13 agosto, 2021

Consumismo, otra herencia del sistema esclavista — Jorge Majfud

 



AMERICA LATINA en movimiento - 11/06/2021

Traducción del inglés: Arrezafe


Estrategia y dogma


Para decretar la abolición de la tradicional esclavitud en sus posesiones del Caribe, los ingleses previeron un tipo de esclavitud que los nuevos esclavos desearían. El 10 de junio de 1833, un miembro del Parlamento, Rigby Watson, resumió claramente la idea:


"Para hacerlos trabajar y crearles el gusto por los lujos y las comodidades, primero se les debe enseñar a desear, poco a poco, aquellos objetos que pueden alcanzarse mediante el trabajo. Existe una constante que va de la posesión de lo necesario hasta el deseo de los lujos que, una vez alcanzados éstos, se volverán necesidades en todas las clases sociales. Esta es la clase de evolución por la que han de pasar los negros, y este es el tipo de educación al que deben estar sujetos".


En 1885, el senador Henry Dawes de Massachusetts, reconocido como un experto en cuestiones indígenas, informó sobre su última visita a los territorios Cheroqui que aún quedaban. Según este informe:


"...no había una familia en toda esa nación que no tuviera un hogar propio. No había pobres ni esa nación debía un dólar a nadie. Los cheroquis construyeron su propia capital, sus escuelas y sus hospitales. Sin embargo, el defecto del sistema es evidente. Han llegado tan lejos como como han podido porque la propiedad de sus tierras es común… No existe egoísmo entre ellos, algo básico para la civilización. Hasta que este pueblo no decida aceptar que sus tierras deben ser divididas entre sus ciudadanos para que cada uno pueda poseer la tierra que cultiva, no harán muchos progresos…"


Naturalmente, la opinión de los administradores del éxito ajeno prevalecerá y las tierras cheroquis serán divididas y generosamente ofrecidas a sus habitantes en forma de propiedad privada. Exactamente la misma receta privatizadora llevada a cabo en México por Dictador Porfirio Díaz contra el sistema de producción comunal para emular el éxito estadounidense, cuyo mérito fue dejar sin tierras al ochenta por ciento de la población rural, lo que conduciría años después en la Revolución Mexicana.


En 1929, Samuel Crowther, periodista patrocinado por la United Fruit Company (y amigo de Henry Ford), informó que en América Central:


"la gente trabaja sólo cuando se les obligaba. No están acostumbrados, porque la tierra les da lo poco que necesitan… Así pues, el deseo por las cosas materiales es algo que debe cultivarse… Nuestra publicidad tiene el mismo efecto que en Estados Unidos y está calando en la gente común, porque cuando aquí se desecha una revista, la gente recoge sus páginas publicitarias para decorar las paredes de las chozas de paja. He visto los interiores de las cabañas completamente cubiertos de páginas de revistas estadounidenses… Todo esto está surtiendo efecto en el despertar del deseo de consumo en la gente".


Samuel Crowther consideraba El Caribe como un lago del imperio estadounidense, protector y guía del destino de sus países para gloria y desarrollo de todos.


La por entonces reciente derrota política de la Confederación proesclavista se desquitó con varios triunfos culturales e ideológicos. Todos ellos pasaron inadvertidos. En tiempo récord se levantaron cientos de monumentos a los "héroes" derrotados, se hicieron películas idealizando a los defensores de la esclavitud, y las teorías sobre la raza superior en peligro de extinción inundaron los escritorios de políticos y generales.


Una de estas victorias secretas consistió en idealizar a los amos y demonizar a los esclavos. En lenguaje moderno, los patrones y los asalariados. Por eso, generación tras generación, Estados Unidos celebrará el Memorial Day (en memoria de los caídos en las guerras) y el Veterans Day (en honor a los excombatientes de esas guerras imperialistas), todo en nombre de la defensa y la libertad, una copia exacta de la retórica de los esclavistas del sur que se expandieron sobre territorios indios, mexicanos y ultramarinos y forjaron el nuevo imperio estadounidense.


Memorial Day es un título abstracto, Veterans Day es algo más concreto. Pero para los trabajadores no habrá Día de los Trabajadores, y menos aún el primero de mayo, día en que el mundo entero recuerda la masacre de trabajadores que, en Chicago y en todo el país, reclamaban el derecho a las ocho horas laborales. Para olvidar tan inconveniente detalle, el presidente Grover Cleveland hará oficial el Labor Day (Dia del trabajo), en septiembre, casi en las antípodas de mayo, como si existiese trabajo sin trabajadores. Esto supondrá otro solapado triunfo de los esclavistas derrotados en la Guerra Civil dos décadas atrás: los negros, los pobres, los de abajo, los que trabajan, no sólo son holgazanes inferiores –y a decir del futuro presidente Theodore Roosevelt, perfectamente idiotas–, sino que también son muy peligrosos, sobre todo por su número y por esa costumbre de proponer sindicatos. Los amos (estadounidenses blancos), los de arriba, los sacrificados en el altar del champagne, son quienes crean trabajo con sus inversiones. Son quienes, cada tanto, deben ser protegidos por sus protegidos: las iglesias y los militares (en Estados Unidos mediante el culto al veterano de guerra "protector de nuestra libertad", y en América Latina mediante los militares encargados de corregir los errores de las democracias mediante sangrientas dictaduras).


El sanguinario dictador Augusto Pinochet con el criminal Henry Kissinger


Para la vieja tradición esclavista, para los amos de lo que el viento se llevó, pero que siempre vuelve, los verdaderos responsables del progreso, de la estabilidad, de la paz y de la civilización son los amos de las plantaciones, los empresarios de las industrias que controlan y benefician principalmente al sistema dominante. Son la élite del pueblo elegido y representan todo eso que los sucios y mal hablados esclavos (ahora blancos asalariados venidos de la pobre Europa) quieren destruir.


Los orígenes del consumismo como expresión alternativa del esclavismo, fueron rápidamente ocultados por aparentes derrotas, como la sufrida en la Guerra civil estadounidense. Tras el trauma nazi en la admirada Alemania de Hitler, las potencias colonialistas del norte occidental (retaguardias y garantes de transnacionales como la United Fruit Company, Standard Oil, Exxon Mobil, Chevron, BP, Shell, Nestlé, ITT, Ford, Pepsi, etc.) abandonaron la antigua retórica que justificaba sus invasiones e intervenciones por la inferioridad racial de los países negros y mestizos. Mientras las potencias colonialistas se encontraban ocupadas en la guerra, una docena de países latinoamericanos, desde Argentina hasta Guatemala, recuperaron sus democracias.




Eso fue hasta que la nueva "ayuda" de Washington terminó por imponer una nueva ola de dictaduras junto a la zanahoria del consumo como un acto de fe, como un dogma indiscutible sobre cualquier otra dimensión humana.


Micropolítica y desmovilización


Durante la Guerra fría, las potencias noroccidentales, vencedoras de la Segunda Guerra, borraron de sus discursos la palabra negros y la sustituyeron por comunistas. Este enroque lingüístico tenía la ventaja de que podía ser aplicado a cualquiera y a piacere, sin importar su color de piel y así, de paso, se evitaba un lenguaje inconveniente para que los imperios –que no querían ya ser denominados como tales– pudieran continuar haciendo lo mismo que habían hecho en los últimos siglos. Gracias a la militarización de los países latinoamericanos por parte de Washington, en menos de dos décadas se frustraron todas las revoluciones democráticas en la región y una decena de dictaduras fueron reinstaladas en esos países para asegurar el "orden en el caos" (pieza lingüística heredada del período en que los indios y los negros eran el problema), ahora bajo la doctrina de la Seguridad Nacional y en defensa de la libertad y la democracia.


La nueva excusa de una lucha contra el comunismo, por otra parte irrelevante en la región, se complementó con otro sustituto del racismo anterior: las naciones subdesarrolladas tenían “culturas enfermas” y “raíces torcidas”. A todo aquel que decidió reivindicar las culturas colonizadas, como mi amigo Eduardo Galeano, se le calificó de "perfecto idiota latinoamericano" y se le responsabilizó por el subdesarrollo de esos países e incluso del reiterado argumento de la vieja escuela expansionista de Estados Unidos sobre territorios indios, mexicanos y luego ultramarinos de que "fuimos atacados primeros y tuvimos que defendernos", fue arrojado sobre los colonizados como un bombardeo más, como una enfermedad psicológica de los otros, los subdesarrollados, los pobres, que están como están porque se autocompadecen. Del imperialismo y de las múltiples intervenciones militares y económicas, de los bloqueos y de los saqueos llevados a cabo por las poderosas corporaciones privadas, nada.


En Estados Unidos, la comunidad hispana ni siquiera pudo tener un Malcolm X. Cualquiera que se aproximara lo más mínimo, cualquiera que pensara diferente y se atreviera a publicarlo fue demonizado como “comunista” o “antiamericano”. Los “coloridos híbridos” fueron adoctrinados con discursos acerca el éxito, la libertad y la democracia, sin importar en absoluto que la amplia mayoría de ellos alcanzara nunca ni la una ni la otra, sino un rosario de dogmas ideológicos y propagandísticos colmados de odio contra sus hermanos y hermanas que permanecieron en las repúblicas bananeras, un odio mayor aún contra los pobres del sur, esos “ilegales que quieren invadir esta gran nación”.




No siempre fue así. Hace un siglo, en Estados Unidos hubo organizaciones como la American Anti-Imperialist League [Liga Antiimperialista Americana] que protestaron contra las intervenciones en Cuba, y Filipinas y hasta tse posicionaron a favor de Augusto Sandino en Nicaragua. Entre los antiimperialistas hubo escritores como Mark Twain, feministas como Jane Addams y hasta un millonario como Andrew Carnegie. Más recientemente, la guerra en Vietnam provocó diversas protestas y movilizaciones que, aunque tuvieron algún efecto, pronto fueron neutralizadas por la reacción neoconservadora a base de millones de dólares y una poderosa red logística enraizada en las grandes corporaciones, en varias iglesias y en el gobierno.


Ahora, estos movimientos son prácticamente inexistentes, aún cuando las movilizaciones por una mayor justicia racial se hayan incrementado. Un factor decisivo ha sido la desmovilización de la conciencia internacional, como la que en su momento resumió el boxeador Mohammed Alí:


¿Por qué me exigen que me ponga un uniforme y vaya a tirar bombas sobre gente morena en Vietnam mientras que los negros en Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos básicos?”


Por el contrario, hay promocionados raperos que ahora venden una conveniente rebeldía, una rebeldía de cocaína y tóxicas obscenidades, personajes, creados ad hoc por el sistema que, en sus canciones, no paran de presumir de los millones de dólares que poseen y de los que los perdedores carecen. Todo ello parece tratarse de otra multimillonaria campaña de los servicios secretos, de esas tan conocidas y abundantes en el pasado. Ahora, los movimientos antirracistas de Estados Unidos no organizan marchas ni protestas contra el racismo internacional de las grandes potencias mundiales que interfieren a placer en las naciones más débiles. Como si ya no hiciera falta. Este divorcio es estratégico, como la fragmentación de la sociedad y del pensamiento, distraído en problemas micropolíticos.


A veces la vergüenza y la maldad se visitan y posan juntas para la mentira. Pero la hemeroteca, implacable, se encargará de desmontar la farsa. En la primera foto, Bob Menéndez (senador demócrata cubano-americano) sonríe, mientras Yotuel (ex Orisha) hace la L de libertad.


Nada nuevo. Poco antes de la Revolución Americana, los gobernadores lo tenían claro, y en sus epístolas dejaron constancia de cómo, para evitar que negros, indios y blancos pobres continuasen conviviendo y trabajando peligrosamente unidos, se inoculó el odio racial. Así, los blancos pobres llegaron a distinguir más claramente el color de piel de sus vecinos, pero no la opresiva condición social a la que pertenecían ambos. Se liquidaron las rebeliones de los oprimidos sustituyéndolas por el odio racial promovido desde arriba por los opresores.


La otra estrategia, en este caso cuidadosamente planificada, consistió en secuestrar legítimas reivindicaciones. En el siglo XIX, Rebecca Latimer Felton, feminista, educadora y senadora en 1922, revindicó el linchamiento en masa de los negros para que no hicieran caer en tentación a las doncellas blancas. En el siglo XX el publicista y manipulador de la opinión publica, Edward Bernays, secuestró el movimiento feminista para vender más cigarrillos con sus “antorchas de libertad” [mujeres fumando en la publicidad]. Más recientemente, se reivindicaron y financiaron desde Washington los otrora peligrosos movimientos indígenas, ahora en contra de los gobiernos desobedientes como en Ecuador y Bolivia. En el resto del continente, la CIA secuestró movimientos rebeldes financiando “sindicatos libres”, colectivos de estudiantes disidentes, libros y medios de centro izquierda, fundando y financiando cursos universitarios para “crear líderes responsables”.


La primera senadora de Estados Unidos fue una descarada supremacista blanca. Rebecca Latimer Felton fue la última propietaria de esclavos del Congreso de los Estados Unidos y abierta defensora del linchamiento.



La misma estrategia de dividir-y-secuestrar continúa reproduciéndose hoy entre "grupos rebeldes". Para resolver el viejo conflicto racial, se olvida la injusticia internacional, que aunque históricamente se sustentó en el racismo, siempre sirvió a intereses menos coloridos. Ciertos aspectos de la retórica supremacista blanca se sustituyeron por el odio nacionalista. Causas micropolíticas (derecho a usar este o aquel baño, apoyo a la matemática negra discriminada en la NASA, derecho de los homosexuales a ser soldados) pueden ser justas y necesarias, pero han perdido la conciencia global, la visión del injusto marco general en el que se insertan sus demandas.


El consumismo es otra fragmentación y confinamiento del pensamiento, de las emociones y los deseos en un estrecho marco que, no sólo impide pensar en los otros pueblos que lo sufren, sino que imposibilita cualquier cambio individual en los pueblos que supuestamente se benefician de ese tóxico y adictivo anestésico. De manera similar, el racismo y el clasismo internacional se reproducen en catástrofes olvidadas, como los derramamientos de petróleo en países pobres de África o de América latina. Se reproduce en el olvido de la opinión pública de la destrucción medioambiental y del cambio climático causado por las potencias mundiales y sufrido, sobre todo, por los países pobres. Se reproduce en el odio por los desplazados de las guerras promovidas por "dictaduras amigas" y por una economía que desecha a los seres humanos cuando ya no le sirven. Se reproduce en el siempre convenientemente fomentado odio entre los de abajo, que no logran acceder al consumo prometido por el dogma y la publicidad.



8 comentarios :

  1. Producir lo que se consume / consumir lo que se produce / producir el tipo de consumidor que, sin rechistar, consuma lo que nos interesa producir…


    Karl Marx: «En la nutrición, por ejemplo, el hombre produce su propio cuerpo» pero «el hambre que se satisface con carne cocida, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre muy distinta que la de aquel que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes […] La producción crea, pues, el consumidor» (…)
    «el objeto de arte –de igual modo que cualquier otro producto– crea un público sensible al arte, capaz de goce estético. De modo que la producción no solamente produce un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto»

    Salud

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  2. Dices tú del papelón del ‘consumidor’ dentro, o más bien debajo del talón de hierro, del ‘Mercado Libre’.

    Se nos vende el ‘ecologismo’ como opción de consumo (como una mercancía específica), así que la manera de ‘ejercer influencia’ sería como consumidor. La producción queda pues fuera de nuestro alcance. Merkel, que ya ha perdido hasta el último gramo de decoro y vergüenza y ya no disimula, defiende sin complejos una democracia que se adapte incondicionalmente al ‘Mercado’, a sus lógicas imperialistas y valores irracionales y mercantilistas, al fascismo de los buitres de Wall Street que controlan el orden global. Merkel, por poner un ejemplo, no olvida que la industria del automóvil es la columna vertebral de la economía alemana, y ya sabemos que el motor económico de la Unión Europea es Alemania.
    En el mismo sentido, una variante que no podemos desdeñar en nuestros juicios sobre la ‘transición verde y sostenible’, nos recuerda que debemos de tener en cuenta (como consumidores sin voz ni voto en la producción) la cuestión del CO2 en la propia producción de los coches eléctricos y sus baterías (o en otro orden los paneles fotovoltaicos), que no dejan de ser vehículos de transporte individuales. El colectivismo es para la chusma comunista, cosa ‘insostenible’ para la élite que nos explota y oprime, además de poner en peligro –el colapso está a la vuelta de la esquina– la existencia de la especie humana.

    Salud

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    1. 2+2=4, por mucho que unos sabiondos tertulianos, a sueldo de la corporación de turno, llenen pizarrones con galimatías extraídos de la chistera intentando convencernos de que no es así. Pero la realidad no necesita ser tozuda, le basta con ser eso, la realidad. Es decir, que el colapso está a la vuelta de la esquina de una calle cada vez más estrecha. Sinceramente, a mí todo eso de las energías verdes, impolutas y cantarinas siempre me ha parecido un grandísimo camelo. En 1990 leí un libro (uno de esos libros que quedaban arrinconados en las librerías y que a mí siempre me han parecido tesoros a la espera de ser descubiertos) titulado ANTI-ECOLOGÍA, de Ettore Tibaldi, publicado en Milán en 1975. Este libro, escrito en un estilo árido y contundente, marcó para siempre mi visión sobre la cosa ecológica. En él, entre otras muchas cosas, su autor dice (¡1975!): "La actitud de los grupos ecologistas y las soluciones que proponen son coherentes con la campaña ecológica en marcha, que posee un origen muy preciso: ha sido lanzada, en efecto, por algunos técnicos, intelectuales, científicos avalados por ciertas autoridades (Nixon en Estados Unidos, Fanfani en Italia), ha gozado de amplios espacios en los medios de comunicación de masas de propiedad burguesa y estatal, ha sido subvencionada por grandes industrias que han encontrado en la "descontaminación" un gran negocio, ha tenido, en fin, una recuperación consumista con la publicidad de detergentes biodegradables, caramelitos para la tos, cosméticos pertenecientes a la seríe de productos antismog". (continúa)

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    2. "Las vanguardias de la ecología afirman verdades bien conocidas, que, sin embargo, son verdades parciales, porque olvidan algunos puntos fundamentales de la actual estructura social. La nocividad ambiental tiene, y es obvio, su raíz en el modo de producción y su origen en la nocividad de la fábrica. Además, la nocividad del trabajo (las llamadas "enfermedades profesionales") es , por su gravedad, inmensamente mayor que la nocividad ambiental fuera de la fábrica".

      "Con la ecología se intenta llevar a término la paz social. Pero esta tentativa será inútil precisamente porque Italia es el eslabón débil en la red de capitalismo avanzado. No queda entonces otra cosa por hacer que difundir el miedo, el miedo a la enfermedad, el veneno y la muerte".

      "Así, pues, el trabajo no nos sirve para "conseguir las cosas que necesitamos": sirve para obtener un salario para vivir y reproducirse. Una teoría obrera de las necesidades puede bastar, pues, para liquidar toda la ideología burguesa sobre le trabajo y sobre su "utilidad en cualquier caso". Y esta "teoría obrera de las necesidades" es: LO QUEREMOS TODO.
      El discurso sobre la contaminación (sería más apropiado llamarlo "nocividad ambiental") está contenido en estos problemas. No puede existir "una fábrica limpia, un trabajo limpio, un capitalismo limpio", porque la ley del capitalismo es la mercancía y no las fábulas sobre la humanidad".

      Salud y comunismo (y a quien le pique que se rasque con el pirulí de RTVE)

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    3. Apuntan muy interesantes esos párrafos del libro: ANTI-ECOLOGÍA, de Ettore Tibaldi. Veo que en principio no aparece por los sitios habituales de descarga en la red, así que habrá que conseguirlo en papel, ya en la Cuesta de Moyano o algún mercadillo de segunda mano. Por lo que puedo leer un auténtico pionero –aunque el informe sobre sobre “Los límites del crecimiento” es de 1972–, a la hora de denunciar la ‘instrumentalización’ del ‘ecologismo’ como ‘oportunidad de negocio’. Está claro que en este asunto también debemos de realizar un análisis que nos permita distinguir ese ecologismo sin verdadera sustancia, reformista y marcadamente oportunista, del eco-comunismo que se inserta en la lucha de clases contra el cáncer capitalista y, en concreto, contra la creciente y suicida ‘brecha metabólica’ de la que ya habló Marx, quién si no, hace siglo y medio.

      Salud

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  3. Y hablando de ‘ecología’, no me resisto a traer aquí un enlace al artículo de Cristina Fallarás sobre la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera (una persona muy preparada y honesta, según el ecologista, poeta, ensayista y ‘podemita’ Jorge Riechmann).
    La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha declarado este viernes día 13, entre otras ideas ideales sobre las eléctricas, que en realidad lo de los cargos públicos que pasan a empresas privadas viene a ser como la chica de la curva, una leyenda urbana. "Hay un poco de leyenda con respecto a las puertas giratorias, por mucho que nos pueda parecer mejor o peor el que un ciudadano que ha ejercido una función pública pase a un consejo de administración", ha declarado.

    Por lo visto, es casual que presidentes, ministros, secretarios de Estado o diputados acaben teniendo un sillón en los consejos de administración o las presidencias de empresas como Endesa, Gas Natural, Iberdrola, Enagás, Red Eléctrica, Petronor y otras entidades, entre ellas varios bancos. Vaya, casual o la pesadilla de una noche de verano.

    Tantos son los casos, que la recopilación es agotadora y hace demasiado calor, así que la enumeración que sigue tiene algunas calvas, pero sirva como respuesta a Ribera, y pido disculpas a los que faltan. Es solo un bosquejo. No se entretiene una en estos asuntos para arañarse los ojos en agosto, sino porque dicha señora es vicepresidenta del Gobierno de España y sus palabras son desoladoras, una burla, un insulto a la población española y una imperdonable frivolidad. Si, en contra de lo anterior, de verdad pensara lo de la "leyenda" resultaría todavía más preocupante. Mucho más.

    Vamos allá, y tome aliento, vicepresidenta:
    Jose María Aznar (PP), presidente del Gobierno, a ENDESA.
    Felipe González (PSOE), presidente del Gobierno, a GAS NATURAL.
    Manuel Marín (PSOE), presidente del Congreso, a IBERDROLA, presidente Fundación IBERDROLA.
    Narcís Serra (PSOE), vicepresidente del Gobierno, a CAIXA CATALUNYA.
    Josep Borrell (PSOE), ministro de Obras Públicas, a ABENGOA…


    Completo aquí:
    https://blogs.publico.es/cristina-fallaras/2021/08/14/aqui-va-su-triste-leyenda-vicepresidenta-ribera/

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    1. Puertas giratorias, listado exhaustivo.

      https://www.inventati.org/puertasgiratorias/

      Y, cómo no, ahí figura el camandulero Javier Solana, de ministro de exteriores a asesor de Acciona. Y Josep Piqué, el genuflexioso pelota, de ministro de industria a consejero de OHL. La lista es tan larga como jugosas las nóminas.

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