LA
HAINE - 14/12/2018
Le Monde aplaudía como
“un maravilloso estallido de libertad” las manifestaciones
de Libia. Ahora habla de un “inmundo levantamiento popular".
Un orden decadente es
reconocible por el asombro que se retrata en las caras de sus sumos
sacerdotes. Este sábado, el espectáculo no sólo estaba sólo en la
calle. También estaba en las
caras desconcertadas de la CNN, de Francia 2, y de casi todos los
medios audiovisuales. La estupidez y el asombro tiene una misma raíz
etimológica. Los trompetistas del “macronismo revolucionario”
han vuelto a sus viejas categorías, las categorías del viejo mundo.
Ahora titubean entre calificar de extrema derecha o de extrema
izquierda a los chalecos amarillos.
El viejo régimen está
buscando ansiosamente “representantes” o “portavoces”
presentables. Les gustaría un directorio con quien “negociar”.
Desesperados, buscan frenéticamente acuerdos con los líderes de los
partidos, los parlamentarios y, los sindicatos. Su esperanza es una
“salida a la crisis”. ¿Una moratoria sobre el impuesto al
diésel o quizás algo más? Es decir, están montando otra pantomima
más. Y todo esto mientras todo el sistema parecer estar en la ruina. En
esto están las élites. No quieren ver que el aplazamiento de los
impuestos no es ninguna solución. Que no hay más tiempo, que un
mundo entero se está desmoronando, que las instituciones se
encuentran atrapadas en un colapso porque los chalecos amarillas no
son un “movimiento social”: son un levantamiento popular.
Cuando la dominación se
acerca al punto de su derrocamiento, todas las instituciones del
régimen, y especialmente las del tutelaje simbólico, revelan una
profunda incomprensión de los acontecimientos: ¿no es el orden
establecido el mejor posible?
Los medios comunicación
han entrado en pánico manifestando en plena luz del día su odio el
levantamiento popular. Más aún, porque el movimiento ha llevado el
fuego donde nunca había estado y dónde siempre debería estar:
entre los ricos. Y probablemente muy pronto, entre sus sirvientes.
Se dice que el presidente
de la sociedad de la prensa descubrió horrorizado que “los chalecos
amarillos no son el resultado de activistas sino de personas comunes
y corrientes”. Los poderes de este tipo, los de la tiranía de los
propietarios y sus lacayos, siempre terminan en la estupefacción y
la estupidez: ¿nos odian tanto? se preguntan. La respuesta a sus
lamentos es SÍ, y por las mejores razones del mundo. Después de
décadas, ha llegado el momento de cobrarse tanta humillación.
Digámoslo ahora mismo, hay demasiados retrasos y por demasiado
tiempo.
Desde las huelgas de
1995, ha crecido la conciencia que los medios de comunicación son
vasallos al poder. Los medios han trabajado incansablemente para que
la población acepte un neoliberalismo que se profundiza cada vez más. Han puesto a la gente bajo una tensión insoportable, que solo
funciona con un intenso bombardeo de los espíritus, para después de
bombardear y gasear los cuerpos.
El Ministerio del
Interior ha hecho un favorable recuento, para el gobierno, de los
manifestantes movilizados. Todo para condenar las manifestaciones y
reprimir la protesta. La acusación de violencia muestra que la
situación se les está escapando.
Condenar la “violencia”
siempre ha sido la mejor manera de no entender nada. La ceguera
voluntaria de los poderosos, que califican la protesta como “violenta”, es el último reducto del orden neoliberal.
Cuando celebran el 14 de
julio de 1789 o conmemoran el Mayo del 68 lo hacen olvidando la
violencia de esos momentos y con una loca inconsistencia, intentan imponer una historia embalsamada, distanciada, desvitalizada y
privada de cualquier enseñanza concreta para el presente.
En cualquier caso, en un
panorama general de violencia, los medios de comunicación,
especialmente los medios audiovisuales, siempre muestran lo que les
conviene cuidando de dejar el resto invisible. Se proponen convencer de que se trata de una violencia incomprensible: El mal en estado puro.
La negación de la
violencia social es la forma suprema de violencia a la que Bourdieu
le dio el nombre de violencia simbólica. Para los medios de
comunicación las víctimas de la violencia institucional, debería
estar agradecidas a pesar que han sido denigradas y privadas
metódicamente de cualquier medio para resistir la violencia del
sistema.
Dado que todos los medios
institucionales han abandonado al pueblo, este no tienen más remedio
que someterse por completo o rebelarse. Ahora, cuando se rebelan son
tratados como aborrecibles, ilegítimos y antidemocráticos. Una
trampa perfecta.
Sin embargo, llega un
momento en que el terror simbólico ya no sirve, tampoco valen los
veredictos de legitimidad o ilegitimidad. El sufrimiento se
transforma químicamente en ira, en la misma proporción en que se lo ha negado. Entonces, todo puede pasar, y no debemos sorprendernos.
Nada se respeta cuando todo ha fallado; los diputados, los bancos,
las mansiones, las prefecturas policiales.
Es cierto que para
aquellos que han vinculado su posición y sus ventajas con las
circunstancias del momento, y que no han dejado de repetir que no
había otro mundo posible, la irrupción de un proceso radical no
deja más solución de una lectura: “es aberrante”,
“monstruoso”, o mejor aún, es “violento”. Hay que
calificarlo de “marginal” y “bárbaro” para justificar el uso
represivo de la fuerza policial. Estas dos caracterizaciones ya no
son creíbles en Francia.
En efecto, los “chalecos
amarillos” ofrecen una figura oximorónica, incomprensible para los
poderes. De aquellas “buenas personas” que se manifestaron al
principio a “locos enfurecidos”.
Veamos qué ha pasado: si
el pueblo se enfurece es porque lo empujaron al límite. Después de
30 años de neoliberalismo (y 18 meses de guerra social macroniana)
grupos sociales enteros han sido empujados al límite.
El régimen cree que, aquello de lo
que no se habla en sus exclusivos círculos no existe. Los medios de
comunicación no vieron venir a los “locos indignados”. Pero aquí
están, son consecuencia de una larga y silenciosa acumulación de
ira; acaban de romper los diques.
Los chalecos amarillos no
serán fácilmente llevados de vuelta a casa. Peor aún, las “buenas
personas” que fueron a las primeras manifestaciones, ahora han
experimentado en carne propia la violencia policial. Estas “buenas
gentes” al principio quedaron aturdidas. Ahora algunos cargan paletas en una rotonda para construir una barricada.
Apostamos porque un gran
cambio se está produciendo en sus mentes. Todas las personas que
desde el 2016 hasta el 2018 se manifestaron pacíficamente, y que hoy son
calificadas como “matones, ultras, violentos”, viven la agresión
policial y la violencia de los medios de comunicación.
La otra artimaña es
mantener las acciones reales de la policía fuera de la pantalla. La
mentira mediante la ocultación es general, implacable, tan espesa como la
propaganda de una dictadura.
La población demostraría
instantáneamente su indignación si tuviera la oportunidad de ver la
décima parte de lo que los medios de comunicación tradicionales
ocultan sistemáticamente los vídeos con una anciana sangrante o los
jubilados gaseados después de una carga policial.
Mientras la televisión
nos emborracha hasta la náusea con las ventanas de McDonald en
llamas, ningún noticiero informa de la muerte de un octogenario por
una granada de gas lacrimógeno o muestra el vídeo de un joven
golpeado por ocho policías.
A pesar que hay cientos de manifestantes gravemente heridos y por lo menos un par de muertos, por las armas policiales, todavía ni un solo medio de comunicación audiovisual importante ha transmitido que está pasando con aquella gente que hace un mes llamaron “buenas personas”.
Hay una manipulación
general de la violencia. Sabemos cuando se inicia y no cuando
termina. Puede llevarnos muy lejos.
¿Quién sino Macron ha
desatado la violencia? Declaró la guerra contra su pueblo con la
acción policial (y tal vez pronto una acción militar) en compañía
de los medios de comunicación que ya han declarado la guerra
simbólica al pueblo.
Los ofendidos han estado
mucho tiempo sin decir una palabra, han soportado las agresiones
económicas, el desprecio de las élites, las mentiras de los medios
de comunicación, la brutalidad policial.
El genio “malvado” de
la reciprocidad violenta ha salido de la botella. Los primeros tweets
de los primeros manifestantes relatan el asombro de quienes fueron
apaleados sin justificación ninguna . Ese asombro inicial ahora ha
mutado en cólera.
En estos días todas las
instituciones de la violencia neoliberal se han exhibido desnudas.
Basta conversar con los estudiantes que fueron gaseados con gas
pimienta y rodeados por policías con perros. Ellos como el resto de
los franceses no olvidarán esa imagen.
Ahora el cuerpo policial
comienza a tener sudores fríos. Se sienten solos en sus cuarteles.
Desde que se quemó la prefectura de Puy-en-Velay, saben de qué son
capaces los “otros”.
Recientemente el
viceministro del Interior ha reconocido que el dispositivo policial
está “estresado”. Por lo tanto piensan que es urgente negociar,
dar un giro a los acontecimientos. Mientras tanto los policías están
inquietos por la inercia política de Macron. Son conscientes de las
desgracias del pueblo, y si damos crédito a lo que algunos de ellos dicen, podrían incluso sumarse a los
manifestantes.
Aunque el poder se
esfuerza por volver a lo que podría llamarse la “sumisión
voluntaria” (o “la situación de La Boétie”) el velo se ha
roto y la cruel realidad del poder desnudo se impone.
En el otro lado, el
movimiento se sabe numeroso pero todavía hay un buen margen para
seguir creciendo. Lo veremos pronto: se sumarán los estudiantes de
secundaria, los universitarios, los paramédicos, los agricultores y muchos otros. Ellos, las élites son muy pocos y reinan apoyándose sobre
nosotros, que somos la mayoría.
Pero ¿y el ejército? El
adolescente travieso que está en el Elíseo es capaz de cualquier
tontería: no solo usa granadas contra su población (que son armas
de guerra) también ha colocado francotiradores con armas de fuego en
los edificios parisinos. La imagen es tan impresionante que Le Monde
también se está preguntando si no ha llegado el momento de dejar de
apoyar a su protegido.
En cualquier caso, las
editoriales de Le Monde que, aplaudían como “un maravilloso
estallido de libertad” las manifestaciones de Túnez o de la Plaza
Tahrir, ahora, en Francia, hablan de un “inmundo levantamiento popular
que recuerda horas oscuras”. Todo vuelve, todo salpica.
Cuando el poder paga una
bonificación excepcional a las fuerzas del orden para que se vuelvan
más infames, es porque tiene miedo, ha perdido legitimidad, ha
colapsado, sólo se sostiene por la fuerza.
El poder es odiado porque
sistemáticamente se ha hecho odioso. Hoy está pagando una factura
que viene desde muy lejos. Y cuando el poder sólo puede aferrarse a
la represión, (tal vez con una deriva militar) no merece otra cosa
que caer.
¿Realmente representan los chalecos amarillos a una mayoría del pueblo?, ¿Durante cuanto tiempo? y sobre todo... ¿que pasará el día después de su victoria?.
ResponderEliminarSon preguntas a las que no obtengo respuesta, como tampoco se muy bien a que obedece este movimiento que empezó con una subida de impuestos (o eso creo) y ya no se bien que reivindica, es decir, cuales son sus aspiraciones y como ven la forma de llevarlas a cabo, es decir, quitamos a los que están para hacer "esto", pero... primero ¿que es esto? y segundo ¿como lo piensan hacer?, ¿Van a quitar los impuestos? ¿van a nacionalizar las empresas? ¿Que van a hacer?
Un saludo.
Se estima que, un 85% del pueblo francés simpatiza y apoya este movimiento.
EliminarPara el resto de tus preguntas, mi sugerencia es que te informes fuera de los desinformativos canales institucionales, hay abundante información en la red (si se quiere y se sabe buscar, claro).
Un saludo.
https://www.lavanguardia.com/internacional/20181216/453575431443/marine-le-penn-emmanuel-macron-primera-ronda-elecciones-presidenciales-sondeo.html
ResponderEliminarhttps://www.publico.es/politica/sondeo-francia-le-pen-ganaria-macron-primera-ronda-presidenciales-sondeo.html
No lo se, aquí no pone eso, ¿quien tiene la verdad?, tampoco lo se, pero lo veremos...de momento los ultras en toda Europa están subiendo, en algunos sitios poco a poco, en otros rápidamente. Ojo al este de Europa, que allí se esta cociendo algo...
Un saludo
En este vídeo, en el minuto 3:18. "El 85% de la población apoya a los chalecos amarillos".
Eliminarhttps://youtu.be/m7T4CSb8SV4
Medios como La Vanguardia y Publico no son medios independientes. Busca un poco mas en otros medios compa. Un saludo
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