"O" de oligarquía |
Hace
poco tiempo el pueblo griego dijo que no quería formar parte de una Unión
Europea que la chantajeaba, maltrataba y gobernaba con mano de hierro. No hace
falta desplegar a los ejércitos para doblegar a un país y humillarlo.
Desempleo, pobreza, hambre y asfixia económica son razones suficientes como
para no querer andar por el camino que marca la élite europea, que baila al son
del gobierno alemán y las grandes instituciones económicas europeas y
mundiales. El descontento de la población fue capitalizado por la izquierda de
Syriza pero también por los fascistas de Amanecer Dorado, que con un discurso
simple pero muy efectivo atrajo a muchos de los que se sienten perdedores en un
sistema que les condena a los márgenes. La extrema derecha crece también en
otros países, alimentada por esa Europa que traiciona sus principios
fundacionales de justicia, solidaridad y democracia.
Hay
razones suficientes para no formar parte de esa Unión. Los británicos han
escogido las más mezquinas. La ultraderecha rancia y burda de Farage ha
conseguido imponer su narrativa. Hace unos años un video de Farage criticando a
la Unión Europea se convirtió en viral, retuiteado y compartido en Facebook
hasta por personas que supuestamente son votantes de la izquierda. Esta
narrativa es suficientemente potente como seducir hasta a aquellos que creen
que no votarían nunca a un partido fascista. Gran parte de la clase trabajadora
británica ha votado por salir de la Unión Europea. No son [todos] fascistas ni
racistas ni tontos del culo, son gente maltratada por el sistema, desempleada,
que vive una vida tan miserable que los cantos de sirena de los fascistas les
suena a música celestial, esa que les dice que de esta manera van a recuperar
el esplendor de antaño, la fuerza y la potencia de un imperio que se levanta
orgullosa por encima del resto de naciones.
Sí,
los hay racistas, fascistas e ignorantes pero categorizarles de esta manera
evita que señalemos el contexto político, social y económico como principal
responsable. Y este contexto tiene que ver fundamentalmente con los gobiernos
británicos y, también, con los burócratas de Bruselas. Aunque el Reino Unido no
es Grecia. Es un país privilegiado, una de las grandes potencias económicas del
mundo, que se escucha y se valora entre la élite europea. Tanto como para
condicionar muchas de sus decisiones políticas y económicas. A Grecia no se la
escuchó. Se le dijo lo que tenían que hacer y punto. Aun así el pueblo
británico sufre la misma alienación, la misma degradación social y el deterioro
constante de los servicios públicos no ya que el pueblo griego sino que el
resto de pueblos europeos. En este sentido el capitalismo depredador es la
receta que se aplica en todos ellos. La miopía política de los votantes del
brexit pasa por considerar que ellos solos saldrán de esto, como si sus futuros
gobiernos fueran a aplicar otras políticas económicas diferentes.
Europa
es en estos momentos la fuerza centrífuga capaz de expulsar a cada uno de sus
miembros, si pudieran dar su opinión. Esa que mientras habla de justicia,
solidaridad y democracia, retiene en campos de concentración a miles de
refugiados en el corazón de Europa, les dispara impunemente en sus fronteras o
permite que mueran ahogados en sus mares. La misma que permitió que varios
países europeos maltrataran a la población gitana y les condenara a vivir en
guetos, alejados del resto de la población. La misma que ha tolerado discursos
del odio que criminalizan al diferente y le culpan de los grandes males de las
sociedades europeas. La misma que ha participado en guerras fuera de sus
fronteras que han provocado la muerte de miles de personas o que apoya y colabora
con países que violan los derechos humanos como Arabia Saudí o Israel. La misma
que se ha situado al lado de los bancos y de las entidades financieras sin
importarles los efectos desastrosos que ha provocado en las vidas de las
personas a las que dicen que representan.
El
rechazo a esa Europa depredadora es de sentido común. El adiós del Reino Unido
tiene el punto de mira desviado porque no es un adiós dirigido a modificar la
situación precaria de la clase trabajadora británica y europea sino a quedarse
solos, con la absurda esperanza de que de esta manera sus condiciones de vida
mejorarán. Se equivocan al poner el acento en las personas, las que llegan a
sus barrios buscando trabajo y una vida más digna que la que sufrían en sus
países de origen. Es precisamente con ellas con las que hay que crear lazos,
con las que hay que organizarse para configurar bloques de resistencia frente a
este sistema. Farage, Johnson y compañía forman parte del mismo problema que
ahora dicen rechazar. Son los que continuarán con las mismas políticas que les
hacen sentirse perdedores y en los márgenes. Es una [des]esperanza, un burdo
cuento cuyo final ya conocemos. Esta es la tristeza que me provoca el adiós del
Reino Unido.
Amarga coincidencia con lo que se dice aquí. habrá que seguir, con nuestros limitados medios, haciendo pedagogía. ¡Bien clara está la estrategia destructiva de la clase dominante para sobrevivir, dejando (mal)vivir únicamente a los servidores que vaya necesitando! De todos modos, hablando de ese "desastre para Europa", dentro o fuera van a hacer lo mismo. ¿O no nos acordamos de la facilidad con que obviaron el fracaso de la "Constitución Europea"?
ResponderEliminarMientras el único e imperante fin siga siendo, por encima de todo y de todos, la rentabilidad del capital, todo "cambio" y toda constitución estarán supeditados a hacer prevalecer dicho fin.
EliminarPues muy cierto. Es además aplicable al resto de acciones realizadas por los demás pueblos adoctrinados, son manipulados por la élite para, desde el egoísmo, poder seguir siendo manipulados.
ResponderEliminarSalud!
Hoy en día, las Sturmabteilung tienen sus cuarteles en los medios de incomunicación, y nos invaden tan pronto en nombre de la paz como de los DDHH o el "estado del bienestar".
EliminarSalud!