19 marzo, 2025

Exponiendo la guerra encubierta de Gran Bretaña contra Yemen — Kit Klarenberg

 

Global Delinquents – 19/03/2025

   Traducción del inglés: Arrezafe


El 15 de marzo, Yemen fue azotado por ataques aéreos, descritos por portavoces de AnsarAllah como "acto perverso de agresión angloamericana". El ataque relámpago, que tuvo como blanco masivo zonas residenciales, causó la muerte de al menos 31 civiles y heridas a más de 100. En un característico arrebato grandilocuente, el presidente estadounidense Donald Trump declaró que la "decisiva y poderosa acción militar" se lanzó en respuesta a los "implacables ataques" contra buques occidentales y estadounidenses, prometiendo que Washington continuaría "utilizando una fuerza letal abrumadora hasta lograr nuestro objetivo".


Dicho objetivo consiste, por supuesto, en romper el bloqueo antigenocida de AnsarAllah en el Mar Rojo, bloqueo reiniciado el 11 de marzo debido a la negativa de la entidad sionista a permitir la entrada de ayuda humanitaria vital a Gaza. Es un objetivo compartido por Gran Bretaña, que ha apoyado con entusiasmo las acciones militares estadounidenses contra AnsarAllah desde el 7 de octubre, realizando ataques aéreos conjuntos sobre Yemen en cinco ocasiones distintas durante el primer semestre de 2024. Londres también fue una de las pocas naciones que participó activamente en la vergonzosamente fallida Operación Guardián de la Prosperidad, liderada por Estados Unidos.



Sin embargo, los medios de comunicación occidentales han omitido o minimizado el papel de Gran Bretaña en el último estallido beligerante contra Yemen. El 16 de marzo, The Guardian informó que los ataques aéreos estadounidenses contra Saná "podrían continuar durante semanas", sin hacer ninguna referencia a la participación británica. Simultáneamente, la BBC afirmó rotundamente que Londres "no participó" en el bombardeo del día anterior, sino que simplemente brindó "apoyo rutinario de reabastecimiento de combustible a Estados Unidos". Hay sólidas razones para cuestionar esta minimizada participación.


Después de todo, la omertà de los medios de comunicación sobre el papel central –si no principal– de Gran Bretaña, en el prolongado esfuerzo colectivo de Occidente para aplastar a AnsarAllah, ha estado en vigor efectivamente desde que estalló la guerra civil yemení a fines de 2014. Esto a pesar de la abundante evidencia de fuentes abiertas –incluyendo declaraciones hechas en el parlamento por ministros del gobierno– que dan testimonio de la descomunal responsabilidad de Londres por la muerte y la devastación arrojada sobre Saná casi sin pausa desde entonces.


La justificación del interés británico en Yemen es obvia. Además de neutralizar una de las amenazas regionales más potentes contra su aliado israelí tras el 7 de octubre, la intervención aérea genocida de ocho años llevada a cabo por Arabia Saudí durante la guerra civil, representó una bonanza casi sin precedentes para la industria armamentística londinense. Además, estos conflictos interrelacionados brindaron una oportunidad de oro para hacer realidad la antigua fantasía de restaurar la presencia militar británica al este de Suez, tras su expulsión en 1967 por las fuerzas de liberación yemeníes.


'Evidencia abrumadora'


En marzo de 2015, Arabia Saudita, en coalición con varios aliados regionales, lanzó una amplia intervención militar contra Yemen con el objetivo de restaurar el poder de Abdrabbuh Mansur Hadi, derrocado semanas antes por un levantamiento popular liderado por AnsarAllah. No fue hasta enero del año siguiente que comenzaron a filtrarse al público insinuaciones de una estrecha participación británica en la brutal campaña de Riad. Para entonces, la operación, predominantemente centrada en la aviación, ya se había cobrado miles de vidas civiles, desplazado a millones y provocado lo que la ONU calificó de "catástrofe humanitaria".


Resultados de un atentado liderado por Arabia Saudita en 2016 contra un funeral en Saná, Yemen, que mató al menos a 140 personas e hirió a otras 500


Este goteo se convirtió posteriormente en un diluvio. Sin embargo, los funcionarios británicos se mantuvieron firmes en su postura de que Londres no era miembro de la coalición liderada por Arabia Saudí ni parte en el conflicto, y que simplemente buscaba una "solución política sostenible" a la guerra. En realidad, Riad y sus aliados dependían completamente de la ayuda de Londres para obtener armas, entrenamiento e identificar objetivos aéreos. Más de la mitad del equipo utilizado en los bombardeos de la coalición fue suministrado por Gran Bretaña, incluyendo aviones Tornado y Typhoon, bombas Paveway y misiles Brimstone y Stormshadow.


Durante la intervención de Arabia Saudita, Yemen fue bombardeado diariamente con bombas de fabricación británica, incluidas municiones de racimo, prohibidas internacionalmente, lanzadas por aviones de fabricación británica, pilotados por pilotos entrenados en el Reino Unido. Una vez completadas sus destructivas misiones, estos aviones regresaban a Riad para ser reparados y mantenidos por contratistas británicos, incluyendo ingenieros de la Real Fuerza Aérea. El principal de estos contratistas era BAE Systems. Investigaciones independientes calcularon que al menos 6.200 empleados de la compañía fueron destinados a Arabia Saudita con este fin. Los ingresos por esta asistencia ascendieron a miles de millones.


En junio de 2019, John Deverell, exagregado de defensa británico en Arabia Saudita y Yemen, declaró a The Guardian que la coalición de Riad dedicada a la exterminación masiva de civiles "depende totalmente de BAE Systems" y que "no podrían lograrlo sin nosotros". El medio también citó a un empleado anónimo de BAE Systems, quien declaró sin ambages que si la compañía dejaba de apoyar el ataque de la coalición contra Yemen, "en siete a catorce días no habría ni un solo avión en el cielo". La coalición carecía de la "experiencia" necesaria para utilizar armas británicas y “para poder librar una guerra aérea sostenida".


El informe fue un ejemplo excepcionalmente raro de cómo los medios de comunicación tradicionales reconocían que el ataque genocida contra Yemen era una guerra británica en todo menos en el nombre. Reveló que el patrocinio de Londres se extendía más allá de la campaña aérea, con un número indeterminado de soldados británicos uniéndose a las fuerzas terrestres de la coalición para invadir Saná y participar en enfrentamientos con AnsarAllah. The Guardian también sugirió que las exportaciones de armas a la coalición eran ilegales, tanto según el derecho nacional como el internacional, dada la abrumadora evidencia de que se estaban utilizando para cometer crímenes de guerra a gran escala.


Investigaciones de Amnistía Internacional y el Yemen Data Project revelaron que armas de fabricación británica se emplearon sistemáticamente en ataques dirigidos deliberadamente contra civiles e infraestructuras civiles, incluyendo campamentos para desplazados, funerales, hospitales, escuelas y bodas. Estos arsenales también se utilizaron para atacar deliberadamente cultivos, tierras de cultivo y barcos pesqueros, con el fin de provocar hambruna entre la población. Contrariamente a la cobertura mediática generalizada, generada por los informes de Amnistía Internacional, cuando se examina a los Estados "enemigos", los medios de comunicación dominantes guardaron silencio sobre estas revelaciones. Como reveló una investigación de marzo de 2020 realizada por Declassified UK:


Muy pocos artículos describen el conflicto de Yemen tal como es, dada la magnitud del papel militar del Reino Unido: una guerra británica. El término "guerra británica en Yemen" [o sus variantes] no ha generado resultados de búsqueda en el texto de ningún artículo en los últimos cinco años… Los resultados más aproximados son un artículo en The Independent… escrito no por una periodista, sino por la diputada de la oposición, Diane Abbott, y dos en The Guardian.


'Posición humanitaria'


En un giro inesperado, mientras Londres se dedicaba a bombardear y matar de hambre a los yemeníes, documentos filtrados indican que la inteligencia británica participaba simultáneamente en operaciones clandestinas de guerra psicológica multicanal para obligar a esos mismos civiles a rechazar el gobierno de AnsarAllah y a aceptar un "acuerdo de paz" respaldado por la ONU e impulsado por Estados Unidos, elaborado por Arabia Saudí. Según sus términos no negociables, el movimiento de resistencia popular se vería obligado a rendirse y desarmarse, a cambio del cese de las acciones militares de la coalición y del levantamiento parcial del agobiante bloqueo económico de Saná.


La guerra de propaganda fue llevada a cabo en secreto por ARK, una importante agencia de inteligencia británica dirigida por un veterano del MI6. Trabajando con ONG's locales y diversos medios de comunicación que apoyan los objetivos del Reino Unido, para que la propaganda alcanzara eficazmente a los ciudadanos yemeníes, ARK concibió la creación de una gama de contenido visualmente rico que promocionaba el irrisorio plan de paz de Riad. Este se difundió tanto en línea como fuera de línea, dirigiéndose a “diversos grupos demográficos, sectores y lugares para garantizar la máxima inclusión”, basándose en una intensa investigación de grupos locales y encuestas a ciudadanos yemeníes.


Públicamente, muchos de estos productos de propaganda parecían ser obra de Tadafur (que en árabe significa "trabajar colectivamente y unir"), una red artificial de ONG y periodistas locales "conocidos", "respetados e influyentes", creada por ARK. Su misión, declarada abiertamente, era "resolver conflictos locales" y "unir a las comunidades locales mediante sus esfuerzos por solucionar conflictos". Bajo lemas como "Nuestro Yemen, Nuestro Futuro", Tadafur convocó "concursos de poesía segregados por género con la paz como tema", así como "obras de teatro y asambleas públicas".


En línea, ARK gestionaba de forma encubierta una página de Facebook llamada "Bab", con decenas de miles de seguidores, todos ellos desconociendo que dicha plataforma era en realidad un agente de inteligencia británico. Bab difundía propaganda sofisticada que "promovía el proceso de paz", incluyendo vídeos e imágenes de "iniciativas locales para la consolidación de la paz" organizadas por la ONG de ARK y su nexo de oficiales de campo. "El contenido de la campaña [destacaba] ejemplos tangibles y reales de esfuerzos convincentes para la consolidación de la paz con los que todos los yemeníes, independientemente de su afiliación política, pueden identificarse".


Estos ofrecerán ejemplos inspiradores que otros podrán emular, mostrando maneras prácticas de participar en el proceso de paz a nivel local. En conjunto, estas historias individuales conforman una campaña más amplia con un mensaje nacional: los yemeníes comparten el deseo colectivo de una resolución pacífica del conflicto.


A su vez, se invitaría a los usuarios de Bab a enviar sus propios "voxpops, videos cortos o infografías" que demostraran su apoyo al proceso de paz, para que los equipos del proyecto y de campo los compartieran a través de influyentes grupos de WhatsApp, una forma clave de llegar a la juventud yemení. El equipo de comunicaciones de ARK, con sus contactos, compartiría estratégicamente historias preconcebidas con medios de comunicación o personas influyentes en redes sociales, u ofrecería a periodistas seleccionados acceso exclusivo a las historias. El objetivo era ser, colectivamente, tan "ruidosos" como los actores políticos y militares nacionales partidistas.


Siniestramente, múltiples pasajes en los archivos filtrados hacen referencia a la urgente necesidad de garantizar que no existiera una conexión perceptible entre estas iniciativas de propaganda y el plan de "paz" saudí. Un pasaje menciona que los "temas y actividades" de la campaña nunca "promocionarían directamente a la ONU ni el proceso de paz formal". Otro afirma que ocultar la agenda de la operación tras voces aparentemente independientes de la sociedad civil "minimiza el riesgo" de que "los resultados se perciban como comunicaciones institucionales derivadas de la ONU o que la promueven directamente".


Extracto del archivo ARK filtrado


Este esfuerzo fracasó, junto con el intento de la coalición liderada por Arabia Saudí de desmantelar AnsarAllah y doblegar el espíritu de la población yemení. En cambio, el apoyo interno al movimiento de Resistencia se vio reforzado debido a la indignación masiva por la despiadada campaña de bombardeos. Resultados similares se obtuvieron con la Operación Guardián de la Prosperidad, en la que incluso los principales medios de comunicación admiten que AnsarAllah infligió una derrota histórica a la Armada y Fuerza Aérea de Estados Unidos. Queda por ver si las renovadas hostilidades de Trump tendrán más éxito. Pero, como es habitual en él, AnsarAllah no cede. Un portavoz ha declarado:


La entidad sionista no se ha adherido al acuerdo de alto el fuego, por lo que nuestras operaciones navales la atacan únicamente con el objetivo de levantar el asedio a Gaza. Esta es una postura moral y humanitaria. La participación de Estados Unidos en la agresión contra Yemen es injustificada y provocará una respuesta. Responderemos a la escalada con escalada, y quien la inicie será el más injusto.



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