25 enero, 2019

Los esfuerzos liderados por Estados Unidos para derrocar a Maduro impulsados por intereses comerciales, no por la democracia — Stephen Gowans




what's left 24/01/2019

Traducción: Arrezafe

La intervención coordinada y liderada por Estados Unidos para derrocar al presidente venezolano Nicolás Maduro al reconocer a Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional de Venezuela, como presidente interino, no tiene nada que ver con restaurar la democracia en Venezuela (que nunca fue anulada) y todo que ver con promover los intereses comerciales de los Estados Unidos.

La arrogancia imperial de Washington al nombrar efectivamente a Guaidó como presidente, intentando pasar por alto a los venezolanos, únicos con derecho a decidir quiénes han de ser sus líderes, está motivada por las mismas inquietudes que han motivado otras intervenciones estadounidenses en todo el mundo: derrocar gobiernos que antepongan los intereses de sus ciudadanos a los de los inversores estadounidenses.

Que Washington sea propenso a participar en operaciones de desestabilización contra gobiernos de izquierda no es un secreto. Desde 1898 hasta 2004, el gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo 41 intervenciones exitosas de cambio de régimen en América Latina, un promedio de una cada dos años y medio. Y eso excluye los infructuosos, como la invasión de Bahía de Cochinos.

En casi todos los casos, las intervenciones de cambio de régimen de los Estados Unidos en todo el mundo han sido motivadas directa o indirectamente por consideraciones comerciales, y se llevaron a cabo para restaurar o proteger la primacía de los intereses comerciales de los Estados Unidos en tierras extranjeras. Y en muchos casos, las intervenciones allanaron el camino para la instalación de dictaduras de derecha.

Una última intervención de los Estados Unidos que no tuvo éxito fue el golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez, el antecesor de Maduro. Washington reconoció de inmediato el golpe y lo consideró una victoria para la democracia, pero en privado lo reconoció como una importante victoria para sus propios intereses comerciales, en un estado rico en petróleo y con posibles oportunidades de obtener ganancias para la libre empresa de EE.UU.

A Washington no le gustaba Chávez porque el carismático líder izquierdista promovía el bienestar de los venezolanos comunes, en lugar de complacer a los inversionistas estadounidenses. Pero el golpe de estado contra Chávez fue efímero. En un golpe contra la tiranía, el cambio de régimen se invirtió rápidamente y Chávez, el líder legítimo del país, fue devuelto a la presidencia.

Decidido a eliminar a los gobiernos de izquierda en América Latina, Washington intensificó su campaña de guerra económica contra el país sudamericano, con el objetivo de hundir su economía en la ruina y el pueblo venezolano en la miseria. Esta fue el planificado juego que Washington había seguido innumerables veces antes y siempre, en China, Cuba, Corea del Norte, Chile, Zimbabwe, Yugoslavia, Irak, Siria e Irán: arruinar la economía del país objetivo, atribuir el caos a "los fracasos del socialismo" y “a la mala gestión económica”, y esperar a que la gente se alce en rebelión contra su miseria.

La idea de que la intervención de Washington en Venezuela tiene la más mínima conexión con la protección de la democracia es ridícula. El gobierno de los Estados Unidos ha apoyado notoriamente una serie de dictaduras de derecha en toda América Latina, incluida la de Augusto Pinochet, quien se instaló después del golpe de estado de 1973 diseñado por Estados Unidos contra Salvador Allende. Allende contrarió a Washington haciendo lo que Maduro y muchos otros líderes del Tercer Mundo habían hecho: poner los intereses de la población local por encima de los de las empresas estadounidenses.

En el Medio Oriente, los aliados árabes más cercanos de los Estados Unidos son dictaduras militares (Egipto) y monarquías absolutistas, entre las que destaca Arabia Saudita, cuya aversión a la democracia es absoluta. Washington recompensa a Egipto con 1.300 millones de dólares en ayuda militar al año, y apoya firmemente la tiranía saudí.

Los saudíes consideran que su parasitaria familia real es completamente inaceptable. Para protegerse de su propia población, la monarquía mantiene una pertrechada Guardia Nacional de 250,000 soldados. Dicha Guardia existe, no para defender a Arabia Saudita de la agresión externa, sino para proteger a la monarquía de sus propios súbditos. Los protectores de la familia al-Saud están entrenados y equipados por los Estados Unidos y sus satélites, incluido Canadá, que tiene un contrato de 10 mil millones de dólares para abastecer a dicha fuerza con transportes blindados de personal, utilizados para sofocar los frecuentes levantamientos de sauditas descontentos.

El armero de la Guardia Nacional canadiense, también reconoció a Guaidó como presidente interino de Venezuela, atribuyendo deshonestamente su decisión de seguir el liderazgo de Estados Unidos a su supuesto compromiso con la democracia. Ottawa se ha aliado con los dictadores de Riad en su ofensiva contra los afligidos ciudadanos saudíes, privados de la democracia, al mismo tiempo que apoyan los esfuerzos de General Dynamics Canada para obtener ganancias faraónicas de la venta de armas a los déspotas sauditas que odian la democracia.


Seamos honestos sobre una cuantas cosas.

Primero, las agendas de los líderes políticos de los Estados Unidos y Canadá son establecidas por las élites económicas y los intereses comerciales organizados, de los cuales dependen para las contribuciones de las campañas electorales, las recomendaciones políticas y las lucrativas oportunidades de empleo de la carrera política, con las cuales están estrechamente integrados, personal y profesionalmente. En consecuencia, se preocupan por las ganancias de los inversionistas estadounidenses y canadienses, no por el bienestar, las libertades o la democracia de los venezolanos comunes. De hecho, secretamente albergan desprecio por el grueso de sus propios ciudadanos y, por un momento, no tolerarían el florecimiento de una auténtica y sólida democracia en sus propios países. Así pues, la idea de que se preocupan por los residentes de una lejana tierra sudamericana es una fantasía para políticos pánfilos y débiles ingenuos.

En segundo lugar, las campañas de guerra económica dirigidas por los Estados Unidos hacen que la vida de la gente sea miserable, dando lugar a que muchas personas, que atribuyen su miseria a la acción de su propio gobierno, deseen su dimisión. Otros pueden reconocer que son las sanciones la causa de su miseria y apoyar el cambio de régimen como una forma de obtener alivio a la penuria impuesta por el extranjero. De hecho, la lógica de la guerra económica depende de la efectiva realidad de estas suposiciones.

Tercero, los gobiernos amenazados por el cambio de régimen patrocinado por el extranjero enfrentan emergencias nacionales legítimas. Maduro no es un dictador. Él es el jefe electo de un gobierno que enfrenta una verdadera emergencia nacional diseñada por potencias extranjeras hostiles. Las medidas tomadas por el gobierno para defender a sus ciudadanos contra la determinación de los Estados Unidos de imponer a Venezuela las políticas que atienden los intereses de las corporaciones estadounidenses a expensas de los venezolanos son totalmente legítimas; representan la acción de una democracia contra una tiranía internacional liderada por Estados Unidos.

Es importante recordar que el gobierno de Maduro, como el de Chávez, ha tratado de poner los intereses de los venezolanos comunes por encima de los de los inversionistas estadounidenses. Como resultado, ha provocado la enemistad de Washington. La intervención de los Estados Unidos en Venezuela, reconociendo a Guaidó como presidente interino, es emblemática de muchas otras intervenciones de cambio de régimen perpetradas por los Estados Unidos. Invariablemente, estas intervenciones están dirigidas a gobiernos de izquierda que amenazan los lucrativos intereses de las empresas estadounidenses. Las intervenciones no tienen nada que ver con la democracia; por el contrario, donde son exitosas, casi siempre son seguidas por regímenes de derecha que construyen climas de amigables negocios con los inversionistas de los Estados Unidos e integran a sus países económica, militar y diplomáticamente en el orden global dirigido por Wall Street y supervisado por los Estados Unidos. Los inversores extranjeros son complacidos, mientras que la población local recibe un trato severo. Lejos de estimular las transiciones a la democracia, las intervenciones de cambio de régimen de EE.UU. pretenden revertir la democracia y fortalecer la tiranía global de EE.UU. La última intervención dirigida por Estados Unidos en Venezuela no es diferente, y es solo una repetición, con variaciones locales, de similares esfuerzos en Siria, Irán, Cuba y Corea del Norte.

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Dangerous consequences in Venezuela regime change plan


6 comentarios :

  1. Roosevelt: "Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta"
    Salud!

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    1. En una cosa se equivocó el cliente (Roosevelt); la puta era Somoza, no su madre.

      Salud!

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  2. Abro comentario para poner el listado de los países que les ha ido bien después de la intervención de USA:
    ...

    ...
    Cierro el comentario.

    (he de confesar que la idea no es mía, vi algo parecido en el tuiter ese)
    Salud pa'todos menos pa'algunos ...

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    1. Muy bueno! Un listado bien breve, pero exacto.

      Salud!, menos pa'los malnacidos.

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  3. Ni + ni -, "pero es lo que hay".

    Cuando quemaban viva a la gente (¡pero aún lo hacen!) también era "lo que había".

    A mí me preocupa ahora "lo que habrá".

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  4. Hummm, con las tropelías que ha hecho maduro lo tiene realmente dificil. Ya sin maniobras americanas se estaba poniendo al propio pueblo en contra. Ahora han instalado un doble poder con guaido. No creo que haya baño de sangre más que el habitual ni invasión. Pero la situación va a seguir degenerando hasta convertir a Venezuela en Yemen.
    Salud!

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