Desfile de tropas aliadas en Vladivostok en 1918.
En el edificio, banderas de EEUU, Francia, Reino Unidoi y Japón
EL PARTIDO BOLCHEVIQUE DURANTE EL PERIODO DE LA INTERVENCIÓN MILITAR EXTRANJERA Y DE LA GUERRA CIVIL (1918-1920)
1. Comienza la intervención militar extranjera. - Primer periodo de la guerra civil.
La firma de la paz de Brest-Litovsk y el afianzamiento del Poder Soviético, como resultado de la serie de medidas de tipo económico-revolucionario adoptadas por él, en los momentos en que la guerra seguía en su apogeo en los frentes occidentales, provocaron una alarma muy grande entre los imperialistas de la Europa occidental y, sobre todo, entre los de la Entente.
Los imperialistas del campo de la Entente temían que la paz entre Alemania y Rusia aliviase la situación militar de Alemania, empeorando con ello, por lo tanto, la situación de las tropas de la Entente. Temían, además, que la firma de la paz entre Rusia y Alemania acentuase el anhelo de paz en todos los países y en todos los frentes, quebrantando de este modo la causa de la guerra, la causa de los imperialistas. Temían, finalmente, que la existencia del Poder Soviético en un territorio tan enorme como el de Rusia y los éxitos logrados por él dentro del país, después del derrocamiento del Poder de la burguesía, fuesen un ejemplo contagioso para los obreros y soldados de los países occidentales, en los que fermentaba un profundo descontento contra aquella guerra interminable y que –siguiendo el ejemplo de los rusos– podían llegar a volver las bayonetas contra sus amos y opresores. Por todas estas razones, los gobiernos de la Entente decidieron lanzarse a la intervención militar contra Rusia, con el fin de derribar el Poder Soviético e instaurar un Poder burgués que restableciese el régimen capitalista dentro del país, anulase el tratado de paz con los alemanes y rehiciese el frente de guerra contra Alemania y Austria.
Los imperialistas de la Entente se embarcaron alegremente en esta tenebrosa aventura, convencidos como estaban de la inestabilidad del Poder Soviético y seguros de que, a poco que sus enemigos se esforzasen, su caída sería inevitable y rápida.
Mayor era aún la alarma que los éxitos del Poder Soviético y su afianzamiento infundían en las filas de las clases derrocadas –entre los terratenientes y los capitalistas–, en las filas de los partidos derrotados –kadetes, mensheviques, socialrevolucionarios, anarquistas y nacionalistas burgueses de todas las calañas– y en las filas de los generales blancos, de la oficialidad cosaca, etc.
Desde los primeros días del triunfo de la Revolución de Octubre, todos estos elementos enemigos gritaban a pleno pulmón que el Poder Soviético no podía echar raíces en Rusia, que estaba condenado a morir, que se hundiría forzosamente al cabo de una, o dos semanas, a la vuelta de un mes, o a lo sumo, de dos o tres meses. Y como el Poder Soviético, a pesar de los exorcismos de sus adversarios, seguía existiendo y afianzándose, los enemigos del Poder Soviético dentro de Rusia viéronse obligados a reconocer que el nuevo Poder era mucho más fuerte de lo que ellos habían pensado y que para derribarlo era necesario desplegar esfuerzos muy serios y desencadenar una rabiosa lucha de todas las fuerzas de la contrarrevolución. En vista de esto, decidieron desarrollar una amplia labor sediciosa y contrarrevolucionaria encaminada a agrupar las fuerzas de la contrarrevolución, a reclutar cuadros militares y a organizar la sublevación, sobre todo, en las regiones de cosacos y de kulaks.
Y así, ya en la primera mitad del año 1918, se formaron de un modo definido dos grupos de fuerzas dispuestas a luchar por el derrocamiento del Poder Soviético: en el extranjero, los imperialistas de la Entente, y, dentro de Rusia, la contrarrevolución.
Ninguna de estas dos fuerzas contaba con elementos suficientes para lanzarse por sí solas a conseguir el objetivo apetecido. La contrarrevolución interior disponía de algunos cuadros militares, así como también de cierta cantidad de hombres, reclutados principalmente entre los cosacos acomodados y los kulaks, con los que necesitaba contar para desencadenar la insurrección contra el Poder Soviético. Pero carecía de dinero y de armas. En cambio, los imperialistas extranjeros tenían dinero y armas, pero no podían "asignar" a la intervención la cantidad necesaria de tropas, no sólo porque las necesitaban para hacer la guerra contra Alemania y Austria, sino porque, además, estas tropas podían resultar poco seguras para la lucha contra el Poder Soviético.
Las condiciones de lucha contra los Soviets imponían la unificación de ambas fuerzas antisoviéticas, las del extranjero y las del interior. Y esta unificación se llevó a cabo, en efecto, en la primera mitad del año 1918.
Así fue cómo se forjó la intervención armada extranjera contra el Poder Soviético, apoyada por las sediciones contrarrevolucionarias de los enemigos de los Soviets dentro de Rusia.
Con esto, terminaba la tregua y comenzaba la guerra civil en Rusia, la guerra de los obreros y campesinos de los pueblos de Rusia contra los enemigos exteriores e interiores del Poder Soviético.
Los imperialistas de Inglaterra, Francia, el Japón y los Estados Unidos comenzaron su intervención militar sin previa declaración de guerra, a pesar de que esta intervención no era sino una guerra desencadenada contra Rusia, y una guerra, además, de la peor especie. Estos bandoleros "civilizados" extendieron su zarpa y desembarcaron sus tropas en el territorio ruso subrepticiamente, como unos rateros.
Las tropas anglofrancesas desembarcaron en el Norte de Rusia, ocuparon Arjanguelsk y Murmansk, apoyando a la sublevación de guardias blancos organizada en este región, derribaron el Poder de los Soviets y crearon el llamado "gobierno del Norte de Rusia", gobierno faccioso de guardias blancos.
Las tropas japonesas desembarcaron en Vladivostok, se apoderaron de la provincia marítima, disolvieron los Soviets y apoyaron a los guardias blancos facciosos, que después se encargaron de restaurar el régimen burgués.
En el Cáucaso del Norte, los generales Kornilov, Alexeiev y Denikin, apoyados por los ingleses y los franceses, organizaron un "ejército voluntario" de guardias blancos, desencadenaron una sublevación de cosacos ricos y abrieron la campaña contra los Soviets.
En la región del Don, los generales Krasnov y Mármontov, apoyados secretamente por los imperialistas alemanes (el tratado de paz entre Alemania y Rusia les impedía prestarles un apoyo franco), desencadenaron la sublevación de los cosacos del Don, ocuparon la región bañada por este río y abrieron también la campaña contra los Soviets.
En la región central del Volga y en Siberia los anglofranceses intrigaron para organizar la sublevación del cuerpo de ejército checoslovaco. Este cuerpo de ejército, compuesto por prisioneros de guerra, había sido autorizado por el Gobierno Soviético para regresar a su país por Siberia y el Extremo Oriente. Por el camino, los socialrevolucionarios y los ingleses y franceses le indujeron a sublevarse contra el Poder Soviético. La sublevación de este cuerpo de ejército fue la señal para el alzamiento sedicioso de los "kulaks" del Volga y de Siberia y de los obreros de las fábricas de Votkinsk e Izhevsk influenciados por los socialrevolucionarios. En la región del Volga fue instaurado un gobierno de guardias blancos y socialrevolucionarios, con residencia en Samara. En Omsk, se estableció el gobierno de los guardias blancos de Siberia.
Alemania no tomó ni podía tomar parte en esta campaña de intervención del bloque anglo-francés-japonés-norteamericano, entre otras cosas, por la sencilla razón de que se hallaba en guerra contra este bloque. Pero, a pesar de esto y de la existencia de un tratado de paz entre Alemania y Rusia, ningún bolchevique abrigaba la menor duda de que el gobierno alemán del káiser era un enemigo tan feroz del País Soviético como los intervencionistas ingleses, franceses, japoneses y norteamericanos. Y, en efecto, los imperialistas alemanes hicieron lo posible y lo imposible por aislar, quebrantar y hundir al País de los Soviets. Separaron a Ucrania de la Rusia Soviética –cierto es que a base de un "tratado" con la Rada ucraniana–, introdujeron sus tropas en Ucrania, a petición de la Rada ucraniana de los guardias blancos, y comenzaron a saquear y oprimir ferozmente al pueblo ucraniano, prohibiéndole mantener el menor el menor contacto con la Rusia Soviética. Separaron de ésta a la Transcaucasia, introdujeron en su territorio, a petición de los nacionalistas georgianos y azerbaidzhanos, tropas alemanas y turcas, empezaron a mandar como amos y señores en Tiflis y en Bakú, y ayudaron por todos los medios, aunque por debajo de cuerda, ciertamente, con armas y provisiones al general Krasnov, sublevado en el Don contra el Poder Soviético.
La Rusia Soviética veíase, de este modo, aislada de las regiones que eran sus fuentes básicas de abastecimiento, de materias primas y de combustibles.
La vida en la Rusia Soviética, durante este periodo, fue terriblemente dura. Escaseaba el pan. Escaseaba la carne. El hambre atenazaba a los obreros. Los obreros de Moscú y Petrogrado recibían una ración de un octavo de libra de pan cada dos días. Había días en que no se repartía ni un pedazo de pan. Las fábricas estaban paradas o trabajaban muy poco tiempo, pues no había materias primas ni combustible. Pero la clase obrera no se amilanaba, ni se amilanaba tampoco el Partido bolchevique. Las increíbles dificultades de este periodo y la lucha desesperada contra ellas revelaron cuán inagotables son las energías que atesora la clase obrera y cuán grande e inconmensurable es la fuerza de la autoridad del Partido bolchevique.
El Partido proclamó al país un campamento de guerra y reconstruyó su vida económica, política y cultural en consonancia con esto. El Gobierno Soviético declaró que "la patria socialista estaba en peligro" y llamó al pueblo a la defensa revolucionaria. Lenin lanzó la consigna de "¡Todo para el frente!", y cientos de miles de obreros y campesinos se enrolaron como voluntarios en el Ejército Rojo y se fueron al frente. Cerca de la mitad del total de afiliados al Partido y a las Juventudes Comunistas marcharon a ocupar su puesto en los frentes de lucha. El Partido puso al pueblo en pie para la guerra de salvación de la Patria contra la invasión de las tropas de los intervencionistas extranjeros y contra la sublevación de las clases explotadoras derrocadas por la revolución. El Consejo de la Defensa obrera y campesina, organizado por Lenin, dirigía el envío de hombres, víveres, equipos y armas a los frentes. El paso del sistema del voluntariado al servicio militar obligatorio llevó a las filas del Ejército Rojo a centenares de miles de hombres de refuerzo, y en poco tiempo el Ejército Rojo se convirtió en un ejército de un millón de combatientes.
A pesar de la durísima situación del país y de la juventud del Ejército Rojo, que no había logrado fortalecerse todavía, las medidas de defensa adoptadas no tardaron en acarrear los primeros éxitos. El general Krasnov fue repelido de Tsaritsin, cuya toma daba por segura, y rechazado más allá del Don. Las andanzas del general Denikin quedaron localizadas dentro de una región reducida del Cáucaso Norte, y el general Kornilov fue muerto en combate contra el Ejército Rojo. Los checoslovacos y las bandas de socialrevolucionarios y guardias blancos fueron desalojados de Kazán, Simbirsk y Samara y arrojados a los Urales. La sublevación del guardia blanco Savinkov en Yaroslavl, organizada por el jefe de la Misión inglesa en Moscú, Lockhart, fue aplastada y Lockhart detenido. Los socialrevolucionarios, que habían asesinado a los camaradas Uritski y Volodarski y perpetrado el atentado criminal contra la vida de Lenin, fueron sometidos al terror rojo en respuesta al terror blanco desencadenado por ellos contra los bolcheviques, siendo aplastados en todos los puntos más a menos importantes de la Rusia central.
En estos combates contra los enemigos se templó y se hizo fuerte y vigoroso el joven Ejército Rojo.
Los comisarios comunistas que actuaron durante este periodo en el Ejército Rojo desempeñaron un papel decisivo en la obra de fortalecimiento del Ejército, en la obra de su educación política, en la obra de reforzamiento de su capacidad combativa y de su disciplina.
Pero el Partido bolchevique comprendía que esto éxitos del Ejército Rojo no resolvían el problema, que no eran más que los éxitos iniciales. Comprendía que le aguardaban nuevos combates, aun más encarnizados, y que el país sólo podría recobrar las regiones perdidas, que eran sus fuentes de abastecimiento de materias primas y de combustible, a fuerza de una larga y dura lucha contra sus enemigos. Por eso, los bolcheviques comenzaron a prepararse intensivamente para una larga guerra y decidieron poner a toda la retaguardia al servicio del frente. El Gobierno Soviético implantó el comunismo de guerra. El Poder de los Soviets puso bajo su control, además de la gran industria, la industria pequeña y mediana, con el fin de acumular los artículos de primera necesidad para abastecer de ellos al ejército y al campo. Implantó el monopolio del comercio del trigo, prohibió el comercio privado de cereales e introdujo el sistema de la contingentación de productos agrícolas, con objeto de movilizar todo el sobrante de los productos recolectados por los campesinos, formar un stock de trigo y abastecer de víveres al Ejército y a los obreros. Finalmente, implantó el trabajo obligatorio, extensivo a todas las clases de la población. Esta incorporación de la burguesía al trabajo físico obligatorio permitía utilizar a los obreros para otros trabajos más importantes con vistas al frente, y con ella el Partido ponía en práctica el principio de "el que no trabaja, no come".
Todo este sistema de medidas impuestas por las condiciones extraordinariamente difíciles en que había que organizar la defensa del país, tenía carácter provisional y se englobaba bajo el nombre de comunismo de guerra.
El país se preparaba para una larga y dura guerra civil contra los enemigos exteriores e interiores del Poder Soviético. A fines del año 1918, hubo necesidad de triplicar el contingente del ejército. Este ejército exigía que se acumulasen los medios necesarios para abastecerlo.
He aquí cómo se expresaba Lenin, por aquellos días:
"Decidimos tener un ejército de un millón de hombres para la primavera; ahora, necesitamos un ejército de tres millones de hombres. Podemos tener este ejército y lo tendremos".
FUENTE: Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la U.R.S.S.
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Magnífico resumen; se explica que en estas condiciones la "democracia blanda" sea un sarcasmo.
ResponderEliminarLa democracia burguesa, no importa en qué condiciones, siempre fue y sigue siendo un sarcasmo.
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