Por Patriaesvirtud
– Segunda
Cita – 01/09/2019
Revisando viejas memorias
encontré este escrito:
"El burócrata es el
hombre de madera, nacido por equivocación de los dioses, que lo
hicieron sin sangre, sin aliento ni desaliento, y sin ninguna palabra
que decir. Tiene eco, pero no tiene voz. Sabe transmitir órdenes, no
ideas. Considera cualquier duda una herejía; cualquier
contradicción, una traición. Confunde la unidad con la unanimidad y
cree que al pueblo, eterno menor de edad, hay que llevarlo de la
oreja. Es bastante improbable que el burócrata se juegue la vida. Es
absolutamente imposible que se juegue el empleo"
Eduardo Galeano.
Genial definición,
actual, universal; pues hay burócratas en todas partes, en todas las
ideologías, en todos los sistemas políticos.
Para no preocuparme por
los problemas de “Chipre” y concentrarme en mi terruño quiero
reflexionar sobre el gran poder que ha adquirido la burocracia en
nuestro país. Que está casi al mismo nivel que el criminal bloqueo
yanqui, en cuanto al daño que nos hace como nación.
Hacer una Revolución,
como la nuestra, en el hemisferio occidental y a unos 145 kilómetros
del poderoso imperio además de una extraordinaria proeza implica
necesariamente riesgos y errores. Construir la sociedad socialista
que nos proponemos, en esas condiciones geopolíticas obviamente nos
ha puesto a pruebas y, hasta ahora, hemos sido (como pueblo) capaz de
vencer.
Una agresión
desenfrenada, soportada en un bloqueo económico ahogante, en
provocaciones políticas, en ataques militares y biológicos, en
búsqueda del aislamiento político, en la alimentación de una
disidencia interna, en la creación de múltiples e inteligentes
estrategias para desarrollar una subversión interna que trastoque la
historia, los sueños, las esperanzas. Todo es válido en la política
agresiva del imperialismo norteamericano, y sus colegas ideológicos,
contra Cuba.
Esta agresión permanente
ha obligado a la dirección de la Revolución a estar permanentemente
creando mecanismos de defensa, muchas veces improvisando en la
marcha.
Se tuvo que desconfiar y
la desconfianza trae parametrizaciones, desgraciadamente se
cometieron muchos errores que no vale la pena volver a mencionar. Se
tuvo que exagerar en la discreción, cualquier información pública
podía ser utilizada para hacer daño al país (sobran los ejemplos);
y eso trajo el secretismo.
Fue necesaria la
vigilancia extrema, se crearon los CDR, los órganos de Seguridad del
Estado (G2), y muchos otros mecanismos no tan conocidos, que han
funcionado y a los que se le debe en gran medida la supervivencia;
pero toda esa vigilancia provocó cierta paranoia y no pocos abusos
del poder.
Se adquirió un hábito
de la conspiración. No quedaba de otra había que desconfiar y
conspirar contra aquellos que se oponían. Ese hábito conspirativo
ha llegado a nuestros días.
Se estatalizó en extremo
la economía, única alternativa, en tan agresiva situación, que
podría asegurar un desarrollo económico con los recursos que se
contaban. Para ello era necesario que quienes, en representación de
estado –es decir el pueblo–, dirigieran esa economía, fueran
ante todo “confiables” y no es tarea fácil medir el grado de
“confiabilidad” de cada individuo. Es muy difícil que el
“confiable” –al que le hacen creer que está totalmente
capacitado– acepte que alguna vez se equivoca; él cuenta con la
información que otros desconocen, asiste a reuniones secretas donde
se habla en códigos que no pueden ser compartidos. Es muy difícil
que aquel que desempeña el rol de “confianómetro” acepte que se
equivocó a la hora de evaluar a alguien. Lo más probable es que
acuse al enemigo o a la inmadurez de los subordinados, por el fracaso
de su categorizado.
Tantos años de batallar.
Cargados de audacias, de victorias y errores fueron conformando un
pueblo educado –yo siempre he pensado que mucho más que
instruido–, trabajador, familiar –defendiendo por encima de todo
ese núcleo parental–, solidario, con criterios políticos. Un
pueblo que tiene muy claro lo que quiere como nación y tiene ideas
de cómo lograrlo. Somos los cubanos un pueblo muy especial.
En los momentos más
complejos contamos con un indiscutible liderazgo. Fidel además de
liderar la victoria de enero de 1959, lo que ya le daba un gran
derecho, tenía el talento, la cultura, la inteligencia, y el encanto
necesarios para llevar las riendas de la nación en tan complejo
escenario, muy pocos se cuestionaron, en tantos años, ese derecho,
la mayoría reconocimos siempre esa dedicación. Su verbo explicaba,
convencía, le llegó siempre al pueblo. Tuvo la capacidad de
adelantarse, escuchaba, rectificaba en los errores, y reconocía
públicamente los equívocos y fracasos. Nunca evitó el debate, más
bien incitaba a ello.
El pueblo aprendió que
ante cualquier injusticia podía recurrir a varias instancias.
Teníamos a Celia, a Almeida, a Haydee, a Fidel, y se recibían
respuestas.
El sindicato funcionaba,
existieron muchos ejemplos de luchas ganadas por la exigencia de esa
organización, tanto en el reducido espacio de una empresa como a
nivel nacional. El PCC, con una militancia que superaba en más del
doble a la que hoy en día tenemos, participaba en la toma de
decisiones y resultaba un controlador de las decisiones
administrativas (al menos donde me he desempeñado los
administrativos respetaban mucho cuando eran convocados por la
militancia); viví la experiencia del cómo se debatía, criticaba y
controlaba el proceder institucional.
Los dirigentes por lo
general cuidaban su imagen, y aunque siempre contaron con algunas
prebendas, que normalmente se reflejaban en contar con un carro
estatal (que ya les resolvía unos cuantos problemas personales) y un
nivel de búsqueda “sociolista”, su nivel de vida no resultaba
ostentoso. Podrían ser prepotentes pero debatían, recuerdo pocos
casos en que se usara ese estilo de reuniones “para escuchar y no
opinar” que tan comunmente ocurre hoy en día.
Los cuadros de aquellos
tiempos o estuvieron en la Sierra cuando la Revolución, o en Playa
Girón, o en las zafras azucareras, o en las tantas misiones
internacionalistas; la mayoría contaban con un aval de combate, y el
pueblo podría tenerle sus reservas pero les respetaba esos avales.
Pero los métodos y
estilos implementados hicieron mella en muchos, unos (cansados)
decidieron abandonar la lucha; bien se fueron de la Isla o se
decidieron por la autocensura o la desidia; otros vieron una
“oportunidad muy oportunista de pescar en río revuelto” –y el
río ha estado bastante inestable en los últimos años–.
Fidel, consciente del
poder que ya la burocracia estaba alcanzando nos convocó, en el
segundo lustro de los 80, a la rectificación de errores y tendencias
negativas. Vale la pena rescatar algunos de los discursos de esos
años. Pero se derrumba el socialismo europeo y problemas más
urgentes exigían todas las energías en su solución.
A ello se une un problema
mucho más complejo. Quienes en la Cuba actual están entre los 35 y
45 años de edad, y que conforman una importante masa de los actuales
dirigentes administrativos, estatales y políticos del país,
tendrían entre los 9 y 19 años de edad en el año 1993 –el
momento más duro del período especial–. Vivieron su infancia,
adolescencia y juventud en fuertes carencias. Tengo amigos de esas
edades que hablan de cuánto quedaron marcados por lo vivido en ese
tiempo.
En aquellos duros tiempos
se pudo garantizar la educación, la salud y una alimentación muy
pobre aunque nadie se murió de hambre. Sin embargo nunca se habla de
las marcas que quedaron en la personalidad de generaciones de
cubanos, muy en especial de aquellos que estaban en la adolescencia o
la juventud. Compartían los conflictos de sus familias para asegurar
un mínimo de comida, de ropa, de algunos pequeños detalles que los
acercara a una vida un poco más digna. Comenzaban a vivir con el
ejemplo de que aquellos que tuvieran acceso a determinados recursos,
vivían mejor y esos recursos podrían lo mismo venir de la
propiedad estatal, del extranjero en forma de remesas, o del trabajo
extra de sus familiares, haciendo negocios que no estaban permitidos:
casi todo se valía.
La ideología sufría,
los paradigmas del este se caían. Un pseudo revisionismo de la
teoría nos cayó encima.
Comenzaron los cursos y
los libros sobre “gerencia”. Los administradores se convirtieron
en gerentes y directores, según fuera el rango. La “gerentocracia”
fue un término creado, o muy utilizado, por un respetado profesor de
economía, serio estudioso de los errores del este, cuando criticaba
esa nueva tendencia que surgía en la administración cubana.
Negar esto no es tapar el
sol con un dedo, es negarse a la verdad y con ello acabar con
cualquier alternativa de análisis serio. No se está culpando con
ello a la Revolución y la encomiable resistencia de su pueblo.
Los jóvenes estudiaban
en las universidades, que nunca se cerraron, se graduaban, hacían
postgrado. Unos deciden irse de Cuba, otros deciden trabajar aquí,
buscando alternativas de salarios (como el turismo), de viajes al
extranjero, de negocios particulares, trabajando en centros de
investigación o centros sociales o productivos.
Otros miembros de esas
golpeadas generaciones comienzan a ambicionar la dirección: veían
una alternativa de vida segura, notaban (en el proceder de los ya
gerentes) que tener el mando permitía decidir quién viajaba o no,
quien recibía una mejor casa o no, quien recibía un carro estatal o
no, quien podía hacer lo que le diera la gana sin que pasara nada,y
eso significa el agradecimiento de la lealtad. Al que se opusiera,
pues tenían el poder de sacarlo del medio.
Se fueron uniendo a los
experimentados y en una lucha sin cuartel, con muchas más
ambiciones, menos ejemplos de luchas sacrificadas que mostrar, menos
ética, mucha más mediocridad, fueron sacando del medio a los más
viejos. Se aprovechaban de las nuevas ideas de rejuvenecimiento en la
dirección estatal y política. Eso ha estado ocurriendo en niveles
bajos e intermedios, y en algunos casos incluso en niveles de
dirección del Estado.
Se fueron adaptando las
legislaciones para asegurar el poder. Si se revisa el desarrollo de
las legislaciones laborales, incluyendo los código del trabajo, se
descubre la forma en que, junto con el aseguramiento de importantes
derechos, los trabajadores se van quedando desamparados en el caso de
que se cometa una injusticia.
Hace ya unos siete años,
conversando con un grupo de jóvenes fiscales, sobre una injusticia
que se cometía con un joven trabajador, me explicaban que el
trabajador estatal cubano está totalmente desprotegido ante los
desmanes de la administración porque no puede recurrir a un
tribunal: todo queda en las manos del jefe inmediato superior de
quien cometió la injusticia. Pienso que la nueva constitución
resuelve, en parte, este error.
Las decisiones se fueron
concentrando. Hablar de órganos colegiados de decisión es un
chiste, al menos en los niveles de empresas, instituciones, gobiernos
municipales y hasta provinciales. ¿Cuántos Consejos de Dirección
conocemos que se la pasan reunidos para escuchar las sabias perretas
(que incluyen groserías, faltas de respeto, prepotencia) de quienes
dirigen?
El papel del sindicato se
redujo. Decir que la gente respeta esa organización es mentir, se le
nota bastante poco en la base. El sindicato actual ha perdido su
impacto, ha perdido la esencia, se ha estancado, y las esenciales y
guiadoras ideas de Fidel y Lázaro Peña se han reducido a un grupo
de frases y consignas.
En el caso del PCC, los
burócratas se la han ingeniado para maniatarlo. Son varios los
ejemplos. Basados en la correcta idea de que esta organización no
está para administrar, se ha reducido al mínimo su influencia
dentro de las instituciones.
Los privilegios fueron
aumentando y mejorando. Ya el carro no es Lada chapisteado. Ahora
tenemos carros mucho más modernos, más confortables, con aire
acondicionado, con todos los cristales empapelados en negro. (Yo
pensaba que esto estaba prohibido en Cuba. Es una cosa rara esta: si
usted se para en la carretera, se dará cuenta que no hay un carro
estatal que no tenga todos los cristales negros. De esa forma, ni
hablar de quién va dentro, mucho menos de pedirle “botella”.) Un
chofer me dice un día que ya nadie acepta dirigir si no le asignan
un carro, y tiene toda la razón. Ahora el carro se usa para pasear
la familia, es el carro “estaticular” para resolver asuntos, para
mostrar poder (obvio nunca lo va a contaminar con los comunes).
La situación que estamos
viviendo con el combustible es crítica, desesperada. Resulta una
ofensa al pueblo que esta gente se muevan a su antojo y ni tan
siquiera miren al prójimo para ayudarles en la transportación. Si
usted pasa por un gobierno provincial, en un momento de reunión,
puede ver las calles atestadas de carros estatales; no son capaces de
ponerse de acuerdo en el uso de un transporte colectivo, ni hablar de
usar el transporte público. No caminan; el contacto con las masas
contamina, cansa, estresa. En los mejores momentos de Villa Clara,
con Díaz-Canel como Secretario General del Comité Provincial del
PCC, Lázaro Expósito como Secretario general de Comité Municipal
del PCC en Santa Clara, Humberto Rodríguez como presidente del
gobierno provincial, era famoso en el pueblo como se movían en
bicicleta, a pie, contactando los problemas del pueblo.
Antes vivían en casas
más o menos sencillas, muchas de ellas en los mismos barrios en que
vivían sus subordinados; algunos, más listos, basados en sus
méritos, se adueñaron de buenas mansiones en La Habana y en algunas
capitales de provincia; pero la mayoría habitaban casas sencillas,
sin muchos lujos. Ahora es diferente, los burócratas se construyeron
sus casas con todas las comodidades necesarias, usando para ello las
facilidades y recursos de los que disponían; otros aprovecharon una
decisión de gobierno y se adueñaron de casas que estaban creadas
para uso de la entidad que dirigen (casas de visitas, clubs de
trabajadores, etc.). Me cuentan de un dirigente relativamente joven
que hoy dirige en la capital, que pasó por todas estas experiencias:
construyó su casa, se adueñó luego de una casa de la institución
que antes dirigía (entregando la casa que había construido que era
de mucho menos confort y en barrio más malo y lejano); ahora en la
capital ha rechazado en tres ocasiones las ofertas de casas que le
hacen. Asombra que en el momento que vivimos, se permite el lujo de
rechazar ofertas de casas porque no satisfacen sus supuestas
necesidades, y estoy seguro que no se tratan de casas de subsidios,
ni de barrios malos.
La mayoría de esto
burócratas evaden el debate, les falta cultura, valor y
ejemplaridad. A los que le cuestionen, se les busca una solución
drástica, que va desde el desprestigio personal, crearle una
atmósfera externa de disidente (muchas veces ni el implicado sabe
que lo están juzgando, a sus espaldas, de contrarrevolucionario),
enredarlo en alguna supuesta ilegalidad, o simplemente ajustar la
plantilla de manera que queda excedente. Son muchas las vías que he
conocido en estos años, usadas por estos personajes, para destruir a
gente buena. Proceden de tal manera que son capaces de convencer a
sus superiores, a los que les controlan, a los que les dirigen
políticamente, de que sus acciones encaminadas a destruir a alguien
tienen un fuerte basamento político e ideológico.
Se aprovechan de las
agresiones imperialistas para convertirlas en bandera de lucha que
los destaque ante sus superiores. Los más avezados (especialmente en
aquellos sectores más relacionados con la ideología) hasta fabrican
las crisis que les permita destacarse en su combate y solución;
enredando en ello, con sus mentiras, hasta a altos funcionarios.
Cuando uno pide más elementos que permitan esclarecer lo ocurrido se
refugian en el secretismo, dan respuestas a medias con cara de
sarcasmo, eluden dejar escrito en sus decisiones la palabra
contrarrevolución o algo por el estilo, aunque en reuniones de
monólogo no paren de alabarse por la forma en que enfrentaron la
subversión y la contrarrevolución. Hay instituciones que no salían
de las crisis políticas e ideológicas y nada más promover a su
dirigente se acabaron las crisis. La CIA no necesita mejores agentes
que esos burócratas.
Sus vidas personales no
pueden ser más enrevesadas. Por algún motivo la mayoría ama al
dios Baco, y se transforman hablando lo que pueden y no pueden,
mostrando sus intereses; cosa que en estos tiempos se difunde con
tremenda facilidad.
Al pueblo se le mira con
arrogancia, a los superiores que te pueden apadrinar se les adula.
Para los últimos usan diferentes recursos, como reconocimientos de
las instituciones que dirigen, una falsa modestia presumiendo de sus
antecedentes humildes o de familia vinculada a las luchas
revolucionarias, etc.
Los burócratas son
trabajadores –cuidado con eso–; de acuerdo al nivel de ambición
así será la dedicación al trabajo –pero al trabajo que le de
visibilidad–; verdaderos maestros de los informes, de las
estrategias sobre camino ya trillado –en las que no arriesgan
nada–. Crean sus sistemas de comunicación con toda la tecnología
necesaria, de manera que se visibilicen bien los logros de la
institución que lidera (esto está muy bien si se hace
desinteresadamente), y si alguien usa ese sistema para criticar, pues
usa todo su poder para “combatirlo”. Crea su dirección jurídica
con abogados expertos que le ayudan a crear tantas resoluciones como
sean necesarias para tener las espaldas bien protegidas y para
reprimir a los que les importunen. Cuando los errores son muy sonados
reciben una reprimenda paternal pues se trata de “gente joven,
inexperta, pero trabajadora y valiosa”.
Lo penoso y peligroso es
que estos doctores en simulación siguen ascendiendo. Saben que hay
responsabilidades que los convierten en casi intocables, aunque las
leyes, los códigos, la lógica digan lo contrario.
Un amigo me preguntaba,
conversando sobre uno de estos personajes, que cómo es posible que
todos sus defectos no se conozcan por quienes deciden, por quienes
controlan. Recordé un escrito del presidente del Instituto de
Historia de Cuba (no recuerdo su nombre) sobre los problemas de la
Unión Soviética y las traiciones presentes. Explicaba que la KGB
tenía un folder bastante abultado sobre Aleksandr Yákovlev,
ideólogo de las transformaciones, pero a nadie interesó porque al
final era confiable y leal; o nunca se atrevieron a mostrarlo pues el
hombre tenía amigos muy importantes.
Importante es tomar nota
de que burócratas con comportamientos iguales fueron los
responsables de la debacle del campo socialista.
Forman una casta social,
yo digo que son una cuasi-clase social, se relacionan entre sí, se
hacen amigos. Esa mafia crece, compromete, enreda, se defienden los
uno a los otros, y alcanzan incluso a los que tienen el deber de
vigilar, controlar y reprimir esas manifestaciones. Son una verdadera
mega bola de fango creciendo y destruyéndolo todo. Sus intereses
varían: mientras más tienes, más quieres, y al final traicionan
hasta su madre de ser necesario.
¿Hay solución para este
peligro?
Soy un defensor acérrimo,
y hasta un poco ortodoxo, del socialismo. Soy un defensor convencido
de la Revolución cubana. Considero que no existe ideología más
completa y humana que la socialista, y no existe proceso que se le
acerque más a esa ideología que nuestra Revolución.
Defendemos una ideología
y luchamos por un modelo de sociedad que queremos entregar, como
herencia, a las generaciones que nos siguen, como otros lo hicieron
con nosotros. Entiendo que nuestro batallar ideológico pretende al
final lograr que los que nos siguen –con sus diferentes costumbres
y formas de interpretar la vida– asuman que el proyecto tiene que
mantenerse en evolución sin negar sus principios fundamentales.
Son los jóvenes nuestro
objetivo, son los jóvenes también el objetivo de quiénes nos
agreden. Y los jóvenes son maximalistas y les cuesta trabajo
entender los matices; son románticos empedernidos, son creativos,
son una energía inmensurable ¿Nos recordamos de esa edad?
Los jóvenes de hoy en
día están metidos en la calle. Quizás hablan menos pero conocen
más de lo que sucede en el día a día. Me asombro con las cosas que
me comentan mis hijas sobre algunos burócratas, y es duro discutir
con ellas pues uno conoce siempre a alguien que es igual al
criticado.
Todos los dirigentes no
son precisamente burócratas. Existe una gran cantidad de ellos que
pueden tener muchos defectos pero son gente que trabajan, que nos les
interesa la visibilidad, que lideran. Todavía hoy en día creo que
son mayoría. Lo que pasa es que un burócrata, solamente uno,
ensombrece a todos los buenos dirigentes.
Tenemos un Presidente que
ha sido el paradigma de la anti burocracia, inteligente, talentoso,
muy decente, de sólidos principios, dialéctico. Le llega al pueblo
y muy en especial a los jóvenes. Su liderazgo es fundamental en el
combate a este mal y a sus personeros.
Creo que el Presidente se
ha rodeado de gente trabajadora, comprometida, no me parecen
burócratas, es posible que haya más de uno pero no lo identifico.
El pueblo acepta la comunicación con ese equipo.
Se tienen que engrasar
los mecanismos que tiene el pueblo para denunciar.
El PCC cuenta con un
sistema que registra la opinión del pueblo, un sistema bien
organizado que recoge miles de criterios, pero no se puede quedar en
cifras, en estadísticas; cuando la alarma suena sobre el
comportamiento de alguien, se tiene que desatar un sistema de
investigación.
Tenemos la Contraloría,
dirigida por una admirable compañera. Hay veces que cuando la
escucho siento que está ya cansada de insistir en la necesidad de la
educación, de la prevención. Esta entidad estatal tiene que olvidar
ya lo educativo y combatir. Sus miembros son expertos, y saben bien
dónde buscar; no entiendo por qué no encuentran.
Nada se logrará si no le
damos participación real al pueblo. Ese pueblo que los burócratas
tanto irrespetan, que demeritan, que lo ven como inmaduros que
necesitan de su sabia guía, ese pueblo que tanto temen en sus
fuerzas liberadas y liberadoras.
La gente tiene que
sentirse guapa; pero la gente no es boba, no se va a buscar problemas
de gratis para que no pase nada y después verse afectada por las
posibles represiones. Cualquiera de nosotros, en la Cuba actual, de
seguro está violando alguna de las cientos de miles de
orientaciones, regulaciones, cartas circulares, directivas, decretos,
leyes; si mi posición crítica lo que provoca es un escudriñar en
mis errores o convertirme en disidente potencial (por la espalda,
nunca de frente), o simplificar, basados en supuestos resentimientos,
pues todo se va al diablo y me dedico a vivir y a prepararme para lo
que pueda pasar en el futuro.
El sindicato no es
contraparte de la institución, eslogan llevado y traído por quienes
les conviene. Muy correcto: el sindicato está para apoyar a los
trabajadores en el logro de una mejor sociedad, con ello se apoya a
la Revolución, se movilizan a las masas. El sindicato no es
contraparte de la Revolución pero tiene que ser muy combativo con
los burócratas y sus injusticias. Tiene que hacerse respetar, más
que nada por las nuevas generaciones.
El PCC no administra,
pero los desmanes de un burócrata, sus errores, sus estilos, tienen
que ser combatidos por la militancia, que tiene que estar oído en
tierra escuchando al pueblo. La militancia tiene que exigir cuando el
dirigente no sirve, si es necesario tiene el deber, el derecho, la
obligación de exigir que sea cambiado.
Yo no tengo idea en qué
momento los dirigentes se convirtieron “cuadros del Estado”, con
ello se estableció el criterio de que cualquier cuestionamiento a su
gestión es un cuestionamiento al Estado y su política. Aquí hay
que acabar de definir que es un dirigente estatal, obvio representa
la gestión del Estado en su entorno de influencia, pero es que el
Estado no es más que el poder del pueblo, es el aparato ejecutivo
electo por el pueblo para representar sus intereses de clase. Me
parece que nuestro Presidente ha dejado muy claro su visión en este
asunto al definir que todos son servidores públicos.
El tema de la crítica
oportuna, en el momento oportuno, y en el lugar oportuno es algo que
también hay que esclarecer. La idea ha quedado muy difusa, cosa que
ha sido muy bien utilizada por los burócratas. Un joven en un debate
con el dirigente de la institución en que trabajaba es incriminado
porque nunca se le acercó para expresarle sus críticas y
preocupaciones sobre lo que ocurría en su área de trabajo, el joven
le responde que estaba cansado de hacerlo en su núcleo del PCC, el
dirigente muy molesto le espeta que ese no era el lugar para
criticar, que tenía que ir a verlo a él, estableciendo su
interpretación del lugar oportuno, y no es un invento: es una
anécdota real.
La burocracia puede ser
combatida. Los simuladores y los oportunistas pueden seguir
existiendo, pero si las mieles del poder les resultan complejas de
seguro van abandonar en buscas de otras vías que les permita
ganancias; quizás se vayan a otras tierras, quizás se pongan a
crear. Los burócratas no resisten el poder del pueblo, la crítica
del pueblo. Pues busquemos ese poder, de paso se movilizan y
comprometen a las masas, se le brinda oportunidad de involucrase a
los jóvenes. No entiendo que haya que temer en nada. No se trata de
un enfrentamiento que debilite a la Revolución.
Los imperialistas estarán
muy preocupados si ven que la desidia, la inercia, la parálisis
desaparece, si ven que los burócratas perdieron el poder, si ven que
los jóvenes se involucran más.
Lo podemos hacer porque
tenemos un buen gobierno. Contamos con una historia. Tenemos fuentes
de referencia en los tantos discursos y escritos que sobre este tema
se pronunciaron Fidel y el Ché.
Concluyo con un disenso a
las geniales palabras de Eduardo Galeano. Los burócratas no nacen
por error de los dioses, surgen en un contexto, se desarrollan por
las debilidades de ese contexto social, triunfan por la desidia y la
pasividad de los buenos, que son mayoría.
Hay una película cubana deliciosa: Guantanamera, ahí sale un burocrata de los de pura cepa.
ResponderEliminarEn otro nivel de burocracia, para expender el billete del Bus Azul de Varadero a la Habana hacen falta tres personas, una que arranca el billete de papel del taco, otro que lo rellena con el nombre del pasajero y otra que le pone un sello.
Ese nivel de burocracia no es el más peligroso, en ocasiones puede incluso obedecer a un reparto del trabajo. La burocracia peligrosa es esa que critica Ray Fernández en su canción "El gerente":
Eliminar"Y se le dio la gerencia al fin,
y le creció una corbata
y en la cara acomodó
esa expresión triunfadora
del arribista que aflora
como un dios tras el buró".
En las condiciones difíciles la democracia participativa se hace también difícil, aparece la conspiranoia (sobre una base de sospechas fundadas) y los oportunistas tienen su coartada para corromperlo todo. El proceso es difícil de contener.
ResponderEliminarOjalá la Revolución sepa afrontar estos peligrosos retos internos y poner esas "manzanas" en cuarentena.
EliminarLa burocracia es peligrosa, pero el ejército que sostiene el edificio lo es con diferencia. En españa no hay estudios serios sobre las relaciones ejercito-finanzas-estado, todas acaban en 1979. Supongo que nos sorprenderíamos por las relaciones que encontramos. Salud!
ResponderEliminarEn lo que a las fuerzas armadas se refiere, Cuba y España no son en absoluto comparables. Unas provienen de una revolución proletaria, las otras de una dictadura.
EliminarSalud!
Estoy de acuerdo. Todo cuerpo, institución y organización, tienen un espíritu que trasciende sus funciones y deriva del ambiente y los transcursos de su historia. Pero también comparten características al ejercer las mismas funciones en términos parecidos.
EliminarSalud!