Párrafos extraídos del libro de Peter Gelderloos Cómo la No-Violencia
protege al Estado, descargar en pdf aquí.
Lo que han conseguido las ONG’s,
junto con la cultura oficial del castigo y su “Guerra Contra el Crimen” es
pacificar la rebelión social. Además, se ha manipulado la potente historia de
resistencia de este país para sembrar la mentira en la mente de cada rebelde,
basada en que todas las victorias conseguidas por los movimientos sociales se
deben a la no violencia. Es un Estado que no permite ninguna autonomía dentro
de sus fronteras (ni afuera, considerando la experiencia de America Latina), y
la no violencia funciona como el Estado dentro de la resistencia.
A causa de la hegemonía que lxs
partidarios de la no violencia ejercen, las críticas a la no violencia están
excluidas de la mayoría de los periódicos, medios alternativos y demás foros a
los que suelen acceder los movimientos antiautoritarios. La no violencia se
mantiene como un artículo de fe, y como una clave para la inclusión total del
movimiento. La gente antiautoritaria y anticapitalista que sugiere o practica
la militancia se encuentra de repente abandonada por lxs mismxs pacifistas con
lxs que ha participado en la última protesta. Una vez aisladxs, lxs militantes pierden el acceso a los recursos y a la protección y pasan a ser chivos
expiatorios de los medios o a ser criminalizadxs por el gobierno.
Existe un patrón para la
manipulación y la tergiversación de la historia que es evidente en cada una de
las victorias que lxs activistas no violentxs reivindican. La posición
pacifista requiere que el éxito sea atribuible a las tácticas pacifistas y sólo
a éstas; mientras que el resto de nosotrxs cree que el cambio proviene de todo el
espectro de tácticas presente en cualquier situación revolucionaria, siempre que
se desplieguen de forma efectiva. Porque ningún conflicto social relevante exhibe
una uniformidad de tácticas e ideologías; lo cual nos permite afirmar que todos
estos conflictos muestran tácticas pacifistas e indudablemente no pacifistas. Pero
lxs pacifistas deben borrar aquellas narraciones de la historia que discrepan con
ellxs o, alternativamente, acusar de sus fracasos a la presencia, en el mismo contexto,
de la lucha violenta.
El aspecto más lamentable de la
reivindicación de lxs pacifistas de que la independencia de la India sea una
victoria de la no violencia, es que esta reivindicación juega un papel en la
elaboración de una Historia que sirva a los intereses de la supremacía blanca
de los estados imperialistas que colonizaron el Sur. El movimiento de
liberación en la Índia fracasó. Los británicos no fueron forzados a abandonar
la Índia. Más bien, escogieron transferir el territorio del dominio colonial
directo al dominio neocolonial. ¿Qué tipo de victoria permite al bando perdedor
dictar cuándo y cómo ascenderá el gobierno que ha ganado?
El movimiento por los derechos
civiles en Estados Unidos es uno de los episodios más importantes de la
Historia pacifista. En todo el mundo, la gente lo ve como un ejemplo de
victoria no violenta. Pero, como otros ejemplos discutidos aquí, ni fue una
victoria, ni fue no violenta. El movimiento tuvo éxito al acabar con la
segregación de derecho y con la expansión de la minúscula pequeña
burguesía negra, pero ésa no fue la única demanda de la mayoría de lxs
participantes del movimiento. Querían la igualdad política y económica completa,
y muchxs también querían la liberación negra en forma de nacionalismo negro,
intercomunalismo negro u otras formas de independencia del imperialismo blanco.
No se logró ninguna de estas demandas: ni la de igualdad ni, desde luego, la de
la liberación.
La no violencia, en el contexto
moderno, es una posición que implica privilegio. Partiendo del hecho de que el
típico pacifista es, evidentemente blanco y de clase media, se hace evidente
que el pacifismo, como ideología, proviene de un contexto privilegiado. Ignora
que la violencia ya está aquí; que la violencia es una parte inevitable y
estructuralmente integral de las jerarquías sociales corrientes; y que es la
gente de color quien se ve más afectada por esta violencia. El pacifismo asume
que la gente blanca que crece en los suburbios, con todas sus necesidades
básicas cubiertas, puede aconsejar a las personas oprimidas -muchas de las
cuales son personas de color- que sufran esta violencia con paciencia,
esperando que ellxs logren convencer al Gran Padre Blanco a través de las
demandas de su movimiento o a que dicho movimiento consiga conectar con la
legendaria “masa crítica” de la siempre hablan.
Para lxs pacifistas, la gente de
color de los guettos de Estados Unidos no se “puede” defender de la brutalidad
policial o expropiar los recursos para sobrevivir para liberarse de la
servidumbre económica. Deben esperar a que halla el suficiente número de gente
de color con mayores privilegios económicos (los “esclavos de casa” del
análisis de Malcolm X1) y que se halla concienciado a la gente blanca a unirse
con la gente negra para cogerse de las manos y cantar canciones. Después de lo
cual, creen, el cambio vendrá de manera segura. La gente que habita en
Latinoamérica debe sufrir pacientemente, como verdaderos mártires, mientras lxs
activistas blancxs en los Estados Unidos “dan testimonio” de sus vivencias en el
Sur y escriben al Congreso. La gente de Irak tampoco debe defenderse. Sólo si mueren
como civiles sus muertes serán contabilizadas y lloradas por lxs activistas pacifistas
blancxs que, el día menos pensado, lograrán llevar adelante una protesta lo
suficientemente grande como para detener la guerra. Lxs indígenas deben también
esperar, sólo un poquito más (es decir, otros 500 años) bajo la sombra del
genocidio, muriendo lentamente en sus tierras, marginadxs, hasta que... Bueno,
no son una prioridad ahora mismo, así que quizás sea hora de organizar una
manifestación o dos para ganarse la atención y la empatía de los poderosos. ¿O
quizás podrían hacer una huelga, comprometidos con la no cooperación gandhiana?
Pero espera, la mayoría de ellos ya están desempleados, ¡no están cooperando,
están totalmente excluidos del funcionamiento del sistema!
Lxs pacifistas deben saber,
imagino que inconscientemente, que la no violencia es una posición
privilegiada, así que hacen frecuente uso del tema de la raza sacando a lxs
activistas de color fuera de su contexto y usándolos de manera selectiva como
portavoces de la no violencia. De modo que Gandhi y Martin Luther King Jr. se
han vuelto representativos de toda la gente de color.
Nelson Mandela lo fue también,
hasta que los pacifistas blancos cayeron en la cuenta de que Mandela usó la no
violencia selectivamente, y que de hecho estuvo implicado en actividades de
liberación de carácter violento, como atentados y preparación de un
levantamiento armado. Incluso Gandhi y King estuvieron de acuerdo en que era
necesario apoyar a los movimientos de liberación armada (citando como ejemplos
Palestina y Vietnam, respectivamente) allí donde no hubo una alternativa no
violenta, priorizando claramente los objetivos sobre las tácticas. Pero la
mayoría de lxs pacifistas blancxs de hoy borran esta parte de la historia y se
recrean en la no violencia para proteger su comodidad, aún mientras se
reivindiquen como los sucesores de Martin Luther King Jr. y Gandhi. Uno tiene
la impresión que si Martin Luther King Jr. hubiera venido difrazado a una de
estas vigilias pacifistas, no se le habria permitido hablar. Como él apuntó:
A parte de los intolerantes y reaccionarios, [el racismo] parece ser una enfermedad que se extiende incluso entre aquellos blancos a quienes les gusta mirarse a sí mismos como “iluminados”. Me referiría especialmente a aquellos que aconsejan “¡Esperad!” y aquellos que dicen que empatizan con nuestros objetivos, pero que no aprueban nuestros métodos de acción directa en busca de estos mismos objetivos. Me dirijo a los hombres que se atreven a sentir que tienen algún derecho -paternalista- de fijar cuál es la hora de la liberación de otros hombres.En los últimos años, debo decir, me he he sentido gravemente decepcionado con estos blancos “moderados”. A menudo me siento inclinado a pensar que constituyen un mayor impedimento para el progreso negro que un Consejo de Ciudadanos Blancos o que el Ku Kux Klan.
La revisión pacifista de la
Historia que elimina los ejemplos militantes de lucha contra la supremacía
blanca no puede ser desvinculada de un racismo que es inherente a la posición
no violenta. Es imposible reivindicar apoyo para la gente negra, y mucho menos
solidarizarse con sus luchas cuando grupos tan significativos como el Black
Panther Party, el American Indian Movement, el Brown Berets o el Vietcong son
activamente ignorados en favor de un dibujo homogéneo de la lucha anti-racista
que admite en su cuadro sólo a aquellos elementos que no contradicen su
autocomplaciente visión de la revolución, que ha sido siempre favorecida,
principalmente, por activistas blancos. Las pretensiones de brindar su apoyo y
solidaridad se vuelven aún más pretenciosas cuando los pacifistas blancos hacen
un borrador de las reglas de tácticas aceptables y las imponen a través del movimiento,
negando la importancia de la raza, la proveniencia de clase y otros factores
contextuales.
La gente a quien más afecta un
determinado sistema de opresión debería estar al frente de la lucha contra él aunque
el pacifismo produzca, una y otra vez, organizaciones y movimientos de gente
blanca que va iluminando el camino y liderando la manera de salvar a los demás.
Y es que el imperativo de la no violencia anula el respeto básico de confiar en
la gente para que se libere a sí misma. Siempre que lxs pacifistas blancxs se involucren
con una causa que afecte a la gente de color, y la gente de color afectada no
se limite a su definición de la no violencia, lxs activistas blancxs se
situarán a sí mismxs en el rol de profesores y guías, creando una dinámica que
es, claramente, colonial. Por supuesto, ésta es, sin duda, una función propia
del privilegio blanco (una visión del mundo socialmente construida enseñada y
difundida entre toda la gente identificada por la sociedad como “blanca”). Lxs
militantes activistas blancxs pueden incurrir e incurren en errores similares
cuando su falta de respeto se alía con el color, dictando cuál es el más
apropiado y ortodoxo método de lucha.
Lxs pacifistas blancxs (incluso
pacifistas negrxs burguesxs) tienen miedo de la total abolición del sistema
capitalista supremacista blanco. Predican la no violencia para la gente en la
base de la jerarquía racial y económica, precisamente porque la no violencia es
inefectiva, y cualquier revolución lanzada por “esa gente”, siempre que siga
siendo no violenta será incapaz de eliminar las posiciones de privilegio de la
gente blanca y de lxs ricxs. Aunque los tipos de no violencia que buscan abolir
los propósitos del Estado para, de esta manera, transformarlo, hacen que la no
violencia requiera que lxs activistas traten de tener influencia sobre las estructuras
de poder, y por lo tanto que se aproximen a éste. Todo lo cual significa que
la gente privilegiada, que tiene mayor acceso al poder, mantendrá el control del
movimiento y se erigirán como los guardianes e intermediarios que permiten a
las masas dirigir sus voces hacia el poder.
Una generación después del
fracaso del movimiento por los derechos civiles, la resistencia negra dio nacimiento al hip-hop, que las fuerzas de la cultura dominante -como la
industria discográfica, las fábricas de ropa y las empresas (esto es, lxs
negocios blancos)- capitalizaron y compraron. Esas fuerzas capitalistas
culturales, que han sido protegidas mediante el desarme de la gente negra y
enriquecidas por el desarrollo de la esclavitud, hace que se “suavicen” las letras.
Lxs artistas del hip-hop afianzados en los mayores sellos discográficos, han abandonado
la glorificación de la violencia antisistema y la han sustituido por un incremento
de la violencia contra las mujeres -más de moda-. La aparición de la no-violencia
en el caso de la gente negra, no les dota de armas o aboga por la lucha contra
la policía. Es, de hecho, el reflejo del triunfo de una violencia previa.
La masiva violencia interpersonal
del Ku Klux Klan fue sustituida por la violencia sistematizada y menos visible
de la policía. Al mismo tiempo, el poder cultural de las élites blancas, en sí
mismo aumentó y se mantuvo a través de todo tipo de violencias económicas y
gubernamentales, usadas para convencer a la cultura negra de fomentar la
celebración de algunas de las mismas construcciones ideológicas que
justificaron el secuestro, la esclavización y el linchamiento de sus gentes,
mientras la rabia producida por generaciones de abuso se canaliza en ciclos de
violencia dentro de las comunidades negras, lejos de canalizarla en contra
todas aquellas autoridades que se lo merecen. En la dinámica de poder descrita
en este breve esbozo histórico, y en tantas otras historias de opresión racial,
la gente que insiste en la no violencia como método para el y la oprimidx, si
tuviera que tener algún rol, terminaría haciendo el trabajo de la estructura de
poder supremacista blanca, lo quiera o no.
Lxs únicxs partidarixs de la no
violencia a los que les he escuchado negar incluso la legitimidad de la
autodefensa, siempre han sido blancxs y aunque hayan tenido a sus “Oscar
Romero”, ellxs y sus familias no han tenido que sobrevivir personalmente bajo
una amenaza constante como resultado de su activismo. Llevo mucho tiempo
creyendo que su aversión hacia la violencia tiene tanto que ver con una
cuestión de principios, como con una cuestión de privilegios e ignorancia. Y
más allá de la mera autodefensa, el hecho de que ciertos individuos se hayan
enfrentado a la posibilidad de tener que contratacar para sobrevivir o para
mejorar sus vidas, depende en buena parte del color de su piel y de su posición
dentro de las múltiples jerarquías de opresión, nacionales y globales. Son estas
experiencias las que ignora la no violencia, al considerar la violencia como un
tema meramente ético o como una libre elección.
En última instancia, lxs
activistas no violentxs dependen de la violencia del Estado para proteger sus
“logros”, y no oponen resistencia a la violencia del Estado cuando es usada
contra lxs militantes (de hecho, a menudo la animan). Negocian y cooperan con
la policía armada en sus manifestaciones. Y, aunque lxs pacifistas honoran a
sus “presxs de conciencia”, sé por experiencia, que tienden a ignorar la
violencia del sistema carcelario en los casos en los que quien está presx ha
cometido un acto de resistencia violenta o de vandalismo (por no mencionar un
delito apolítico). Cuando estaba cumpliendo una sentencia de prisión de seis meses
por un acto de desobediencia civil, me llovió el apoyo de lxs pacifistas de todo
el país. Pero, en conjunto, mostraron una falta de preocupación increíble hacia
la violencia institucionalizada, encajando los 2.2 millones de bajas del War
on Crime del gobierno. Parece que la única forma de violencia a la que se
oponen de una manera consistente es a la rebelión contra el Estado.
El mismísimo signo de la paz es
una perfecta metáfora de su función. En lugar de alzar un puño, lxs pacifistas
alzan sus dedos índice y anular para formar una uve. Esta uve significa victoria
y es el símbolo de lxs patriotas que se regocijan en la paz que sigue al
triunfo de una guerra. En conclusión, la paz que lxs pacifistas defienden es la
de lxs militares vencedorxs, la de un Estado sin oposición que ha conquistado
toda resistencia y monopolizado la violencia hasta tal punto que la violencia
ya no necesita ser visible. Ésta es la Pax Americana.
El patriarcado es una forma de
organización social que produce lo que reconocemos comúnmente como sexismo.
Pero va más allá del prejuicio individual o sistémico contra las mujeres.
Consiste, en primer lugar, en la falsa división de las personas en dos
categorías rígidas (hombre y mujer) que se afirman como naturales y morales.
(Mucha gente perfectamente sana no encaja en ninguna de estas categorías
fisiológicas, y muchas culturas no occidentales reconocen -y todavía lo hacen,
si no han sido ya destruidas- más de dos sexos y géneros.) El patriarcado intenta
destruir, social e incluso físicamente, a cualquiera que no encaje en una de estas
dos categorías o que rechace este “binarismo de género”. El patriarcado continúa
definiendo roles claros (económicos, sociales, emocionales, políticos) para los
hombres y las mujeres y afirma (falsamente), que estos roles son naturales y
morales. Bajo el patriarcado, la gente que no encaja o que rechaza estos roles
de género es neutralizada mediante la violencia y el ostracismo. Se les hace
parecer y sentir fexs, sucixs, temibles, despreciables, inútiles. El
patriarcado es dañino para todxs, y es reproducido por cualquiera que viva en
él. Haciendo honor a su nombre, pone a los hombres en una posición dominante y
a las mujeres en una posición sumisa. Las actividades y características que
están tradicionalmente asociadas al “poder”, o al menos al privilegio,
pertenecen mayoritariamente a los hombres. El patriarcado otorga casi
exclusivamente a los hombres la habilidad y el derecho al uso de la violencia.
Con el género, como con la raza,
la no violencia es una posición inherentemente privilegiada. La no violencia
asume que en lugar de defendernos a nosotrxs mismxs de la violencia, podemos
sufrir la violencia pacientemente hasta que una parte suficiente de la sociedad
pueda ser movilizada a oponerse a ello pacíficamente (o que podamos esperar a
“transformar” cualquier agresión que nos amenace individualmente.) Muchas de
lxs que proponen la no violencia no la presentarán meramente como una práctica
política acotada, sino como una filosofía que merece penetrar en el mismísimo
tejido social y arrancar la violencia de raíz en todas sus manifestaciones.
Pero el pacifismo parece no haberle dado a la violencia del patriarcado su
consideración justa. Después de todo, en las guerras, en las revoluciones
sociales y en la vida diaria, las mujeres y las personas transgénero son,
dentro de la sociedad patriarcal, las receptoras primarias de la violencia.
Si sacamos esta filosofía fuera
de la impersonal arena política y la ponemos en un contexto más real, la no
violencia implica que es inmoral que una mujer se defienda de un atacante o que
estudie autodefensa. La no violencia implica que para una mujer maltratada es
mejor marcharse que movilizar a un grupo de mujeres para darle una paliza y
echar al marido maltratador de casa. La no violencia implica que es mejor ser
violada que sacar un bolígrafo del bolsillo y hundirlo en la yugular del
agresor (porque hacerlo supondría alimentar un supuesto ciclo de violencia y
animar futuras violaciones). El pacifismo simplemente no resuena en las
realidades diarias de la gente, a menos que esta gente viva en una extravagante
burbuja de tranquilidad en la que toda forma de reactiva y pandémica violencia civil
haya sido expulsada por la violencia sistémica y menos visible de la policía y de
las fuerzas militares.
En el caso de la violación y
otras formas de violencia contra las mujeres, la no violencia implica las
mismas lecciones que el patriarcado nos ha enseñado durante milenios:
glorificar la pasividad -“poner la otra mejilla” y “dignificar el sufrimiento”-
frente a la opresión. Todas las historias, mandamientos, parábolas y leyes
contenidas en el Antiguo Testamento, uno de los textos más lúcidos que define
cómo conservar y poner en práctica el patriarcado, aconsejan a las mujeres
sufrir pacientemente la injusticia y rezar para que la divina Autoridad intervenga.
(Esta prescripción es parecida a la fe que tiene el pacifismo en que los medios
de comunicación diseminen imágenes del sufrimiento dignificado para motivar a
las autoridades a que ejecuten la justicia). Dado que el patriarcado prescribe
claramente una violencia masculina unilateral, las mujeres estarían interrumpiendo
esta dinámica de poder, no reforzándola, sino reapropiándose de su capacidad de
ejercer violencia. En este sentido, el hecho de que las mujeres reclamen la
habilidad y el derecho al uso de la fuerza no pone fin por sí mismo al
patriarcado, pero es una condición necesaria para la liberación de género, así como
una forma útil de empoderamiento y de protección a corto plazo.
La gente partidaria de la no
violencia que hace una limitada excepción con la autodefensa porque reconoce
hasta qué punto es erróneo decir que las personas oprimidas no pueden o deben
protegerse a sí mismas, no tiene estrategias viables para tratar con la
violencia sistémica. ¿Sirve la autodefensa para defenderse de un marido
maltratador, pero no para hacer saltar por los aires una fábrica emisora del
dióxido que intoxica tu leche materna? ¿Qué hay acerca de una campaña más
coordinada para destruir la empresa a la que pertenece la fábrica y es responsable
de liberar los contaminantes? ¿Es autodefensa matar al general que envía a los
soldados que violan a las mujeres en una zona de guerra? ¿O deben las pacifistas
permanecer a la defensiva, solo respondiendo a ataques individuales y sometiéndose
a sí mismas a la inevitabilidad de tales ataques hasta que la táctica no
violenta haga cambiar de alguna forma al general o provoque el cierre de la fábrica,
en un futuro incierto?
Lxs activistas no violentxs,
tratando de presentarse a sí mismxs como estratégicxs, a menudo impiden que se
haga realidad toda estrategia, con sus intrépidas simplificaciones del tipo de “la
violencia es la carta más fuerte que juega el Estado. Tenemos que seguir el
camino de la mínima resistencia y golpearles allí donde son más débiles” .
Ya es hora de hacer la distinción entre llevar a cabo estrategias y hacer
eslóganes, y volvernos un poco más sofisticadxs.
En primer lugar, empecemos con
algunas definiciones. (Las definiciones que voy a dar para los siguientes
términos no son universales, pero cuanto más las utilicemos de forma regular,
más adecuadas serán para nuestros propósitos). Una estrategia no es ni un
objetivo, ni un eslogan, ni una acción. La violencia no es una estrategia, y
tampoco lo es la no violencia. Estos dos términos (violencia y no
violencia) son fronteras situadas alrededor de una diversidad de tácticas.
Una diversidad limitada de tácticas constreñirá las opciones disponibles para
generar estrategias, cuando en realidad las tácticas deben fluir siempre desde
la estrategia, y la estrategia, a su vez, desde el objetivo.
Desafortunadamente, a día de hoy, a menudo la gente parece hacerlo a la
inversa, llevando a cabo tácticas que quedan fuera de las respuestas habituales
o de la organización de las tácticas dentro de una estrategia, sin tener más
que una vaga conciencia del objetivo.
El objetivo es el destino. Es la
condición que denota la victoria. Por supuesto, hay objetivos próximos y
objetivos últimos. Podría ser más realista evitar una aproximación lineal y
visualizar los objetivos últimos como un horizonte, como el destino más lejano
que podemos imaginar, el cual cambiará cuando los pasos que, otrora nos
parecían lejanos, se vuelvan claros, emerjan nuevos objetivos y veamos que
jamás alcanzaremos un Estado utópico y que se mantenga estático. Para lxs
anarquistas, que desean un mundo sin jerarquías coercitivas, los objetivos últimos
de hoy en día parecen ser la abolición de una serie de interconexiones de
sistemas que incluyen al Estado, al capitalismo, al patriarcado, la supremacía blanca
y las formas de civilización ecocidas. Este objetivo último está muy
lejos, tan lejos que a muchxs de nosotrxs esta distancia nos impide pensar en
él, porque si lo hiciéramos, descubriríamos que creer en él no es posible.
Concentrarse en las realidades inmediatas es vital, pero ignorar el destino
asegura que nunca lleguemos allí.
La estrategia es el camino, el
plan de juego para alcanzar el objetivo. Es la sinfonía coordinada de
movimientos que guía hacia el jaque mate. Lxs revolucionarixs en
potencia de los Estados Unidos, y probablemente de cualquier sitio, suelen ser
lxs más negligentes en materia de estrategias. Tienen una idea tosca del
objetivo, y están intensamente involucradxs en las tácticas, pero a menudo renuncian
completamente a la creación e implementación de una estrategia que sea viable.
En cierto modo, lxs activistas no violentxs tienen, normalmente, cierta ventaja
sobre lxs activistas revolucionarixs, así como a menudo tienen estrategias bien
desarrolladas para la búsqueda de objetivos a corto plazo. El sacrificio de una
cosa por otra tiende a resultar en una total evasión de los objetivos de medio y
largo plazo, probablemente porque los objetivos a corto plazo y las estrategias
pacifistas los encaminan hacia callejones sin salida, y les resultaría
demasiado desmoralizador si se dieran cuenta de ello.
Finalmente, tenemos las tácticas,
que son las acciones o los tipos de acciones que producen determinados
resultados. Idealmente, estos resultados tienen un efecto compuesto: construyen
el momento o concentran la fuerza a lo largo de las líneas trazadas por la
estrategia. Escribir cartas es una táctica. Lanzar un ladrillo contra una
ventana es una táctica. Es frustrante que toda la controversia entre “violencia
y no violencia” se desarrolle, simplemente, discutiendo sobre tácticas, cuando
la mayoría de la gente no se ha siquiera cuestionado si nuestros objetivos son
compatibles y si nuestras estrategias son compatibles o contraproducentes. Frente
al genocidio, la extinción, la prisión y un legado de milenios de dominación y
degradación, ¿traicionamos a nuestrxs aliadxs o renegamos de la participación en
la lucha por aspectos triviales como romper ventanas o usar las armas? ¡Le hierve
a uno la sangre!
La educación no hará, necesariamente,
que la gente apoye la revolución, e incluso si lo hace, no construirá poder.
Contrariamente a la máxima de la era de la información, la información no es
poder. Recordemos que Scientia est potentia (conocimiento es poder) es
la consigna de aquellxs que ya están al timón del Estado. La información, por
sí misma es inerte, pero guía el uso efectivo del poder; tiene lo que los
estrategas militares llamarían un “efecto multiplicador de la fuerza”. Si para
empezar tenemos un movimiento social con fuerza cero, podemos multiplicar esa
fuerza tantas veces como deseemos y aun así seguiremos teniendo un cero bien
grande y gordo. Unos buenos conocimientos pueden guiar los esfuerzos de un
movimiento social empoderado, justamente, tal y como una información útil guía
las estrategias de los gobiernos, pero la información por sí misma no cambiará
nada. Hacer circular ociosamente información subversiva en el contexto actual
sólo sirve para dar al gobierno más oportunidades para afinar su propaganda y
sus estrategias dirigentes. La gente que trata de instruir así a lxs demás en
su manera de hacer la revolución está arrojando gasolina en una pradera en
llamas mientras espera que el tipo correcto de combustible detendrá el fuego antes
de que les queme a ellxs.
Lxs activistas no violentxs que
usan la estrategia del lobby, intentan urdir una política real pasiva
para ejercer influencia, pero el único camino para utilizar su influencia
contra el Estado, si es en busca de unos intereses diametralmente opuestos a los
del Estado, sería el de amenazar la misma existencia del Estado. Solamente tal
amenaza puede hacer reconsiderar al Estado otros intereses, porque el interés
principal del Estado es su perpetuación. En su interpretación histórica de la
revolución Mexicana y de la redestribución de tierras, John Tutino señala: “Solamente lxs rebeldes más
persistentes y a menudo violentxs, como lxs Zapatistas, reciben tierras de los
nuevos líderes de México. La lección estaba clara: ‘Solo aquellxs que
amenazaron al régimen tuvieron tierras; así, aquellxs que solicitan la tierra
deben amenazar al régimen’”. Esto se dió desde un gobierno supuestamente
aliado con lxs revolucionarixs agrarixs mexicanxs; ¿qué pretenden obtener lxs
pacifistas de los gobiernos cuyo agradecido electorado está comprometido con
las empresas oligarcas? Frantz Fannon expresó el mismo sentimiento de un modo
similar en relación con Argelia:
Cuando en 1956... El Frente de Liberación Nacional, en un famoso panfleto, estableció que el colonialismo sólo pierde su dominio cuando siente el cuchillo en su garganta, ningúnx argelinx encontró estos términos demasiado violentos. El panfleto sólo expresaba lo que todo argelinx sentía en su corazón: que el colonialismo no es una máquina pensante, ni tampoco un cuerpo dotado de facultades racionales. Es violencia en su estado natural y sólo se rinde cuando se enfrenta con una violencia aún mayor.
Las lecciones de Argelia y la
revolución Mexicana se aplican a lo largo de la historia. La lucha contra la
autoridad será violenta porque la autoridad es, en sí misma, violenta y la
inevitable represión no es más que una escalada de esa violencia. Incluso un
“buen gobierno” no distribuirá el poder hacia abajo a menos que sea amenazado
con la pérdida de todo su poder. Funcionar como un lobby en vistas al
cambio social significa una pérdida de los escasos recursos que tenemos en los
movimientos radicales. ¿Te imaginas qué pasaria si todos los millones de dólares
y los cientos de miles de horas de voluntarixs progresistas e incluso radicales
que se conformaron como lobby para luchar por una legislación
determinada o para evitar la reelección de algún político se hubieran dedicado
a fundar centros sociales activistas, clínicas libres, grupos de apoyo a
presxs, centros de resolución de conflictos para movimientos sociales y
escuelas libres? Deberíamos, en realidad, tender hacia la fundación de un
movimiento revolucionario serio. En lugar de esto se desperdician una enorme
cantidad de esfuerzos.
Mientras que una estrategia de
desobediencia generalizada puede ser útil para lxs trabajadorxs, resulta que no
tiene ninguna relevancia para aquellas poblaciones todavía marginalizadas y
“sobrantes” que hay en el mundo, como es el caso de muchas naciones indígenas
arrasadas por la expulsión o el exterminio; porque su participación no es vital
para el funcionamiento del Estado agresor. Los Aché, en el Amazonas, no
pagan ningún impuesto al gobierno, y no trabajan en ningún empleo que puedan
abandonar. La campaña genocida no depende de su cooperación o no cooperación. A
quienes las autoridades querrían ver tan sólo totalmente abandonadas a su
suerte o muertas, no les vale de nada la desobediencia.
La no violencia también conduce a
malas estrategias mediáticas. Los códigos de conducta no violentos para las
acciones de protesta contradicen la regla número uno de las relaciones
mediáticas, que es: “Mantente siempre en el mensaje”. Lxs activistas no
violentxs no necesitan emplear los códigos de la no violencia para seguir
comportándose de modo pacíficx. Lo hacen para reforzar la conformidad ideológica
y para asegurar su liderazgo sobre la multitud. También lo hacen como una
manera de cubrirse las espaldas, ya que si ningún “elemento incontrolable” actúa
violentamente durante una protesta, pueden proteger a su organización de ser
demonizada en los medios de comunicación. A la mínima de cambio, hacen hondear
rápidamente el código de la no violencia como una prueba de que no fueron
responsables de esa violencia, y se postran ante el orden reinante. Llegados a
este punto, ya han perdido la guerra con los medios de comunicación.
Darse cuenta de que esto es una
guerra puede ayudarnos a decidir qué estrategias debemos elaborar para este
largo recorrido. Esto va dirigido, sobre todo, a aquellxs de nosotrxs que
vivimos en Norteamérica, Europa, y en cualquier otra parte del mundo en la que
vivamos bajo la ilusión de la democracia. El gobierno finge que no nos mataría
nunca si no desafiamos su autoridad, pero esto es tan sólo una débil
apariencia. En su discurso anual dirigido al Congreso, el 3 de Diciembre de
1901, el presidente Theodore Roosevelt, hablando del enemigo del día, declaró: “Deberíamos
hacer la guerra con implacable eficiencia no sólo contra lxs anarquistas, sino
contra todxs aquellxs simpatizantes activxs y pasivxs de la anarquía”. Cien
años después, en septiembre del 2001, el presidente George W. Bush anunció: “O
estás con nosotrxs, o estás con lxs terroristas”. A parte de mostrar qué
poco han cambiado nuestros gobiernos en cien años, esta cita propone una
interesante cuestión. Por supuesto podemos negar la exigencia de Bush de que si
no nos alineamos con Osama Bin Laden entonces deberíamos declarar lealtad a la
Casa Blanca. Pero si insistimos en la deslealtad, entonces, a pesar de nuestras
afiliaciones personales, es evidente que Bush nos ha juzgado como terroristas,
y el Departamento de Justicia ha manifestado que nos perseguirá como tales (en
su campaña contra el entorno radical activista etiquetado como “ecoterrorista”;
en el espionaje de la disidencia por parte de la Joint Terrorism Task Force; y
en el hostigamiento, represión y deportación de lxs inmigrantes y musulmanxs,
que ha sido la principal actividad nacional de “seguridad” del gobierno desde
el 11 de Septiembre). Podríamos reconocer con orgullo que “terrorista” ha sido
durante décadas la etiqueta que el gobierno ha escogido para lxs luchadorxs por
la libertad, y hay que decir, además, que este honor nos es otorgado
prematuramente, dado el estado de nuestro movimiento. Pero la resistencia, tan
pacificada en los Estados Unidos, no se siente a gusto en el rol de luchadora
por la libertad. En lugar de aceptar la guerra que ya existe, nos hemos dejado
arrastrar bajo el lado más “seguro” de la dicotomía de Bush, tanto si lo
admitimos como si no, y la no-violencia ha sido nuestra excusa.
Lxs pacifistas se engañan a sí
mismxs relacionando el activismo revolucionario con una actuación impulsiva e
irracional y como una única responsable de la “cólera”. De hecho, el activismo
revolucionario, en algunas de sus manifestaciones, tiene una pronunciada vena
intelectual. Tras los disturbios de Detroit en 1967, una comisión del gobierno
encontró que la/el típicx participante de los disturbios (además de estar
orgullosx de su raza y ser hostil hacia lxs blancxs y lxs negros de clase
media) “está sustancialmente mejor informadx sobre la política que lxs
Negros que no se mezclaron en los disturbios”. George Jackson se educó a
sí mismo dentro de la prisión, y en sus escritos enfatizó la necesidad de lxs
militantes negrxs de estudiar las relaciones históricas con sus opresorxs y a
aprender los “principios científicos” de la guerra de guerrillas urbana. Lxs
Panteras leen a Mao, Kwame Nkrumah y Frantz Fanon, e insisten a sus miembrxs
para que se eduquen en las teorías políticas que hay detrás de su revolución.
Cuando finalmente fue capturado y llevado a juicio, el anarquista New Afrikan,
Kumasi Balagoon, rechazó la legitimidad de la corte y proclamó en una
declaración el derecho de lxs negrxs a liberarse -lxs pacifistas pueden acceder
a este texto con facilidad-:
Los rituales legales no tienen ningún efecto en el proceso histórico de la lucha armada de las naciones oprimidas. La guerra continuará y se intensificará, así que prefiero estar en la cárcel o en la tumba que hacer cualquier otra cosa que no sea luchar contra lxs opresorxs de mi gente. La New Afrikan Nation, así como la Native Americans Nation están colonizadas en los presentes límites de los Estados Unidos. Tenemos el derecho a resistir, a expropiar el dinero y las armas, a matar a lxs enemigxs de nuestro pueblo, a atentar contra ellxs y a hacer cualquier otra cosa que nos ayude a ganar; y ganaremos.
No cabe duda de que lxs
palestinxs causan molestias al Estado israelí, y que el Estado de Israel no se
preocupa por el bienestar de lxs palestinxs. Si lxs palestinxs no hubieran convertido
la ocupación israelí y cada agresión sucesiva en algo tan costoso, toda la
tierra palestina estaría ocupada, excepto por unas pocas reservas de
trabajadorxs sobrantes necesarixs para complementar la economía israelí, y lxs
palestinxs serían ya un recuerdo lejano en la larga sucesión de pueblos
extinguidos. La resistencia palestina, incluidas las inmolaciones, ha ayudado a
asegurar la supervivencia de Palestina frente a un enemigo mucho más poderoso.
La verdadera pregunta es ¿quién
está alienadx por la violencia, y por qué tipo de violencia? Un anarquista
escribió al respecto:
Incluso si lo estuvieran, ¿a quién le importa si las clases medias y altas están alienadas por la violencia? Ya tuvieron su revolución violenta y están viviendo en ella justo ahora. Más allá de esto, la idea de que las clases medias y altas están alienadas por la violencia es completamente falsa… Apoyan la violencia siempre que se trate de romper huelgas, de brutalidad policial, de cárceles, de guerra, de condenas o penas de muerte. A lo que realmente se oponen es a la violencia que va dirigida a expulsarles a ellxs [del poder] y a [eliminar] sus privilegios.
A causa de la naturaleza del
Estado, toda lucha por la liberación en cualquier momento puede convertirse,
probablemente, en una lucha armada. De hecho, un buen número de gente está
implicada en la lucha armada para liberarse justo ahora, -esto incluye a lxs
iraquíes, a lxs palestinxs, a lxs Ijaw en Nigeria, algunas naciones indígenas
en el Sur de América y a lxs Papúa, en Nueva Guinea, y, en menor grado, a
grupos antiautoritarios en Grecia, Italia y en otras partes-. Mientras escribo
esta frase, activistas indígenas, anarquistas, y sindicalistas armados sólo con
ladrillos y palos, están manteniendo barricadas en Oaxaca contra un inminente asalto
militar. Muchxs de ellxs han sido asesinadxs ya y, como el ejército golpea una
vez tras otra, deben decidir si aumentan o no la miltancia de sus tácticas para
mejorar su capacidad de autodefensa, a riesgo de consecuencias más graves. No diré
que la lucha armada es una necesidad ideológica, pero para mucha gente, en muchos
lugares, se ha convertido en una necesidad para derrocar, o simplemente defenderse
contra el Estado.
Debemos aceptar, siendo
realistas, que la revolución es una guerra social, no porque nos guste la
guerra, si no porque reconocemos que el status quo es una guerra de baja
intensidad y desafiar al Estado tiene como resultado una intensificación de
esta guerra. Debemos aceptar también que la revolución precisa del conflicto
interpersonal, porque ciertas clases de personas están empeñadas en defender
las instituciones centralizadoras que debemos destruir. La gente que sigue
deshumanizándose a sí misma actuando como agentes de la ley y del orden deben
ser derrotadxs por cualquier medio que sea necesario, hasta que ya no puedan
impedir la realización autónoma de las necesidades de la gente.
ME HE GUardado el PDF, en una mañana de Navidad no tengo huevos para leerme todo esto. Lo que me ha llamado la atención,no si es hecho aposta o un error de teclado, que substituyes la o por la x.
ResponderEliminar'bienestar de lxs palestinxs. Si lxs palestinxs'
No es un error del teclado, es fiel al original. La razón de esa "x" es para no tener que decir "los palestinos y las palestinas", es para incluir ambos géneros. Si lees textos de anarquistas verás que este recurso es frecuentemente utilizado para eso, para incluir ambos géneros.
Eliminarvale, gracias, no lo sabia.... algunos utilizam la arroba(@)más o menos para lo mismo
ResponderEliminarUn placer.
EliminarHe de admitir que, en general, en abstracto, me resulta difícil tanto justificar la violencia revolucionaria como condenarla, aunque estoy más cerca de lo primero que de lo segundo. Necesito concretar. Por ejemplo, logro empatizar con el bandolero sin delito de sangre, o con delito de sangre pero en defensa propia (el "ladrón noble", como lo llama Hobsbawm). También con los anarquistas del 36, y con tantas otras situaciones de contraofensiva popular (ej. los movimientos zapatistas de hoy y de ayer). Pero hay otros actos que, al menos en las condiciones presentes, no puedo sentir como míos. Estoy pensando en los atentados, por ejemplo (fusiles contra fusiles o bombas contra bombas es una cosa, pero balas o bombas contra cuerpos desarmados...). De modo que, en mi opinión, habría que concretar (o rechazar llegado el caso por ser demasiado equívoca) la siguiente afirmación de Genderloos: "La gente que sigue deshumanizándose a sí misma actuando como agentes de la ley y del orden deben ser derrotadxs por cualquier medio que sea necesario". La teorización y justificación moral de los medios (uno por uno, a ser posible) también es importante. El fin por sí solo no justifica los...
ResponderEliminarUn abrazo, Loam. Buena recomendación de lectura.
El caso es que la gente oprimida no vive "en abstracto", si no que se lo pregunten al pueblo palestino, o a las cientos de miles de personas de la industria textil y del calzado que a menudo perecen envenenadas o achicharradas en sus precarios talleres. Eso es violencia y está no sólo consentida, sino amparada por la ley o por la indiferencia cómplice. Quienes propician la esclavitud, y sus instituciones, deben ser combatidos y derrotados con mayor determinación que la Ellos ponen en aplastarnos. La violencia indiscriminada es y ha sido siempre patrimonio monopolizado del Poder, como la historia nos viene sucesivamente demostrando. El fin justifica los medios, todos los medios, cuando están asesinando a la gente impunemente delante de tus narices. Porque, llegados a un punto extremo, no tratamos ya de supuestos sino de hechos que exigen una respuesta urgente y contundente, sí o sí.
EliminarGracias por tu aportación, Hugo. Un abrazo.
La renuncia a la autodefensa y la delegación de la gestión de la violencia a una organización que la emplea en su propio beneficio, es tan vil como el propio ejercicio de la violencia en beneficio propio. Se llama abuso.
ResponderEliminarComo muestra Hugo hemos llegado al punto en el que no distinguimos ficción y realidad y no sabemos lo que está bien y lo que está mal.
Bandolero? Terrorista? Criminal? guardian? La diferencia es clara, la justicia social o el beneficio propio. Un poli que te machaca es un criminal cuando su acto es antisocial y en beneficio de las élites. Sus actos son un 90% antisociales porque son marcados por las élites para su beneficio.
Si ves que a alguien le están dando una paliza, en detención, manifestación o comisaría, no puedes intervenir so pena de cárcel. Esto es impunidad y es promovida por las élites. Esta es la sinrazón de una sociedad enferma.
Esto solo se consigue con un gigantesco aparato propagandístico y represivo. Es una muestra de lo vil de la sociedad.
Es el estúpido extremo al que nos lleva el infantilismo y la necedad, en el que los religiosos y estatistas (fachas, socialistas y comunistas... no hago diferencias ya que creen en pura fantasía, un gobierno para el pueblo), tienen mucha culpa.
Proteger al débil, ayudar al pobre es hoy en día un crimen.
Salud y golpe por golpe!
"Estas son nuestras armas", exclamaban los manifestantes agitando sus manos frente a la muralla de los anti-disturbios. Estas son las nuestras, respondían éstos: porras, pelotas de goma, gases lacrimógenos, tanquetas, agua a presión... y balazos si llega el caso. El Estado impone sus arbitrarias reglas de juego, a nosotros solo nos cabe impugnarlas.
EliminarSalud!
Por cierto, he releído una publicación de TARCOTECA que está directamente relacionada con esta.
Eliminarhttp://tarcoteca.blogspot.com.es/2013/04/violencia-de-estado-el-estado-de-la.html
Si es correcto decir para todo tiempo y lugar que "el fin justifica los medios, todos los medios, cuando están asesinando a la gente impunemente delante de tus narices", entonces también lo es recomendar que se secuestre, tirotee por detrás o desmiembre con explosivos a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado español, así como a sus dirigentes políticos y a sus homólogos del sector privado (mis enemigos pero, al mismo tiempo y trágicamente, mis iguales). Pero como esa conclusión no puedo compartirla por considerarla doblemente errónea (moral y estratégicamente hablando), la premisa inicial también ha de ser, para mí, errónea o cuando menos muy equívoca (no sé cuál es tu opinión al respecto exactamente, si te refieres a determinadas regiones del mundo o a todas). Si alguien considera que toda acción violenta está justificada aquí y ahora en nombre de la justicia y de la libertad (no solo en Palestina sino en cualquier parte), yo no podré acompañarle en ese viaje ;)
ResponderEliminarUn abrazo, Loam.
Ni Gelderloos en su escrito, ni yo en mis comentarios, sostenemos otra cosa que la necesaria y legítima defensa, tanto personal como colectiva, ante la violencia ejercida por el Poder. La forma y proporcionalidad de dicha defensa estará siempre determinada por la índole y alcance de la agresión, y por la capacidad y determinación por parte del agredido.
EliminarSalud
Gracias por tu respuesta ;)
EliminarEs lógico que el anti-militarista sea pacifista en sentido general. Pero no es necesariamente un no-violento porque, por definición, solo rehúsa el monopolio de la violencia por parte de una estructura jerárquica. En particular, el/la anarquista puede obrar coherentemente de manera violenta, especialmente en una situación desesperada.
EliminarGracias a ti por comentar.
Salud
http://tarcoteca.blogspot.com.es/2013/04/violencia-de-estado-el-estado-de-la.html