Consortium News – 21/11/2024
Contrariamente al belicoso discurso que pronunció el primer ministro israelí Netanyahu el 24 de julio ante una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos, en el que se comprometía a lograr una "victoria total" sobre Hamás, Israel está siendo derrotado decisivamente, militar, económica y socialmente.
En el campo de batalla, a pesar de la campaña genocida israelí de bombardeos, hambruna masiva y asesinatos, muchos de los ex y actuales funcionarios militares y de inteligencia de Israel cuestionan seriamente la perspectiva de una victoria sobre Hamás y Hezbolá.
"Realmente, el país está galopando hacia el borde del abismo… perdiendo cada vez más soldados a medida que mueren o resultan heridos", escribió el ex general Yitzhak Brik en Haaretz.
"...Cada día que pasa, la Fuerza de Defensa de Israel se debilita y el número de muertos y heridos en acción entre nuestros soldados aumenta… Si continuamos combatiendo en Gaza, atacando una y otra vez los mismos objetivos, no sólo no haremos que Hamas se derrumbe, sino que nos derrumbaremos nosotros mismos".
La valoración de Brik es compartida por otros altos funcionarios israelíes. "Es evidente que estamos perdiendo inequívocamente [la guerra]", manifestó el ex subdirector del Mossad, Ram Ben-Barak, en la radio pública israelí. "¿Pueden mostrarme algo en lo que hayamos tenido éxito?"
Según el mayor general Gadi Shamni, ex comandante de la división de Gaza del ejército israelí, "nuestros soldados están ganando todos los encuentros tácticos con Hamás, pero estamos perdiendo la guerra, y a lo grande".
Incluso los propios propagandistas militares de Israel están contrarrestando la narrativa del gobierno de Netanyahu:
"La idea de que es posible destruir a Hamás, de hacer que Hamás desaparezca, es arrojar arena a los ojos del público", afirmó el portavoz militar israelí, contralmirante Daniel Hagari. "Hamás es una idea, profundamente arraigada en los corazones de los residentes de Gaza".
Scott Ritter, ex oficial de inteligencia de los marines estadounidenses, describe la insostenible batalla sobre el terreno: "El ejército [de Israel] está exhausto", dice, "sus tanques averiados, se están quedando sin repuestos, se están quedando sin munición… Su ejército está desmoralizado… la tasa de deserción está ahora entre el 12 y el 24 por ciento".
Las cifras oficiales de soldados muertos y heridos en Gaza (casi con toda seguridad un recuento inferior al real) están empezando a filtrarse. En una entrevista en el Canal 12 de Israel, el líder de la oposición en la Knesset, Yair Lapid, dijo que 890 soldados habían muerto y 11.000 habían resultado heridos en los primeros 12 meses de la guerra.
Hezbolá, curtido en la batalla
Las bajas también aumentan en el sur del Líbano, ya que los soldados israelíes se enfrentan a un enemigo curtido en la batalla.
"Hezbolá ha estado 18 años preparándose para esto", dice Ritter. "Nada de lo que está haciendo Israel puede sorprender a Hezbolá. Saben qué tipo de sistemas de armas tienen, van a atraer a los soldados israelíes y van a matarlos… Israel va a caer en una trampa tras otra".
El apoyo público dentro de Israel se está erosionando cada vez más a medida que aparecen noticias sobre los funerales de los soldados y las familias en duelo.
"El gobierno presenta la serie de recientes éxitos militares en la Franja de Gaza, Cisjordania y Líbano como prueba de que su estrategia ha sido correcta y de que la guerra debe continuar en todos los frentes", escribe Amos Harel en Haaretz. "Pero en realidad, es imposible ignorar el precio que implicaría continuar la guerra durante mucho más tiempo".
Además de las crecientes bajas militares, ese precio incluye el desastroso costo económico, ya que miles de personas huyen de sus hogares, los negocios cierran sus puertas y la economía y el consumo se contraen.
Los bombardeos de Hamas y Hezbolá en el sur y el norte han desplazado a unos 200.000 israelíes de sus hogares; los trabajadores extranjeros están abandonando el país y la cancelación de 150.000 permisos de trabajo a palestinos en Cisjordania ha paralizado la construcción.
El turismo, un pilar de la economía israelí, se ha estancado y el gasto en ocio y entretenimiento ha caído un 70 por ciento. Se calcula que este año han quebrado 60.000 empresas israelíes, la calificación crediticia de Israel ha sido rebajada varias veces, las empresas tecnológicas se están trasladando al extranjero y aproximadamente medio millón de israelíes (muchos de ellos profesionales con formación en alta tecnología) abandonaron el país durante los primeros seis meses de la guerra.
Esta tendencia no es sólo una catástrofe económica para Israel: el éxodo masivo es una amenaza existencial para la supervivencia misma del Estado israelí, basada en el mantenimiento de una mayoría judía desde su fundación.
Ésa era la intención detrás de la Nakba (Catástrofe) de 1948 que expulsó a 750.000 árabes de Palestina y el objetivo reconocido en privado de la guerra genocida de Israel en Gaza. Ahora, la tendencia demográfica está empezando a cambiar en dirección opuesta.
En el plano interno, ante el inminente colapso militar y económico, Israel está al borde de una guerra civil. Incluso antes del 7 de octubre, cientos de miles de israelíes salieron a las calles para protestar contra los intentos de la coalición de derecha de Netanyahu de abolir la independencia del poder judicial.
Desde el comienzo de la guerra, el país se ha visto sacudido por manifestaciones masivas de furiosas familias de rehenes y sus partidarios; soldados que desertan o se niegan a servir; evacuados de la zona de guerra que no pueden regresar a sus hogares y un creciente cisma entre el gobierno israelí y el ejército sobre los objetivos de la guerra.
"Imaginemos lo que sucederá cuando las masas tomen las calles", advirtió proféticamente el periodista de Haaretz Uri Misgav unos meses después del inicio de la guerra:
"…los manifestantes serán presentados como traidores que apuñalan a la nación y a sus soldados por la espalda… Las calles estarán en llamas. Después de todo, el país ha sido inundado de armas automáticas y pistolas distribuidas según criterios políticos [en referencia a la distribución de miles de armas por parte del Ministro de Seguridad Itamar Ben-Gvir a colonos judíos ilegales en Cisjordania]… El Israel democrático se está acercando a la prueba de su vida. Si no la ganamos, simplemente no lo seremos".
La profecía distópica de Misgav ahora se está desarrollando: Israel se está derrumbando desde dentro mientras que externamente se ha convertido en un estado infame a los ojos del mundo.
Las manifestaciones masivas contra la guerra genocida de Israel han estallado en todo el Sur Global y en las principales ciudades de Occidente, mientras toda la comunidad internacional observa con horror el bombardeo genocida de Israel y la hambruna masiva de la población civil de Gaza.
Veintiocho países de África y América Latina han cortado todos sus lazos con Israel y la Asamblea General de la ONU votó recientemente por 170 a 6 a favor de una resolución propia.
Y ahora, la Corte Penal Internacional, reconocida por 124 países, decretó el jueves orden de arresto contra el Primer Ministro Benjamin Netanyahu y el ex Ministro de Defensa Yoav Gallant por "crímenes de guerra" y "crímenes contra la humanidad".
Aunque Israel y Estados Unidos rechazan las órdenes de arresto de la CPI, el apoyo incondicional de los aliados más acérrimos de Israel ya no es seguro, según Scott Ritter. "Lo que hizo que Israel fuera atractivo para Estados Unidos –la ventaja estratégica de un enclave judío pro-estadounidense en un mar de incertidumbre árabe– ya no se sostiene con la misma firmeza que antes", escribe Ritter en Consortium News.
"La Guerra Fría es cosa del pasado", afirma, "y los beneficios geopolíticos acumulados en la relación entre Estados Unidos e Israel ya no son evidentes… Estados Unidos, finalmente, no se suicidará en nombre de un Estado israelí que ha perdido toda legitimidad moral a los ojos de la mayor parte del mundo".
Hace veinte años, el ex presidente de la Knesset, Avrum Burg, advirtió fatídicamente sobre la inevitabilidad de la derrota de Israel.
"Resulta que los 2.000 años de lucha por la supervivencia judía se reducen a un estado de asentamientos, dirigido por una camarilla amoral de corruptos que violan las leyes, sordos tanto a sus ciudadanos como a sus enemigos. Un estado sin justicia no puede sobrevivir".
Como advirtió Burg, estamos presenciando el comienzo del fin de Israel, un estado creado hace casi ocho décadas tras una resolución no vinculante de las Naciones Unidas. La derrota puede llegar en meses o puede llevar años, para entonces, la próxima generación de combatientes de la resistencia palestina habrá aumentado, se habrá hecho más fuerte y más feroz.
Como en todas las guerras de guerrillas, desde Argelia hasta Vietnam, los palestinos ganarán la lucha política por la liberación mientras Israel implosiona desde dentro.
Hoy, Donald Trump y sus designados para el gabinete rabiosamente sionistas pueden prolongar la ofensiva de Israel, pero no cambiarán fundamentalmente el cálculo. En el futuro previsible, Israel dejará de existir como nación, y esperemos que sea reemplazado por un estado secular y democrático donde los ciudadanos palestinos y judíos puedan convivir juntos en paz.
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