31 marzo, 2019

“El mundo no puede permitir que el drama de la guerra de la OTAN contra Yugoslavia sea olvidado por el silencio de quienes fueron actores y cómplices importantes de aquel brutal genocidio”




Veinte años de la agresión de la OTAN a Yugoslavia

Artículo completo en  EL SALTO24/03/2019

La campaña de bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia comenzó un 24 de marzo, hace 20 años. Se extendieron durante 78 días y causó al menos 1.200 muertos. Se arrojaron 9.160 toneladas de bombas. Entre 10 y 45 de aquellas toneladas contenían uranio empobrecido. Pero el mayor daño fue a largo plazo: cambió para siempre las reglas de juego de un nuevo mundo donde EE UU ya no tenía contrapeso.

Un grupo de aviones enemigos se acerca a Belgrado. Pedimos a todos los ciudadanos que apaguen las luces. Después de haber apagado las luces, les rogamos que desconecten la electricidad. Atención, un grupo de aviones enemigos en dirección Belgrado. Ciudadanos, permaneced en los refugios y esperad a las recomendaciones del centro de información. Fin del comunicado”. El mensaje, escribe Jutta Ditfurth, “no es de 1941, cuando Alemania atacó a Yugoslavia y la destruyó, sino de 1999: 54 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Alemania participaba por primera vez en una guerra”.

La campaña de bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia comenzó tal día como hoy hace 20 años. Belgrado, Priština, Novi Sad y Podgorica fueron los primeros objetivos. La operación —en la que además de militares se bombardearon objetivos civiles, como los estudios de la Radio Televisión Serbia, en los que murieron 16 personas— se extendió durante 78 días y causó al menos 1.200 muertos. Se arrojaron 9.160 toneladas de bombas. Entre 10 y 45 de aquellas toneladas contenían uranio empobrecido, cuyos efectos sobre el medio ambiente y la salud de quienes se vieron expuestos son difíciles de evaluar.

El origen declarado de aquella operación sin precedentes era evitar una limpieza étnica en la provincia de Kosovo y Metohija, para la que las autoridades militares yugoslavas supuestamente habían diseñado en un plan llamado ‘herradura’, tras un incidente poco claro que acabó pasando a la historia como ‘la masacre de Račak’.

La existencia de este plan, sin embargo, ha sido repetidamente cuestionada —también la autoría de la propia ‘masacre de Račak’—, como tantos otros argumentos presentados por los Estados de la OTAN para justificar su intervención y recogidos en un documental de la televisión alemana WDR del año 2000 titulado, significativamente Comenzó con una mentira (Es begann mit einer Lüge).

De acuerdo con el relato de la Alianza Atlántica, la negativa del Gobierno yugoslavo a firmar los acuerdos de Rambouillet no dejó otra opción que la intervención, ya que Slobodan Milošević “no entendía otro lenguaje que el de la fuerza”. Hoy sabemos que aquellos acuerdos probablemente estuvieron redactados para ser rechazados por las autoridades yugoslavas, ya que exigían, por ejemplo, la presencia de un contingente de 30.000 soldados de la OTAN en su territorio a los que Belgrado debía garantizar el permiso de tránsito y plena inmunidad. “Fue una provocación, una excusa para comenzar el bombardeo […] fue un documento que nunca tendría que haberse presentado en aquella forma”, declaró años después Henry Kissinger en The Daily Telegraph.

Además de la historia reciente de Yugoslavia, caracterizada por una política internacional autónoma —fue fundadora del Movimiento de países no-alineados— y un modelo económico alternativo al capitalismo existente, “con la guerra, la OTAN siguió también el plan de marginar a Rusia de la competición mundial y enviar a China una señal de advertencia”, explica Ditfurth en Krieg, Atom, Armut. Was sie reden, was sie tun (Rotbuch, 2011), su libro sobre Los Verdes. “Se trataba entonces, y sigue tratándose hoy”, continuaba, “de las diferentes rutas hacia Asia Central, de las rutas hacia las materias primas, también a través de los Balcanes”.

El objetivo, precisaba la autora, “son los ingentes recursos naturales en forma de oro, uranio y hasta 30.000 toneladas de petróleo que se encuentran entre Turquía, el centinela de la OTAN en Oriente Próximo, y China y los territorios en torno al mar Caspio”. “También la guerra contra Yugoslavia puede interpretarse como una medida para complementar la nueva tenaza de la OTAN que se extiende desde los estados bálticos en el norte por Polonia, la República checa y Hungría hasta Grecia y Turquía”, escribía Elmar Altvater. De este modo, seguía, “se rodea a Rusia, creando al mismo tiempo un puente desde Europa occidental a Oriente Próximo y Medio”.

Altvater recordaba que en la antigua Yugoslavia “se instalaron importantes bases militares estadounidenses decisivas para la estrategia mundial de dominio imperialista de las regiones petrolíferas de Asia Central hasta África, pasando por Oriente Medio y Próximo”. Una de esas bases es, como es notorio, Camp Bondsteel en Kosovo, capaz de alojar a 7.000 soldados estadounidenses. Más recientemente, Croacia fue utilizada por la CIA como base para crear un puente aéreo para el transporte de armas procedentes de Arabia Saudí, Jordania y Qatar a los islamistas que luchaban contra el gobierno sirio.

Aquel bombardeo no tuvo solamente importantes consecuencias para la región, sino que los efectos políticos de su onda expansiva se dejan notar hasta el día de hoy. No es ninguna exageración afirmar que, cuando el 23 de marzo el entonces secretario general de la OTAN, el español Javier Solana, dio instrucciones al general estadounidense Wesley Clark para iniciar la operación contra Yugoslavia, el mundo cambió por completo.

EL FIN DEL VIEJO ORDEN MUNDIAL

En efecto, aquel día de marzo EE UU y sus aliados dinamitaron los cimientos de la arquitectura mundial de posguerra. La OTAN llevó a cabo el bombardeo sin contar con una autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que puede considerarse, en arreglo a la Carta de las Naciones Unidas, como una agresión contra un Estado soberano. En este sentido, cabe recordar que la sentencia del Tribunal de Nuremberg contra la cúpula del nazismo del 30 de septiembre de 1946, que sirvió de base para el derecho internacional posterior, afirma que “iniciar una guerra de agresión, en consecuencia, no sólo es un crimen internacional, sino que es el crimen internacional supremo, que se diferencia de los otros crímenes de guerra en que contiene, en sí mismo, el mal acumulado de todos ellos”.

Artículos relacionados:









3 comentarios :

  1. y EL GENOCIDIO DE SREBENICA, ante la pasividad de las fuerzas holandesas de la OTAN, que lo podían haber evitado.

    ResponderEliminar
  2. La importancia de la Guerra de Yugoslavia es mayor de lo que parece, porque marca el inicio de la táctica de Balcanización. Para ello es fundamental enaltecer los valores nacionales, ergo potenciar el fascismo. Es una manera con la que USA mantiene en jaque a Europa. La otra es el terrorismo yihadista. USA la practica extensivamente en Europa.
    Salud!

    ResponderEliminar
  3. La memoria del pez: las nuevas mentiras vuelven a pasar por verdades.

    ResponderEliminar