En un largo e impresionante currículum, el estudio sobre la
tortura no ha sido un trabajo más para Paco Etxeberria. Lo explica con el rigor
científico que le caracteriza, pero a la vez con una mirada muy humanista; en
primer plano, siempre las víctimas.
Empiezo por donde usted comenzó la presentación; dijo que ha
sido su trabajo más duro. Conociendo su currículum, es una afirmación
relevante. ¿Duro por el número de casos, por la cantidad, o duro por la esencia
de los hechos?
Es mi trabajo más difícil porque es el más sensible de todos,
y también porque recoge información de un periodo muy largo, desde mi propia
generación a la actualidad. Y cada caso es muy duro. Si en vez de 4.000
hubieran sido 1.500, haría la misma reflexión. Cada caso analizado
individualmente ha sido muy duro; preguntar a personas mayores, o no tanto,
grabarlo en vídeo y demás cosas a mí me ha supuesto una afectación.
¿Cómo lo cuentan esas personas que han sufrido la tortura?
Vienen pensando que es cosa de un par de minutos, una especie
de test, y se sorprenden cuando nos alargamos a la hora de explicar cosas y
responder a preguntas que igual no se esperan. Hay personas cuyo relato parece
que se agota en cinco minutos, porque lo que hacen es reducirlo, simplificarlo.
Esto se sabe perfectamente en la intervención forense en materia de víctimas;
vienen con una idea pensada, que no inventada, para que sea explicable hacen un
esfuerzo por resumirlo. Pero como es una entrevista dirigida por una persona
que sabe hacer una entrevista siquiátrica, tú te vas dando cuenta de cuáles son
los aspectos que esa persona quiere pasar por encima y ahí hay que andar con
cuidado para no revictimizar. Cuando viene una persona y dice ‘me hicieron el
quirófano y ya prefiero hablar de otra cosa’, y tú le dices ‘no, explícame cómo
ha sido, ¿cuántas veces? ¿cuánto tiempo pasó entre una y otra?’, pues ahí se
producen situaciones de una emoción... La mayoría de esos testimonios acaban
llorando. Y es que no hay palabras para explicarlo correctamente.
¿Por ejemplo?
Una mujer, después de explicarme todo lo que le habían hecho,
que era muy horroroso, me decía luego: ‘lo peor eran las humillaciones’. ¿Y por
qué? Pues porque las humillaciones son lo que se le ha quedado grabado en el
cerebro, son eso por lo que se despierta algunas noches. Los tortazos no le
dejan dolor hoy, pero las humillaciones sí. Y lo que eso significa para esa
mujer probablemente es incomprensible para el resto...
Entiendo por tanto que ¿solo les cuentan una pequeña parte de
todo lo que les pasó?
Sí. No nos podemos hacer una idea. En perspectiva forense, en
estos casos hay que tener en cuenta la simulación y la disimulación. La gente
puede simular cosas, acrecentarlas. Por ejemplo, cuando dicen ‘me estuvieron
pegando toda la noche’, tú les dices ‘no puede ser, si te pegan toda la noche
te habrías muerto’. Es una manera de contarlo, porque esa vivencia de
interrogatorios toda una noche con golpes al principio, en el medio y al final
es tan poderosa... Y del mismo modo, hay cosas que se disimulan. Una mujer
decía ‘yo no me reconocía como mujer, porque no me pude cambiar de ropa en
siete días’. A quien lo oiga igual le parece una cosa menor, pero en la
vivencia de esa persona el asunto tiene muchísimo más fondo, más recorrido, y se
hace difícil profundizar ahí. O cuando te dicen que las desnudaron y se reían
de ellas, o cuando te explican el pánico que les provocaba oír ‘vamos a la
bañera’... ¿Cómo mides eso? Es muy difícil.
Fíjate hasta qué punto llega el estrés; hay quien sufre
alucinaciones y cree que es porque le han dado algún tipo de medicamento, pero
yo llego a la conclusión de que no ha sido así, de que es por el estrés.
Alucinaciones como escuchar voces de personas que no existen –por ejemplo el
aitona que ya se murió– o como pensar que las paredes se mueven –que aparece en
varios casos– o notar que puedes meter la mano por la pared. Eso es fruto del
estrés al que se llega.
Por cierto, lo que nos han dicho algunas personas coincide
totalmente con lo que dijeron en su momento, por ejemplo en los antiguos
archivos de audio de Eva Forest que se han rescatado y digitalizado. Cuando
ahora han vuelto a hablar, el testimonio coincide plenamente.
¿Esas personas saben por qué las torturaron? ¿Qué objetivos
perciben, aparte del de sacarles información?
Seguramente sigue existiendo una mezcla entre infligir un
castigo y sacarles información. Pero siempre me sorprenden casos como las
personas que te dicen que antes de empezar a hablar ya les hicieron la bañera.
A los interrogatorios ya iban totalmente dominados. Esto se hacía en otro
tiempo. Luego hay gente con la que en el segundo o tercer día se han dado
cuenta de que no tienen nada que ver con el asunto e incluso les han pedido disculpas
entre comillas, con frases como ‘tampoco te hemos tratado tan mal’. Y esas
personas, que no tienen una militancia, ni siquiera se pueden creer lo que les
ha pasado...
¿Cómo se sienten después de contarlo? ¿Es reparador?
Sí, es reparador. Algunos luego nos han escrito para decirnos
que han superado un poco la situación, aunque el trance siempre es incómodo;
primero decidirlo, luego venir, que tú les preguntes y repreguntes... Nos
agradecen a nosotros y al Gobierno Vasco que esto haya sido posible. Cuando ya
llegamos al final en la recogida de testimonios, una de las preguntas que les
hacemos es ‘¿qué piensas que van a decir las personas que no creen en esto, que
tradicionalmente han dicho que es un invento?», y ellas terminan diciendo
‘bueno, es su problema, yo he contado lo que he vivido, me da igual’.
Otro punto importante es que luego desde el Gobierno Vasco se
les ha enviado el testimonio. Y para esas personas es relevante que vayan a su
casa y en el buzón tengan una carta con un membrete del Gobierno Vasco en el
que les digan que tienen derecho a rectificar lo que quieran, o darse de baja
incluso... En muchos de esos casos, la persona ha reunido a los hijos y les ha
puesto el DVD, porque ahí hay algo que nunca les han querido o podido contar, y
esos hijos han quedado conmovidos. Me he encontrado en la calle a hijos que me
han dado las gracias porque siempre habían sabido algo de sus padres pero nunca
se habían atrevido a preguntar. Ahora ha existido la oportunidad de sacarlo
todo.
La tortura no era algo extraño para Paco Etxeberria, usted
sabía de algunos casos desde los años 80 cuando era forense en Gipuzkoa. Pero
¿hay cosas que todavía le han sorprendido, hay descubrimientos?
Que sean miles de casos, eso no me sorprende. Hay gente que
dice que una persona torturada es aquella que, habiéndolo sufrido, luego logra
probarlo con sentencia firme del Tribunal Supremo, y que si no, no es un
torturado. Bueno, pues entonces con Franco no se torturó a nadie, porque no hay
una sola sentencia que lo pueda acreditar. Entonces me dicen ‘bueno, no es lo
mismo una dictadura que una democracia’. ¿Qué pasa? Que la tortura es el crimen
mejor escondido, por la forma en que se produce. Hacer un ejercicio de
demostración sobre la tortura es lo más difícil.
En mi recorrido personal tengo certidumbres. Mi profesor de
Medicina Forense ya explicaba que fue torturado, y del mismo modo he tenido
alumnos en la facultad de Medicina que fueron detenidos y torturados. Es algo
que me he encontrado por tanto, por arriba y por abajo, sin ir a buscarlo. Y en
el País Vasco, de esto sabemos todos bastante; hasta me resulta un poco raro
que alguien diga que no ha conocido un caso cercano. Entonces, que sean miles
de casos a mí no me ha sorprendido.
Lo que sí me puede sorprender es que haya personas que aún
tengan sus dudas, por falta de confianza en mí, en la Universidad, en el
Gobierno Vasco... Por ejemplo, veo que viene una persona y me cuenta su caso y
me dicen que eran cinco en el grupo y que tuvieron un recorrido parecido; ¿y
dónde están los otros cuatro entonces? porque no han venido, o alguno ha venido
un año después... eso sí me sorprende. También me sorprende que en instancias
como sindicatos se queden pensando cuando les pides información; ¡fíjate si han
sido perseguidos los sindicalistas aquí y no tomaron nota de ello, no lo
recuerdan! Hay gente torturada que no tiene ni medio papel en casa y tiene que
decirle al abogado que lo busque en archivos inmensos. A menudo esos papeles se
destruyeron por miedo; hablo de partes de baja, el certificado del médico del
pueblo...
Algo que me ha sorprendido, pero esta vez positivamente, es
que aquí en los años 80 unos médicos constituyeron un grupo contra la tortura.
Trabajaron muy a escondidas y habilitaron un sistema para atender a los
torturados, a muchos detenidos que quedaban en libertad sin ninguna
acusación... Fue a raíz de la muerte de Joxe Arregi y de Esteban Muruetagoiena.
Por supuesto no era una asociación reglada, no se podía, se llevó todo con
mucha precaución. Pero lograron trabajar de modo asistencial y hemos podido
acceder a toda esa información, que estaba guardada en algunos sitios y que nos
han facilitado porque han creído en la bondad de este trabajo. Ves esa
documentación y compruebas cómo para proteger a la víctima tuvieron que poner
cosas genéricas como «mujer, administrativa, de 23 años» y sus iniciales.
Y la gente más joven del equipo de investigación, que quizás
no ha conocido siquiera la tortura en Euskal Herria, ¿cómo lo ha vivido?
Muy duro, muy duro. Terrible.
¿Les ha costado creerlo?
Hay gente que ha acabado ahora la carrera de Criminología, no
tienen ni 22 años, alumnos buenos que nos han ayudado mucho. Cuando yo iba con
uno o dos a hablar con una persona torturada, luego les preguntaba ‘¿créeis que
ha dicho la verdad o que nos ha engañado de arriba a abajo?’. Y me decían ‘no,
nos lo hemos creído de arriba a abajo’. Han quedado conmovidos por la
situación, medida a título individual. Y esos jóvenes ahora están en
condiciones de reemplazarnos a nosotros para trabajar esto desde la centralidad
de la víctima, que me parece muy importante, porque aquí hablamos de víctimas,
no de victimarios, esto no es una instancia de Justicia.
Ellos no tenían esa experiencia y captan inmediatamente que
lo que ha pasado es algo absolutamente intolerable. Antes no, pero en la
sociedad actual a los 20 años son plenamente conscientes de sus derechos, de
que no puede venir un policía y pegarles unas tortas, ¡y aquí ha pasado mucho
más! Culturalmente todos cada vez toleramos menos esto, aunque el recorrido
haya sido muy lento y en eso tenemos la culpa todos. ¡Que no, que esto no puede
ser, no puede ser! Cuando yo les digo a estos alumnos que en el colegio en que
yo estudiaba daban tortazos los frailes... y seguro que era uno de los mejores
colegios a los que mis padres me podían mandar. Ahora todo eso ya no se tolera,
sería un escándalo.
«A escala individual, todas las autoridades te dicen que esto
ha sido así, pero luego...»
En la presentación dijo que al hacer este trabajo ninguna de
las instancias con las que se han cruzado lo han visto negativo o inadecuado.
Entonces, ¿por qué ahora sí se les trasladan críticas públicas? PSE, PP,
sindicatos policiales...
Pues porque esto produce una incomodidad a todos. Y yo me
incluyo. A todos. Y todos quiere decir, por ejemplo, mi propia universidad.
¿Hicimos lo suficiente? No lo sé. Al final, el informe traslada críticas a las
autoridades, a los aparatos judiciales, quizás también a los medios de
comunicación... No todos los medios han querido hablar lo suficiente, o bien
han dicho ‘todavía no’, o ‘ya veremos’... Por eso la incomodidad alcanza a
muchas personas. Pero cuando diseñamos el proyecto yo no me encontré con que
nadie se enfadara. Cuando se habla a escala individual con las autoridades,
sean las que sean, todas te dicen que efectivamente ha sido así, pero sin
embargo luego sale un discurso que parece redactado por una maquinaria distinta
y que introduce otros parámetros: ‘no ha sido para tanto’, ‘no hay que ser
equidistantes’... Y la tortura ha afectado a muchos: directores de cine,
cirujanos, profesores de universidad, sacerdotes, gente de banca,
sindicalistas, gente que no tenía nada que ver y se vio afectada en un tiempo
en que había muchas detenciones...
Con la enorme afección humana que tiene la tortura, el número
altísimo de casos y lo pequeño que es este país, ¿cómo es posible que todo esto
haya sido tan negado, ocultado, silenciado...? ¿No es lo más sorprendente?
¡Es que no ha estado silenciado! Este tema aparece todos los
años de una y otra forma. Lo que faltaba era configurar un censo, y además no
solo bastaba hacer una lista, sino que había que poner un nivel de prueba a
cada caso. ¿Y todo esto para qué? Primero para evaluar la dimensión. Y luego
para aplicar las medidas de prevención y de reconocimiento que sean necesarias.
Ese era el encargo y hemos llegado adonde hemos podido. Pero aún viene gente a
decirnos que a ver si puede contarlo, porque hace un año o seis meses estaba en
duda...
Y a quien aún diga que no tenemos pruebas... Oiga, aparte de
los testimonios, hay 26.000 documentos, nunca se había logrado tanto. Y eso ha
ocurrido porque se ha producido una confianza. Imagine que ponemos en marcha
este trabajo y no se genera esa confianza y lo acabamos con 47 casos de
torturados, los que tienen sentencia y un puñado más. Hubiera sido tremendo.
Usted viene de los 80 en Gipuzkoa, cuando se quemó el coche
de un forense por señalar torturas. Luego se ha perseguido judicialmente a
quienes las denunciaban. Hay una estrategia de presión continua hacia quienes
investigan esto. ¿Ha sentido miedo o preocupación al hacer este trabajo?
No. Yo me siento orgulloso de haber podido contribuir en este
apartado concreto del Plan de Paz. A todos nos toca hacer algo. No he tenido
preocupación sobre eso. Sí sobre otras cosas, del estilo de cómo trasladar toda
la información a un informe. Ese informe puede tener 60 páginas, 600 o 6.000.
Puedes orientarlo de una manera o de otra. Y con eso te puedes equivocar. Esa
ha sido la gran preocupación de estos meses.
Y luego, ¿por qué seleccionas un ejemplo y no otro? Por
ejemplo, aquí no desarrollamos el caso de Esteban Muruetagoiena, pero daría
para un informe entero tan voluminoso como este. Un hombre que es médico, que
muere no en sede policial sino a los días de quedar en libertad tras casi diez
días de incomunicación, con un informe de autopsia que dice que tenía los
tímpanos rotos, ¿y por qué tenía los tímpanos rotos?... eso pasa hoy y habría
habido más escándalo, pero entonces no [1982]. O las fotos de Amparo Arangoa,
que se afirma oficialmente que tenía un problema nefrológico, ¡no, tenía buena
salud, el problema renal se le suscita por las palizas que recibió! O Tasio
Erkizia, que cuando le detienen por primera vez es sacerdote, a las 48 horas lo
tienen que hospitalizar y casi se muere, está en la UVI mes y pico ¿tú sabes lo
que es eso?, y se señaló también que tenía un problema nefrológico... Ahora
coges el informe médico y se lo puedes pasar a un especialista de Holanda o de
Japón y que diga qué le parece. Eso ha sido lo difícil. Miedo no he tenido, y
presión tampoco, yo creo que en este momento ya no existe eso.
También me preocupa que el caso individual se diluya. Hemos
recogido muchos datos y me inquieta que alguien que por ejemplo ha buscado
insistentemente el certificado del médico del pueblo acabe diciendo «y yo, ¿dónde
estoy ahí?».
«De la reunión con la Ertzaintza yo salí emocionado»
ELA-Ertzaintza ha revelado que el mismo lunes en que se hizo
público el informe usted y Jonan Fernández estuvieron en Oiartzun
presentándoselo también a la Ertzaintza. ¿Cuál era el objetivo y cómo fue la
reunión?
¿Quién lo ha dicho? ¿ELA? Sí, es verdad. Fue esa misma tarde.
Me pareció una reunión extraordinaria. Cuando tú explicas todo esto
internamente a gente que tiene una responsabilidad en la Ertzaintza y lo
primero que dicen algunos de los allí presentes es ‘¿cómo podemos ayudaros a
que esto que habéis hecho sirva para que no vuelva a ocurrir absolutamente
nunca un caso equivalente?’ o te dicen ‘¿cómo podemos mejorar lo que nos
toca?’... Pues esa fue la primera reflexión y yo salí emocionado de la reunión.
Es cierto que también hubo otros comentarios, como la diferenciación entre
torturas y malos tratos. Pero la primera reflexión fue exactamente esa. Y a mí
eso me sitúa en que estamos en el siglo XXI y que culturalmente es una situación
diferente a la que hemos vivido antes. Cuando acabó la reunión se levantaron un
montón de agentes y nos dijeron: «Felicidades, esto era necesario».
Diría que mi auténtico descanso en este proyecto ha sido al
final de ese lunes, por la noche, cuando salí de esa reunión. Quizás iba
pensando que podía haber malos entendidos, que se podía complicar todo... y no
ocurrió así. Y en el fondo es lo que yo esperaba, encontrar ese discurso que en
otro tiempo ha faltado, cuando había políticos que ante sentencias confirmadas
incluso por el Tribunal Supremo salían a hacer ejercicios de encubrimiento. Por
eso en el informe he puesto una frase de Joaquín Navarro Estevan, el que fue
juez decano de San Sebastián: «La existencia de torturas es obvia. Hay que
partir de la realidad de que se cometen torturas para erradicarlas plena y
efectivamente. Pretender ignorar esa realidad es contribuir a su
consolidación». Es decir, supone ser un encubridor. ¡Es que esto lo dice un
juez!
¿Tienen en mente o ven factible hacer una reunión similar con
la Guardia Civil o la Policía española, que son los responsables de más casos
de este informe? ¿Es posible emplazar también a instancias de Madrid?
Yo no tengo ningún apuro para hacerlo. Empiezo por otra
cuestión: sé que tengo que aceptar todas las críticas que se hagan a este
informe, son necesarias y son pertinentes, van a servir para mejorar este
trabajo, bienvenidas sean. Y si esto hay que presentarlo en cualquier otro
sitio, no tengo ningún problema. Ningún problema en ir a decir los resultados
que nos han salido y también lo que pensamos. Y lo que nos ha salido es que
miles de ciudadanos de la Comunidad Autónoma del País Vasco, porque aquí no se
incluye a Navarra, han dicho a lo largo del tiempo todo esto.
Amnistía Internacional suele decir que la humanidad se divide
al 50% entre los que no se lo quieren creer y los que no se lo pueden creer, y
que entre unos y otros no dejan margen... pues habrá que darse cuenta de que si
no se reconocen las cosas, no se pueden superar nunca. Cómo se produce ese
reconocimiento ya es algo que dependerá de las autoridades, pero yo tengo toda
la impresión de que hacerlo es perfectamente posible.
Acabamos, ¿para qué debe servir este trabajo?
Tiene que servir para reconocer los hechos, globalmente
hablando y yo no sé si individualmente también. Eso habrá que gestionarlo a
través de una reglamentación o una ley; ahí está la de Ley de Víctimas de 2016,
que ha sido recurrida ante el Constitucional y que es un tema a resolver. Y
culturalmente, tiene que servir para que nos demos cuenta de que no soportamos
esto, de que no puede ser. Yo conozco un montón de gente en la Policía que
trabaja mucho y honradamente, y tiene que hacerse imposible que alguien se
desvíe de lo correcto.
DOCUMENTOS ADJUNTOS
- Proyecto de investigación de la tortura y malos tratos en
el País Vasco entre 1960-2014 (informe final) (PDF - 8.6 MB)
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Yo tengo al menos dos testimonios de torturas, de segunda mano. De la dictadura. Después solo sé lo que se ha contado.
ResponderEliminarDe primera mano, no, porque aunque una vez pasé fugazmente por los sótanos de la DGS, no me tocaron.
En uno de los casos, un veterano militante del PCE fue torturado durante cuarenta días. Llegaron a colgarlo de una puerta por el pelo, aprovechando que tenía melena. Contaba que el día más feliz de su vida fue cuando finalmente ingresó en prisión. Ahora, si vive, es muy mayor. Le he perdido la pista desde hace algún tiempo, y bien que lo siento.
El otro testimonio es de un amigo que pasó por los sótanos aquellos y quedó allí unos días. Le echaron literalmente el guante por coger del suelo un panfleto. Lo libró su juventud.
Los torturadores estaban borrachos, seguramente para vencer cualquier escrúpulo. Cuando iban a ponerle la mano encima uno de los policías dijo: ¿pero no véis que es un niño? Eso lo salvó. Pero cuenta como volvían algunos, destrozados, con la cara irreconocible.
Pese a ello, cuenta mi informante, que ni era ni es militante de ningún partido, aún tenían valor para cantar La Internacional en las celdas...
Yo también fui "huésped" de la temible DGS, así como de la comisaría ubicada en Rafaél Calvo y de la prisión de Carabanchel (2 veces). Una experiencia muy común entre cualquiera que transgrediera los asfixiantes límites impuestos por la dictadura.
EliminarUn saludo.
ResponderEliminarInteresante hilo en Tweeter.
https://twitter.com/jonathanmartinz/status/950305828149526529
Sobre el siguiente artículo que se también se puede enlazar desde allí y que aquí pongo
https://www.kamchatka.es/caso-almeria
Saludos, Itxu. He incluido los enlaces al final de la publicación.
EliminarEskerrik asko!!
Por favor, nuestra jemplar policía con su incólume reputación nunca ha torturado y nunca torturará, porque sus sólidos valores democráticos y una vocación ejemplar de servicio a la ciudadanía y amor a su pueblo se lo impide. A demás no sale en las noticias.
ResponderEliminarEl informe se queda muy corto y no analiza a fondo las muertes en custodia ni los CIES. No creo que llegue a denunciar ni el 10% de las torturas, por muy horroroso que parezca.
Salud!