelectuales, decía Gramsci(1). ¿Pero qué clase de intelectual necesita la
gran corporación supra nacional y el capital financiero-militar para controlar
el alma –o el espíritu o el pensamiento– de sus esclavos? Creo que la clase burguesa actual produce un
tipo de intelectual especializado en el discurso de la pérdida, de la
degradación humana, de la supuesta denuncia moral, de la queja, pero que sobre
todo produce un discurso que ha de reforzar siempre la idea de que cualquier
lucha carece de sentido y que la voluntad humana es un mito. La pauta está fijada de una manera férrea,
totalitaria: ahogar toda comprensión
histórica y política en fragmentos que jamás permitan acceder a la raíz del
problema.
Luchar, dicen, fue un asunto del
pasado, no está de moda, no vende. El intelectual de la era del imperialismo en
crisis terminal debe producir un discurso donde la especie humana sea tratada
como una bazofia. Nada que hacer, sólo constatar que la maldad es inherente a
esta especie. Los temas del YO se repiten: el desencanto, la desilusión, la
falta de objetivos, las huidas a mundos paralelos, la melancolía, el horror, la
irracionalidad, el todo vale, la aparente neutralidad, la falsa simetría, la
violencia individual, el amor defraudado, el fraude. Si algún deseo sobrevive o
brinda alguna salida es el dinero. Lo inmediato. El consumo. Los modelos
actuales desde las series a las novelas o el cine de masas cumplen esa norma.
El YO es la única medida. Y el sin salida su espacio de actuación. El gusto
contemporáneo por el olor de las cloacas del sistema –sujetos-victimas
vulnerados e incapaces de luchar– dispara las ventas y tranquiliza la supuesta
conciencia social que en algún lugar duerme.
Analizar, iluminar la raíz de los
problemas permitiría saber de qué manera y por donde se pueden solucionar, y la
búsqueda de una solución –o cambio– implicaría tomar partido y por lo tanto no
sólo denunciar las consecuencias inconexas sino tener un proyecto, ver una luz
al fondo del túnel. Iluminar ese túnel.
Una glosa: (Hay un texto espléndido
de Pasolini, escrito poco antes de que lo asesinaran que se llama “La
desaparición de las luciérnagas”, donde analiza el fascismo y termina diciendo
que daría su vida por la existencia de una sola luciérnaga. Lo pongo a pie de
página porque vale la pena leerlo con atención.)(2)
Pero el discurso de los llamados
intelectuales de este sistema debe mantener el túnel en la oscuridad,
profundizar la oscuridad y conservar el espíritu del sin salida y la
degradación de cualquier gesto colectivo, de cualquier palabra que nombre la
sociedad humana capaz de construirse por sí misma. Hay que degradar a todos
aquellos que dieron su vida para cambiar el mundo, hay que confundirlos y
equipararlos con los boys del dinero fácil y el cinismo amplio, hay que
atornillar bien la imposibilidad de cualquier cambio porque el sistema
capitalista se cae a pedazos y esa fragilidad necesita discursos apocalípticos
–a-históricos– de alta gama. Y si hay que mentir se miente sin ninguna
vergüenza, para eso usaremos el relativismo y el sentimentalismo, metástasis
del canceroso YO.
Productos que tengan la velocidad de
la sociedad post industrial, altamente fungibles y donde cada novedad ha de
repetir el principio de que nada se puede cambiar, en todos los colores y formas,
tal como las latas de los supermercados. Un mismo producto en miles de
embalajes diferentes. Para eso se les paga, para eso tienen grandes espacios en
todos los medios, con un guion aparentemente amplio que resalta siempre la
“libertad individual” y la “democracia occidental” como si existiera o fuera
posible tal cosa.
Pero me dejo llevar al túnel oscuro,
entro al supermercado y hoy voy a ser libre. Individua libre. Seré libre como
mujer porque me ofrecen diversas latas de feminismo, predomina el morado en
varias tonalidades que van desde la contradicción sobre-determinada que
pregonaba Althusser hasta la emulación del grupo fascista Femen creado no
casualmente en Ucrania. Puedo elegir en la medida que ninguna lata compromete
mi elección con la raíz del problema succionado ya de la violencia social de un
sistema depredador, del capitalismo de la desposesión. Pero me dejo llevar, y estoy a punto de
comprar la lata de la violencia de género, que me ofrece circunscribir el tema
al interior del hogar y también me ofrece una fácil condena al macho de la
especie mientras diluye el tema de qué valores colectivos han sido extirpados
para seguir vendiendo teta-culo a toda hora y en todas sus variantes.
En el supermercado y como no, me
encuentro con la lata –de un morado desvaído– con textos de “escritoras”
cubanas que se dedican a hablarme de la braga (blúmer, aclara la escritora) de
su mamá y de la falta de juguetes de los niños y de cómo las mujeres en Cuba no
están a la misma altura que los hombres. Es una lata demasiado olorosa, diría
que un producto bruto, aunque las escritoras se han especializado en hablar
siempre de su sexo como reclamo publicitario y demostración del alto nivel de
su liberación femenina. No arriesgan mucho, pero han de competir con cientos de
bestsellers para mujeres “liberadas” que leen las sombras de grey y cosas
parecidas. Y todo vale. Ellas le dan el toque tropical y están situadas en el
escaparate. Siguen el guion perfectamente y cumplen con el enunciado
fundamental: degradar a la revolución cubana gracias a la cual al menos
deberían haber aprendido a escribir y a pensar, pero parece que les ha faltado
tiempo para comprender cómo el peso colonial las empujó de rodillas a las
mismas puertas del éxito y el dinero que Prisa les ofrece, publicidad y
columnas en El País para que puedan difamar cada semana. A moler y moler el
chisme y la sensiblería, que con la Yoani no es suficiente y las de blanco ya
están ahumadas. Es la ley del mercado, la única que conocen y adoran y están en
su derecho. Primero hubo una de la que ya poco se habla, ahora hay otra todavía
más liberada y posa desnuda para que leamos mejor sus libros y mañana aparecerá
otra… ¿De que hablarán cuando sean un producto viejo, o por fin callarán y
lamerán los premios recibidos en esos rincones vetustos en los que han colocado
a las mujeres cubanas que se inventaron?
Ni Haydée, ni Vilma, ni Celia, ni tantas mujeres revolucionarias cubanas
están en ese escaparate y de verdad es mejor así para que ese rincón vetusto y
lleno de polillas se olvide más rápido.
Inspirada por ellas, –humana al fin y
ávida de éxito y de dinero como debería ser en el guion dominante– imagino que
podría escribir sobre las bragas de la mujer argentina y el tango, o sobre las
penurias de las trabajadoras de las fábricas que usan bragas especiales porque
no las dejan ir al baño a mear durante ocho horas, pero aquí me desvío y
podrían acusarme de estar haciendo un panfleto social o sea que retorno mejor a
temas más literarios y podría contar que mi madre no usaba bragas, (bombacha en
argentino), porque ya en su tiempo era muy libre y no consentía que nada la
sujetara. Pero mi madre no vivió en
Cuba, no me sirve para narrar el desencanto ni la melancolía necesaria al guión
establecido para un buen producto y caería otra vez en el panfleto social
porque en honor a la verdad debería decir que trabajó sin pensar en otra cosa
ni en nadie, que fue un producto social del mezquino espíritu burgués
empresarial, una yupi consecuente, a la que poco le importaba el destino del
Nosotros. Una mujer libre, si, si a eso pudiera yo llamarle libertad.
Y si me detengo en estos comentarios
es solamente porque a veces siento ganas de vomitar cuando el chisme y la
inmoralidad destruyen hasta la palabra misma. Porque si tuviéramos los mismos
derechos en esta libérrima sociedad occidental el debate sería posible. Pero,
no, estimada “intelectual” cubana pagada por Prisa, usted puede insultar al Che
Guevara y llenar de lodo la memoria de todos nuestros seres queridos, mezclar
las churras con las merinas, el agua y el aceite y seguir ocupando el espacio
mercenario, utilizando a la mujer, al niño, a escritoras que sí lo fueron, a su
madre, a sus maridos, al arte, a mis muertos y lo que tenga usted ganas de usar
porque usted es útil a sus amos, que jamás le permitirán decir una verdad, como
por ejemplo: sí, el camino de todas las revoluciones y las transformaciones
sociales es complicado, hay que seguir transformando muchas cosas y criticar
muchas otras, pero vale la pena intentarlo, porque en el camino hay luz al
final del túnel. Y esa luz se llama socialismo –y para susto de los que le
pagan– se llama comunismo, el deseado, el que no conocemos todavía, por el que
seguimos luchando y apostando, por el Hombre nuevo del que habló y por el que
dio la vida Guevara. Nuestro Che. Qué suerte tuvo de poder saludarlo en el
colegio, mientras nosotros en América Latina éramos asesinados por leer su
diario que solíamos llevar escondido y que pasaba de mano en mano como una
chispa y que nos ayudó a crecer y a sobrevivir a la crueldad atroz de aquellos
años de plomo. Si. Las revoluciones no son fáciles, pero no hay otro camino: o
socialismo o barbarie, y el fascismo camina hoy por estas calles con una
“libertad” –esa que ustedes pregonan tanto– inusitada.
Y para hacer la Mujer nueva hay que
acabar de una buena vez con el chisme y la teta culo y la mercancía confundida
con lo que jamás podrá ser literatura. La gran literatura respira amor por
nuestros semejantes, humanidad en marcha. No es un producto de supermercado.
Yo también daría mi vida por
encontrar una luciérnaga, y como dice el tango una “luciérnaga furiosa”.
Después de este paseo por el lúgubre
supermercado de la derrota humana, me encuentro con miles de luciérnagas que
brillan, son luciérnagas furiosas que celebran hoy en todas las plazas de mi
país del sur NUESTRA LUZ.
Hoy esa luz fuerte ilumina el túnel y
ha conseguido después de cuatro años de juicio y de testimonios terribles, la
condena a cadena perpetua de los genocidas del campo de concentración más
grande de Córdoba, el campo de “La perla”, donde asesinaron a tantos y tantos
compañeros…
Los genocidas siguen y seguirán
siendo juzgados y seguiremos exigiendo que no se les permita ninguna prisión
domiciliaria.
Las luciérnagas vuelan e iluminan
esta noche oscura, son las Madres y las Abuelas, somos todos Nosotros –mujeres
y hombres– que decimos otra vez MEMORIA-VERDAD-JUSTICIA porque las palabras
verdaderas emiten luz, una luz furiosa y capaz de transformar el mundo.
(Continuará…)
(1) “…Los intelectuales son los
“empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas
de la hegemonía social y de gobierno político, a saber: 1) del “consenso”
espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a
la vida social por el grupo social dominante, consenso que históricamente nace
del prestigio (y por tanto de la confianza) detentada por el grupo dominante,
de su posición y de su función en el mundo de
la producción; 2) del aparato de coerción estatal que asegura
“legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni
pasivamente, pero que está preparado por toda la sociedad en previsión de los
momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que el consenso
espontáneo viene a menos…” (Antonio Gramsci. “Los intelectuales y la
organización de la cultura”. Juan Pablos Editor. México 1975)
(2) el texto de Pasolini.
Se hace difícil comentar este texto después de "una semana de las mías"...
ResponderEliminarPodemos escoger, como en un supermmercado al que cada producto que tomemos se le saque un rendimien to económico reestudiado desde la colocación en un estante determinado?
Desde luego, es un símil, una metáfora, una hipérbole, una aberración mental y cínica el que lleguemos a creer en esa libertad o albedrío. Hoy ya no. Sólo queda salirse fuera del margen o estar lo más cerca posible de la marginación. Ayer, una mujer enseñaba sus tetas culo en la barra de un bar. Quién era mas libre, ella por enseñar lo propio o los hombres sufriendo tirtícolis por no masturbarse debajo de las mesas...?
La Justicia está corrompida hasta el tuétano. He perdido una antiguedad de 16 años pq los jueces apoyan la reforma laboral del 2012 que aplicó Mas, usándonos como ratones de laboratorio a algunos trabajadores de esta pseudonación a la que nos quieren invitar con la excusa de una mejora vital (social?) y en la que nada va a cambiar excepto el volumen de algunos bolsillos que, casualmente, suelen pertenecer a los más cercanos de presuntos "revolucinarios"?
Yo ya me voy...
Besos y Gracias, como siempre.
Hola Empe. Espero que hayas salido indemne, o por lo menos no muy dañada, de esa semana "de las tuyas".
EliminarRespecto a la justicia, como dijo Anatole France: "La justicia es el medio por el que las injusticias establecidas son legitimadas".
¡Ánimo! y gracias por tu aportación, como siempre.
Cada vez más entiendo a "Exterminio" (apodo de Herminio, por cazador), el hombre que me rompió el desagüe de mi casa solo porque le molestaba. Ese sí vivía en "su propio sistema".
ResponderEliminarPa que se lo queden los forestales, dice, te doy las tierras donde mis viñedos y las trabajas tú, porque la tierra es de quien la trabaja. Eso me dijo...
Yo también quiero acabar rompiendo desagües, joer!
Ellos están organizados, nosotros no. Esa es la diferencia y la triste realidad. Mientras no actuemos como en Fuenteovejuna... y con las agallas de Laurencia.
Eliminarhttps://youtu.be/jBZWrvbJ3aw
Pues, sería hora porque ganas, coraje y rabia no faltan...
ResponderEliminarQué asco, demonios! Qué mierda y cobardía, entre unos y otros.
Estoy muy rabiosa. Mucho!
Desahógate y canta con la nueva entrada de este blog. ;-)
Eliminarquién necesita intelectuales teniendo television ? Si hablamos de la masa, nadie, desde luego. No pasan de Punset, y xq salio en el anuncio de Panrico.
ResponderEliminarSi hablamos de corrientes mas especificas tenemos la via principal, transitada por numerosos intelectuales, x q saben mucho, pero q siguen dependientes de los medios, es decir, que no son valorados en general ni por ellos mismos; y como ser listo no vende pero estar cachas si, no se comen nada.
Los intelectuales son cosa de izquierda y militante.
Salud! Pablo Heraklio