A la hora de ir a trabajar un leñador
descubrió que le faltaba el hacha.
Observó a su vecino. El vecino tenía
todo el aspecto de un ladrón de hachas. Estaba claro: la mirada, los gestos, la
manera de hablar.
Unos días después el leñador encontró
el hacha que había perdido. Y cuando volvió a observar a su vecino, comprobó
que no se parecía para nada a un ladrón de hachas, ni en la mirada ni en los
gestos ni en la manera de hablar.
Qué cosa mais bonica.
ResponderEliminarMirada, gestos, manera de hablar...
Prejuicios que Todos creamos
Lagrimas en los ojos.
Solemos ser rápidos en prejuzgar y lentos en rectificar. Debería ser al revés.
EliminarObservamos según sospechamos o sentimos. Cuando tengo hambre, todos los manjares me parecen exquisitos.
ResponderEliminarSalud
Pienso yo que, en esta breve parábola, Galeano apunta más a los prejuicios que a los instintos. Me ha parecido oportuno publicarla, dadas las circunstancias sociales que atravesamos.
EliminarSalud!
En la españa profunda el leñador huviera cogido el hacha del vecino y se hubiese ensañado con él, para comprobar después de los días que ahora tenía 2 hacas. Parábola de la concentración original.
ResponderEliminarSalud!
En la España profunda, leñadores y hachas son propiedad privada.
EliminarSalud!
Me encontré una navaja buena. Sabía de quién era (del que me rompió los desagües con una roca) y no se la devolví.
EliminarContinuamente me ocurre, y siempre me prometo rectificar, pero en los momentos más necesarios se me olvida. Gracias a Galeano, y gracias a LOAM por recordármelo.
ResponderEliminarGracias a Galeano por recordádnoslo a ambos.
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