Fragmentos extraídos de Desestabilizadores, S.A.; la OTAN exprimirá a Ucrania hasta la última gota.
Traducción del inglés: Arrezafe
Cuando [la OTAN] ve algo que no le gusta, toma las medidas que cree necesarias para reequilibrar las cosas a su satisfacción; opciones como la revolución de colores, el cambio de régimen y las investigaciones sobre derechos humanos son como alimentos reconstituyentes para Occidente. Cuando tales medidas se consideran necesarias, siempre es porque la población a la que se aplican anhela la libertad y la democracia que sólo Occidente puede otorgar.
Lo cual podría estar bien si el celo por la intervención estuviera motivado por un altruismo genuino; el deseo de que todos tengan la misma oportunidad de una buena vida, un trabajo decente, un salario justo, una regulación sensata para prevenir la explotación, supervisada por un liderazgo digno de confianza. Pero a pesar del control mediático total que ejercen los gobiernos de la OTAN sobre todas las formas de transmisión en inglés, salvo las redes sociales, y su repetición metronómica del mantra de "la libertad y la democracia", no puedo imaginar que todavía haya quien se lo crea. La administración y la gestión políticas en Occidente están cada vez más desarrolladas, producidas y diseñadas por intereses corporativos, y su toma de decisiones e intervencionismo están motivados por el lucro y la acumulación de riquezas de sus corporaciones. Existen varios ejemplos bien conocidos de países en desarrollo que intentaron nacionalizar sus recursos para impedir su expolio, lo que bastó para que surgieran mágicamente "oposiciónes políticas" apoyadas por Occidente, gobiernos derrocados y administraciones de "libertad y democracia" que permitieron que prevaleciera la mano libre de las corporaciones.
No obstante, operar la máquina de cambio de régimen de libertad y democracia exige poder e influencia, no perdona a los débiles, a los aficionados y a los que no son lo suficientemente despiadados. La audacia está muy bien, pero si no se tiene nada más, el plan pronto se desbarata de manera vergonzosa a nivel internacional: como el grotesco "secuestro de Maduro", la Operación Gedeón.
Lo mismo ocurre con el estrepitoso fracaso de Ucrania. Comparemos la retórica encendida de antaño con los planteamientos cada vez más pragmáticos (léase: "obtener lo mejor de un mal acuerdo") de hoy. Ursula Von Der Leyen bramaba: "¡No podemos dejar que Rusia gane!" ¿Dejar? ¿Dónde, en la historia de los conflictos militares, hay un ejemplo de que al enemigo, que está prevaleciendo, se le niegue su evidente victoria sólo porque alguna zorra política dictaminó que no debía alcanzarla? Aún más absurda fue su afirmación de que la derrota rusa se produciría "con o sin nuestros aliados estadounidenses". Está bastante claro que pasa más tiempo leyendo revistas de jardinería que informes militares; el poder militar combinado de toda la UE no podría ni siquiera asaltar un concierto de Justin Bieber, y sus muy condecorados oficiales superiores, ascendidos al ámbito político, son muy conscientes de ello. Si los ejércitos de la UE se enfrentaran hoy a Rusia volvieran a casa con el culo despellejado y el rostro anegado en lágrimas.
"Esta guerra se ganará en el campo de batalla", anunció confiado Josep Borrell, otro diplodocus con tanta experiencia militar como plumas tiene un perro. Pues bien, Josep, SE ESTÁ GANANDO en el campo de batalla, pero ahora decides que no era eso exactamente lo que querías decir. Y así, la recalibración del término "victoria" está en marcha: ha ido al taller para un pequeño ajuste. Un poco de biselado por aquí, algunos toques por allá, y ¡listo! Si Putin no consigue ocupar toda Ucrania, será porque Ucrania se lo impidió, por lo tanto Rusia perdió.
Cuando Zelenski dice que Rusia tiene que sentir que está perdiendo, lo suficiente como para que su pueblo le suplique a Putin que busque un acuerdo, quiere decir –aunque no lo dice– que necesita que Rusia se sienta como se siente Ucrania: que no dispone de una defensa efectiva contra este tipo [Putin], ningún lugar donde esconderse de su ira y, ciertamente, ninguna capacidad significante para atacarlo. Con las cosas como están ahora –y esto es importante– no hay ninguna razón para que Rusia pida la paz, hable de poner fin a la guerra o incluso asista a una conferencia para discutir los términos. Pero, como señala Simplicius en su Sitrep más reciente, los servidores de los medios de comunicación de los gobiernos de la OTAN se afanan en construir escenarios para la "desvinculación" e informar sobre la "suavización" de la posición de Ucrania sobre la cesión de territorio a Rusia, como si todavía tuvieran el control de la situación, como si fueran capaces de hacer una jugada rápida y lograr que Rusia acepte la custodia temporal de territorios que ni Ucrania ni Occidente reconocerán nunca como rusos, ¡y el territorio ucraniano independiente restante se unirá a la OTAN! ¿Quién sería tan estúpido como para firmar eso? Nadie del lado ruso. Pretenden seguir controlando la situación, pero en realidad Occidente está simplemente tanteando el terreno para encontrar el máximo nivel de aceptación, más allá del cual no se puede sostener la creencia y el suelo se le desmorona bajo los pies.
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La capacidad de Estados Unidos para conseguir un amplio apoyo mundial a su interferencia democratizadora parece haber empezado a degradarse –cada vez más deprisa– Todo comenzó aproximadamente en el momento en que se hizo innegable que su verdadera razón de ser derrocando gobiernos era allanar el camino al lucro y control corporativo occidentales.
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