Esto es Libia hoy en día (Made in USA-CIA; Europa OTAN) |
02 Ene 2017
No sabemos cuántas personas han muerto en Libia hoy a consecuencia de la brutal intervención de la OTAN en 2011. Algunas fuentes hablan de unos treinta mil muertos; otras, aumentan esa cifra. Por su parte, la Cruz Roja calcula unos ciento veinte mil muertos, pero no hay duda de que esa guerra que inició la OTAN ha destruido el país y arrojado a sus seis millones de habitantes a una pesadilla siniestra.
En
marzo próximo se cumplirán seis años del inicio de la matanza: desde buques y
aviones, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lanzaron un diluvio de bombas y
de misiles de crucero. Justificaron la guerra y la matanza con la resolución
1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que sólo hablaba de utilizar las
“medidas necesarias” para proteger a la población civil que “estuviera
amenazada”, y que autorizó una zona de exclusión aérea, pero no la invasión del
país. No había autorización alguna para iniciar una intervención militar, ni
mucho menos un ataque para derrocar el gobierno del país. China y Rusia, así
como la India y Alemania, se abstuvieron en aquella votación del Consejo de
Seguridad, y, posteriormente, a la vista de la guerra impuesta, tanto Moscú
como Pekín denunciaron la abusiva interpretación que habían hecho Washington,
sus aliados europeos y la OTAN de la resolución del Consejo. Sudáfrica, que
también había votado a favor de la resolución, denunció después el uso
desmesurado del acuerdo para forzar un “cambio de régimen y la ocupación
militar del país”.
Fue
tal la hipocresía de Washington, Londres y París, que sus aviones llegaron a
bombardear a la población civil en Bengasi y Misrata, entre otras ciudades
libias, matando a centenares de personas, pese a que supuestamente intervenían
en su defensa. Previamente, las “fuerzas rebeldes” fueron entrenadas por
instructores militares norteamericanos y de otros países de la OTAN, al tiempo
que les facilitaron armamento sofisticado e información, y el Departamento de
Estado norteamericano trabajó para crear un Consejo Nacional de Transición para
imponerlo como nuevo gobierno tras la derrota de Gadafi. De hecho, desde antes
del inicio de la agresión militar, comandos militares británicos y
norteamericanos (en operaciones aprobadas por Cameron y Obama, violando la
legalidad internacional) se habían infiltrado en Libia y llevaban a cabo
acciones de sabotaje y asesinatos selectivos. Los militares occidentales
llegaron al extremo de utilizar vestimenta similar a los milicianos del bando
rebelde, para camuflar su intervención ante las instituciones internacionales:
eran militares de la OTAN, pero nunca reconocieron su condición, y adiestraron
a los rebeldes y lucharon junto a ellos.
Durante
los meses del verano de 2011, la OTAN lanzó miles de misiones de combate, y
envió comandos de “operaciones especiales” para reforzar los ataques de los
rebeldes armados y apoyados por la alianza occidental. El 20 de octubre, sin
fuerzas para resistir, Gadafi huyó de Sirte y su convoy fue atacado por aviones
norteamericanos y franceses, y, finalmente, fue detenido por fuerzas rebeldes,
ayudadas por esos “comandos de operaciones especiales” norteamericanos.
Después, lo asesinaron a sangre fría. Cinco días antes del asesinato de Gadafi,
el primer ministro británico, Cameron, y el presidente francés, Sarkozy,
volaron a Libia, a la zona controlada por los rebeldes, mientras los equipos de
la CIA norteamericana trabajaban para localizar a Gadafi y asesinarlo. Su
muerte fue celebrada por Obama, Cameron y Sarkozy.
Violando
la resolución de la ONU, utilizando de nuevo la guerra como instrumento de su
política exterior, Estados Unidos y sus aliados consiguieron sus propósitos.
Los bombardeos de la OTAN destruyeron aeropuertos, infraestructuras y puertos
del país, centros oficiales, cuarteles, carreteras, y centenares de miles de
personas fueron forzadas a huir, según estimaciones de la ONU, convirtiéndose
en refugiados en su propia tierra. Las reservas y recursos del país en el
extranjero fueron intervenidos por los gobiernos occidentales. Hoy, la economía
del país es apenas una tercera parte de lo que era antes de la intervención de
la OTAN en 2011. Después, estalló la lucha de banderías entre los distintos grupos
armados (como ocurrió en Afganistán tras el triunfo de los “señores de la
guerra” apoyados también por Estados Unidos); llegó el caos al país, la
devastación, los milicianos fanáticos y bandidos armados que se apoderaron de
todo. Libia pasó a ser una pesadilla, donde los secuestros, los centros de
tortura clandestinos, los asesinatos, las violaciones de mujeres, se han
apoderado de la vida cotidiana en el infierno; y donde faltan hasta alimentos y
medicinas, hasta el punto de que en muchas ciudades, como en Bengasi, los
habitantes se ven obligados a comer alimentos podridos y ratas.
A
ese paisaje del infierno, se une la destrucción de centros públicos, de plazas,
parques y lugares donde la población acudía antes de la guerra; se añade el
robo de propiedades, los fusilamientos y decapitaciones públicas organizadas
por los grupos yihadistas, que han pasado a ser moneda común de la nueva Libia
hoy. Fuentes independientes hablan de centenares de personas, tal vez miles,
decapitadas por los destacamentos armados de fanáticos milicianos religiosos.
Grupos salafistas y yihadistas siguen controlando importantes áreas del
territorio, y, aunque Washington intentó levantar un decorado democrático, en
las elecciones de junio de 2014, sobre un censo de tres millones y medio de
personas, apenas votó el 18 % de la población. Muchas ciudades han quedado
convertidas en ruinas, y las minas antipersona son un peligro mortal para los
supervivientes.
Varios
centenares de grupos armados, enfrentados entre sí, pugnan por el control del
territorio y de la riqueza del país, junto a las mafias que trafican con
personas, que condenan a trabajos forzados a emigrantes, que matan con total
impunidad, mientras dos gobiernos y dos “parlamentos”, en Trípoli y en Tobruk,
(éste, apoyado entonces por la OTAN), intentaban derrotar al adversario y
obtener el reconocimiento exterior. Para salir del caos, los gobiernos
occidentales impulsaron el llamado “gobierno de unidad nacional”, que se creó
en Marruecos en diciembre de 2015, presidido por Fayez al-Sarraj, aunque sigue
sin establecer su autoridad en todo el país, e incluso es incapaz de controlar
Trípoli, donde existen varias decenas de milicias armadas cuya agenda se centra
en apoderarse del petróleo para exportarlo, en extorsionar a la población, a
los inmigrantes y a traficar con personas. En otras importantes ciudades
libias, como Sirte, Misrata, Tobruk, ocurre lo mismo. A su vez, el general
Jalifa Haftar controla ahora Tobruk, con ayuda militar y financiera de Egipto y
Emiratos Árabes Unidos. Haftar es un militar libio que, tras romper con Gadafi,
fue trasladado por la CIA a Estados Unidos, en los años noventa, para
posteriormente, encabezar la milicia armada que financió la agencia
norteamericana. A ellos hay que añadir las fuerzas controladas por Daesh, el
autodenominado Estado Islámico, que cuenta con importantes connivencias en las
monarquías del golfo Pérsico.
En
ese caos infernal, Washington sigue enviando “grupos de operaciones especiales”
(como el que llegó en diciembre de 2015 a la base militar de Al-Watiya, en el
distrito de An Nuqat al Khams, junto a la frontera tunecina, comando que fue
bloqueado por grupos armados y obligado después a salir del país), y utiliza su
aviación para bombardear a milicias que no son de su agrado, mientras apoya al
gobierno de Fayez al-Sarraj, aunque sigue contando con la baza de Haftar, viejo
empleado de la CIA. En la práctica, las distintas milicias se bloquean entre
sí, y el caos es tal que no existe un bando capaz de imponerse a los demás.
Estados Unidos intenta estabilizar la situación, a través del gobierno de Fayez
al-Sarraj, aunque no desdeñaría apoyar a un gobierno de Haftar si consiguiera
imponerse en la mayor parte del país: quiere contar con un gobierno cliente que
asegure sus intereses, y el Departamento de Estado es capaz de hacer
presentable a cualquier gobierno de bandidos.
Estados
Unidos y sus aliados europeos (Gran Bretaña, Francia) responsables de la
tragedia del país, están interesados en cuestiones diferentes: Bruselas intenta
contener la llegada de emigrantes desde Libia hoy en día, que algunas fuentes
calculan en 150.000 anuales, asunto que preocupa especialmente a Alemania;
Washington pretende controlar a Daesh (con quien contemporiza en Siria, donde,
de facto, es visto como un aliado en la guerra para derribar al gobierno de
Damasco), desactivar los centenares de milicias, y recuperar la producción de
petróleo. A su vez, el enviado especial de la ONU para Libia, Martin Kobler,
intenta, sin fortuna, mediar en el caos.
Mientras
tanto, las televisiones y la gran prensa internacional dejaron hace tiempo de
mostrar interés por Libia hoy, siguiendo un guión utilizado muchas veces con
éxito. Libia, convertida en un estado fallido, con presencia de Daesh (que
acaba de perder Sirte), donde todos los grupos y milicias cometen crímenes de
guerra ante la indiferencia occidental, es hoy un país del que ninguna potencia
de la OTAN se hace responsable, aunque la tercera parte de la población
necesite ayuda alimentaria urgente, aunque los libios tengan que comer ratas y
beber aguas pestilentes, aunque se vean obligados a contemplar constantes
asesinatos y decapitaciones, aunque allí la vida no valga nada, y las
cancillerías sean conscientes de que los libios han sido condenados a vivir en
un infierno.
Fuente: El Viejo Topo
¿Libia? Eso es como el SIDA, ya no está de moda. A más de un "emprendedor" se le pondrán los dientes largos al imaginar lo que puede ganar montando su ¿empresa? ONG para reconstruir el país, lástima que los contratos ya estuvieran apalabrados hasta antes de la guerra, digo de la democratización.
ResponderEliminarLos asesinos directos: mercenarios y soldados, han podido sufrir en sus carnes la guerra y alguno habrá sido herido, muerto o afectado de algún modo, pero los asesinos indirectos: políticos, banqueros, oficiales... No solo no han sufrido la guerra, no solo no han pagado sus crímenes, si no que han ganado y a estas alturas ya deben haber provocado más sufrimiento en algún otro país.
Salud!
Así es, Piedra. Poco más se puede añadir a tu comentario.
EliminarSalud!
En libia se práctica la estrategia: se destruye el país, se revientan sus vías de organización oficiales y se trafica en negro. Se arma a las milicias y señores locales y se les mantiene en constante lucha. Resultado: materia prima barata. La misma estrategia que en Irak, Siria o afganistán. Es lo mismo que hacían los Ingleses en la India en el SXIX.
ResponderEliminarSalud!
maldita raza reptiliana sionista pagaran muuy caro sus crímenes mis condolencias al valeroro pueblo de libia
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