Ctxt – 05/06/2018
Aporofobia: cuando los
pobres están a nuestro servicio – Sara Menéndez Espina (Equipo de investigación
Workforall, Universidad de Oviedo).
Si quisiéramos determinar cuántas personas en situación de pobreza
hay en España “a ojo de buen cubero”, que nunca falla en los guisos, ¿cuántas
nos saldrían? No sería sencillo de determinar, porque la pregunta clave es
otra: ¿y qué pensamos en nuestra sociedad qué es el estado de pobreza?
La respuesta se recoge en el informe El Estado de la Pobreza
elaborado en 2017 por EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la
Exclusión Social): en España hay 13 millones de personas en riesgo de pobreza
y/o exclusión social y 10 millones de personas con ingresos por debajo del
umbral de pobreza. La diferencia entre ambos términos, básica a la hora de
poner en marcha iniciativas de intervención social, es la siguiente: el riesgo
de pobreza, que se mide a nivel de la Unión Europea con la tasa AROPE (At Risk
Of Poverty and/or Exclusion), se refiere a personas que se encuentran más cerca
que lejos de una situación de exclusión social y/o pobreza, que a veces van de
la mano y a veces no. Esa tasa mide el porcentaje de personas que cumple al menos
uno de tres requisitos: (a) tener en el hogar una renta inferior al umbral de
pobreza; (b) encontrarse en Privación Material Severa, o (c) vivir en un hogar
con una Baja Intensidad de Empleo, es decir, que haya largos períodos en los
que las personas del hogar en edad y condición de trabajar se encuentren en
desempleo.
La tasa de pobreza hace referencia sólo al indicador (a), que hace
alusión puramente a los ingresos. También existe el rango de pobreza severa,
relativo a los casos donde el dinero que entra en un hogar mensualmente se
sitúa por debajo de la mitad del umbral de pobreza. Por último, hablaríamos de
las situaciones de pobreza extrema, que engloba a aquellos que siempre hemos
llamado “los pobres”, sobre los cuales existen numerosos estereotipos,
prejuicios, tratos vejatorios, situaciones de invisibilidad y, en algunos
casos, hasta una “folclorización” de su estado de pobreza o marginalidad (el
mendigo pícaro que se convierte en una atracción más de la ciudad).
Cómo ser pobre para no
confundir a las clases altas
Parece mentira que, tras una crisis económica como la que nos ha
sacudido en estos últimos años, y cuando los Servicios Sociales locales y
autonómicos se encuentran desbordados por una demanda altamente superior a lo
que sus sistemas de rentas mínimas pueden abarcar, aún tengamos que pensar que
la pobreza de un país depende de cuántas personas se encuentren pidiendo
limosna en la calle o durmiendo entre cartones en cualquier rincón de donde no
sean expulsados.
Como diría una buena liberal, nada como una ducha y ponerse a
repartir tu currículum para salir de la pobreza, como si todos y todas
iniciáramos nuestra carrera en la vida en la misma casilla de salida y resolver
las diferencias fuera una cuestión de mera voluntad. Sin embargo, poco tiempo
le queda a la excusa del trabajo como mecanismo de inserción social. La
precariedad laboral ha llegado a niveles extremos, hasta el punto de colocar a
España en el primer puesto europeo, y séptimo en el ranking mundial, de países
con mayor porcentaje de trabajadores y trabajadoras pobres. Personas que
trabajan y no superan el umbral de pobreza, y que cada vez generan una mayor
alarma social.
Aun así, se sigue manteniendo esa posición paternalista y
aporofóbica hacia las personas en situación de pobreza, heredada de la
tradición judeocristiana, que les exige que se comporten como pobres, a la vez
que se les culpa por serlo y se les estigmatiza. Resulta muy paradójico, porque
la ideología liberal conservadora exige a las personas en situación de pobreza
que sean identificables, para así poder actuar caritativamente. Pese a esta
falsa y compasiva filantropía, el mayor problema de, por ejemplo, las personas
sin hogar, es que son literalmente invisibles. Da la sensación de que los
dueños de la sociedad de consumo exigen que las personas en situación de
pobreza también estén a su servicio: que se identifiquen claramente, para así
ellos poder decidir cuándo deben cruzar de acera.
Así, les parece inverosímil que la mujer que nos cruzamos por la
calle, bien vestida, hablando por el móvil o con una cajetilla de tabaco en la
mano, tenga que elegir entre pagar la factura de la luz o hacer la compra.
Porque, si fuera pobre de verdad, olería mal, hablaría sola o no tendría el
capricho de hablar por teléfono o desahogar su constante ansiedad en las
caladas del cigarrillo.
La estigmatización hacia las personas en situación de pobreza
conlleva la asunción de que ellas mismas pueden ascender a otro estatus, pero
nunca que los demás podamos convertirnos en pobres, como si se tratara de una
puerta que sólo abre en un sentido. Cuando lo cierto es que, si esa puerta se
abre, suele ser para ver una poda en nuestro nivel de ingresos y caer, sin
darnos tiempo a reaccionar, por debajo del umbral de la pobreza. Basta con
preguntar a esas personas mayores de 45 años que acumulan años en situación de
desempleo y sobreviven sin vistas a obtener unos ingresos dignos nunca más en
su vida.
Con la llegada de la crisis, hace ya diez años, nos apenamos de
las personas de asumida “clase media” que tuvieron que pasar por el comedor
social, con la esperanza de que fuera una situación temporal. Pero la exclusión
social marca mucho, y además se hereda. Se transmite entre generaciones porque
la pobreza va mucho más allá de aquello de lo que careces (empleo, calefacción,
una dieta sana), sino también a los derechos que no se te atribuyen y no te
dejan adquirir. Como excluida social, la persona pobre carece del estatus de
ciudadanía (léase a Zygmund Bauman) y, por tanto, también de esos derechos y, por
supuesto, de dignidad. Por eso, consideramos las ayudas sociales como un
préstamo moral a costa de nuestros impuestos.
Otra situación que agrava las diferencias entre los unos y “los
otros” es la notable reducción de las tasas de participación en la vida social,
cultural y política (por ejemplo, votar) en los grupos de población en
exclusión social. Esto refleja que, como sociedad en conjunto, todos asumimos
que “los pobres” van por un lado y el resto por otro.
Por si creemos que esta historia no va con nosotros, tenemos a
nuestra disposición una aplicación web elaborada por la OCDE que indica el
lugar que ocupa tu hogar con respecto al nivel de rentas del país. Quizá estés
tan arriba que no sepas lo que hay más abajo, o quizá te sorprenda lo poco que
tenemos la mayoría, incluido tú.
Existe en este país un determinado número de personas, no se cuantas, que son pobres trabajando, que, con perdón, manda huevos. También existe un número importante de personas que trabajan sin asegurar o con condiciones de media jornada trabajando jornada y media, cobrando en negro y engordando a sinvergüenzas.
ResponderEliminarEsto se puede cambiar, es facil, si, es facil si hay voluntad, tan solo hace falta poner un reloj de entrada en todos los puestos de trabajo conectado a un ordenador donde queden registrado la entrada y salida del empleado, ¿porque no se hace?, quizás porque muchas empresas pequeñas no pudieran pagar las tasas sociales de la gente si les tuvieran asegurados al completo y quizas esto llevase a generar más paro en la empresa pequeña, que es la que esta más apretada. No lo se, pero es deprimente ser pobre y matarse a trabajar...
Un saludo
Ese reloj que mencionas ya existe (para la clase trabajadora, no para la patronal). A quienes había que ponerles un reloj en sus posaderas y con un cartucho de dinamita conectado, es a los legisladores y a tanto mangante de cuello blanco como existe en este país.
Eliminar"En España se explota a los trabajadores.
No hay ninguna esperanza para millones de trabajadores que seguirán siendo explotados en su puesto de trabajo, pero que tendrán que dar las gracias a quienes diseñaron una reforma laboral pensada para repartir miseria entre los parados de este país."
https://www.vozpopuli.com/economista_ciudadano/Espana-explota-trabajadores_7_975872404.html
"Los repartidores de Deliveroo, hartos de pedalear por un salario precario."
http://www.publico.es/sociedad/repartidores-delivero-hartos-pedalear-salario.html
"La verdad del Convenio de Pizzas."
https://telepizzaexplota.wordpress.com/convenios-colectivos/
"Hotel Explotación: Las Kellys Esta es la historia de Las Kellys, miles de mujeres que trabajan limpiando los hoteles, y su lucha por reclamar sus derechos."
https://www.verkami.com/projects/20500-hotel-explotacion-las-kellys
"Amazon: 48 horas de huelga contra “el peor empleador del mundo”"
http://ctxt.es/es/20180314/Politica/18474/Amazon-huelga-Espana-empresa-comercio-electronico.htm
"Diez ofertas de empleo que te harán dudar de la salud mental de los empresarios."
http://blogs.publico.es/strambotic/2017/04/trabajos-basura/
"La España de Rajoy: empleo basura, sueldos tercermundistas y colapso del Sistema de Pensiones"
http://kaosenlared.net/la-espana-de-rajoy-empleo-basura-sueldos-tercermundistas-y-colapso-del-sistema-de-pensiones/
"Telefónica sigue ahorrando a costa de la plantilla"
http://www.rojoynegro.info/articulo/acci%C3%B3n-sindical/telef%C3%B3nica-sigue-ahorrando-costa-la-plantilla
Etc, etc, etc... Así que, siento decirte que tu "solución" relojera es, como mínimo, insultante.
El reloj impediría que gente que trabaja jornada completa estaría asegurada media jornada, nada más, no era la solución a nada. Era un complemento a otras cosas, que son necesarias. El reloj existe en las grandes y en la administración, pero no en la pequeña industria y servicios. El tema de los falsos aitonomos es otra parte.
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