Dr.
Warwick Powell – 27/10/2025
Traducción del inglés:
Arrezafe
Un aterrizaje suave para
la desaparición de la Pax Americana
Las consecuencias
económicas de la paz (1919), de John Maynard Keynes, sigue
siendo una de las críticas más proféticas de los acuerdos de
posguerra en la historia moderna. En ella, Keynes advertía que la
victoria puede vaciarse cuando los vencedores pierden el sentido de
la humildad. Argumentaba que las punitivas indemnizaciones impuestas
a Alemania tras la Primera Guerra Mundial sembraron las semillas de
la inestabilidad futura al humillar y empobrecer a una nación que,
una vez despojada de dignidad y esperanza, no consentiría por mucho
tiempo el orden que se le había impuesto. Su visión era tanto
económica como moral y política: una paz sostenible requiere
magnanimidad, no venganza; presupone una arquitectura de inclusión,
no de exclusión. En el lenguaje actual, rechaza los bloques
dirigidos hacia la confrontación y busca fundamentar las relaciones
en la idea de una paz indivisible.
Un siglo después, cuando
el período de 500 años de dominio colonial e imperial occidental se
desvanece visiblemente, las advertencias de Keynes resuenan de nuevo.
El colapso del orden unipolar liderado por Occidente —acelerado por
la derrota estratégica del Occidente político en Ucrania y su
incapacidad para contener el ascenso de China— marca no sólo una
redistribución del poder, sino una crisis de legitimidad moral e
intelectual. Europa, y últimamente Estados Unidos, acostumbrados
desde hace tiempo a moldear el mundo a su imagen, se tambalean hoy,
incapaces de adaptarse a un mundo que ya no admite su
excepcionalismo.
Occidente ya pasó por
esto antes, aunque bajo un aspecto diferente. Cuando la Unión
Soviética se disolvió en 1991, Washington y sus aliados declararon
no sólo la victoria en la Guerra Fría, sino el "fin de la
historia". Estados Unidos entró en su denominado momento
unipolar, interpretando el colapso de su gran rival como prueba de
que el capitalismo liberal y la supremacía estadounidense no eran
triunfos transitorios, sino universales y permanentes. En lugar de
magnanimidad, hubo arrogancia; en lugar de inclusión, obtuvimos
expansión. Cuando se presentó la oportunidad, Occidente no buscó
integrar a Rusia en una arquitectura económica y de seguridad común,
sino extender la suya propia, presionando a la OTAN cada vez más
hacia el este y utilizando la retórica de la "promoción de la
democracia" como herramienta estratégica de penetración.
Como muestran Monica
Duffy Toft y Sidita Kushi en su libro de 2023 Dying
by the Sword [Morir por la espada], Estados Unidos realizó
más intervenciones militares por año durante este período de tres
décadas de dominio unipolar que en cualquier otra época de su
historia. En lugar de un dividendo de paz, el fin de la Guerra Fría
trajo consigo una inflación del activismo militar, desde los
Balcanes hasta Oriente Medio, desde Asia Central hasta el norte de
África. El proyecto
Costs of War
de la Universidad de Brown estima el costo en pérdidas de vidas
humanas por millones, además de decenas de millones de
desplazados. Washington confundió la supremacía con la
invulnerabilidad y el poder con la virtud. No podía imaginar un
mundo en el que fuera uno entre muchos, en lugar del excepcional
árbitro de los asuntos globales. Esto supuso, en términos
keynesianos, un Versalles a escala planetaria: los vencedores
confundieron la dominación con la estabilidad y, al hacerlo,
plantaron las semillas de su propia ruina.
Hoy, los resultados son
evidentes. La autoridad moral del "Occidente político"
está hecha trizas, su arquitectura financiera y de seguridad se está
desmoronando, y sus promesas de prosperidad universal se han revelado
como mitos egocentristas. Las guerras en Irak, Afganistán, Libia y
otros lugares; el uso de las sanciones y las finanzas como arma; la
doble moral en materia de soberanía y derechos humanos; todo ello ha
erosionado la confianza en el modelo occidental y ha llevado a gran
parte del Sur Global a buscar alternativas. El momento unipolar,
lejos de consolidar la paz, produjo un mundo sumido en conflicto y
alienación permanentes.
La tentación de las
potencias en ascenso —China, Rusia y el Sur Global en general— es
ahora afrontar este declive occidental “pisándole el cuello”,
metafóricamente hablando, e imponiendo su propio triunfalismo. Sin
embargo, la historia aconseja moderación. La inexorable decadencia
de la dominación colonial occidental a escala global solo es
comparable a los esfuerzos del Sur Global por facilitar la transición
a una configuración multipolar (o multinodal) más justa, evitando
una guerra a gran escala.
La lección de Keynes es
que la humillación genera resentimiento, y el resentimiento genera
conflicto. Un nuevo orden justo y estable no puede surgir de la
venganza, debe surgir de la generosidad y la paciencia estratégica.
Hasta ahora, China y gran
parte del Sur Global parecen haber asimilado esta lección. En lugar
de imponer o castigar, han buscado facilitar la construcción de un
sistema multipolar que amplíe la participación en lugar de
restringirla, que integre en lugar de aislar. Iniciativas como la
Franja y la Ruta, la Organización de Cooperación de Shanghái y los
BRICS+ no reflejan el deseo de sustituir la hegemonía occidental por
otra, sino de disolver la lógica misma de la dominación: construir
un mundo de coexistencia y desarrollo mutuo. Esto es, magnanimidad en
la práctica: el ejercicio del poder desde la humildad, no desde la
arrogancia.
Las negociaciones
comerciales en curso son otro ejemplo contemporáneo. China ha
demostrado que ya no está subordinada a los caprichos de Occidente.
Respondió con un ojo por ojo cuando Estados Unidos impuso los
aranceles del "Día de la Liberación", el 2 de abril de
2025. Estados Unidos se vio obligado a una distensión con China,
allanando el camino para unas negociaciones en las que se ha ido
afirmando el estatus de par de China.
El punto culminante, 9
de octubre de 2025, fue el anuncio de las regulaciones de licencias
de exportación que se aplicarían a una amplia gama de elementos de
tierras raras y otros materiales, lo que provocó una furiosa
reacción estadounidense. El punto débil de la economía política
estadounidense en cuanto a materias primas quedó al descubierto.
Ahora, los negociadores de ambas partes se han reunido en Kuala
Lumpur. Los primeros informes indican que se ha acordado un marco
para la negociación, lo que permite a los respectivos líderes
avanzar en la resolución del asunto. La parte china ofreció pocos
detalles, la parte estadounidense se apresuró a abrir el espacio a
la especulación sobre lo que en las negociaciones podría incluirse.
Este es un modus operandi habitual de los
estadounidenses, para quienes afirmar el “éxito de sus relaciones
públicas" es esencial para legitimarse.
Se ha informado que habrá
un nuevo aplazamiento de los amenazantes aranceles del 100%. Scott
Bessent presenta esto como una "victoria" de la influencia
estadounidense, pero la realidad es que Estados Unidos no puede
permitirse imponer más aranceles. Necesitaba una salida a una
política fallida, y China, con sumo cuidado, se la proporcionó.
Además, hay noticias de que China podría volver a comprar soja
estadounidense, un asunto particularmente delicado para Trump, ya que
su base electoral agrícola del Medio Oeste se volvió contra su
administración, sobre todo tras el rescate financiero de Argentina,
que posteriormente eliminó los aranceles de exportación y vendió
soja a China.
También se especula
sobre la posibilidad de algún tipo de aplazamiento en la aplicación
del régimen de licencias de exportación de tierras raras.
Suponiendo que así sea, lo que estamos presenciando es un cambio
de conducta. China ha demostrado su capacidad para responder a
los EEUU de la misma manera (ahora es un par, con el que hay que
interactuar sobre la base de "igualdad y respeto"), y las
prerrogativas como las dispensas, antes únicamente en manos de los
EEUU, están ahora también en manos de Pekín. Esta nueva ventana
probablemente tenga más que ver con los mecanismos y procedimientos
precisos para su aplicación; en qué consiste su uso dual; qué
umbrales actúan como "desencadenantes de riesgo"; cómo
se pueden agilizar los procesos de vía rápida, etc. Los detalles
burocráticos son precisamente el espacio en el que a los aparatos
del estado les gusta operar. Las regulaciones ya están en su lugar;
no hay vuelta atrás. Se redefinieron los postes de la portería.
Ahora, la "trifulca" ha sido desplazada a un plano
diferente.
La capacidad de regular
el flujo global de tierras raras y sus usos se ha consolidado con
éxito. Esto era inimaginable hace un año, incluso cuando China daba
constantes indicios de intensificar su control. Recordemos que las
regulaciones de exportación se aplicaron al germanio y al galio en
el segundo semestre de 2023. Ahora, China está en posición de
influir aún más en los flujos globales de valor. Cuando Trump
inició las guerras comerciales en marzo de 2018, al declarar que
«las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar», la idea
de que China pudiera imponer un nuevo régimen para el comercio de
las tierras raras era entonces especialmente inimaginable. Hasta este
extremo ha cambiado el mundo.
El enfoque de China hacia
el liderazgo global se caracteriza por una orientación filosófica
distinta del impulso de dominación occidental. Enraizado en las
propias tradiciones de su civilización, el concepto chino de armonía
sin uniformidad (和而不同)
sugiere que el orden no depende necesariamente de la conformidad. Más
bien, surge de la coordinación de las diferencias, de la búsqueda
del equilibrio entre diversos intereses y valores. Esto contrasta
marcadamente con el modelo universalista occidental, que
históricamente ha exigido la alineación ideológica como precio de
la inclusión y las sanciones y el castigo como la solución por
defecto al incumplimiento.
En la práctica, esta
filosofía sustenta el diseño de las iniciativas globales de China.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta, por ejemplo, no exige que los
participantes adopten un modelo político o económico específico;
en cambio, busca la cooperación práctica en torno a
infraestructuras compartidas, comercio y desarrollo tecnológico. Se
prioriza la conectividad sobre el control, promoviendo el beneficio
mutuo en lugar de la competencia de suma cero. La misma lógica se
aplica al BRICS+, que reúne a países con sistemas y tradiciones muy
diferentes sobre la base de la igualdad y el respeto a la soberanía.
El objetivo no es sustituir una potencia hegemónica por otra, sino
crear el andamiaje institucional para la coexistencia en la
diversidad.
Incluso las negociaciones
comerciales con Estados Unidos son expresiones de esta mentalidad.
En lo que respecta a China, el comercio es una relación beneficiosa
para todos, solamente Estados Unidos insiste en que es de suma cero.
Las negociaciones comerciales demuestran que el comercio funciona
cuando ambas partes se benefician. China ha demostrado que puede
adaptarse a las barreras del mercado estadounidense, la evidencia de
los últimos meses lo demuestra. La expansión del comercio con otros
mercados se ha acelerado, y esta tendencia no va a disminuir. Lo cual
no significa que China no desee comerciar con Estados Unidos,
significa simplemente que puede prescindir de ello.
Negarse el acceso al
mercado estadounidense sería una insensatez miope, en lo que
respecta a China. Además, la perspectiva china se basa en la idea de
cómo debe ser un mundo multipolar funcional. Un Estados Unidos
empobrecido y aislado no beneficia a nadie, como argumenté hace
tiempo. Pero un Estados Unidos unilateral y beligerante tampoco es
coherente con la dinámica en desarrollo de la multipolaridad.
Esto ha cambiado.
China, Rusia, el
creciente consorcio BRICS y, en general, el Sur Global, persiguen sus
objetivos de una manera claramente multipolar. Mientras que el modelo
occidental se ha basado históricamente en la coerción —mediante
sanciones, bases militares, campañas ideológicas de cambio de
régimen o desestabilización—, el enfoque multipolar emergente
busca influir mediante la colaboración, la evidencia y la
reciprocidad. Es una forma de poder facilitador: uno que multiplica
las capacidades de otros en lugar de disminuirlas. El propio
surgimiento de China se da como una "gran potencia
facilitadora", y su visión de lo que sería un mundo multipolar
se articula claramente a través de su serie de Iniciativas Globales.
Este enfoque no
representa un mero ajuste estratégico, sino una evolución moral.
Reconoce que el poder, para ser legítimo, debe ejercerse con
moderación y previsión. El fracaso de Occidente desde 1991 ha sido
un fracaso de imaginación. Es decir, su incapacidad de concebir el
poder sin dominación y el liderazgo sin subordinación. La
magnanimidad, en el sentido de Keynes, exige precisamente ese salto
de imaginación: ver la propia victoria como una oportunidad para
construir una paz más amplia, no para consolidar una ventaja.
Si Keynes viviera hoy,
podría reconocer en el desarrollo financiero de China, en su
paciente diplomacia y en su rechazo a las posturas punitivas, un eco
lejano de su propia visión para la reconstrucción posbélica: que
la prosperidad y la paz son simbióticamente indivisibles, y que la
estabilidad no puede construirse sobre la humillación. La pregunta
para el orden multipolar emergente es si podrá mantener esta
magnanimidad mientras el poder continúa cambiando. La advertencia de
la historia es clara. La tentación de moralizar el nuevo orden,
humillar a los caídos y convertir la ventaja material en
superioridad moral son caminos de regreso a la inestabilidad.
El reto de las próximas
décadas será demostrar que el poder y la magnanimidad pueden
coexistir; que la justicia no implica necesariamente castigo; y que
un mundo liberado del dominio occidental no necesita reemplazar una
jerarquía por otra. La voz de Keynes se extiende a lo largo de un
siglo para recordarnos que la verdadera prueba de la victoria no
reside en derrotar a los rivales, sino en superar el impulso de
castigarlos. La magnanimidad, en este sentido, no es debilidad, sino
el verdadero fundamento de la fuerza y la sabiduría. Es la base
sobre la que se puede construir una paz duradera y genuinamente
compartida.
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