EL
SUDAMERICANO – 11/12/2019
NEOLIBERALISMO: EVOLUCIÓN
HISTÓRICA Y DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA. Conferencia de Marcos
Roitman (en video)
El siglo XXI muestra las
fisuras del neoliberalismo. Sus efectos han quedado al descubierto
tras décadas de aplicar sus recetas. Sólo ha podido mantenerse
mediante el ejercicio de la violencia y la militarización de la
sociedad. Baste observar las consecuencias en los países cuyas
plutocracias y oligarquías se han dado el festín en nombre de la
economía de mercado.
Ante las protestas
ciudadanas la respuesta ha sido represión y muerte. Mientras los
gobiernos de Chile o Colombia, por citar dos referentes actuales,
desvían la atención hacia el vandalismo callejero, una cortina de
humo para tapar sus vergüenzas, invisibilizan las manifestaciones de
cientos de miles de personas cuyas demandas se reivindican
pacíficamente. Las imágenes que recibimos sólo trasmiten la
necesidad de ley y orden. Así se justifica la violencia de Estado.
¿Pero qué ha pasado? se
preguntan los gurús del neoliberalismo. Según su doctrina, sólo
había que trasformar ciudadanos en consumidores. Una tarea que se
creyó superada con éxito. Despolitizar y desideologizar. Romper las
trabas a la explotación de la fuerza de trabajo. Reformar el mercado
laboral, flexibilizar el empleo, abaratar el despido, crear contratos
basura y hacer de las pensiones un negocio en manos de las
financieras. En síntesis, ensalzar al empresario como creador de
riqueza, empleo y gestor de lo público. Todo se llevó a cabo bajo
el pomposo nombre de reforma del estado. Se reeducó al trabajador,
hay que enseñarles a pescar y no darles el pescado; debía ser
competitivo y emprendedor.
A lo dicho restaba
proporcionar un marco constitucional y redefinir la democracia como
democracia de mercado. En esta labor, el gurú Von Mises advierte
cual es el verdadero sentido de la democracia de mercado, cuyo eje
consiste en desentenderse de la personal moralidad, de la justicia
absoluta. Prosperan a la palestra mercantil, libre de trabas
administrativas, quienes se preocupan y consiguen proporcionar a sus
semejantes lo que éstos, en cada momento, con mayor apremio desean.
Los consumidores, por su parte, se atienen exclusivamente a sus
propias necesidades, apetencias y caprichos. Esa es la ley de la
democracia capitalista. Los consumidores son soberanos y exigen ser
complacidos. Para cerrar el círculo, John Rawls, prohombre del
neoliberalismo, complementó la propuesta con su peculiar visión de
la justicia, la cual legitima las desigualdades sociales y económicas
si traen ventajas y se fundamentan en la lucha competitiva de todos
los consumidores.
Bajo este paraguas, las
plutocracias latinoamericanas se expandieron, impusieron la dictadura
del mercado y vieron crecer sus alforjas. Gobierno de ricos, para
ricos, excluyentes y sobre-explotadores. Amasan grandes fortunas con
un poder omnímodo sobre las personas y la naturaleza, dinamitando
los mecanismos reguladores que actúan sobre el mercado. Plutócratas
que han controlado la política, definiendo las estrategias de
acumulación, y subordinando la sociedad a sus apetencias y
caprichos. Criminalizan al pobre, en tanto sujetos que no han sabido
luchar en un mercado competitivo, desaprovechando sus oportunidades.
La sociedad debe identificarlos, aislarlos. Es la guerra contra el
pobre. La aporofobia se extiende.
En Brasil, Colombia,
ahora Ecuador, amén de Honduras o Paraguay, Perú, o tras el golpe
de Estado en Bolivia, los métodos utilizados son los mismos,
revertir y reprimir avances sociales. Hoy, se mira a Chile, cuna del
neoliberalismo, oasis de paz al decir de Sebastián Piñera, hasta
que la eficiente economía de mercado le estalló en la cara. La
respuesta ha sido negar la evidencia. Subrayar como hacen Ricardo
Lagos y Vargas Llosa que las protestas son del primer mundo. Ejemplo
de haber superado el subdesarrollo. Por tanto, no cabe retroceder,
sino dar un paso adelante. El neoliberalismo muriendo de éxito,
sería el enunciado.
Además quienes
protestan, dirá Vargas Llosa, son niños malcriados que tampoco
tienen necesidades, son unos privilegiados, se quejan de vicio. Por
eso hay que actuar con dureza y fuerza. La violencia está
justificada. Ahora se busca recomponer el sistema, la alianza entre
plutocracia y oligarquía. Parafraseando a Platón, el gobierno de
los intereses particulares, amigos de los honores y la admiración
para los ricos, fijan los límites del poder, valiéndose de la
fuerza de las armas, o bien, sin llegar a tanto, por medio de la
intimidación de sus amenazas de llegar al uso de la fuerza y de la
violencia. Es la oligarquización del poder.
América Latina está en
la encrucijada. Bolivia muestra como un golpe de Estado puede acabar
destruyendo en meses, las políticas sociales, culturales, étnicas y
de genero levantadas durante 14 años de esfuerzos colectivos. Con
sus aciertos y errores, Bolivia pasó a tener una ley de pensiones
dignas para los mayores de 65 años, las mujeres vieron aumentar su
participación exponencialmente en los cargos públicos. Se
construyeron 114 hospitales, la atención médica se generalizo entre
la población rural y los sectores populares, se ampliaron las
carreteras, se edificaron más de mil escuelas, el índice de
analfabetismo paso de 22.7 por ciento a 2.3 por ciento, se reconoció
la identidad de los pueblos indígenas con el primer Estado
Plurinacional en la historia de América latina. Se nacionalizaron
las riquezas básicas, se expulsaron las bases militares
estadounidenses.
Avances que serán
eliminados, tildados de comunistas, para justificar el retorno de las
viejas oligarquías y las plutocracias que apoyados en las fuerzas
armadas han decidido masacrar a su pueblo con el fin de recuperar sus
privilegios.
En teoría los avances no tienen por qué ser eliminados si se logra que las élites disminuyan sus beneficios y se redistribuyan. Como ellos lo saben por eso se dan los fenómenos de estampida bancaria y fuga de capitales. Y después viene el cambio de moneda. La clave es actuar antes de que se fuguen. Cosa que aún no hemos visto.
ResponderEliminarSalud!
La clave es derrotar al fascismo. La clave es la revolución.
EliminarSalud!