what's
left – 24/01/2019
Traducción: Arrezafe
La intervención
coordinada y liderada por Estados Unidos para derrocar al presidente
venezolano Nicolás Maduro al reconocer a Juan Guaidó, líder de la
Asamblea Nacional de Venezuela, como presidente interino, no tiene
nada que ver con restaurar la democracia en Venezuela (que nunca fue
anulada) y todo que ver con promover los intereses comerciales de los
Estados Unidos.
La arrogancia imperial de
Washington al nombrar efectivamente a Guaidó como presidente,
intentando pasar por alto a los venezolanos, únicos con derecho a
decidir quiénes han de ser sus líderes, está motivada por las
mismas inquietudes que han motivado otras intervenciones
estadounidenses en todo el mundo: derrocar gobiernos que antepongan
los intereses de sus ciudadanos a los de los inversores
estadounidenses.
Que Washington sea
propenso a participar en operaciones de desestabilización contra
gobiernos de izquierda no es un secreto. Desde 1898 hasta 2004, el
gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo 41 intervenciones
exitosas de cambio de régimen en América Latina, un promedio de una
cada dos años y medio. Y eso excluye los infructuosos, como la
invasión de Bahía de Cochinos.
En casi todos los casos,
las intervenciones de cambio de régimen de los Estados Unidos en
todo el mundo han sido motivadas directa o indirectamente por
consideraciones comerciales, y se llevaron a cabo para restaurar o
proteger la primacía de los intereses comerciales de los Estados
Unidos en tierras extranjeras. Y en muchos casos, las intervenciones
allanaron el camino para la instalación de dictaduras de derecha.
Una última intervención
de los Estados Unidos que no tuvo éxito fue el golpe de Estado de
2002 contra Hugo Chávez, el antecesor de Maduro. Washington
reconoció de inmediato el golpe y lo consideró una victoria para la
democracia, pero en privado lo reconoció como una importante
victoria para sus propios intereses comerciales, en un estado rico en
petróleo y con posibles oportunidades de obtener ganancias para la
libre empresa de EE.UU.
A Washington no le
gustaba Chávez porque el carismático líder izquierdista promovía
el bienestar de los venezolanos comunes, en lugar de complacer a los
inversionistas estadounidenses. Pero el golpe de estado contra Chávez
fue efímero. En un golpe contra la tiranía, el cambio de régimen
se invirtió rápidamente y Chávez, el líder legítimo del país,
fue devuelto a la presidencia.
Decidido a eliminar a los
gobiernos de izquierda en América Latina, Washington intensificó su
campaña de guerra económica contra el país sudamericano, con el
objetivo de hundir su economía en la ruina y el pueblo venezolano en
la miseria. Esta fue el planificado juego que Washington había
seguido innumerables veces antes y siempre, en China, Cuba, Corea del
Norte, Chile, Zimbabwe, Yugoslavia, Irak, Siria e Irán: arruinar la
economía del país objetivo, atribuir el caos a "los fracasos
del socialismo" y “a la mala gestión económica”, y esperar
a que la gente se alce en rebelión contra su miseria.
La idea de que la
intervención de Washington en Venezuela tiene la más mínima
conexión con la protección de la democracia es ridícula. El
gobierno de los Estados Unidos ha apoyado notoriamente una serie de
dictaduras de derecha en toda América Latina, incluida la de Augusto
Pinochet, quien se instaló después del golpe de estado de 1973
diseñado por Estados Unidos contra Salvador Allende. Allende
contrarió a Washington haciendo lo que Maduro y muchos otros líderes
del Tercer Mundo habían hecho: poner los intereses de la población
local por encima de los de las empresas estadounidenses.
En el Medio Oriente, los
aliados árabes más cercanos de los Estados Unidos son dictaduras
militares (Egipto) y monarquías absolutistas, entre las que destaca
Arabia Saudita, cuya aversión a la democracia es absoluta.
Washington recompensa a Egipto con 1.300 millones de dólares en
ayuda militar al año, y apoya firmemente la tiranía saudí.
Los saudíes consideran
que su parasitaria familia real es completamente inaceptable. Para
protegerse de su propia población, la monarquía mantiene una
pertrechada Guardia Nacional de 250,000 soldados. Dicha Guardia
existe, no para defender a Arabia Saudita de la agresión externa,
sino para proteger a la monarquía de sus propios súbditos. Los
protectores de la familia al-Saud están entrenados y equipados por
los Estados Unidos y sus satélites, incluido Canadá, que tiene un
contrato de 10 mil millones de dólares para abastecer a dicha fuerza
con transportes blindados de personal, utilizados para sofocar los
frecuentes levantamientos de sauditas descontentos.
El armero de la Guardia
Nacional canadiense, también reconoció a Guaidó como presidente
interino de Venezuela, atribuyendo deshonestamente su decisión de
seguir el liderazgo de Estados Unidos a su supuesto compromiso con la
democracia. Ottawa se ha aliado con los dictadores de Riad en su
ofensiva contra los afligidos ciudadanos saudíes, privados de la
democracia, al mismo tiempo que apoyan los esfuerzos de General
Dynamics Canada para obtener ganancias faraónicas de la venta de
armas a los déspotas sauditas que odian la democracia.
Seamos honestos sobre
una cuantas cosas.
Primero, las agendas de
los líderes políticos de los Estados Unidos y Canadá son
establecidas por las élites económicas y los intereses comerciales
organizados, de los cuales dependen para las contribuciones de las
campañas electorales, las recomendaciones políticas y las
lucrativas oportunidades de empleo de la carrera política, con las
cuales están estrechamente integrados, personal y profesionalmente.
En consecuencia, se preocupan por las ganancias de los inversionistas
estadounidenses y canadienses, no por el bienestar, las libertades o
la democracia de los venezolanos comunes. De hecho, secretamente
albergan desprecio por el grueso de sus propios ciudadanos y, por un
momento, no tolerarían el florecimiento de una auténtica y sólida
democracia en sus propios países. Así pues, la idea de que se
preocupan por los residentes de una lejana tierra sudamericana es una
fantasía para políticos pánfilos y débiles ingenuos.
En segundo lugar, las
campañas de guerra económica dirigidas por los Estados Unidos hacen
que la vida de la gente sea miserable, dando lugar a que muchas
personas, que atribuyen su miseria a la acción de su propio
gobierno, deseen su dimisión. Otros pueden reconocer que son las
sanciones la causa de su miseria y apoyar el cambio de régimen como
una forma de obtener alivio a la penuria impuesta por el extranjero.
De hecho, la lógica de la guerra económica depende de la efectiva
realidad de estas suposiciones.
Tercero, los gobiernos
amenazados por el cambio de régimen patrocinado por el extranjero
enfrentan emergencias nacionales legítimas. Maduro no es un
dictador. Él es el jefe electo de un gobierno que enfrenta una
verdadera emergencia nacional diseñada por potencias extranjeras
hostiles. Las medidas tomadas por el gobierno para defender a sus
ciudadanos contra la determinación de los Estados Unidos de imponer
a Venezuela las políticas que atienden los intereses de las
corporaciones estadounidenses a expensas de los venezolanos son
totalmente legítimas; representan la acción de una democracia
contra una tiranía internacional liderada por Estados Unidos.
Es importante recordar
que el gobierno de Maduro, como el de Chávez, ha tratado de poner
los intereses de los venezolanos comunes por encima de los de los
inversionistas estadounidenses. Como resultado, ha provocado la
enemistad de Washington. La intervención de los Estados Unidos en
Venezuela, reconociendo a Guaidó como presidente interino, es
emblemática de muchas otras intervenciones de cambio de régimen
perpetradas por los Estados Unidos. Invariablemente, estas
intervenciones están dirigidas a gobiernos de izquierda que amenazan
los lucrativos intereses de las empresas estadounidenses. Las
intervenciones no tienen nada que ver con la democracia; por el
contrario, donde son exitosas, casi siempre son seguidas por
regímenes de derecha que construyen climas de amigables negocios con
los inversionistas de los Estados Unidos e integran a sus países
económica, militar y diplomáticamente en el orden global dirigido
por Wall Street y supervisado por los Estados Unidos. Los inversores
extranjeros son complacidos, mientras que la población local recibe
un trato severo. Lejos de estimular las transiciones a la democracia,
las intervenciones de cambio de régimen de EE.UU. pretenden revertir
la democracia y fortalecer la tiranía global de EE.UU. La última
intervención dirigida por Estados Unidos en Venezuela no es
diferente, y es solo una repetición, con variaciones locales, de
similares esfuerzos en Siria, Irán, Cuba y Corea del Norte.
***
Dangerous consequences in Venezuela regime change plan
Roosevelt: "Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta"
ResponderEliminarSalud!
En una cosa se equivocó el cliente (Roosevelt); la puta era Somoza, no su madre.
EliminarSalud!
Abro comentario para poner el listado de los países que les ha ido bien después de la intervención de USA:
ResponderEliminar...
...
Cierro el comentario.
(he de confesar que la idea no es mía, vi algo parecido en el tuiter ese)
Salud pa'todos menos pa'algunos ...
Muy bueno! Un listado bien breve, pero exacto.
EliminarSalud!, menos pa'los malnacidos.
Ni + ni -, "pero es lo que hay".
ResponderEliminarCuando quemaban viva a la gente (¡pero aún lo hacen!) también era "lo que había".
A mí me preocupa ahora "lo que habrá".
Hummm, con las tropelías que ha hecho maduro lo tiene realmente dificil. Ya sin maniobras americanas se estaba poniendo al propio pueblo en contra. Ahora han instalado un doble poder con guaido. No creo que haya baño de sangre más que el habitual ni invasión. Pero la situación va a seguir degenerando hasta convertir a Venezuela en Yemen.
ResponderEliminarSalud!