18 diciembre, 2023

El apoyo ciego de Alemania a Israel — Mohamad Hasan Sweidan

 


Aparentemente, Alemania apoya a Israel para expiar los pecados de su pasado nazi, pero el apoyo de Berlín al sionismo etnocéntrico y supremacista es la esencia misma del nazismo.


The Cradle – 12/12/2023

   Traducción del inglés: Arrezafe


Desde que la operación Inundación de Al-Aqsa del 7 de octubre destrozó la falacia de la seguridad de Israel, Occidente ha respaldado firmemente a Tel Aviv, ofreciendo un apoyo inquebrantable político, militar, mediático y de inteligencia.


En medio de esta muestra de unidad occidental, Alemania se ha distinguido por ocupar un lugar destacado en la vanguardia de la UE como ferviente defensora de Israel y sólida oponente a cualquier forma de asistencia a los palestinos, incluidos los niños. Esto, a pesar de que el ejército israelí ha matado a más de 10.000 bebés y niños en Gaza desde el inicio de su ataque aéreo y terrestre hace dos meses.


Menos de una semana después de la Inundación de Al-Aqsa, el canciller alemán Olaf Scholz ofreció ayuda militar para la campaña militar de Israel en Gaza, diciendo:


"En este momento, sólo hay un lugar para Alemania: al lado de Israel... Nuestra propia historia, nuestra responsabilidad derivada del Holocausto, hace que defender la seguridad del Estado de Israel sea una tarea perpetua para nosotros".


Según Scholz y los de su calaña, Alemania debe redimirse constantemente protegiendo a las generaciones judías posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero entonces ¿por qué Berlín no siente una obligación similar de proteger a los civiles eslavos no judíos, cuyo número de muertos por la Alemania nazi supera al de las víctimas judías?


El "complejo de culpa" de Alemania


El "complejo de culpa" alemán se ha venido manifestando a través de pagos anuales que superan los mil millones de dólares desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Estas reparaciones, que suman aproximadamente $86.8 mil millones entregados a Israel entre 1945 y 2018, fueron recientemente ampliadas hasta 2027.


Si bien estos fondos están claramente destinados a compensar a los judíos por los horrores infligidos por la Alemania nazi, un examen más detenido de las cifras históricas plantea dudas sobre la coherencia de la narrativa alemana.


La enorme cifra de muertes, 17 millones de personas a manos de la Alemania nazi entre 1933 y 1945, incluye 6 millones de judíos y 5,7 millones de civiles soviéticos. Sin embargo, otras fuentes afirman que el número de muertes de etnia eslava supera con creces al de judíos. Está documentado que, impulsada por políticas ideológicas radicales, la Alemania nazi mató a 10.547.000 personas de etnia eslava en comparación con 5.291.000 judíos.


Si observamos más de cerca, encontramos que la mayoría de los civiles eslavos asesinados eran de Polonia, Ucrania, Rusia y Bielorrusia, predominantemente de origen cristiano ortodoxo. ¿Por qué, entonces, no reciben estos reparaciones de manera similar, en base a ese sentimiento culpa que pesa sobre la conciencia de los líderes alemanes?


Esto plantea a su vez interrogantes sobre las verdaderas motivaciones detrás del apoyo y la ayuda financiera a Israel: ¿Se trata de una postura de principios. como la que Berlín promueve exteriormente. o simplemente de una maniobra política?


La hostilidad de Hitler hacia los no judíos


Los registros históricos revelan una dimensión menos explorada de la hostilidad de Adolf Hitler, a saber, que su animosidad hacia los cristianos orientales no era muy diferente de su hostilidad hacia los judíos.


Este aspecto de su reinado de terror a menudo se pasa por alto por conveniencia política. Los nazis propagaron una visión retorcida según la cual la raza alemana "superior" estaba destinada a gobernar a la raza supuestamente "inferior" de los pueblos eslavos, enmarcándolo como una cruzada para rescatar la civilización occidental de los llamados bárbaros orientales.


Numerosas referencias históricas dan fe de las atrocidades infligidas a los cristianos ortodoxos por los nazis, pero este sufrimiento se ve a menudo eclipsado por crímenes de guerra más ampliamente reconocidos.


Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos brindó apoyo material crucial a las fuerzas aliadas europeas a través del Plan Marshall, una iniciativa integral diseñada para facilitar la reconstrucción y el resurgimiento de una Europa devastada por la guerra. En particular, la antigua Alemania Occidental surgió como el tercer mayor beneficiario de este paquete de ayuda.


Sin embargo, esta ayuda llegó con la expectativa implícita de Washington de que Berlín se alineara estrechamente con los intereses estadounidenses, algo a lo que Alemania se ha adherido desde entonces. Fundamentalmente, esto originó una deriva que transformó a Alemania en un ferviente partidario del sionismo, irónicamente, una ideología política etnocéntrica que idealiza tanto la supremacía como la exclusividad.


La actual guerra en Ucrania revela hasta qué punto Alemania ha priorizado servilmente los intereses estadounidenses sobre los suyos propios. Aunque los intereses alemanes y rusos han convergido a menudo en los últimos tiempos, este acercamiento no cruzó las líneas rojas impuestas por Estados Unidos, hasta que el proyecto conjunto del gasoducto NordStream2 entró en funcionamiento a principios de 2022. Cuando se puso a prueba la lealtad alemana, como durante la guerra de Ucrania impulsada por Estados Unidos, Berlín demostró ser completamente leal a Washington, a pesar del agudo revés que ello suponía para su propia economía.


El alineamiento de Alemania con el sionismo


Alemania –como gran parte de Occidente– trata a la comunidad global con un perceptible aire de superioridad, formulado como la preeminencia "democrática" de Occidente sobre el resto.


Cuando las masas del Sur Global, que conforman la mayor parte de la "comunidad internacional", expresaron su oposición a la guerra genocida de Israel en Gaza, el canciller Scholz, indiferente a la tragedia, insistió en que "Israel es una democracia; esto debe decirse muy claramente".


De hecho, desde el punto de vista de Berlín, la batalla actual es entre las "democracias occidentales", representadas por Israel, y otros que "no merecen vivir". Ésta es la esencia del nazismo que, claramente, nunca abandonó Alemania.


Los modernos ecos del pensamiento nazi todavía están presentes en las posiciones excepcionales de Alemania, ejemplificadas por un notable aumento de las exportaciones de armas al estado ocupante sionista. Según el Ministerio de Economía alemán, desde principios de este año hasta el 2 de noviembre, Berlín aprobó exportaciones por un total de unos 303 millones de euros (323 millones de dólares) a Israel, un asombroso aumento diez veces mayor con respecto a los datos comerciales de 2022.


Según un informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), entre 2018 y 2022, la gran mayoría –el 99 por ciento– de las importaciones de armas de Israel provinieron de Estados Unidos (79 por ciento) y Alemania (20 por ciento).


Además, el Estado alemán de Sajonia-Anhalt anunció que el reconocimiento del derecho a la existencia de Israel, mediante documento firmado, se ha convertido en un requisito previo para obtener la ciudadanía alemana.


La fe de Berlín en la supremacía occidental


En apoyo ciego a su postura proisraelí, Alemania adopta una postura de línea dura contra cualquier forma de solidaridad con los civiles palestinos. Las manifestaciones a favor de Palestina han sido prohibidas y personas que defienden los derechos de los niños palestinos han sido objeto de arresto.


Esta postura no es sólo una respuesta a la actual guerra de Gaza, sino que se alinea con los principios permanentes de la política exterior alemana, tal como se describe en su estrategia de seguridad nacional, que enfatiza en sus primeros párrafos un firme compromiso con el derecho de Israel a existir


El Canciller Scholz, a raíz del conflicto ucraniano, caracterizó la situación global como un "punto de inflexión", al tiempo que destacó la obligación de Alemania de situarse en el lado correcto de la historia. Sus declaraciones revelan que Berlín se ve a sí mismo como vanguardista defensor de la hegemonía occidental en un momento de cambios transformadores en el orden global.


El enfoque de las autoridades alemanas del conflicto de Gaza debe contemplarse a través de su propia visión de un mundo cada vez más bipolar. Como todos los atlantistas, Berlín ve a Gaza como un campo de batalla entre los defensores de la hegemonía occidental en Asia occidental –hegemonía que necesita un Israel robusto y empoderado– y aquellos que desafían activamente el papel occidental en el orden multipolar emergente.


La postura de Berlín se convierte en una manifestación de fe en la supremacía del eje occidental y en una percepción de la necesidad de eliminar a quienes suponen un desafío a este "prestigio", que es la esencia del nazismo.



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