II. UN HÉROE ITALIANO: EL CORAJE DE LA DISIDENCIA
No quiero ser ni un mártir ni un héroe. Creo que soy simplemente un hombre común y corriente, que tiene sus convicciones profundas, y que no las cambiaría por nada en el mundo.
A. Gramsci, carta a su hermano Carlos, 12 de septiembre de 1928
Tomar en herencia a Gramsci significa hacerse cargo no solo de su mensaje filosófico-político, sino también de su coherencia ejemplar, de su coraje por la verdad y de su heroico testimonio. Las dos dimensiones no pueden separarse, si se considera que la filosofía de la praxis tiene como característica distintiva la actividad práctico-crítica: se configura necesariamente –así se lee en los Cuadernos– como acción política concreta y, por lo tanto, como pensamiento vivido que se determina en los gestos tanto del «hombre colectivo» (C, 10 [XXXIII] parte II, § 44, p. 1331), como del individuo singular.
Tomar en herencia a Gramsci significa, en primer lugar, asimilar un ejemplo sempiterno de coraje y coherencia, de lealtad a un ideal pagado en carne viva, rechazando lo macabro del circuito de las «pasiones tristes» que en la actualidad pintan las tonalidades afectivas dominantes en todo nuestro horizonte (el egoísmo, el cinismo vulgar, el desencanto, el individualismo torpe). Para aquellos que hoy sepan comprender su mensaje, en el «tiempo de miseria» hölderliniano, Gramsci enseña a pensar y a actuar en el «mundo grande y terrible» con coraje, a no renunciar al sueño despierto de la lucha por la realización del ideal de una sociedad justa, más grande que la miseria actual, así como la búsqueda apasionada de un «nuevo orden», una nueva dimensión que asigne a las personas excluidas un destino en el que sean protagonistas de una historia más noble que la mera autoconservación.
Gramsci forma parte con pleno derecho de esa galería de «héroes de la filosofía», como los llamaba Hegel, que fueron capaces de compaginar admirablemente, con su ejemplo de pensamiento vivido, ideas y vida, reflexión y acción concreta, superando hábilmente el abismo que con frecuencia separa los dos ámbitos. Gramsci, como Gentile, es un ejemplo de notable coherencia y valor de la filosofía: aunque en frentes opuestos y en nombre de ideas diferentes, Gramsci y Gentile –el Marx y el Hegel italianos– pagaron con sus vidas la fidelidad a sus ideas.
Del libro de Diego Fusaro, Antonio Gramsci. La pasión de estar en el mundo.
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Coraje y coherencia de vida y pensamiento. Salud, Loam!
ResponderEliminarSi a alguien se puede aplicar la sentencia de Bertolt Brecht es sin duda a Gramsci.
ResponderEliminar“Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos pero los hay que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.”
Salud, Conrado!