Veinte años de la
agresión de la OTAN a Yugoslavia
La campaña de bombardeos
de la OTAN sobre Yugoslavia comenzó un 24 de marzo, hace 20 años.
Se extendieron durante 78 días y causó al menos 1.200 muertos. Se
arrojaron 9.160 toneladas de bombas. Entre 10 y 45 de aquellas
toneladas contenían uranio empobrecido. Pero el mayor daño fue a
largo plazo: cambió para siempre las reglas de juego de un nuevo
mundo donde EE UU ya no tenía contrapeso.
“Un grupo de aviones
enemigos se acerca a Belgrado. Pedimos a todos los ciudadanos que
apaguen las luces. Después de haber apagado las luces, les rogamos
que desconecten la electricidad. Atención, un grupo de aviones
enemigos en dirección Belgrado. Ciudadanos, permaneced en los
refugios y esperad a las recomendaciones del centro de información.
Fin del comunicado”. El mensaje, escribe Jutta Ditfurth, “no es
de 1941, cuando Alemania atacó a Yugoslavia y la destruyó, sino de
1999: 54 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial,
Alemania participaba por primera vez en una guerra”.
La campaña de bombardeos
de la OTAN sobre Yugoslavia comenzó tal día como hoy hace 20 años.
Belgrado, Priština, Novi Sad y Podgorica fueron los primeros
objetivos. La operación —en la que además de militares se
bombardearon objetivos civiles, como los estudios de la Radio
Televisión Serbia, en los que murieron 16 personas— se extendió
durante 78 días y causó al menos 1.200 muertos. Se arrojaron 9.160
toneladas de bombas. Entre 10 y 45 de aquellas toneladas contenían
uranio empobrecido, cuyos efectos sobre el medio ambiente y la salud
de quienes se vieron expuestos son difíciles de evaluar.
El origen declarado de
aquella operación sin precedentes era evitar una limpieza étnica en
la provincia de Kosovo y Metohija, para la que las autoridades
militares yugoslavas supuestamente habían diseñado en un plan
llamado ‘herradura’, tras un incidente poco claro que acabó
pasando a la historia como ‘la masacre de Račak’.
La existencia de este
plan, sin embargo, ha sido repetidamente cuestionada —también la
autoría de la propia ‘masacre de Račak’—, como tantos otros
argumentos presentados por los Estados de la OTAN para justificar su
intervención y recogidos en un documental de la televisión alemana
WDR del año 2000 titulado, significativamente Comenzó con una
mentira (Es begann mit einer Lüge).
De acuerdo con el relato
de la Alianza Atlántica, la negativa del Gobierno yugoslavo a firmar
los acuerdos de Rambouillet no dejó otra opción que la
intervención, ya que Slobodan Milošević “no entendía otro
lenguaje que el de la fuerza”. Hoy sabemos que aquellos acuerdos
probablemente estuvieron redactados para ser rechazados por las
autoridades yugoslavas, ya que exigían, por ejemplo, la presencia de
un contingente de 30.000 soldados de la OTAN en su territorio a los
que Belgrado debía garantizar el permiso de tránsito y plena
inmunidad. “Fue una provocación, una excusa para comenzar el
bombardeo […] fue un documento que nunca tendría que haberse
presentado en aquella forma”, declaró años después Henry
Kissinger en The Daily Telegraph.
Además de la historia
reciente de Yugoslavia, caracterizada por una política internacional
autónoma —fue fundadora del Movimiento de países no-alineados—
y un modelo económico alternativo al capitalismo existente, “con
la guerra, la OTAN siguió también el plan de marginar a Rusia de la
competición mundial y enviar a China una señal de advertencia”,
explica Ditfurth en Krieg, Atom, Armut. Was sie reden, was sie tun
(Rotbuch, 2011), su libro sobre Los Verdes. “Se trataba entonces, y
sigue tratándose hoy”, continuaba, “de las diferentes rutas
hacia Asia Central, de las rutas hacia las materias primas, también
a través de los Balcanes”.
El objetivo, precisaba la
autora, “son los ingentes recursos naturales en forma de oro,
uranio y hasta 30.000 toneladas de petróleo que se encuentran entre
Turquía, el centinela de la OTAN en Oriente Próximo, y China y los
territorios en torno al mar Caspio”. “También la guerra contra
Yugoslavia puede interpretarse como una medida para complementar la
nueva tenaza de la OTAN que se extiende desde los estados bálticos
en el norte por Polonia, la República checa y Hungría hasta Grecia
y Turquía”, escribía Elmar Altvater. De este modo, seguía, “se
rodea a Rusia, creando al mismo tiempo un puente desde Europa
occidental a Oriente Próximo y Medio”.
Altvater recordaba que en
la antigua Yugoslavia “se instalaron importantes bases militares
estadounidenses decisivas para la estrategia mundial de dominio
imperialista de las regiones petrolíferas de Asia Central hasta
África, pasando por Oriente Medio y Próximo”. Una de esas bases
es, como es notorio, Camp Bondsteel en Kosovo, capaz de alojar a
7.000 soldados estadounidenses. Más recientemente, Croacia fue
utilizada por la CIA como base para crear un puente aéreo para el
transporte de armas procedentes de Arabia Saudí, Jordania y Qatar a
los islamistas que luchaban contra el gobierno sirio.
Aquel bombardeo no tuvo
solamente importantes consecuencias para la región, sino que los
efectos políticos de su onda expansiva se dejan notar hasta el día
de hoy. No es ninguna exageración afirmar que, cuando el 23 de marzo
el entonces secretario general de la OTAN, el español Javier Solana,
dio instrucciones al general estadounidense Wesley Clark para iniciar
la operación contra Yugoslavia, el mundo cambió por completo.
EL FIN DEL VIEJO ORDEN
MUNDIAL
En efecto, aquel día de
marzo EE UU y sus aliados dinamitaron los cimientos de la
arquitectura mundial de posguerra. La OTAN llevó a cabo el bombardeo
sin contar con una autorización del Consejo de Seguridad de la ONU,
por lo que puede considerarse, en arreglo a la Carta de las Naciones
Unidas, como una agresión contra un Estado soberano. En este
sentido, cabe recordar que la sentencia del Tribunal de Nuremberg
contra la cúpula del nazismo del 30 de septiembre de 1946, que
sirvió de base para el derecho internacional posterior, afirma que
“iniciar una guerra de agresión, en consecuencia, no sólo es un
crimen internacional, sino que es el crimen internacional supremo,
que se diferencia de los otros crímenes de guerra en que contiene,
en sí mismo, el mal acumulado de todos ellos”.
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y EL GENOCIDIO DE SREBENICA, ante la pasividad de las fuerzas holandesas de la OTAN, que lo podían haber evitado.
ResponderEliminarLa importancia de la Guerra de Yugoslavia es mayor de lo que parece, porque marca el inicio de la táctica de Balcanización. Para ello es fundamental enaltecer los valores nacionales, ergo potenciar el fascismo. Es una manera con la que USA mantiene en jaque a Europa. La otra es el terrorismo yihadista. USA la practica extensivamente en Europa.
ResponderEliminarSalud!
La memoria del pez: las nuevas mentiras vuelven a pasar por verdades.
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