Extraído del libro “Cuentos Anarquistas de América Latina” de
Editorial Eleuterio, 2015. Publicado en El Nacional, 5 de julio 1910.
Fuente: Periódico
Anarquista: La Boina.
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Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora
poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.
La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina
la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su
memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio,
con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro
y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre
mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis
gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se
llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del
cerco una mirada hostil.
Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y
se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo.
Despedí a pedradas al intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en la casa del
vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara
sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos
pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los
pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia
maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso
aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo,
y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a
circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que
reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi
presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso
adquirir un revólver.
¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la
desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.
Antes era un hombre. Ahora soy un propietario…
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El Roto |
es fascinante cómo desvela la zona de corrupción y el entramado del capitalismo, creo que en una sociedad como ésta, todos hemos comprado alguna vez una gallina y nos hemos atrincherado por sus huevos. Creo que es obligatorio primero comprender qué gallina nos ha corrompido y luego colectivizarla en algún lugar donde las gallinas sean también libres y no se permita que se propague el efecto gallinero.
ResponderEliminarMe ha encantado parar por aquí. Abrazo de gallo rojo y a por ellos!
Y para volver a ser un hombre libre hay que acabar con la propiedad privada. Buen relato.
ResponderEliminarSalud!
Yo creo en la propiedad privada y en defenderla de los demás para compartirla o disfrutarla con quien cada cual desee, para mi es parte de la libertad personal.
ResponderEliminarSalud!
El problema es que la propiedad privada que tu puedes compartir es entre un terruño y un cacho prao mientras que otros poseen media andalucia. Aun compartiendolo todos sigues perdiendo. Salud! Pablo Heraklio
EliminarExcelente.
ResponderEliminarSi se pone asi por tres malos pollos imaginate que tuviese un cortijo de 45 mill de vacas lecheras listas para ser exprimidas. Salud! Pablo Heraklio
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