10 octubre, 2025

La escasez de materia prima china expone la fragilidad industrial de EEUU — Warwick Powell

 


Warwick Powell's Substack – 10/09/2025


El control de exportación de tierras raras y otros materiales muestran que la realidad tiene la última palabra


Cuando Washington declaró una guerra económica contra el ascenso tecnológico de China, dio por hecho que tenía la sartén por el mango. Aranceles, prohibiciones de exportación, listas de entidades y sanciones a los chips pretendían aislar a Pekín, obstaculizar su acceso a insumos críticos, estrangular su desarrollo tecnológico y proteger la supremacía estadounidense. Sin embargo, con notable precisión, Pekín ha demostrado que es Estados Unidos el que ahora está profundamente atrapado y más dependiente del control de China sobre las cadenas de suministro de materiales críticos.


La última tanda de control de exportación de China sobre baterías de litio, materiales para ánodos de grafito y tecnologías de tierras raras, constituye la intensificación más significativa hasta la fecha en la carrera global por la soberanía material. Las medidas se enmarcan en términos de "seguridad nacional" y la necesidad de cumplir con las obligaciones de China de no acelerar la proliferación de armas. Al mismo tiempo, el momento estratégico y el alcance dejan clara su intención geopolítica: exponer una vez más la vulnerabilidad material de un país que ha trabajado incansablemente para cercar, contener y reprimir a China, pero que no puede reconstruir fácilmente su propia base productiva.


Los nuevos controles: materiales que impulsan el mundo moderno


Las nuevas restricciones chinas, anunciadas el 9 de octubre de 2025, se extienden más allá de los productos básicos e incluyen los procesos tecnológicos necesarios para hacerlos útiles. Se trata de una hábil e importante ampliación cuyo alcance va del mero control de recursos a la gestión última tecnológica.


En cuanto a los materiales de ánodos de grafito y las baterías de litio, China exigirá ahora permisos de exportación para los materiales de grafito, sintético y natural, utilizados en la producción de ánodos para baterías de iones de litio. Las restricciones también abarcan los procesos de producción avanzados, como la granulación, la grafitización continua y el recubrimiento en fase líquida. Todas estas tecnologías son clave para el rendimiento y la durabilidad de las baterías. Estas tecnologías son esenciales para los vehículos eléctricos (VE), la electrónica de consumo y los sistemas de almacenamiento de energía a escala de red. China representa actualmente más del 90 % de la producción mundial de ánodos de grafito y domina todas las fases de la valiosa cadena de las baterías de litio.




En cuanto a las tecnologías relacionadas con las tierras raras, China ha añadido a su lista de control de exportaciones una amplia gama de tecnologías asociadas, incluyendo las relacionadas con la minería: fundición, clasificación, fabricación de materiales magnéticos y reciclaje de recursos secundarios. Estas tecnologías sustentan la fabricación de imanes permanentes utilizados en turbinas eólicas, motores eléctricos, sistemas de misiles guiados, aviones de combate, componentes satelitales y semiconductores. China refina casi el 90% de los óxidos de tierras raras a nivel mundial y produce la gran mayoría de los imanes de neodimio-hierro-boro (NdFeB) utilizados en electrónica de alto rendimiento.


En conjunto, estas medidas afectan directamente a las industrias de energía limpia, defensa y semiconductores. En otras palabras, los mismos sectores en los que Estados Unidos ha invertido miles de millones de dólares intentando reimpulsarlos mediante la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS bajo la administración Biden, y que son fundamentales para la visión de la administración Trump del futuro tecnomilitar de Estados Unidos. (Se ha abandonado el interés sobre la energía limpia).


El impacto inmediato: un sistema industrial estadounidense erigido sobre cimientos importados


Las limitaciones materiales y temporales son innegables. Estados Unidos simplemente no tiene la capacidad, el tiempo ni la infraestructura industrial para reemplazar lo que China suministra en un plazo significativo.


Según el Pentágono, más del 78% de los sistemas militares estadounidenses dependen de materiales procedentes directa o indirectamente de China. Las tierras raras se utilizan en todo, desde motores a reacción y municiones guiadas de precisión hasta sistemas de radar y componentes de submarinos nucleares. Una interrupción en las cadenas de suministro chinas retrasaría la producción de armas y los plazos de mantenimiento. Estados Unidos posee algunos yacimientos de tierras raras, pero carece de experiencia en refinación y metalurgia; irónicamente, estos se deslocalizaron a China hace décadas. Reconstruir la capacidad de refinación nacional podría tardar entre 5 y 10 años y costar miles de millones, y eso sin contar con la requerida aprobación medioambiental y la formación de la fuerza laboral. En este contexto, las restricciones a la exportación por parte de China pueden considerarse un enorme impulso para la paz mundial.


Mientras que los responsables políticos estadounidenses se centran en la litografía y el diseño de chips, los insumos materiales básicos, menos glamorosos, pero críticos, (como tierras raras, galio, germanio y grafito) siguen siendo abrumadoramente chinos. Los imanes de tierras raras son esenciales en los equipos de fabricación de chips y los sistemas de refrigeración de los centros de datos. Las restricciones al grafito y a las tecnologías de procesamiento de alta pureza asfixiarán toda la cadena de los semiconductores de abajo a arriba, afectando a todo, desde la electrónica de consumo hasta los clústeres de cómputo de IA. Esto tiene amplias implicaciones. Sin la rápida expansión y desarrollo de capital-IA en 2025 (centros de datos y similares), el crecimiento del PIB de EEUU para el primer semestre de 2025 habría sido, según algunas estimaciones, de no más del 0,1 %. Dicho de otro modo, la economía estadounidense, en el mejor de los casos, es en general flácida, y es la inversión del capital relacionado con la IA lo que la mantiene a flote. Las perturbaciones en las cadenas de suministro de insumos que necesita el sector de la IA, pondrán en peligro la expansión del sector y también aumentarán los costos debido a las periódicas interrupciones del lado de la oferta. Las restricciones chinas tienen un doble impacto: por un lado, afectan a los recursos necesarios para fortalecer el sector eléctrico estadounidense y, por otro, generan un cuello de botella en el suministro de semiconductores. La burbuja de la IA en Wall Street podría verse expuesta al impacto de las restricciones a las exportaciones impuestas por China.


La revolución de los vehículos eléctricos en EEUU, si es que se le puede llamar así, depende de un ecosistema chino de baterías que domina tanto los materiales de producción como las fases de su procesamiento. China procesa dos tercios del litio mundial y más del 90 % del grafito. Los fabricantes de automóviles estadounidenses han comenzado recientemente a invertir en la producción local de cátodos y ánodos, pero la experiencia y los equipos aún provienen en gran medida de empresas chinas. Las interrupciones del suministro incrementarán los costos de los vehículos eléctricos, reducirán la disponibilidad y retrasarán los plazos de descarbonización.


En resumen, las transiciones ecológica y digital de Estados Unidos se sustentan sobre cimientos chinos. Ahora, esos cimientos están cambiando o, peor aún, simplemente se han desmantelado.


Un problema de tiempo, capital y capacidad


Una cosa es anunciar subsidios y grandes medidas industriales, y otra muy distinta reconstruir sistemas productivos enteros, vaciados durante 40 años de deslocalización. Estados Unidos se enfrenta a una triple limitación: tiempo, recursos y conocimiento. En términos de tiempo, desarrollar nuevas capacidades de minería, refinación y fabricación de imanes no es cuestión de trimestres ni siquiera de años; es un proceso que dura una década. En EEUU, la simple obtención de permisos ambientales puede paralizar proyectos durante años, mientras que las empresas chinas ya están integradas verticalmente y en constante modernización. En cuanto a los recursos materiales, incluso si Estados Unidos abriera mañana todos los yacimientos nacionales conocidos, aún carece de las instalaciones de refinación y tamizado necesarias para que esos materiales sean utilizables. La minería sin refinación simplemente desplaza el cuello de botella. Por último, Estados Unidos se enfrenta a limitaciones de conocimiento y equipo. El cuasi monopolio de China en equipos de procesamiento de tierras raras y tecnología de tratamiento de grafito, significa que incluso proveedores aliados como Australia, Canadá o Brasil dependen de la maquinaria y la experiencia chinas. Estados Unidos no cuenta con la mano de obra cualificada ni una base de bienes capitales para replicar estos procesos rápidamente.


El resultado es un dilema estructural. Ninguna retórica ni subsidio puede acortar el tiempo industrial. Estados Unidos puede imprimir dinero, pero no metalúrgicos, ingenieros ni plantas de procesamiento. Como argumenté en mayo, Estados Unidos puede conservar sus dólares; China tiene el disprosio.


Contraataque estratégico: aislamiento planificado


Irónicamente, Estados Unidos ha forjado su propio aislamiento. Al intentar excluir a China de las redes tecnológicas globales, Washington ha incentivado a Pekín a restringir las mismas cadenas de suministro que Estados Unidos antes daba por sentadas. China, por su parte, ha seguido una estrategia de escalada mesurada: primero restringiendo las exportaciones de galio y germanio en 2023, y ahora ampliándolas a tecnologías de tierras raras y grafito. Cada medida demuestra moderación y capacidad: China puede elegir cuándo, dónde y cómo restringir el acceso.


Para Estados Unidos, esto supone más que un inconveniente económico. Es una humillación geoestratégica. El autoproclamado arsenal de la democracia depende ahora de la capacidad industrial de la misma nación que pretendía paralizar.


Europa y el Sur Global: Oportunidad en medio de la disrupción


Mientras Washington lucha por salir adelante, otros se están posicionando para sacar provecho de la fractura.


La Unión Europea, atrapada durante mucho tiempo entre la presión estadounidense y la dependencia del suministro chino, puede usar esta crisis para acelerar su propia reindustrialización, si –y, francamente, este es un gran 'si'– tuviera la política, la destreza política institucional, la perspicacia y los medios para hacerlo. Podría, por ejemplo, impulsar la inversión en refinación y producción de imanes. Proyectos en Suecia, Finlandia y Francia ya están desarrollando localmente la capacidad de refinación de tierras raras. El reajuste de China supone para los europeos tanto urgencia como poder de negociación. De hecho, la UE gana algo de influencia sobre Washington. Estados Unidos puede verse obligado a mirar a Europa para ciertos insumos y cooperación de alta tecnología. Bruselas podría intercambiar ese apoyo por concesiones en subsidios, aranceles e intercambio de tecnología. Al mismo tiempo, Europa puede adoptar un enfoque más pragmático –diversificar sin desacoplar– preservando el acceso al suministro chino mientras construye resiliencia local.


En esencia, Europa puede extraer rentas estratégicas de la vulnerabilidad estadounidense, al tiempo que refuerza su propia base industrial bajo el lema de la "autonomía estratégica". Sin embargo, que los actuales líderes de Bruselas estén abiertos a estas posibilidades es otra historia.


Para los países ricos en recursos del Sur Global, este momento es potencialmente transformador. Países como Indonesia, Chile, Brasil y la República Democrática del Congo ya están aprovechando la nacionalización de los recursos para exigir procesamiento local y valor añadido. La presencia industrial de China les ofrece una alternativa a los modelos liderados por Estados Unidos, ofreciendo inversión, tecnología e infraestructura sin sermones geopolíticos. Estados Unidos, que llega tarde con ofertas condicionales y capital limitado, no puede competir fácilmente.


Por una vez, el Sur Global tiene cartas reales en la mano. Algunos países del Sur Global controlan los insumos de la economía del siglo XXI. Pueden vender a China, asociarse con China y/o Europa, o participar en estrategias de cobertura financiera.


El inevitable ajuste de cuentas


Estados Unidos está descubriendo que no puede "sancionar" al mundo y al mismo tiempo mantenerse a salvo de las sanciones. Su capacidad industrial, envidia mundial en el pasado, se ha visto mermada por décadas de financiarización, deslocalización y cortoplacismo.


Los nuevos controles de China han revelado la asimetría subyacente de la economía global: un lado fabrica cosas; el otro narrativas. La economía real de la termodinámica y los materiales prevalece sobre la economía del capital ficticio y los simulacros. Estados Unidos puede seguir dominando las finanzas, los medios de comunicación y el despliegue de poder militar, pero sin acceso a los materiales que hacen posibles las tecnologías avanzadas, estas ventajas son cada vez más retóricas.


Washington intentó aislar a Pekín. Al hacerlo, se aisló a sí mismo. Está previsto que los presidentes Trump y Xi se reúnan en el marco de la APEC, en Corea del Sur, a finales de octubre. Esa será, sin duda, una conversación muy interesante.





No hay comentarios :

Publicar un comentario