Divulgación
Marxista – 21/06/2019
Dice Marx que
el capital viene al mundo “chorreando lodo y sangre” (cap.
24 de El Capital) y muestra una historia de violencia que fue
desatada porque era necesaria para cumplir un fin, el fin último de
la clase capitalista, que es la ganancia. Y la ganancia sólo puede
producirse cuando una masa de desesperados se agolpa ante las puertas
de las fábricas rogando que por piedad se les permita vender su
capacidad de trabajo, para soñar con vivir al menos un día más...
en el mundo de la igualdad de derechos y oportunidades.
Porque un hombre que
tiene su propia tierra va a emplear su fuerza de trabajo para su
propio provecho y no requiere del permiso de nadie para trabajar. ¡Un
hombre así es libre, verdaderamente libre!
El hombre
verdaderamente libre no le sirve al capitalista. Éste necesita
hombres disminuidos, temerosos, que no tengan derecho a trabajar por
su cuenta, en definitiva, hombres que no puedan ejercer la libertad
que está impresa en las inútiles Constituciones. El hombre libre
no necesita al capitalista, pero el capitalista necesita
hombres que lo necesiten… entonces ¿qué hace? Convierte a los
hombres orgullosos y dueños de sí mismos, en hombres despojados,
castigados por la amenaza de un hambre que no pueden saciar por sus
propios medios. Donde ayer bastaba el rudo esfuerzo para sobrevivir,
ahora es necesario pedir permiso…
Esta fue la tarea en que
se ocupó la burguesía desde que el mundo la parió. Primero fueron,
en tanto campesinos acomodados de aldea, serviles cómplices de los
señores feudales para ayudar a explotar a quienes eran sus
compadres, los campesinos más pobres. En cuanto la presión de los
tributos feudales se hizo demasiado pesada para estos pobres
campesinos, fueron perdiendo tierras y ya no pudieron ser
autosuficientes. ¡Acá empezó la fiesta! Se había separado al
hombre de aquello que lo hacía autónomo, se lo había desposeído.
Ahora los campesinos
acomodados podían venir “al rescate”. Ahora el hombre orgulloso
necesita al capitalista. El que no tiene medios de producción
necesita al que sí tiene medios de producción. El campesino
acomodado por fin puede adueñarse de la capacidad de trabajar del
hombre despojado, y se convierte plenamente en capitalista. Ahora
puede pagar un salario lo suficientemente bajo como para extraer una
ganancia de la relación asalariada, de la diferencia entre lo
que paga al trabajador y el valor del trabajo que obtiene. De la
explotación.
Y lo que empezó en el
pequeño mundo feudal se universalizó con la expansión europea, con
la conquista del mundo. Y a cada parte del planeta que el capitalismo
quería transformar a su imagen y semejanza, la revolucionaba de la
misma manera, “liberaba” a los hombres de su relación directa
con la naturaleza, y aniquilaba las bases de su autonomía y de su
verdadera libertad. Ningún país desarrolló un proletariado hasta
que no se limitó y cercenó el acceso a la tierra, y miles y
millones de campesinos fueron expulsados. Las oleadas de hombres
buscando trabajo surgían de este proceso mundial de desposesión.
Marx explica todo esto en
el cap. 24, y luego en el capítulo siguiente (cap.
25) presenta la prueba irrefutable de la contradicción
entre el capitalismo y el trabajo personal autónomo: estudia el
proceso paralelo que necesariamente debe ocurrir en los territorios
en donde el capitalismo se va expandiendo y forma colonias con
personas que han podido adquirir tierras propias. Es el caso de
colonias como Estados Unidos, Australia, etc. En algún momento el
capitalismo necesita, para despegar y desarrollarse plenamente,
primero: que se agote la disponibilidad de tierras, y segundo:
que las tierras ya ocupadas por pequeños granjeros independientes
sean expropiadas progresivamente, en un proceso de concentración de
la tierra que a lo largo de décadas va liquidando al campesinado.
Esto es lo que ocurrió en los casos mencionados y está ilustrado en
el gran libro de Steinbeck “Las uvas de la ira” (de cuya
película extraigo las imágenes). También es lo que vemos en
nuestros días en China y en India, donde millones de campesinos son
expulsados de sus tierras para pasar a formar la gigantesca reserva
proletaria que el capitalismo mundial necesita.
Una verdad incuestionable, releí no hace mucho las uvas de la ira, lamentablemente sigue plenamente vigente.
ResponderEliminarHoy, esa expropiación del suelo y del espacio ha llegado con ávida saña hasta las ciudades, donde los miserables salarios apenas dan para pagar los abusivos alquileres.
EliminarExcelente, como siempre.
ResponderEliminarGracias, OskarMaría. Salud!
EliminarAcumulación por desposesión
ResponderEliminar...o acaparamiento por robo.
EliminarSobrecogedor y real. El capital pone toda clase de espejismos y potencia los estilos de vida para ocultar esta desposesión. Hasta en el peor gueto se observan las actitudes de la clase dominante. Es el poder de la propiedad privada, concepto sin el cual no existiría el capitalismo ni la explotación.
ResponderEliminarSalud!