Alasbarricadas – 20/04/2018
Cuando el capitalismo internacional entra en una peligrosa fase
crítica, en donde la vida de la mayoría de la población planetaria depende
completamente de disposiciones funestas tomadas por irresponsables con el fin
de superar la recesión y la ruina, en Europa, y más concretamente en Cataluña,
la conciencia de la crisis parece ocultarse detrás de conflictos de muy
inferior rango, como por ejemplo, el que mantiene el Estado español contra la
voluntad secesionista de determinados grupos de poder catalanes, apoyados
principalmente por empresarios adictos y por la clase media provinciana. El
caso presenta extrañas similitudes con la puesta en escena, en Francia, de la
cuestión “musulmana”, una verdadera escenificación montada para esconder la
cuestión social tras una problemática étnica, cultural y religiosa.
Bajo el prisma de la soberanía, la condición obrera de gran parte
de la población catalana se disuelve en una identidad nacional ilusoria inflada
artificialmente en los medios, y la lucha social queda absorbida en la pugna
aparente entre un gobierno central, autoritario y represivo, y un “pueblo”
catalán, pacífico y demócrata donde los haya, que pretende autodeterminarse.
Parece que el discurso soberanista, acaparando el debate político, haya dado la
puntilla a la lucha de clases. Nadie menciona a los trabajadores, sino como sujeto
secundario representado por sindicatos claramente favorables al “derecho a
decidir”. En realidad, el proletariado ha resultado subsumido y degradado en el
concepto comodín de “poble”. El momento no puede ser más confuso. La actividad
propagandista y la apropiación del espacio mediático por los bandos
jurídicamente enfrentados, expulsa abruptamente de la escena pública la
cuestión social en provecho de la cuestión identitaria, o peor aún, del
españolismo. Los matices no cuentan; todo el mundo está obligado a escoger su
campo: o con el fascismo español, o con la democracia burguesa catalana. O con
la mentira constitucionalista o con el fantasma de la independencia. Una
especie de chantaje moral nos condena a escoger entre una cárcel ideológica u
otra; a pronunciarnos por un determinado tipo de opresión, en fin, a adoptar
una identidad quimérica cualquiera. La protesta contra la expropiación total de
la decisión de los individuos por parte de una clase dirigente económica y
política, en Barcelona y comarcas, no aflora en contradicción con el régimen
capitalista y las instituciones que lo representan, sino que lo que podría
tomarse por tal parece conformarse con un Estado menor, periférico, en todo
similar a los demás Estados europeos.
La fascinación por un Estado que albergue a la “nación” catalana
es tanta, y tan sabiamente cultivada por expertos y profesionales de la
comunicación, que para sus partidarios resulta ofensivo dudar de su eficacia en
la resolución de toda clase de problemas, desde el de los desahucios al del
paro y la precariedad; del de la destrucción del territorio al de los
inmigrantes indocumentados; del de la igualdad de géneros al de los recortes en
pensiones y servicios sociales, etc. Y si por desgracia el escollo es
visiblemente imposible de saltar, siempre podrá responsabilizarse a Madrid. La
pequeña burguesía y las nuevas clases medias nacidas de la terciarización de la
economía, afectadas seriamente por la crisis, constituyen buena parte de la
base social del soberanismo, la parte más crédula y más subyugada por la
heroicidad de sus dirigentes encarcelados o exiliados. Difícilmente hallaremos
proletarios en sus filas. Por eso, el nacionalismo “democrático” y ciudadano
surge en el contexto actual en oposición a ideologías emancipadoras como el
socialismo autogestionario, el confederalismo, el comunismo libertario y el
sindicalismo revolucionario. O dicho mejor, como relato alternativo a las
teorías subversivas capaces de exponer de forma verídica la situación actual a
las clases oprimidas. La lucha contra los efectos de la crisis deja de
articularse en torno a la condición obrera y pasa a hacerlo alrededor de la
nacionalidad. Si la comunidad concreta de trabajadores se ha desleído ante los
embates del sindicalismo de concertación, la desocupación y el consumismo, en
su lugar se conforma una comunidad abstracta, relacionada virtualmente,
interclasista y esencialista: el pueblo catalán. En nombre de dicha abstracción
habla el montaje nacionalista.
Las catástrofes del capitalismo globalizado y el gobierno corrupto
de la derecha estatal han creado un clima ideológico particular en Cataluña,
perfectamente aprovechado por el entramado de intereses soberanista, que ha
sabido neutralizar cualquier otra oposición y llevar toda el agua a su molino.
Frente a una “democracia” corrompida y despótica, la dirección nacionalista
gusta mostrarse como agente de una democracia verdadera, obediente al mandado
del “pueblo”. El pasado, que podría desmentir con facilidad tal autenticidad,
ha quedado borrado en el imaginario patriótico. El soberanista carece de
memoria. De golpe, todas las instituciones, a estas alturas bastante
desacreditadas, se ven legitimadas a costa del infame gobierno central: el
Govern, el Parlament, la Mesa, consellers, subsecretarios, Mossos, diputats,
regidors, patronals, partidos... La represión, centrada en la cúpula dirigente,
ha contribuido sobradamente. Toda la clase política soberanista adquiere una
virginidad a precio de saldo, y con ella, la brutal policía autonómica y el
Govern de los recortes, del BCN World y del caso Palau. El Estado, a través del
cual la clase dominante se constituye en sociedad democrática, queda
incontestablemente consagrado. Pero la “democracia”, que hoy no es más que la
forma política del capitalismo, y que en su fase crítica final adopta formas
autoritarias y espectaculares cada vez más obvias, tanto en Cataluña como en
España, suele ejercer de mecanismo desactivador de una latente conflictividad
anticapitalista, desviada por las burocracias sindicales a terrenos baldíos. La
originalidad catalana es que la susodicha democracia se erige como argumento
principal de las tramas oligárquicas del nacionalismo con el que este se
asegura una bolsa descomunal de votantes fieles. Las falsas cuestiones no
tienen otra misión que disimular las auténticas en beneficio de la dominación,
enarbole la roja y gualda o la estelada.
Es indudable que al recomponer el escenario político y social
catalán en clave nacionalista, las fuerzas soberanistas han descolocado a la
“izquierda” oficial, a la de viejo y a la de nuevo cuño, a la socialdemócrata y
a la ciudadanista, incapaces ambas de desmarcarse de la moda identitaria y
distanciarse de sus lugares comunes, sus símbolos y sus mitos. No le ha quedado
más remedio que elegir entre dos amos y ponerse a remolque del “unionismo” o
del nacionalismo. Algo parecido podíamos decir del anarquismo catalán. Durante
la guerra civil, el anarquismo oficial convirtió en consigna una frase
atribuida falsamente a Durruti: “Renunciamos a todo menos a la victoria.” Con
ello se trataba de justificar una abjuración vergonzosa y una táctica inútil
hecha a base de capitulaciones. Según se desprendía de ello, al anarquismo le
iría mejor cuanto más renegase de sus postulados, métodos y objetivos. Pues
bien, los libertarios “de país” han tomado buena nota. Por puro activismo o por
simpatizar realmente con el nacionalismo, no tienen empacho en olvidarse de la
historia movilizándose tras eslóganes nacionalistas; en depositar su papeleta
de voto en la urna santificando las elecciones; en reivindicar una “democracia”
a la catalana y sus instituciones más convencionales, y en aportar su grano de
arena a la construcción de un Estado republicano, del que se puede esperar un
amor a las libertades civiles semejante al de la versión monárquica de la que
se pretende segregar. Al capital, ni tocarlo; en la movida catalana nadie va de
anticapitalista, a no ser de boquilla; se va de demócrata. Nos inclinamos a
pensar, tras habernos cruzado con algunos ejemplares especialmente fariseos,
que el anarquismo de la posmodernidad y la militancia identitaria se ha
convertido en el refugio de un sector extremista de la clase media, muy
minoritario, pero visible. En resumen, la punta de lanza de una nueva
servidumbre. Bueno, pero por suerte, ese no es todo el anarquismo ni de lejos,
aunque éste ganaría bastante incidiendo en la lucha social más que
parapetándose tras los principios.
La tarea primordial de la crítica revolucionaria consistiría en
disipar la confusión mediante un análisis profundo y claro del régimen
capitalista tal y como se manifiesta en la sociedad catalana, en nada diferente
a la europea. A la luz de los verdaderos antagonismos sociales se esfuman los
tópicos nacionalistas. Solamente a partir de aquellos puede constituirse una
comunidad de lucha capaz de actuar contra el Capital y el Estado. La conciencia
de las contradicciones está todavía por llegar, y con tanto nacionalista,
tardará más de la cuenta, pero dado que la proletarización de la sociedad va a
agravarse como resultado de la implosión destructiva del capitalismo, la clase
media perderá protagonismo y los presupuestos ciudadanistas y nacionalistas se
irán derrumbando, como levantados sobre un pedestal de barro.
Para la presentación del libro “No le deseo un Estado a nadie”, en
Espai Contrabandos, Barcelona, 19 de abril de 2018 (Ponentes: Corsino Vela,
Santiago López Petit, Tomás Ibáñez y Miquel Amorós).
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Muy buen artículo. Buen toque de atención.
ResponderEliminarSupongo que de ser fiel a una conciencia anarquista sin peros. O de sortearlo.
Yo me hice militante de mi conciencia pero en el fondo lo que más quiero y deseo es ser feliz y comer jamón (Como dice la cancion) y lo mismo quisiera para el resto del planeta. ... Desde luego que un estado no está en esos planes ... Siempre hay algo que nos hace posicionarnos y ponernos de un lado determinado, en mayor o menor medida nos activa y nos hace reaccionar y actuar. Digo yo. O eso ... O irnos a casa a comer jamón ... Y la felicidad que vaya llegando. Siempre hay pequeños momentos que nos lo permitan.
Añadir solo la regencia de la canción.
ResponderEliminarhttps://youtu.be/EeMZDKff8Ts
Y esperar otros buenos comentarios de Este artículo.
Supongo, Itxu, que habrás querido decir "vigencia", no "regencia".
EliminarÉchale una escucha a esto:
Eliminarhttps://youtu.be/FpxE_xzPNQY
Pues si que es vigente la canción, además de alegre y bonita. Pero quería decir referencia (Por referencia al enlace ese). Perdón por liarla de no estar atento al corrector del móvil.
EliminarBonito enlace. Que riqueza y herencia africana en la cultura no sólo de Antillas y Caribe sino también de Gran parte de Sudamérica. En ese enlace se nota.
EliminarQué triste experiencia ante nuestros ojos ciegos, y sigue la cosa...
ResponderEliminarLa de los Estados desmenuzados en más Estados idénticos, con las mismas clases dominantes agitando peleles patrióticos para distraer a los pececillos tan inocentes como imbecilizados.
http://historiadelaeducacion.blogspot.com.es/2014/04/si-los-tiburones-fueran-hombres-bertolt.html
Ya Umberto Eco preconizaba, en su libro 'La nueva Edad Media', que "En el juego de estos intereses privados que se auto administran y logran mantener compromisos y equilibrios recíprocos, servidos por policía privada y mercenaria, con sus propios centros fortificados de refugio y defensa, se asiste a lo que Colombo llama una progresiva vietnamización de los territorios".
Eliminarhttps://ciudaduprrp.files.wordpress.com/2010/04/8-la-nueva-edad-media.pdf
Muchas gracias por el enlace.
Me gusta la opinión. Evidentemente. Pero la cuestión anarquista no es una mera resolución matemática. Un número indeterminado de copias de ese concepto de estado . Si no de estar contra un ESTADO. Hay que dejar claro que "La cuestión nacional" es un referente del CAPITALISMO. ... Y del Poder ... sea quien sea. Claro y directo … Sin más explicaciones. ... Ya que tenemos (sufrimos) un buen referente en el nacionalismo de estado, que ciego, terco e intolerante hace de la reivindicación histórica de pueblos bajo su yugo cree una cortina de humo que nos ciega, o impide, o limita ... a la hora de reivindicar "jamón para todos!!.".
EliminarPero hay algo que se tiene que abordar ... (igual soy un poco tiquismiquis) ... Y es la cuestión territorial e identidad. ... entendiendo a la cuestión territorio sencillamente como las relaciones entre un medio natural y su población humana y la cuestión identitaria como esa parte o "entidad" psicológica que se crea y con la que se identifica un grupo humano y que permite que ese grupo humano pueda definirse diferenciadamente a otras. ... Sin más preámbulos. Así que entrar en debates si un trabajador de por ejemplo apatamonasterio se identifique con otro de Brest (Bielorrusia) en reivindicación de sus intereses de clase es, en mi opinión, quedarse corto y simplificar los problemas a uno solo. Desde luego que por el contrario no aceptar ese hecho de misma clase en ellos es aclaratorio de su intención que tenga quien así piense... Sin más.
....
Tan sólo añadir que este asunto de identidad ... lejos de hablar un determinado idioma , o de llevar una txapela, .. o barretina, ... o lo que sea ... es un hecho social ( que de repente unos cuantos digan ... "ostias! , si resulta que nos arreglamos bien juntos... ) o un hecho histórico ( una serie de pueblos con lengua,cultura, ...).
Creo que a veces simplificamos tanto que damos por nocivo lo que tan sólo es tóxico. Y lo tóxico la mayor de las veces tiene su buen tratamiento. ... Las medidas están bien registradas Clínicamente al menos. No seré yo quien las repita.
Y pensar que todo esto empezo con Artur saliendo en helicoptero del Parlament, ¡¡¡que tiempos!!!...
ResponderEliminarEn esta sociedad, cuando vamos al banco y nos dicen que ya no podemos comprar más cosas que no necesitamos a plazos, empiezan los problemas de verdad. Toca la hora de devolver un dinero que pedimos para comprar cosas que no podiamos, ni debiamos comprar, la estafa inmobiliaria alimento esta economía ficticia basada en unos futuros que algunos decian ser capaces de ver, es decir en una mentira. Como no es una economía basada en pilares firmes, al primer vendaval se hundió y los miserables, los mismos miserables que se enriquecieron con ella, echan la culpa a la gente por pedir lo que ellos mismos ofrecían como posible, cuando el tinglado se hunde hay que buscar culpables más que asumir responsabilidades y en el caso de Cataluña se impuso aquel "España nos roba"...
Y lo malo de esto, es que no habiendo acabado la anterior crisis, ya estamos pidiendo dinero para la próxima, no espabilamos... creo...
Yo si creo en los estados como medio, no como fin...
Un saludo..
Es fácil activar a la gente en un sentido hoy, o en el contrario mañana, basta controlar el poderoso aparato mediático y, por supuesto, el Estado.
EliminarTú crees en los estados como medio y no como fin, pero la realidad manifiesta exactamente lo contrario: el Estado se erige a sí mismo como fin, es decir que, como el supremo órgano de poder que es, utiliza todos los medios disponibles para perpetuarse. El fin del Estado no es servir, sino ser servido. Tú eres un medio para el Estado, tú y cualquiera que se encuentre dentro de su esfera de poder. Por tanto, sería más exacto decir que "el Estado nos roba", sea éste español, noruego o catalán si lo hubiere.
Saludos.
Una pregunta es cuanto puede durar un pacto de no agresión entre derecha e izquierda. Los gallegos del BNGA lo llevan bien y demuestran que pueden mamar de la burra puer décadas. Eso sí, ahora el movimiento independentista gallego está muerto, pero ellos siguen juntos. ¿Cómo serán de obtusos los catalanes?
ResponderEliminarSalud!