25 diciembre, 2025

Del Estado de Derecho a la Era de las No-Personas — Biljana Vankovska

 

            Cau Gómez


Savage Minds – 25/12/2025

   Traducción del inglés: Arrezafe


El occidente kafkiano


Un pasaje de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, me atormenta a menudo:

«Eso fue cuando suspendieron la Constitución… Ni siquiera hubo disturbios en las calles. La gente se quedó en casa… viendo la televisión… Ni siquiera había un enemigo al que se pudiera identificar».

Hoy, la lista de enemigos es larga: Rusia, China, Irán, Hamás… ¡tú eliges! Nuestras pantallas han cambiado, pero nuestra pasividad no. Ya no vemos la televisión; nos desplazamos, distraídos y aturdidos, mientras las libertades se erosionan en silencio. A partir de esta pasividad, la sociedad se ha vaciado: lo que queda no son ciudadanos, sino masas: zombificadas, sumisas y cada vez más desechables.


El detonante inmediato de esta reflexión es la reciente adopción por parte de la UE de las llamadas "medidas restrictivas", defendidas por Kaja Kallas y envueltas en el orwelliano "Escudo de la Democracia" de Ursula von der Leyen. Sin embargo, el fenómeno no es nuevo, solo más visible. El castigo silencioso y extrajudicial de individuos se ha estado desarrollando durante años. La reciente sanción de Jacques Baud, un oficial de inteligencia suizo retirado e invitado frecuente de podcasts, perturbó a parte de los medios alternativos precisamente porque es "uno de nosotros" (un occidental, no un disidente extranjero). Su caso no es único; es uno de los casi sesenta individuos ahora etiquetados como amenazas simplemente por hablar críticamente.


¿Qué implican estas "medidas"? La congelación total de activos, la prohibición de obtener ingresos y la revocación de la libertad de movimiento dentro de la UE. Imaginen que les cortan el acceso a su cuenta bancaria, no pueden trabajar y se quedan varados dondequiera que estén cuando caduque la orden. ¡Suena aterrador! Orwell tenía una palabra para esas personas: "no persona".


Esto resulta especialmente chocante dada la autoimagen de la UE como una "comunidad basada en valores", exportadora de democracia y Estado de derecho. ¿Cómo llegó al punto de tratar a los intelectuales críticos como amenazas a la seguridad? La UE extiende su poder punitivo más allá de sus fronteras, presionando a los Estados de los Balcanes Occidentales, en cumbres y comunicados, para que adopten medidas similares como condición para su alineación. En efecto, está diciendo: "Para ser como nosotros, primero debes aprender a borrar lo tuyo". Algunos de nosotros ya somos potencialmente no-personas.


Peor aún, estas medidas operan al margen de la ley. Las decisiones del Consejo de la UE en materia de política exterior y de seguridad están exentas de supervisión judicial. No hay juicio, ni apelación, ni definición del delito. Actos como la "difusión de desinformación" o la promoción de "narrativas prorrusas" se convierten en motivo de castigo, no por ser delitos, sino por considerarse inconvenientes. Esto viola principios jurídicos fundamentales: nullum crimen sine lege (no hay delito sin ley), presunción de inocencia, hábeas corpus y el derecho al debido proceso. Asistimos al colapso de la justicia a manos de la arbitrariedad. Una realidad tan absurda que resulta kafkiana.


Lamentablemente, esto no es nada nuevo. Recordemos a Julian Assange, encarcelado por exponer crímenes de guerra. O más recientemente, el juez francés de la CPI, Nicolas Guillou, sancionado por Estados Unidos por solicitar órdenes de arresto contra líderes israelíes por sus crímenes en Gaza. Como señaló el economista y político griego Yanis Varoufakis, Europa no defendió a sus propios ciudadanos. Anteriormente, Alemania había prohibido a Varoufakis hablar sobre genocidio; amenazas similares apuntan a funcionarios de la ONU como Francesca Albanese. La UE, bajo el mando de Kallas, no se ha resistido a esta deriva; la ha refinado, sancionando a sus propios ciudadanos junto con los rusos y ucranianos. Una vez, nos burlamos de Kiev por compilar listas negras "prorrusas". Ahora, la UE se ha "ucranizado", adoptando y mejorando esas mismas prácticas.


Ni siquiera tenemos registros ni sabemos cuántos han sido sancionados. Una colega italiana contó recientemente cómo los fondos de su fundación fueron congelados hace años por colaborar con grupos pacifistas de Irán y Palestina. Hoy, la gente pierde su trabajo por llevar una keffiyeh o expresar solidaridad con Gaza. El patrón es claro: se criminaliza la disidencia con el pretexto de la seguridad.


La culpa es nuestra. Reaccionamos sólo ante casos individuales, generalmente cuando la amenaza se acerca. Pero esto es violencia sistémica contra la libertad misma. Nos recuerda la vieja advertencia: «Primero vinieron por…».


Vivo en lo que sólo puede describirse como una semicolonia de EEUU, la UE o ambos (la distinción se difumina cada día). En el "maldito patio" de la vida política balcánica, la soberanía se cedió hace mucho tiempo, con escasas protestas. La cancelación es rutinaria. Prevalece la vieja mentalidad de servilismo: "Cállate; podría ser peor". Ahora, lo peor llega no con tanques, sino con poder blando: ONG, embajadas y proyectos tecnocráticos que replantean la censura como "resiliencia".


Las narrativas se forjan desde el extranjero. USAID, NED, las ONG y fundaciones occidentales moldean las mentes jóvenes. Uno de mis mejores estudiantes acaba de recibir un premio de derechos humanos de la Embajada de Alemania, días después de que se revelaran las "medidas restrictivas". Se imagina a sí mismo como un futuro líder, pero no dice nada sobre los derechos suspendidos en la UE que idolatra.


Aún más alarmante es cuando las élites locales asumen esta lógica. El parlamento macedonio aprobó recientemente una resolución que prohíbe a la oposición difundir "desinformación", un eufemismo para el control del pensamiento. Hace años, una ONG llevó a cabo un proyecto llamado ШТЕТ-НА ("Ham-Tive”), cuyo objetivo era identificar narrativas "perjudiciales" para la democracia en un estado donde esta ya está secuestrada. Recientemente, el embajador del Reino Unido anunció un nuevo proyecto TRACE de dos años en líneas similares, con el primer ministro sonriendo a su lado. La ironía es cruel: la sociedad ya está en silencio. Los intelectuales se esconden en torres de marfil o ratoneras, o se aprovechan. Los medios se autocensuran. La gente navega.


Figuras como Baud o Guillou importan no como individuos, sino como advertencias. Decir la verdad se ha vuelto peligroso. Hace meses, mientras ayudaba a construir una red multipolar de paz, argumenté que los mecanismos de solidaridad eran esenciales, porque el compromiso con la paz ahora es un riesgo. Algunos colegas occidentales probablemente me percibieron como cobarde o paranoica. No sabían que mi segundo nombre es Cassandra.


¿La mayor ironía? Aprendí valentía, pensamiento crítico y honestidad intelectual bajo el socialismo yugoslavo. La filosofía de mi padre era decir la verdad al poder. Esa sigue siendo la mía. Durante décadas, impartí un curso universitario sobre el sistema político europeo y nunca dejé de comprender la UE por lo que realmente es: un proyecto corporativo-colonial-imperial camuflado en la retórica de la paz y la justicia. No porque yo sea particularmente inteligente, sino porque conservé la libertad infantil de manifestar que: el emperador está desnudo.


Ahora que todos lo vemos desnudo, ¿actuaremos? ¿O nos esconderemos, nos haremos a un lado y guardaremos silencio... hasta que vengan a por nosotros también?




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