26 diciembre, 2022

El triste fetichismo del fragmento alegre — Néstor Kohan

 

                                Miguel Brieva


Capítulo extraído de Fetichismo y hegemonía en tiempos de rebelión, de Néstor Kohan.


Lo que anuncia ser un proyecto más inclusivo que el socialismo tradicional en realidad lo es menos. En vez de las aspiraciones universalistas del socialismo y la política integradora de la lucha contra la explotación de clases, tenemos una pluralidad de luchas particulares desconectadas que concluye con una sumisión al capitalismo.

El proyecto socialista debe enriquecerse con los recursos y los conocimientos de los «nuevos movimientos sociales» (ahora no tan nuevos), no empobrecerse recurriendo a ellos como una excusa para desintegrar la resistencia al capitalismo”

ELLEN MEIKSINS WOOD


Las instancias y segmentos que conforman el entramado de lo social se volvieron a partir de entonces absolutamente “autónomas”. El fragmento local cobró vida propia. Lo micro comenzó a independizarse y a darle la espalda a toda lógica de un sentido global de las luchas. La clave específica de cada rebeldía (la del colonizado, la de etnia, pueblo o comunidad oprimida, la de género, la de minoría sexual, la generacional, etc.) ya no reconoció ninguna instancia de articulación con las demás. Cualquier intento por integrar luchas diversas dentro de un arco común era mirado con desconfianza como anticuado. “Nadie puede hablar por los demás”, se afirmaba con orgullo. “Toda idea de representación colectiva es totalitaria”. Cada dominación que saltaba a la vista para ponerse en discusión sólo podía impugnarse desde su propia intimidad, convertida en un guetto aislado y en un “juego de lenguaje” desconectado de todo horizonte global y de toda traducción universal.


De este modo, con la ayuda de los grandes monopolios de la comunicación que inducían y propagandizaban este tipo de pensamiento, se terminó avalando y enalteciendo como el máximo de lo posible la inorganicidad, el culto de lo “espontáneo”, la micropolítica del nicho y la falta de una mínima estrategia política común a largo plazo. Las luchas por las diferencias (culturales), aunque justas en sus reclamos específicos, terminaban dejando intacto el modo de producción capitalista en su conjunto. Despeinaban al sistema —arrancándole paulatinamente reformas que ampliaban la “tolerancia” hacia los nuevos sujetos sociales— pero no lo herían de muerte en su corazón.


Los casos emblemáticos del Ejército norteamericano —invasor genocida de varios países al mismo tiempo y perro guardián de los grandes capitales— dejando ingresar en sus filas a los homosexuales, otorgando altos rangos jerárquicos a miembros de la comunidad latina o afroamericana y permitiendo que la tortura a los detenidos en las prisiones de Irak sean aplicadas también por mujeres estadounidenses estaban encaminados en la misma dirección que la adoptada por el gobierno republicano de George W. Bush cuando designó a una mujer de raza negra como consejera de seguridad —es decir, vocera pública de la extrema derecha imperialista—. Todos estos casos resultan sumamente expresivos de esta política de “tole-rancia”, “pluralismo” y “respeto de la diversidad”, reclamada con fervor... por las metafísicas “post”. Los poderosos festejaban. Habían logrado conjurar —sólo momentáneamente, como después quedó demostrado— la amenaza del viejo topo revolucionario que tanto los había molestado durante los '60.


¡Cualquier reclamo de guetto particular, si no apunta contra el sistema en su conjunto, resulta perfectamente neutralizable, integrable y asimilable en función de la dominación!


Separando artificialmente la dominación patriarcal de la dominación de clase, la opresión cultural de los pueblos coloniales y las comunidades indígenas del gran proyecto económico expansionista del imperialismo, el racismo del colonialismo, la destrucción sistemática del medio ambiente de la “racionalidad” irracional de la acumulación capitalista; cada movimiento social corrió el riesgo de transformarse en un micro grupo y en una micro secta. Cada política en una micro política. Cada protesta en un reclamo molecular. Cada grito colectivo en un susurro local. Repudiando la política de clases y todo tipo de organización política transversal —no sólo las tradicionales, burocráticas y reformistas, sino toda política en general— se trató por todos los medios de mantener a cada movimiento social dentro de su propia parcela y su carril específico para que no se suelten las riendas. Así, mediante esta fetichización de los particularismos, se podía ir neutralizando, cooptando e incorporando una a una, cada protesta que surgía, desgajada de cualquier posible peligrosidad o contagio anticapitalista con la que tenía inmediatamente al lado.


En 1990, en plena euforia neoliberal, David Harvey sintetizó esas posiciones ideológicas del siguiente modo: “El posmodernismo nos induce a aceptar las reificaciones y demarcaciones, y en realidad celebra la actividad de enmascaramiento y ocultamiento de todos los fetichismos de localidad, lugar o agrupación social, mientras rechaza la clase de metateoría que puede explicar los procesos económico-políticos (flujos monetarios, divisiones internacionales del trabajo, mercados financieros, etc.) que son cada vez más universalizantes por la profundidad, intensidad, alcance y poder que tienen sobre la vida cotidiana”(3). El posestructuralismo y sus derivados “posmarxistas” se limitaron a merodear sobre este ramillete de conflictos puntuales fetichizados, sin cuestionar jamás el modo de producción capitalista, el armazón que subsume y reproduce de manera ampliada esas diversas opresiones. Cabe preguntarse: ¿por qué no pueden cuestionar ese núcleo inconfesado pero omnipresente? ¿Por qué divorcian, por un lado, la opresión de género, la discriminación hacia las nacionalidades, etnias y culturas oprimidas por el imperialismo, la destrucción del medio ambiente y el autoritarismo de la institución escolar que oprime a los jóvenes; y por el otro, las dominaciones de clase, la explotación de la fuerza de trabajo, la subsunción de todas las formas de convivencia humana bajo el imperio absoluto del valor de cambio, el dinero y el poder del capital?


La respuesta no es tan compleja, como podría parecer cuando se leen las artificialmente complicadas elucubraciones neolacanianas de Slavoj Zizek o las referencias al último Ludwig Wittgenstein en Ernesto Laclau o en otros textos posestructuralistas. Nosotros pensamos que ese divorcio no es inocente ni accidental. Bajo esa jerga, pretenciosamente erudita, distinguida, presumida y aristocratizante, se esconden verdades del sentido común. La razón estriba en que para todos ellos los conflictos terminan siendo externos y ajenos al corazón de las relaciones sociales del capitalismo. Por lo tanto, solucionables y superables en el horizonte de una supuesta y enigmática “democracia absoluta” —según Negri— o “democracia radical” —según Laclau— que, ¡oh casualidad!. dejan intacto el régimen capitalista.


Para la mayoría de las corrientes posmodernas y posestructuralistas el capitalismo, en última instancia, puede ser compatible con “el respeto al OTRO”, “el diálogo democrático”, la “no discriminación”,etc. La “radicalización de la democracia” (capitalista) como último horizonte implica un abandono muy claro, no siempre explicitado, ni siquiera por los “posmarxistas”: la perspectiva de la revolución socialista y la lucha por el poder para la transformación radical de la sociedad desaparecen rápidamente de escena.


Nota

3 [véase David Harvey: La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires, Amorrortu, 1998. pp.138].



5 comentarios :

  1. Al análisis de Néstor Kohan, sumo algunas citas que apuntan en la misma dirección:


    Sartre: “El humanismo burgués no es más que una ideología mentirosa, la exquisita justificación del pillaje”

    Kohan: “Cada política en una micro política. Cada protesta en un reclamo molecular. Cada grito colectivo en un susurro local” (…) “¡Cualquier reclamo de guetto particular, si no apunta contra el sistema en su conjunto, resulta perfectamente neutralizable, integrable y asimilable en función de la dominación!”

    Eric J. HOBSBAWM : “…la mayor parte de las identidades colectivas se parecen más a una camisa que a la piel, es decir, que son, por lo menos en teoría, optativas, no ineludibles. A pesar de la moda actual de manipular nuestro propio cuerpo, sigue siendo más fácil cambiar de camisa que de brazo. La mayoría de los grupos de identidad no se basan en similitudes o diferencias físicas objetivas, aunque a todos les gustaría afirmar que son grupos «naturales», y no socialmente construidos. Por supuesto, todos los grupos étnicos lo hacen.” (…) “Así pues, ¿qué tiene que ver la política de la identidad con la izquierda? Permítanme decir con firmeza lo que no debería ser preciso repetir. El proyecto político de la izquierda es universalista: se dirige a todos los seres humanos. Como quiera que interpretemos las palabras, no se trata de libertad para los accionistas o para los negros, sino para todo el mundo. No se trata de igualdad para los miembros del Club Garrick o para los discapacitados, sino para cualquiera. No se trata de fraternidad únicamente para los ex alumnos del Eton College o para los gays, sino para todos los seres humanos.”

    Meiksins Wood: “el capitalismo puede permear cierto pluralismo e ir integrando la política de las diferencias. Pero lo que no puede hacer jamás, a riesgo de no poder seguir existiendo y reproduciéndose, es abolir la explotación de clase.” (…) “mientras que todas las opresiones pueden tener las mismas demandas morales, la explotación de clases tiene una condición histórica diferente, una ubicación más estratégica en el centro del capitalismo; y una lucha de clases puede tener un alcance más universal, un mayor potencial para impulsar no sólo la emancipación de la clase, sino también otras luchas de emancipación”


    y como conclusión práctica, Michael Roberts cita a un tal William Robinson: "…el crítico literario y filósofo, Frederic Jameson, observó una vez que: "es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo". Pero si no imaginamos el fin del capitalismo, y actuamos con esa imagen, es posible que nos enfrentemos al fin del mundo. Nuestra supervivencia requiere que luchemos una batalla por el poder político; arrebatar el poder a las multinacionales y sus agentes políticos, burocráticos y militares antes de que sea demasiado tarde"…


    …salta a la vista que el tiempo apremia y nos falta lo esencial: la materialización del proyecto y la organización revolucionaria que lo ponga en práctica.


    Salud y comunismo

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    1. Gracias por la aportación. Acertada la sentencia de Sartre, "...la exquisita justificación del pillaje". Aunque el pillaje va perdiendo en "exquisitez" (contra lo que proclaman los "jardineros" encargados de la misma) y volviéndose cada vez más obsceno e indisimulado. Ni el maquillaje es ya lo que fue, por más neones y perfumes que le añadan. Y no obstante, el problema es que, como decía Henry Wallace, "Si definimos al fascista estadounidense como aquel que en caso de conflicto antepone el dinero y el poder a los seres humanos, entonces, sin duda, hay varios millones de fascistas en los Estados Unidos". Y en NATOstan, añado yo.

      Salud y comunismo

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  2. Miedo a romper, por Cesar Manzanos Bilbao

    Ellos se limpian el culo con nuestras reivindicaciones, propuestas de cambio y derechos que nos reconocen y a la vez nos niegan y, como lobos vestidos de cordero, nos han acusado de violentos y radicales, cuando no de terroristas y delincuentes al plantarles cara y movilizarnos contra sus múltiples formas de dominación. Así lo expresa brillantemente J.M. Erauskin, abogado de la Plataforma Stop Desahucios de Gipuzkoa en el artículo “Y encima los criminales se sienten acosados” dirigiéndose a los políticos institucionales: "…y todavía ustedes, responsables de todo este sufrimiento, nos vienen con que se sienten acosados por las víctimas. Ver para creer. Tienen ustedes suerte de que nos encontremos en un país adormecido, aletargado, donde la resignación ha anulado nuestra autoestima porque de lo contrario iban a enterarse ustedes de lo que es vivir acosado".

    https://www.lahaine.org/mm_ss_est_esp.php/miedo-a-romper

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    1. Una nota de optimismo de la voluntad a cargo del pensador marxista Adolfo Sánchez Vázquez:

      «Muchas verdades se han venido a tierra; ciertos objetivos no han resistido el contraste con la realidad y algunas esperanzas se han desvanecido. Y, sin embargo, hoy estoy más convencido que nunca de que el socialismo -vinculado con esas verdades y con esos objetivos y esperanzas- sigue siendo una alternativa necesaria, deseable y posible. Sigo convencido asimismo de que el marxismo -no obstante lo que en él haya de criticar o abandonar- sigue siendo la teoría más fecunda para quienes están convencidos de la necesidad de transformar el mundo en el que se genera hoy como ayer no sólo la explotación y la opresión de los hombres y los pueblos, sino también un riesgo mortal para la supervivencia de la humanidad. Y aunque en el camino para transformar ese mundo presente hay retrocesos, obstáculos y sufrimientos que, en nuestros años juveniles, no sospechábamos, nuestra meta sigue siendo ese otro mundo que, desde nuestra juventud, hemos anhelado. » (…)

      «El capitalismo es un horror que no se puede hermosear aunque para ello se contrate a poetas…»

      Salud y comunismo

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    2. Completamente de acuerdo con Adolfo Sánchez Vázquez, de lo contrario hace tiempo que me habría hecho fan de Sabina & Cía., y este modesto blog no existiría.

      Salud y comunismo. ¡Venceremos!

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