"El hecho de aislar en
el análisis los factores «crisis económica» y «paro masivo»
constituye un elemento importante en la teoría del fascismo de los
socialdemócratas: si no hubiera crisis económica, desaparecería el
peligro del fascismo. Con ello, olvidan que la crisis estructural es
más importante que la coyuntural, y, mientras la primera se
mantenga, las mejoras que sufra la segunda no pueden en ningún caso
cambiar fundamentalmente la situación. Esto, los socialdemócratas
belgas Spaak y De Mann lo aprendieron por experiencia propia ya que,
concentrando todos sus esfuerzos en la reducción del paro
–sacrificando incluso posiciones fuertes y la capacidad de lucha de
los trabajadores– vieron, a pesar de todos sus intentos, aumentar
la ola fascista y no al contrario".
Ernst Mandel, El
fascismo
La naturaleza del
reformismo socialdemócrata - Ernest Mandel. (Texto completo
[pdf] en este
enlace)
Los fundamentos
materiales del oportunismo
Desde la Revolución de
Octubre, el movimiento de los trabajadores ha sido confrontado con la
elección entre dos prácticas políticas. Es también una elección
entre dos estrategias.
Esta elección no tiene
que ver con la “conveniencia” de la lucha por los objetivos
inmediatos, tanto económicos como políticos. No tiene que ver con
una opción a favor o en contra de participar en las elecciones y en
las asambleas electas, no sólo con fines propagandísticos, sino
para lograr que se adopten leyes que favorecen a los trabajadores y
otros sectores explotados y oprimidos de la sociedad.
Marx luchó
sistemáticamente por la reducción legal de la jornada de trabajo.
Combatió con determinación la superexplotación de las mujeres
trabajadoras y el trabajo infantil. Engels buscó extender a todos
los países la lucha por la jornada de ocho horas y el sufragio
universal, simple e igualitario para todos los ciudadanos.
Bajo las condiciones
particulares de la Rusia zarista, Lenin siguió una línea similar,
incluso más enfáticamente.
Estos combates se basaban
en la convicción de que una clase obrera que estaba en un estado de
miseria, que era incapaz de luchar por su integridad moral y física,
sería igualmente incapaz de luchar por progresar hacia una sociedad
sin clases. La historia ha confirmado este diagnóstico. Los
levantamientos por el pan no han resultado en una lucha sistemática
anticapitalista, en una lucha por un mundo mejor, en ninguna parte
del mundo. El camino trazado por Marx y los marxistas llevó, de otra
parte, a que millones de explotados adquirieran consciencia de la
necesidad de tal lucha.
No obstante, lo que
contrapone el marxismo revolucionario al reformismo socialdemócrata
es la actitud tomada hacia el poder de clases económico y político
del capital. Es, por el mismo modo de razonar, una actitud
fundamentalmente distinta hacia el estado burgués.
El reformismo es la
ilusión de que el desmantelamiento gradual del poder del capital es
posible. Primero que todo, nacionalizas el 20 por ciento, luego
el 30 por ciento, luego el 50 por ciento, luego el 60 por ciento de
la propiedad capitalista. De esta forma, el poder económico del
capital es disuelto poco a poco. Primero le quitas a la burguesía
una gran ciudad, luego dos municipalidades, luego la mayoría
parlamentaria, luego el poder de dictar programas educativos, luego
la mayoría de la circulación de los periódicos, luego el control
de la policía municipal, luego el poder de elegir la mayoría de los
más altos servidores civiles, magistrados y oficiales: el poder
político del capital se desvanecerá nomás.
El reformismo es, por
ende, esencialmente gradualista. Consecuentemente, el verdadero
teórico del reformismo fue Eduard Bernstein, con su celebre fórmula:
“el movimiento lo es todo; la meta final, nada”. Actualmente, la
socialdemocracia alemana tiene una mejor: gota a gota, disolveremos
la piedra. Pasamos de la historia humana a la historia de las
formaciones geológicas. ¿Cuántos miles de años toma el que una
piedra se disuelva?
El marxismo
revolucionario es el rechazo a las ilusiones gradualistas. La
experiencia confirma que la burguesía no ha perdido su poder
económico y político por un sendero gradualista en ningún sitio,
en ningún país. Las reformas pueden debilitar este poder. No pueden
abolirlo. (…)
Si la clase obrera no
tiene éxito al construir su propio poder centralizado, el estado
burgués sobrevivirá o será reconstruido. Esa es la lección
principal de todas las revoluciones del siglo 20. Ese es el balance
positivo de la Revolución de Octubre. Es el balance negativo de la
Revolución Alemana y la Revolución Española, las dos principales
derrotas del proletariado.
Por otro lado, sectores
importantes, por lo menos de la burguesía, se agarran
desesperadamente del poder, aun frente a la inmensa mayoría de los
ciudadanos. Como “Madame Veto” [el apodo de Marie-Antoinette en
el 1791], están listos para masacrar París, Barcelona y Madrid,
Berlín, Milán y Turín, Viena, Shangai, Yakarta, Santiago de Chile…
para preservar su poder de clase. Si les dejamos los medios para
hacerlo, harán que fluyan ríos de sangre.
La derecha
socialdemócrata, que se opone a la toma revolucionaria del poder, no
reduce realmente la incidencia de la violencia. Al contrario, la
fomenta, al menos objetivamente, si no deliberadamente.
Si es necesario actuar
rápidamente para llevar a cabo la toma revolucionaria del poder,
también es necesario por una razón más profunda. El poder del
capital, incluso los aparatos represivos que lo protegen, se
caracteriza por un alto grado de cohesión interna.
Es prácticamente
imposible sacudir esta cohesión en tiempos normales. Es sólo en
momentos excepcionales que vemos motines masivos o a soldados
rehusarse a obedecer. Esa es una de las razones por las que las
crisis revolucionarias reales son relativamente raras. Si no
aprovechamos estas ocasiones poco frecuentes, la burguesía
permanecerá en el poder por mucho tiempo todavía, con todo lo que
eso implica.
Estos momentos
privilegiados para la acción revolucionaria masiva son, a fin de
cuentas, el resultado de la exacerbación de las intensas
contradicciones de la sociedad burguesa. Conducen a situaciones que
Lenin resumió en una fórmula clásica: los de arriba ya no pueden
gobernar como antes, los abajo ya no están dispuestos a ser
gobernados como antes.
Más claro no se puede decir. Algunas veces nos perdemos entre el ruido, me pierdo entre el ruido. Textos así, me resitúan, me vuelven al camino. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, Berta.
EliminarSalud
El mayor problema es el tiempo disponible. Si perdemos esos "momentos excepcionales" la lucha puede conducir a la "aniquilación de las clases en presencia".
ResponderEliminarJugar al oportunismo no es un gran juego, es como esperar a "el salvador". La oportunidad se debe construir.
ResponderEliminarSalud!