COUNTERPUNCH – 02/04/2021
Jeffrey St.Clair
Los estadounidenses queremos ser apreciados, pero se nos teme en casi todo el mundo. Nos vemos a nosotros mismos como justos y rectos, pero transgredimos cotidianamente el derecho internacional y los más básicos derechos humanos.
Creemos ser emisarios de la libertad, pero nos negamos a reflexionar sobre las consecuencias éticas de nuestras múltiples agresiones imperiales. Preferimos ignorar cuanto se perpetra en nuestro nombre, ignorar el cúmulo cadáveres amontonados tras nuestros ataques con bombas, misiles y aviones no tripulados. No queremos indagar ni saberlo, porque ello amenazaría los principios esenciales de nuestra propia identidad, porque ello socavaría el reconfortante relato de nuestras creencias y rompería la espectral ilusión de nuestra hechizada psique nacional.
¿Qué se necesita para excitar el nervio moral de Estados Unidos?
Bombardear niños con bombas de racimo o arrasar fiestas nupciales con drones ya no parece suficiente. Tampoco la tortura. Ah, sí, hubo un pataleo colectivo ante las espeluznantes fotos de soldados estadounidenses riendo mientras clavaban electrodos a prisioneros iraquíes desnudos y angustiados, aterrorizados por amenazantes pastores alemanes. Pero esa indignación pronto se desvaneció y esas infames escenas no tardaron en adquirir la familiaridad de una serie de televisión.
Para tratar de entender esa psique nacional y el excepcionalismo que la sustenta, sigo recomendando este libro:
ResponderEliminarhttps://esencialomenos.blogspot.com/2021/02/el-monstruo-y-sus-entranas.html
Del libro que recomiendas extraigo este párrafo:
EliminarEl expansionismo (asociado a una insaciable sed de dominación) es pues rasgo estructural permanente y dominante de la sociedad estadounidense; ya sea en su forma territorial inicial y más directa, apropiándose de territorios vecinos; ya sea en su ulterior forma imperial marítima, apoderándose de islas o archipiélagos, cercanos o distantes, situados en los dos océanos que desde la segunda mitad del siglo XIX marcan el limite geográfico de sus costas, atlántica y pacífica; ya sea, como ocurriera en fechas más recientes, sin necesidad de apropiarse de nuevos territorios y países, solo sometiéndolos de forma sutil y disfrazada pero a menudo también más brutal y violenta, imponiendo su dominio económico, político, cultural y militar sobre países soberanos, tanto de este continente americano al que pronto convirtieron en su patio trasero y cuyos países han invadido y hasta fraccionado a voluntad desde el mismo siglo XIX, como en los otros continentes en los que desde fines de ese siglo y sobre todo a lo largo de la segunda mitad del recién finalizado siglo XX han impuesto, con «ayuda económica», presiones, chantajes, golpes de Estado, invasiones y guerras asesinas que últimamente disfrazan de humanitarias, su dominación mundial imperialista y neocolonizadora.
Marx lo definió perfectamente en el capítulo dedicado a la expansión del ejército de reserva. Esos que se autodenominan ciudadanos son el subproducto de sus inversiones. Para las élites no son más que molestias que les impiden explotar al máximo el beneficios. Los ciudadanos de vez en cuando consiguen cosas, pero en general hay más que perder a qué ganar en la lucha. El que no lucha por miedo a la represalia no lucha por que su situación personal es nefasta y no puede o porque es tan buena que prefiere no perderla. La conclusión es que no necesitan mucha justificación, basta con que la gente sepa que también pueden ser víctimas. De eso se encarga la policía.
ResponderEliminarSalud!