por Manuel Hernández Borbolla –
RT
– 1/8/2018
La manera en que una minera propiedad
del magnate Carlos Slim arrasó con un pueblo ubicado en el municipio
de Mazapil, Zacatecas, al norte de México, es tan sólo un ejemplo
de los daños ocasionados por la industria minera en complicidad con
el gobierno.
Una historia de gente dispuesta a
defender su hogar frente a la voracidad del capital trasnacional. Una
historia que evidencia los conflictos sociales y ambientales
provocados por la minería, actividad que sigue siendo prioritaria
para el Estado mexicano pese a los pocos beneficios que genera. Una
historia donde las grandes empresas mineras del país ni siquiera
pagan impuestos.
Esta es la primera de dos partes de un
reportaje en el que RT indagó a fondo el problema de la minería en
México.
El pueblo que arrasó una minera
propiedad del hombre "más rico del mundo"
Roberto de la Rosa es el último
guerrero de Salaverna, un pueblo derrumbado por una minera propiedad
de quien fuera el hombre más rico del mundo.
"Yo digo que se defiende el
pueblo a medida que uno lo quiera", afirma don Roberto. "La
misma defensa de nuestro pueblo nos da valor para enfrentarnos a
quien sea", agrega el campesino de 66 años de edad, mientras
relata los estragos ocasionados por la Minera Frisco Tayahua,
propiedad del magnate mexicano Carlos Slim, considerado en
2014 como el hombre más rico del mundo por la revista Forbes y quien
hoy ocupa la séptima posición entre los más acaudalados del
planeta.
La historia que relata don Roberto, es
la historia de un pueblo que lucha contra la extinción,
provocada por la voracidad de las grandes empresas mineras que operan
en México desde hace décadas con apoyo del gobierno. Una historia
que se repite con insistencia desde la instauración del modelo
económico neoliberal a finales de la década de 1980, mismo que
fomentó el despojo de comunidades enteras para beneficio de unos
cuantos.
Una explosión cambió el destino del
Salaverna. Ocurrió el 6 de diciembre de 2012, alrededor de las 7:15
de la mañana. Una detonación con explosivos al interior de la
minera Frisco Tayahua provocó un cráter en uno de los cerros donde
se asienta el pueblo, ubicado en el municipio de Mazapil, Zacatecas.
Una localidad donde el 60% de la población vive en situación de
pobreza, a pesar de estar cercados por proyectos mineros que,
según el discurso oficial, habrían de generar una derrama económica
suficiente para mejorar las condiciones de vida de los lugareños.
Roberto asegura que la explosión fue
provocada de manera deliberada para que la gente abandonara sus casas
y la empresa Frisco pudiera iniciar un proyecto de minería a
cielo abierto y extraer grandes cantidades de oro, plata, cobre y
zinc. Por ello, advierte Roberto, el hundimiento del terreno estuvo
precedido por varios intentos de desalojar a la gente de sus casas
para reubicarlas en otro lugar, con apoyo del gobierno. Para el
campesino –quien vive de sembrar maíz, frijol y posee algunos
chivos en un terreno cerca de su casa– aquella explosión no fue
producto de la casualidad, sino un acto premeditado.
"Eso fue un acto de terrorismo
porque ya no podían sacar a la gente", acusa Roberto. "Aquí
dicen que no pasa nada, que no hubo daños, que no ocurrió nada
malo. Decían que fue un deslave por las lluvias, y en ese tiempo ni
llovió", recuerda Roberto. El cráter, ocasionado por un
supuesto deslave según la versión oficial, ocurrió en temporada de
sequía.
Tras el incidente, alrededor de 20
familias se vieron obligadas a abandonar el pueblo.
Sin embargo, el millonario proyecto de
minería a cielo abierto permanece detenido por un pequeño grupo de
personas dispuestas a defender su hogar.
"Como se cerró la mina unos
días, los que trabajaban aquí todavía, los corrieron de sus
trabajos, por apoyar a gente del pueblo", cuenta Roberto, quien
agrega: "Todos están arrodillados, sometidos por el capital.
Es una mafia la del gobierno".
Así comenzó la lucha. Luego vino la
emboscada que terminaría con la demolición del pueblo.
Tras la explosión, la demolición
La trampa fue orquestada por el
gobierno de Zacatecas, encabezado por Alejandro Tello Cristerna,
quien a los pocos meses de asumir funciones como gobernador, convocó
a los pobladores de Salaverna a una reunión en la capital del
estado, ubicada a 285 kilómetros de la comunidad, con el objetivo de
resolver el conflicto. Mientras los líderes de la comunidad llegaban
a la capital del estado, la mañana del 23 de diciembre de 2016, en
vísperas de Navidad, don Roberto recibió el aviso de que
funcionarios estatales entraron al pueblo con maquinaria pesada
para demoler sus casas.
"Llegamos a Zacatecas, íbamos
saliendo de la central de autobuses, cuando me cae una llamada: 'Oiga
don Beto, van entrando estatales, ministeriales, municipales, también
llevan mudanzas, hasta una ambulancia y dos bulldozer'. Luego pensé:
'Esto ya valió'", cuenta el campesino.
A los pocos minutos, el líder de la
resistencia recibió otra llamada telefónica. "Don Beto, dicen
que traen un oficio y que nos van a desalojar ahora mismo y que van a
tumbar las casas", le avisaron.
"No venían a notificar, venían
a tumbar, para entregarle el pueblo a Carlos Slim",
relata Roberto. "Yo creo que el plan era desposeernos para
decir, '¿y ahora qué pelean?' Pero no podían hacer eso, porque el
juicio sigue corriendo todavía", agrega.
Algunas familias de la comunidad
resistieron el embate. Otras, en cambio, decidieron mudarse a Nuevo
Salaverna, el poblado construido por Minera Frisco con el objetivo de
reubicar a las familias en casas de reducido tamaño, lo cual provocó
que la gente tuviera que vender sus animales y renunciara a su
antigua forma de vida. Fue así que varias familias decidieron
cambiar de lugar tras el derrumbe de sus casas, luego de que los
hombres de familia fueran amenazados con perder su empleo en la mina
en caso de no aceptar el desalojo forzado.
Diferentes testimonios recogidos en
medios locales, han documentado la inconformidad de varios habitantes
de Nuevo Salaverna, ante el estrecho tamaño de sus viviendas y sus
nuevas condiciones de vida.
Pero aún así, algunos decidieron
quedarse a defender su hogar pese a los embates de la minera y
el gobierno.
Al enterarse de que la maquinaria
estaba demoliendo el pueblo, Don Roberto y la comitiva que se
encontraba en la capital del estado de Zacatecas realizaron protestas
en contra del gobernador. De poco sirvió. Regresó a su pueblo y
sólo encontró escombros.
"Está canijo ver que la escuela
donde uno estudió ya estaba tirada, la iglesia y todo. Duele. Es lo
que nos identifica a nosotros, es mi identidad. Lo que estos
quieren es borrar nuestro arraigo, nuestra identidad, nuestra
historia", cuenta el campesino, quien a pesar de sólo haber
concluido la educación primaria, es un apasionado lector de
historia.
Esta no era la primera vez que don
Roberto se enfrentaba a algo así. Cuando era niño, con apenas 11
años de edad, fue desalojado del pueblo de Providencia junto a su
familia por la llegada de una minera. Medio siglo después la
historia volvía repetirse. Pero a diferencia de cuando era niño,
esta vez Roberto decidió luchar hasta el final, a pesar de las
amenazas que, afirma, recibió por parte de directivos que trabajan
para la empresa minera Frisco Tayahua.
"Yo venía de Providencia, de un
desalojo. Luego me tuve que ir a Monterrey por falta de oportunidades
aquí, pero como quiera, no dejaba de venir yo a Salaverna, hasta
hace 20 años que me vine de regreso. Uno ya trae una experiencia de
atrás. Las mineras no han dejado ningún beneficio en la región. Lo
que sí han dejado son muchos daños a la salud, muchos atropellos",
dice Roberto.
Con la demolición del pueblo, todo
cambió. El ánimo se vino abajo y la desesperanza se apoderó de los
pobladores de Salaverna.
"La gente está desilusionada. No
cree en el gobierno porque esto no puede ser gobierno, está actuando
como si fuera un gerente de la minera, a favor de las mineras. Por
eso vienen reporteros y gente a ver cómo está el problema y ya no
quieren denunciar, porque dicen que es en vano, que para qué
denuncias, si al cabo no pasa nada. No hay justicia",
cuenta Roberto.
Uno de los pocos pobladores que
todavía aceptan hablar es Miguel Sánchez, quien lleva viviendo más
de 30 años en Salaverna, pueblo al que llegó para trabajar en la
mina. Tiene 68 años y una pensión que apenas le alcanza para
sobrevivir. Pero a pesar de ello es, junto con Roberto, uno de los
últimos defensores del pueblo que hoy está en ruinas.
"Esto es un atropello que no
tiene fundamento. ¿En qué se basa el gobierno para venir a
sacarnos? Venían con una orden de desalojo pero no venía
dictaminada por ningún juez, sino nada más porque ellos decían",
cuenta don Miguel. "No estamos dispuestos a salirnos por una
miseria", afirma el jubilado, quien formaba parte de la comitiva
que fue convocada a la capital del estado mientras las máquinas
entraban a la comunidad y "golpeaban a la gente",
tal como le ocurrió a su hijo, quien fue agredido por cuatro
funcionarios estatales que quedaron impunes.
Una batalla legal aún por
resolverse
Aunque los pobladores saben que la
batalla por recuperar su pueblo está prácticamente perdida,
mantienen la esperanza de que las cosas puedan cambiar un poco con un
cambio de gobierno a nivel nacional, tras el triunfo de Andrés
Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales. Mientras
tanto, el litigio contra la Minera Frisco Tayahua para
determinar la propiedad de la tierra sigue en tribunales.
"Por la vía legal, los
habitantes de Salaverna sostienen que el polígono de tierra donde
viven, que son 4.650 hectáreas, son terrenos nacionales que siguen
siendo propiedad de la nación, y como ellos detentan la posesión
desde hace varias generaciones, le están solicitando al gobierno
federal que les sean adjudicadas en propiedad. Al mismo tiempo la
empresa dice que ella es dueña de 3.584 hectáreas de ese polígono
y presentan unas escrituras", explica Efraín Arteaga Domínguez,
académico y dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores
Agrícolas, quien lleva la defensa legal de los pobladores de
Salaverna.
"Ese conflicto agrario se está
ventilando en la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano
(Sedatu). El procedimiento y el litigio legal en la Sedatu va muy
avanzado. El gobierno le ha dicho a la empresa que no basta con que
presente unas escrituras expedidas ante un notario, sino documentos
que comprueben que esas tierras salieron del dominio de la nación. Y
cuantas veces se le ha pedido a la empresa que compruebe eso, la
empresa vuelve a presentar la misma escritura firmada ante un
notario. Ya se agotaron los tiempos legales y la empresa no ha
podido probar que esas tierras hayan salido del dominio de la
nación. Por lo tanto, su escritura está quedando en calidad de
apócrifa", añade el también investigador de la Universidad
Autónoma de Zacatecas.
"Esperamos que la Sedatu
dictamine que esas son tierras nacionales y que a los habitantes de
Salaverna, por ser hijos, nietos, bisnietos de generaciones de
campesinos y ganaderos que han habitado ahí desde hace varios
siglos, desde mucho antes que llegara la empresa, a ellos les
corresponda el mejor derecho para que esos terrenos nacionales les
sean entregados en propiedad", señala.
"Es un caso donde extrañamente
Slim se topó con gente que no tiene precio", señala Arteaga.
"Les ofrece y les ofrece diferentes cantidades de dinero y la
gente no acepta".
RT contactó a la empresa Minera
Frisco para conocer su versión de la historia. Sin embargo, hasta el
momento de publicar este reportaje no se ha obtenido respuesta.
También contactó al gobierno de
Zacatecas para conocer la posición de la administración del
gobernador Alejandro Tello Cristerna sobre el tema, pero tampoco se
obtuvo respuesta.
Al igual que ocurre en Salaverna con
la empresa Frisco de Slim, otras mineras mexicanas y canadienses han
optado por utilizar esquemas similares para explotar grandes
extensiones de tierra con fuertes impactos sociales y ambientales,
convirtiendo a la minería en una de las principales amenazas para
comunidades a lo largo y ancho de México, mismas que se niegan a
desaparecer del mapa.
Mientras Roberto recorre las calles
empedradas de su pueblo en ruinas, no puede evitar revivir con
nostalgia los momentos que vivió ahí. Recuerda que había un
billar, una escuela. En lo alto de una loma yace el cadáver de un
amigo suyo, cuyo estado de salud comenzó a deteriorarse por la
explosión que marcó el destino de Salaverna. Ahora todos son
escombros. "¿Esto es desarrollo?", se pregunta el
campesino mientras recorre lo que quedó del templo, en la cima de
una colina. Una estampa que retrata las inequidades de la economía
ante la voracidad siempre insaciable del gran capital, donde
los ricos suelen imponerse a los más pobres.
"Dicen que el fin justifica los
medios. Y el fin de ellos es hacer una gran fortuna, muérase
quien se muera", afirma Roberto.
Pero a pesar del alto impacto de la
minería a cielo abierto, el gobierno mexicano sigue favoreciendo a
empresas mineras a pesar de que su participación en la economía
nacional es mínimo. Empresas que además, no pagan impuestos.
México "subasta" tierras
nacionales en concesiones mineras a un alto costo ambiental
La presencia de la minería es
evidente al llegar a la ciudad de Zacatecas, capital del estado con
el mismo nombre, un lugar semidesértico ubicado al norte de México,
donde la actividad minera ha sido una constante desde que los
primeros conquistadores españoles descubrieron grandes
yacimientos de plata en aquella región, durante los primeros años
de la época colonial.
Desde entonces, la minería ha ocupado
un lugar central en la economía
de Zacatecas, entidad que se ubica como el segundo lugar a nivel
nacional entre los mayores
productores de minerales metálicos del país, principalmente
plata, oro, plomo y zinc, concentrando
el 19,31% del valor total de la producción minera a nivel
nacional.
Pero a pesar de su larga tradición
minera de casi 500 años, todo cambió en Zacatecas con la
implementación del modelo neoliberal y la proliferación de la
minería a cielo abierto.
"Lo que ha ocurrido en México en
los últimos 35 años con los gobiernos neoliberales que hemos
tenido, de dos partidos distintos, es que están subastando el
territorio", explica Federico Guzmán, doctor en Estudios del
Desarrollo por la Universidad Autónoma de Zacatecas.
"De el año 1982 a 2016 se han
acumulado 113,3 millones de hectáreas concesionadas, que equivalen
al 57,6% del territorio mexicano que se ha privatizado para beneficio
de la industria minera", añade el experto.
Sin embargo, muchas de esas
concesiones ya no son vigentes. Como los datos oficiales no son del
todo precisos, según ha documentado la Auditoría Superior de la
Federación, existe una polémica sobre qué porcentaje del
territorio mexicano es actualmente concesionado a las empresas
mineras.
Al cierre de 2016 el Registro Público
de Minería contabilizó un total de 25.652 títulos de concesión
minera vigentes en el país, los cuales ampararon una superficie
de 25,1 millones de hectáreas, equivalentes a un 11,3% del
territorio nacional. Sin embargo, otras organizaciones como
CartoCrítica y la Red Mexicana de Afectados por la Minería, han
advertido que existen múltiples inconsistencias con esta
información.
"El despojo que se ha generado en
esos últimos 34 años ha permitido que más de la mitad del
territorio mexicano esté subastado y a disposición de las empresas
mineras de origen canadiense, estadounidense, inglés, asiáticas,
pero también para beneficio de los grandes corporativos mineros de
los hombres más ricos de México: Minera Frisco de Carlos Slim,
Peñoles de Alberto Bailleres y Grupo México de Germán Larrea",
señala el Guzmán.
De las 347 empresas mineras que operan
en México, 328 (94%) son de origen extranjero, mientras que solo 19
son mexicanas, según datos del Sistema
Nacional sobre Economía Minera. Del total de empresas que operan
en México, 218 son canadienses (62%); 51 son estadounidenses (14%);
12 son chinas y 7 de origen británico.
Datos del Observatorio de Conflictos
Mineros de Zacatecas señalan que tan sólo en el estado hay 206
proyectos de exploración minera, de los que 145 son de capital
mexicano. Entre ellos, 34 son de Grupo Peñoles y Fresnillo PLC,
ambas filiales propiedad de Bailleres; 12 de Grupo Frisco, propiedad
de Carlos Slim y 11 de Grupo México, de Germán Larrea. Una
situación que evidencia la fuerte concentración de proyectos
mineros en la zona, a manos de los tres hombres más ricos del país.
Datos de la Secretaría de Economía
sostienen que desde el sexenio del presidente Carlos Salinas de
Gortari los magnates Slim, Larrea y Bailleres han recibido 2.218
concesiones mineras en todo el país, controlando casi 4
millones de hectáreas para explotación de minerales,
equivalentes al 2% de la plataforma continental que integra el
territorio mexicano.
En este sentido, asegura Guzmán,
autor del libro 'Megaminería y siete maldades del despojo
territorial', la firma del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte representó un "parteaguas", pues a partir de
1994, la minería comenzó a apropiarse cada vez de mayor territorio,
debido a que la explotación a cielo abierto requiere grandes
extensiones para poder operar, trayendo consigo fuertes impactos
ambientales y sociales.
De acuerdo con el investigador,
existen siete tendencias a nivel internacional en la industria minera
que están provocando una serie de afectaciones cuyos efectos son
cada vez más visibles en países como México. Estas afectaciones
pueden resumirse en lo que Guzmán denomina las "siete maldades"
de la industria minera:
1. Subordinación de los
Estados nacionales donde se asienta la industria minera;
2. Despojo a las comunidades;
3. La manera en que se articulan
los capitales extractivos en los mercados internacionales;
4. La transición de la minería
subterránea a la megaminería a cielo abierto;
5. Transición de extracción de
minerales de modalidad mecanizada a automatizada;
6. Trabajo y sobreexplotación
laboral;
7. Reparto inequitativo de la
renta minera.
Una serie de factores que intervienen
en la apropiación de otros recursos vitales, como el agua.
La apropiación del agua para
minería
"En 2001, el agua concesionada
que tenía la industria minera, era por un monto de 53,5 millones de
metros cúbicos. Cuando vemos el dato oficial más reciente de la
Comisión Nacional del Agua, esa cifra se incrementó para 2014, a
436,6 millones de metros cúbicos", explica Guzmán.
Esto significa que la minería
incrementó en más de un 716% su consumo de agua en todo
México en los primeros 15 años del siglo XXI.
Tan sólo en Zacatecas, la industria
minera consume más agua (55,7 millones de metros cúbicos al año)
de lo que consumía toda la industria minera a nivel nacional en
2001. De este modo, según cifras oficiales recopiladas por el
investigador, tan sólo 16 empresas mineras asentadas en
Zacatecas consumen más agua que toda la población zacatecana (1
millón 528.247 personas).
"De ese tamaño es el impacto
en cuanto al saqueo del recurso hídrico", añade Guzmán.
Esto sin contar con los grandes
volúmenes de agua contaminada que deja a su paso la industria
minera. Cifras oficiales muestran que en 2014, el volumen de agua
contaminado por la minería alcanzó los 213,5 millones de metros
cúbicos. Es decir, que la industria minera contamina
prácticamente la mitad del agua que consume.
En 2014, una minera filial de Grupo
México derramó 40 millones de metros cúbicos de sulfato de
cobre y metales pesados en los ríos
Sonora y Bacanuchi, afectando a más de 22.000 personas en siete
municipios. Un ecocidio, considerado el "desastre
ambiental más grave de la minería en México", cuyas
sanciones económicas representaron apenas el 0,1% de las utilidades
anuales de Grupo México. Una multa poco significativa para la
empresa frente a la magnitud del desastre.
En meses recientes, el relator de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre manejo de sustancias
tóxicas, Baskut Tuncak, calificó el caso como un "ejemplo
descarado y flagrante de impunidad", luego de que Grupo
México, la empresa minera más grande del país, evadió su
responsabilidad en la remediación del desastre, con la complacencia
del gobierno.
Tan sólo en 2018, otros dos
derrames de sustancias tóxicas a manos de mineras han provocado
importantes afectaciones sobre cuerpos de agua en zonas desérticas,
donde el acceso al líquido es una preocupación constante para
millones de personas. Uno ocurrió en marzo pasado, en el estado de
Durango, donde una mina derramó 200 litros de cianuro en el Río
Paxtla. El otro ocurrió en junio, cuando un derrumbe en una presa
de jales mineros (polvo muy fino de roca molida con minerales que
pueden disolverse en el aire y el agua) provocó un derrame de
metales pesados en el río Fuerte, en Chihuahua.
Un peligro para los ecosistemas
De ahí que las bajas sanciones,
laxa regulación y falta de aplicación de la ley, han provocado
que las afectaciones ambientales de la minería llegaran hasta
reservas ecológicas, ya que de manera ilegal, existen al menos 74
proyectos mineros dentro de Áreas Naturales Protegidas en todo el
país. Esto, según hallazgos del estudio 'Las
actividades extractivas en México: minería e hidrocarburos hacia el
fin del sexenio 2017', realizado por la organización civil
Fundar, Centro de Análisis e Investigación.
En México existen cerca de 64,5
millones de hectáreas de bosques y selvas, de las cuales, el 22,5%
se encuentra concesionado o asignado para el desarrollo de
actividades mineras.
"Es alarmante encontrar que las
concesiones mineras tocan al menos a 42% de núcleos agrarios
forestales y que hay estados en los que más del 50% de los
bosques de propiedad social están concesionados", señala
un
informe sobre el impacto de la minería en los bosques,
desarrollado por el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura
Sostenible.
De 2003 a 2016, México ha perdido 10
billones 647.396 millones de pesos (564.700 millones de dólares)
por "agotamiento y degradación ambiental", según
datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). De
estos, casi el 17,64% corresponden a la minería,
equivalentes a 1 billón 878.949 pesos (98.287 millones de dólares).
En el mismo periodo, el valor de la
producción minera en México fue de 2 billones 917.200 millones
de pesos (152.598 millones de dólares), según los datos más
recientes del Anuario
Estadístico de Minería Mexicana.
Esto significa que las pérdidas
ambientales que deja en México el sector minero son
equivalentes al 64,4% del valor total de la producción. Por
ello, se puede afirmar que la minería es uno de los sectores de la
economía que deja más pérdidas económicas por daños ambientales,
a pesar de contribuir con el 4% del Producto Interno Bruto del país,
según cifras oficiales.
Esto, sin tomar en cuenta las
afectaciones que genera por el uso y contaminación del agua,
ya que los indicadores con los que INEGI no consideran este fenómeno
a la hora de calcular los costos ambientales de la minería, por lo
que el impacto ambiental sería todavía mayor.
De este modo, la industria minera se
ha convertido en un problema para los ecosistemas que dependen de
ejidos y comunidades rurales, que luchan frente a los embates de una
industria depredadora.
Al igual que ocurre en Salaverna, los
estragos de la minería han ocasionado una serie de conflictos en
todo el país, incluyendo condiciones de trabajo precarias y una
serie de asesinatos cometidos contra opositores a proyectos mineros
de gran escala. De todos estos temas, hablaremos en una próxima
entrega.
Tener riquezas en el subsuelo puede ser la mayor desgracia. A una escala mayor, es lo que ha pasado a Libia, sin ir más lejos.
ResponderEliminarY aún hay quien cree que los gobiernos son los que toman las decisiones.
Insoportable.
Y cuando las toman, ya se sabe lo que ocurre si no son del agrado de las corporaciones.
EliminarEste hombre es admirable. Eso si es ser valiente.
ResponderEliminarCierto. Lo malo es que, por cada persona como él hay millones dispuestas a trabajar para Slim (gobernantes incluidos).
EliminarQuijotes siempre hay. Guerras han ganado. Pero los que no somo héroes nos tenemos que juntar y reunir en mesnadas para hacer entre todos fuerza. Lo que sucede en los pueblos no tiene nombre, es el sumun de la acumulación por despojo. En Galicia se han despoblado más de 8000 aldeas en 20 años. Y como Galicia el resto parecido. Al final es una cuestión de oportunidades y posibilidades. Cualquier día nos quitan el aire.
ResponderEliminarSalud!
El aire (el respirable) también es un bien escaso y solo al alcance de quienes pueden vivir en lugares privilegiados.
EliminarSalud!