18 marzo, 2017

CARNIVORISMO SALVAJE – Carlo Frabetti



Al igual que sus parientes más próximos, los grandes simios, el hombre es un animal básicamente frugívoro, pero con la ventajosa opción del carnivorismo. Tan ventajosa que probablemente nos salvó de la extinción, pues cuando escasean los alimentos vegetales (por ejemplo, a causa de una glaciación o de la desertización de los bosques) puede ser fatal depender exclusivamente de ellos.

La necesidad de conseguir carne en épocas de carestía severa llevó a nuestros remotos antepasados a formar grupos de cazadores armados de palos y piedras y preparados para trabajar en equipo, con objeto de aumentar sus posibilidades de éxito frente a las grandes presas (las más deseables, pero también las más peligrosas). Y esta acertada estrategia de supervivencia tuvo varios efectos colaterales.

Uno de ellos fue la domesticación de algunos lobos y chacales que empezaron a participar espontáneamente en las cacerías para aprovechar los huesos y otras partes que los hombres no solían comer (pues no poseían las poderosas fauces de los carnívoros ni sus aparatos digestivos especializados). Los antepasados de los perros ayudaban a los nuestros a localizar y a acosar a las presas, y a cambio se llevaban una parte del botín. Así encontró el hombre a su mejor amigo.

Otra consecuencia de la caza en equipo fue, seguramente, la exaltación de la violencia y el aumento del prestigio social de la fuerza bruta, con la consiguiente relegación de las mujeres (menos corpulentas y a menudo limitadas en su actividad física por los largos períodos de gestación) y la consolidación de la camaradería masculina. Para recolectar frutos no hay que ser muy fuerte: las mujeres, e incluso los niños, pueden hacerlo tan bien o mejor que los hombres; pero para enfrentarse a un búfalo o a un mamut conviene estar bien provisto de músculos y de testosterona.

Y, por último, el carnivorismo, que empezó siendo una opción de emergencia, se convirtió en un hábito. La carne es adictiva: su consumo produce una leve intoxicación que se traduce, como otras intoxicaciones moderadas (café, alcohol, tabaco, etc.), en una forma de excitación o embriaguez que puede crear dependencia (de modo que la expresión “embriagarse de sangre” no es mera metáfora). Por otra parte, el carnivorismo tiene algunas ventajas. La carne (al igual que el pescado, los huevos y los productos lácteos) es rica en proteínas y contiene todos los aminoácidos necesarios para nuestro organismo, mientras que ningún alimento vegetal los aporta todos por sí solo (hay que combinar un cereal con una legumbre, por ejemplo, arroz con frijoles, para ingerir juntos los ocho aminoácidos esenciales). Además, la carne es un alimento muy versátil y fácil de conservar: se puede cocinar de muchas maneras, ahumar, desecar, embutir... Todo ello ha hecho que muchos crean que la carne es indispensable, el “plato fuerte” de nuestra gastronomía. Nada más falso.

Comer carne no solo es innecesario, sino que además es insano. La propia Organización Mundial de la Salud lo advirtió hace más de treinta años, aunque luego las presiones comerciales y políticas le impidieron insistir en ello. El consumo de carne sobrecarga nuestro aparato digestivo de primates y favorece la aparición de tumores. Y además, debido a la contaminación ambiental, con la carne no solo ingerimos sus propias toxinas (como la cancerígena prolactina), sino también las que los animales que comemos acumulan a lo largo de su vida (como el mercurio y otros metales pesados que el organismo es incapaz de eliminar). Por no hablar del colesterol: incluso las carnes más magras contienen un alto porcentaje de grasas saturadas. Por no hablar de las vacas locas, los cerdos apestados, los pollos griposos...

Pero no solo hay poderosas razones dietéticas y sanitarias para evitar el carnivorismo, sino también éticas, económicas y ecológicas, es decir, políticas.

Dejo para otra ocasión las consideraciones éticas directamente relacionadas con el respeto a los animales. Aunque para afirmar que “los animales no tienen derechos porque no tienen deberes” hay que ser tan estúpido como Fernando Savater (por la misma regla de tres, tampoco tendrían derechos los niños pequeños y los discapacitados mentales), la mayoría de la gente considera que podemos maltratar y comernos tranquilamente a parientes tan próximos como los grandes mamíferos. Es una aberración moral que muy pocos han denunciado –entre ellos hay que destacar al filósofo australiano Peter Singer (1)– y que requeriría un análisis en profundidad; pero como no es necesario reconocer los derechos de los animales para estar de acuerdo con los demás argumentos en contra del carnivorismo, me centraré en los de más peso, que son los económicos.

La producción de carne es un negocio ruinoso (para la sociedad, claro, no para los fabricantes de hamburguesas) y una de las principales causas del hambre en el mundo. Para producir un kilo de proteína cárnica hacen falta diez kilos de proteína vegetal, lo que significa que con la soja y el grano que consume el ganado solo en Estados Unidos, se podría alimentar a toda la humanidad. Mientras los etíopes se mueren de hambre, el cuarenta por ciento de los campos de Etiopía se dedica al cultivo de soja destinada a la alimentación de las vacas estadounidenses. El carnivorismo, además de violar los derechos de los animales, constituye un salvaje (nunca mejor dicho) atentado contra los derechos humanos.

¿Por qué, entonces, solo una pequeña parte de la izquierda defiende la causa del vegetarianismo? Porque los hábitos ligados a nuestras pulsiones más básicas (y el hambre es la primera) se consideran “naturales”, y son, por tanto, difícilmente asequibles a la reflexión, al asalto dialéctico de la razón. Y así, el arquetipo del macho armado, ora cazador ora guerrero, sigue presidiendo nuestra salvaje cultura patriarcal, nuestra despiadada sociedad competitiva, depredadora, carnívora.




(1). Peter Singer es el máximo impulsor del denominado “Proyecto Gran Simio” (y el coeditor, junto con Paola Cavalieri, del libro homónimo).
Entre sus libros cabe destacar Liberación animal (1975), Ética práctica (1979), En defensa de los animales (1986), Repensar la vida y la muerte (1994), Una izquierda darwiniana (1999) y, en colaboración con Jim Mason, The Way We Eat (2006).

10 comentarios :

  1. hay que comer de todo, yo que soy de mal comer, asi lo hago, carne, pecado, verduras, un buen filete de ternera o de caballo no hace tampoco daño. En eso de la alimentación hay detrás mucha tontería e incluso intereses. Lo dicho, a comer de todo un poco que asi no engordas. Mira, tengo 72 años recién cumplidos, como te digo como de todo, estoy en mi peso, y no tomo ninguna pastilla ni nada de la farmacia, entre otras cosas, supongo que por que no me voy nunca al mèdico.

    un saludo.

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    1. Tema polémico este. Tal vez al autor le ha faltado referirse a las carnes tratadas industrialmente (MacDonalls & cía). Yo también soy omnívoro, pero a pesar de los intereses comerciales que señalas y que sin duda existen, no está mal reflexionar acerca de estos temas relacionados con la alimentación.
      Supongo que haces bien no yendo al médico, siempre te encontraría "algo" que te haría cliente de esa otra industria, la farmacéutica.

      Salud y buenos alimentos!

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  2. Los manidos argumentos de los vegetarianos. Las plantas también son seres vivos. Los cereales y legumbres no son alimentos para humanos, aunque podamos ingerirlos son inflamatorios y no poseen nutrientes suficientes por sí mismos, al igual que la fruta.
    El ser humano, ni es ni ha sido, ni puede ser frungívoro.
    El problema de la dieta es su mercantilización. Con una buena dieta basada en grasa animal saturada, solo necesitamos una o dos comidas al día, cosa poco rentable para la industria.
    El mencionado colesterol (otra tontería) no es un marcador significativo de nada, el colesterol lo produce el cuerpo y es imprescindible para la vida, el que no ingerimos se produce, una dieta pobre en colesterol fuerza al cuerpo a producirlo y viceversa.
    Los cazadores no tienen porque ser agresivos y "malos", los indígenas de tribus que aun cazan de forma natural, no son los "machotes" musculosos y agresivos que nos pinta Judeolibud, ni el que come carne odia a los animales.
    El vegetarianismo es antinatural, para acomplejados como Hitler, a no ser que se sufra una patología que lo justifique. ¡Hasta Jesucristo comía carne!
    Comer florecillas silvestres no nos hace necesariamente mejor persona.

    Salud! y buen provecho.

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    1. Según la Wikipedia: "Los Inuit consumen una dieta que consta de alimentos que se pescan, cazan, y recolectan a nivel local. Esto puede incluir morsa, foca anillada, foca barbada, ballena beluga, caribú, oso polar, buey, aves (incluyendo sus huevos) y peces. Si bien no es posible cultivar plantas nativas para la alimentación en el Ártico, los inuit han reunido tradicionalmente las que están disponibles de forma natural. Hierbas, tubérculos, raíces, tallos, Bayas, fireweed y algas (kuanniq o algas comestibles) son recogidos y conservados en función de la temporada y la ubicación.
      Según Edmund Searles en su artículo "La comida y creación de la identidad inuit", consumen este tipo de dieta porque una dieta que consta principalmente de carne es "eficaz para mantener el cuerpo caliente, haciendo al cuerpo fuerte y lo mantiene en forma, e incluso lo mantiene sano ".

      De modo que, estoy de acuerdo contigo. El problema es la mercantilización del alimento, su finalidad misma que, en el sistema capitalista no tiene como meta alimentar de manera apropiada a la población, sino el lucro que de dicha necesidad básica se pueda obtener. El problema, una vez más y para resumir, es el capitalismo.

      Salud!

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  3. Conclusión, en todo caso lo malo es la industrialización de los animales y la perdida del respeto que les debemos, como la mercantilización de la dieta y el uso fraudulento de los mal llamados científicos al servicio de la industria para recomendar productos más rentables pero menos sanos, como desayunar cereales saturados de azúcar o la bollería industrial, transgénicos, alimentos ´bajos en calorías (que no alimentan), etc.

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    1. ¿Y cómo no vamos a perder el respeto a los animales si nos lo hemos perdido a nosotros mismos?

      Salud!

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  4. Anónimo3/19/2017

    Como podemos ver en esta entrada el "hay que comer de todo" en el mundo de la nutrición es considerado un tópico http://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2016/10/13/articulo/1476347440_058559.html. Y por otra queria comentarle al autor con referencia al uso del termino "discapacitado mental", una mejor expresión seria "persona con discapacidad intelectual" pues estas personas primero son personas (no dudo que el autor no las considere personas) que se definen por muchas cosas y el hecho de la discapacidad es una de ellas (en cierto modo todos tenemos alguna discapacidad, en mi caso si me quitas las gafas no veo nada) http://www.discapnet.es/Castellano/areastematicas/derechos/Tusderechosafondo/discapacidad_versus_minusvalia/Paginas/minusvalidos-y-minusvalia-y-discapacidad.aspx

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    1. Agradezco tu comentario, Anónimo. Nada que añadir al mismo, excepto que tienes razón.

      Saludos.

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  5. Cuando leo textos vegetas me siento atacado y se me enciende el chip del 'No'. Sabemos por dónde van los tiros cuando dice <<consecuencia de la caza en equipo fue, seguramente, la exaltación de la violencia.
    Que me empiecen a decir que si el hombre al principio era frugivoro, que si insectivoro, que si bajó del arbol o se crió en la sabana, que si fumaba en pipa o si las rastas fueron el primer peinado... me parecen justificaciones innecesarias y muchas veces peregrinas para el hecho de que es más sano, más humano, más económico, se evita sufrimiento y luchamos contra la comida industrial y el monompolio de nuestros suministros.
    Hace tiempo que no discuto con los vegetas, les ataco con argumentos veganos. Me hace gracia ver cómo los veganos se encaran con los vegetarianos llamándoles carnívoros! El nivel de ridiculez, al que yo también llego a veces simplemente divagando, es para gravar y colgarlo en la red.
    Salud!

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    1. Hoy en día, alimentarse sanamente es privilegio de muy pocos. Se sea o no carnívoro, hay que convenir que el tratamiento químico-industrial al que están sometidos los productos cárnicos hacen de estos un bocado poco recomendable. Porque, en todo caso, una carne sana y fresca sólo está al alcance de los carnívoros ricos, el resto ya se sabe, a ingerir "soylent green" en sus químicas variedades.

      Salud!

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