Entrevista de Josep Casulleras Nualart a Jordi Borrás,
fotoperiodista que acaba de publicar ‘Dies que duraran anys’ (Ara Llibres).
[También en catalán en kaosenlared]
Jordi Borràs hacía prácticamente dos años que se había alejado de
cualquier manifestación españolista, por la imposibilidad de poderlas
fotografiar ni explicar con normalidad; por las numerosas amenazas que había
recibido de individuos y organizaciones de extrema derecha, las mismas que él
se ha encargado de denunciar durante años. Pero a raíz del referéndum del 1-O y
de la posterior proclamación de la República, se ha tenido que aproximar de
nuevo y ha acabado recogiendo decenas y decenas de casos de agresiones y de
amenazas en el informe ‘En nombre de España‘, publicado en el anuario
Mèdia.cat. Es la cara B del libro ‘Dies que duraran anys‘, que hoy sale a la
venta. Es una compilación de fotografías de los momentos más intensos y
decisivos que arrancan en el parlamento en el pleno del 6 y el 7 de septiembre
y acaban en la manifestación del 7 de diciembre en Bruselas. Tres meses en qué
todo cambió. Borràs cuenta con la colaboración de más fotógrafos: Sergi
Alcázar, Oriol Clavera, Ramón Costa, Sira Esclasans, Ramon Ferrandis, Albert
Garcia, Santi Iglesias, Míriam Lázaro, Carles Palacio y Carles Ribas. Y de los
textos de un grupo de jóvenes escritores que son de su generación: Anna
Ballbona, Jenn Díaz, Marina Espasa, Natza Farré, Albert Forns, Raül
Garrigasait, Jordi Lara, Adrià Pujol, Gemma Ruiz y Joan Todó. Una generación
que tendrá que saber si acaba leyendo este libro con ojos de nostalgia o como
una demostración de que la revuelta es posible.
—’Días que durarán años’ y
‘En nombre de España’: cara y cruz.
—Va bien para contrastar el ambiente que se respira en las
manifestaciones españolistas con el de las independentistas. Incluso en las
manifestaciones por los presos se respira una cierta simpatía, una alegría y
una esperanza. Las manifestaciones españolistas son todo el contrario: el
ambiente es terrorífico, da miedo. A mí me da miedo. Y en estos meses también
se ha visto. La agresividad contenida que hay en las manifestaciones
españolistas denota qué ha pasado con la violencia.
foto de Jordi Borrás |
—Decís en el informe que
esta violencia españolista se ha hecho más transversal.
—La violencia era propia de los colectivos de extrema derecha.
Estos chasquidos de violencia ya pasaron en los años veinte del siglo XX, con
las primeras organizaciones de extrema derecha. Lo explica Carles Viñas:
aquellos militares que salían de capitanía e iban a cazar gente de la Unió
Catalanista, de Estat Català… En los años ochenta hubo un nuevo boom de esta
violencia, en general de sectores de cabezas rapadas neonazis. Pero en aquellos
casos quienes atacaban a alguien en nombre de la unidad de España eran
militantes de extrema derecha. Ahora por primera vez en nuestra historia
reciente, nos encontramos que esta violencia la emplea gente que no se puede
clasificar como activista de extrema derecha.
—Cómo quienes atacaron
Catalunya Ràdio.
—Por ejemplo. O algunos casos más que me he encontrado. Grababa
una agresión de miembros de extrema derecha a un vendedor ambulante y le dijo
en voz alta ‘esto es lo que defendéis’. Y una señora que pasaba por allá con
una bandera española le dio una hostia y le rompió el móvil. Yo no sé si
aquella persona vota Ciudadanos, el PSC o el PP, pero, como este caso, hay
muchísimos. Una de las cosas que explico en el informe es que hablando con
víctimas te das cuenta de que el perfil del agresor ha cambiado. Y hablando con
mozos también; yo les pregunto qué tipo de gente han podido detener, y me dicen
que no son activistas de extrema derecha como tal. Si tienen antecedentes
policiales, no tienen relación con su activismo político, sino de delincuencia
común. La violencia ha traspasado de la extrema derecha hacia un españolismo
más transversal.
—Decís que hay agresiones
cometidas por gente sin perfil agresivo.
—Hay varios casos del vecino de toda la vida. Un ejemplo: una
señora picando una cazuela, y el vecino de al lado de su sale a la calle, coge
un trozo de madera y lo lanza contra la ventana. En este caso hubo juicio y
condenaron al señor. Un caso más: tres personas de más de sesenta años, en el
barrio de Gràcia, llegan con taxi el día de la proclamación de la República.
Cuando uno sale gritando ‘viva la República’. El vecino de la casa de delante,
que tenía la bandera española colgada, baja y les pega a los tres. Uno más: un
hombre que sube a ver al vecino y lo amenaza de muerte porque repicaba la
cazuela. Y todavía un más, en Palamós: un hombre de setenta y cinco años que
picaba la cazuela el día que detuvieron a los Jordis… Salió al balcón. Y un
vecino del edificio de delante le tiró cinco disparos con una escopeta de perdigones
y lo hirió en el riñón. Este fue detenido mientras gritaba ‘catalufos de
mierda, os mataremos a todos’. No son gente de la extrema derecha; son tus
vecinos.
—¿Por qué lo hacen? ¿Se
sienten impunes?
—No lo olvidemos: el grito ‘a por ellos’ penetra en la sociedad
española. Es el visto bueno de la impunidad. Pero es más que esto; es una
actitud, la de ‘nosotros contra ellos’. No es una actitud de convivencia: es
todo el contrario, una actitud supremacista, del dominado y el dominador, del
sometido y la persona que somete. La mayoría de casos de agresiones pasan a
partir del 1-O. De los cien treinta y nueve documentados en noventa y cinco
días, ochenta pasan durante octubre. Y, de hecho, se condensan en tres días
concretos a partir del día 1: el día 8, el 12 y el 29 de octubre, las tres
grandes manifestaciones de Sociedad Civil Catalana; suman entre los tres
treinta y cuatro incidentes violentos, que incluyen agresiones, amenazas y
coacciones.
— ¿Fuisteis, a aquellas
manifestaciones?
—Fui a la del día 8. Tuve que trabajar desde un principal en la
Vía Laietana ante la comisaría. A pesar de ser en un piso, a mí me dijeron de
todo, me insultaron, me asediaron y sólo les faltó tirarme piedras. Y no soy el
único.
—Fueron manifestaciones más
grandes que en ocasiones anteriores. Y también fue mucha gente que no agredía.
—Es una realidad: quién realiza estas agresiones es una minoría.
Pero también me he encontrado con víctimas que me decían que primero unos les
fueron a pegar, y después otros fueron a poner paz de entrada, pero acababan
justificando la agresión: ‘Es que ibas con una camiseta con la estelada, a
quien se le ocurre; está claro, es que vais provocando.’ Es muy triste. Creo
que ha habido cierta frustración por parte del nacionalismo español por la
carencia de reacción de Madrid. Y esto ha hecho que haya habido chasquidos muy
concretos. Sociedad Civil Catalana hace estas manifestaciones después del mes
de septiembre, cuando organizaciones como Somatemps y Democracia Nacional
agitaron la calle. Por ejemplo, cuando fueron ante la sede de la ANC, se
pensaban que serían cuatro gatos y acabaron reuniendo más de quinientas
personas. Y hubo varios incidentes violentos. El día 30 de septiembre había
cinco mil personas que fueron hasta la plaza de Sant Jaume, donde hubo
incidentes graves. También hay esta carencia de liderazgo dentro del
españolismo.
—Qué hizo entonces Sociedad
Civil Catalana?
—Pues intentó canalizar aquellas manifestaciones y lo pasaron a
hacer ellos. ¿Qué problema tenían? Pues que el 8 de octubre, aparte de Sociedad
Civil Catalana, también convocaban la manifestación catorce organizaciones de
extrema derecha. Las manifestaciones más unitarias de la extrema derecha que yo
he visto estos últimos años no han sido en Madrid, sino en Barcelona este mes
de octubre pasado. Porque a pesar de no ser una manifestación propiamente de
extrema derecha resulta que tienes catorce organizaciones de extrema derecha
juntas y que están a mata-degüella.
foto de Jordi Borrás |
—Volvemos al día 1 de
octubre. Marta Torrecillas es agredida en un colegio electoral por unos cuántos
policías, arrastrada escaleras abajo, vejada. Habláis en el informe. Los medios
españoles la acusan de mentir sobre las heridas. Y recibe 5.000 mensajes de
WhatsApp, 3.000 de Telegram, 700 llamadas con insultos y amenazas de muerte…
—Y fue seguida y asediada, y con consecuencias para un negocio con
el cual se la había vinculado y que lleva su ex-compañero, que ha tenido que
cerrar la web por la cantidad de mensajes que había llegado a recibir y por el
acoso que había recibido el negocio. Y no es el único caso: está el de un mosso
de escuadra que ha recibido amenazas de muerte en la comisaría porque se hizo
una foto el día de la concentración en el Departamento de Economía. Alguien
filtró la identidad.
—Hay incidentes que fueron
causados por agentes de la policía española.
—Sí, es un hecho alarmante. Agentes de la policía española o de la
Guardia Civil. En tres de los casos, fuera de servicio. Un caso muy bestia, que
quedó prácticamente silenciado, es el que destapó Benet Íñigo de RAC-1. Un
grupo de policías españoles de paisano llegó a un bar del Born en un estado
bastante lamentable. Acabaron agrediendo un camarero italiano porque se
pensaban que hablaba catalán. Y cuando llegaron los Mossos los recibieron con
insultos catalanófobos. Y también está el caso de Calella, del día 2. Una de
las víctimas de aquellas agresiones me relata que un agente de los que salían
del hotel con zapatillas y con la porra extensible le pegaba diciéndole ‘fuera
de aquí, catalán’. Imaginemos que un mosso fuera de servicio pegara a alguien
diciéndole ‘fuera de aquí, español’. Habría ido a juicio.
—A Calella, fuisteis el día
2. En las fotografías del libro se percibe la enorme tensión que había.
—Cuando salieron los policías vestidos de paisano del hotel, sin
hacer caso de las indicaciones de los Mossos, un grupo de manifestantes se puso
delante, sin agredir, sin tocarlos, pero diciéndoles de todo. Y se pusieron muy
nerviosos, entraron en una furgoneta y uno de los agentes me cogió la cámara y
se la llevaba hacia adentro. Y con una impunidad brutal. Si me pudieron hacer
esto mientras los grababa Tv3, imagínate qué pudieron hacer la madrugada
anterior con nocturnidad.
—La fotografía de la
portada: escuela Diputació del Eixample. Allá la policía tuvo que irse.
—Me avisaron que iba la policía. La misma información llegó allá.
La gente se empezó a poner nerviosa y se movilizó. Llegaron a concentrar a
miles de personas ante el colegio en aquel tramo del Eixample, entre cruce y
cruce. Los antidisturbios bajaron, hubo la línea de choque, hasta que
desistieron por el volumen de gente que había, que hacía inviable una actuación
policial.
—El capítulo ‘Los más
aplaudidos’, dedicado a la gente mayor que fue a votar, pone los pelos de
punta.
—Aquel día me cayeron las lágrimas en dos momentos: primero,
cuando en la Escuela Industrial las urnas entraron dentro del colegio y hubo un
estallido de la energía contenida durante muchos días y muchas horas y todo el
mundo se abrazó. Y el segundo, cuando en la escuela Jujol de Gràcia vi a los
abuelos como entraban. Estaban emocionadísimos. Llegaba alguien con silla de
ruedas y encontrabas diez voluntarios que querían llevar la silla, la
solidaridad entre la gente… fue una cosa preciosa.
—Está la fotografía del
helicóptero. Aquel sonido constante de fondo, símbolo de la ocupación.
—Sí. Y recuerdo el día 10 de octubre, el de la declaración
frustrada, con un tipo de pugna de helicópteros en el parque de la Ciutadella,
uno de la policía española y otro de los Mossos. Y en palacio otro día
entrevistábamos a Jordi Turull, que nos explicaba que cuando salían al Pati
dels Tarongers tenían un helicóptero de la policía española encima. Y,
efectivamente, salimos al patio y nos lo encontramos. El concepto de la guerra
psicológica a través del helicóptero no es nuevo. Los Mossos también lo
hicieron durante muchos años: nosotros estamos aquí y te vigilamos.
—El libro arranca en pleno
del 6 y 7 de septiembre. Otra fotografía: Coscubiela, aplaudido por Cs, PSC y
PP.
—Ya hacía unas semanas que Coscubiela era vitoreado por los
diputados de Ciutadans y el PSC. Y aquel día hizo una intervención demagógica
del calibre de los peores tiempos de Ciudadanos. Y me parece que fue Carrizosa
o Arrimadas quienes se levantaron en primer lugar y el uno le dijo a la otra:
‘Ep, este es el momento’. Y se levantaron todos. Todos los del PSC, Ciutadans y
el PP, excepto Albiol, que se quedó sentado. Aquel hecho demuestra la
incapacidad de un discurso presuntamente de izquierdas que no ha querido
comprometerse cuando la revolución estaba en la calle.
—Y llegó el 20 de
septiembre. Anna Ballbona dice que aquel día ‘todo se despedaza’.
—Allí el estado español vio las orejas al lobo. E incluso el
gobierno de la Generalitat. Aquello es la demostración que quién pilotaba el
proceso era la gente. Y ni el ANC ni Òmnium no pudieron organizar ni controlar
lo que pasó allá. Que no pasó nada de lo que dijeron, de actos tumultuarios,
violentos… Y se ha hablado muy poco del hecho de que los coches de la Guardia
Civil que había allá estaban abiertos. ¡No sólo que había armas, sino que
estaban abiertos!
—Lo pudisteis ver?
—Sí, con mis ojos, cuando por la mañana un manifestante me dijo ‘¿escucha,
has visto esto?’, y me abrió la puerta del Patrol de la Guardia Civil. No me lo
podía creer. ¿El señor Enric Millo nos puede explicar qué hacían los coches de
la Guardia Civil con armas dentro? ¿Y qué intención tenía todo ello, cuando se
les ofreció varias veces meter los coches dentro del parking…? Esto te
demuestra la pretensión que tenía el estado español, frustrada porque no hubo
violencia. Y se la han tenido que inventar, con la excusa que los coches
acabaron aplastados. Pero no había voluntad de hacer daño a nadie. Todavía más;
estas fotografías demuestran que hubo la voluntad de hacer un cordón de
seguridad para hacer salir a quienes estaban dentro de la consejería.
—Y esta fotografía de
Sànchez y Cuixart, con esta mirada.
—Sí, tiene un aire premonitorio…
foto de Jordi Borrás |
—Y ante la sede de la CUP,
la policía española provocando.
—Los ánimos estaban muy encendidos. Fue una gran provocación,
intentaron asaltar la sede de la CUP. Pero todo el mundo veía muy claro que no
podía haber ni la más mínima excusa para legitimar la actuación violenta del
estado español ni para acusar al independentismo de violento. Estuvimos horas
allá, esperando, porque no tenían ninguna orden judicial. Y no llegó nunca,
aquella orden.
—Raül Garrigasait escribe,
en el capítulo de ‘La revuelta de los estudiantes’: ‘Las revueltas útiles son
el fermento del futuro; las fracasadas se esfuman dentro de una nube de
nostalgia.’ ¿Existe el peligro de que acabemos mirando este libro con
nostalgia?
—El movimiento independentista conseguirá que no sea así. Hay una
lucha por el poder, y las cuchilladas entre los partidos van que vuelan de
manera vergonzosa. Pero este libro es un recordatorio de que cuando ha habido
unidad popular y la voluntad popular de llevar una cosa hacia delante, esto ha
pasado por encima de todo. Incluso por encima de aquellos que teóricamente
pilotaban el referéndum. El 1-O se hizo, a pesar del gobierno español, e
incluso a pesar de las dinámicas de liderazgo del independentismo. El problema
es que más allá del 1-O no había nada planificado.
—Tenemos la fotografía de
las caras largas del día 27 en el Parlament una vez proclamada la República.
—En general creo que todos nos hemos sentido engañados. Pero no
hay remordimiento. No reprocharé nada a ninguno de los políticos que fueron
allá, porque lo han pagado con el precio más alto, que es la libertad. Pero de
todo esto, tenemos que aprender. Y si alguien se piensa que el independentismo
bajará, lo tiene claro. Lo hemos visto el 21-D. El 1-O es la demostración de
que somos capaces de hacer aquello que nos proponemos. Y lo conseguiremos, más
tarde o más temprano.
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José María Mena explica por qué son presos políticos
Esta claro que Borras habia dejado no solo militancia, sino mundo real. El fascismo “que da miedo” se enquisto en el futbol. Nunca he visto mas antidisturbios que en un madrid-atleti. La policia y en general las autoridades e instituciones alientan a estos grupos, los medios han sustituido noticiarios por copas. Solo era cuestion de tiempo que trascendiese a otros ambitos. Con este ambiente de degradacion y fractura social solo puede ir a mas. Malditos fascistas! Salud! Pablo Heraklio
ResponderEliminarPues para haber dejado el "mundo real" la realidad la capta muy bien, ¿no te parece?:
Eliminarhttps://jborras.cat/es/fotografia.html
Salud!