Krítica - 20/12/2018
"El autoritarismo ya está
alimentando la dinámica fascista, está contribuyendo al
fortalecimiento de las organizaciones fascistas y probablemente
preparando el terreno para el establecimiento de una dictadura
fascista por varias razones.
La primera es que el
autoritarismo tiende a acostumbrar a las clases dominantes al uso
cada vez mayor de procedimientos antidemocráticos y a formas de
represión, previamente inconcebibles en una “democracia”. Y el
autoritarismo tiende, desde este punto de vista, a legitimar las
soluciones ultra-autoritarias defendidas por la extrema derecha y a
considerar seriamente posibles alianzas con esta derecha extrema".
"El fascismo es el resultado de una crisis hegemónica, es decir, de un debilitamiento de la capacidad de la burguesía para organizar su dominación política y de una situación en que la izquierda y el movimiento obrero son lo suficientemente fuertes como para aparecer como una amenaza, pero demasiado débiles para imponer una solución a la crisis política".
"El Estado no es un
árbitro neutral. Cuando facciones más prominentes de las clases
ricas deciden apoyar a un partido fascista, el Estado, especialmente
el aparato estatal represivo, no sólo hace la vista gorda ante sus
acciones criminales, sino que también colabora activamente con
ellos, destruyendo el movimiento obrero y armando a las pandillas
fascistas. Esperar que la policía, el ejército o la justicia nos
protejan de los fascistas, es cavar nuestra propia tumba. Por lo
tanto, cualquier iniciativa que vaya en la dirección de la
autodefensa popular debe ser acogida positivamente, alentada y
sistematizada por las organizaciones sociales."
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