Publicado por: NAHIASANZO ⋅ Diciembre, 9, 2014
Traducción de Nahia Sanzo
La principal herramienta ideológica con la que los Nazis se aseguraron el apoyo financiero y político de los principales industriales fue la amenaza comunista y soviética. La principal fuerza militar Nazi, aproximadamente dos tercios de sus mejores tropas, fue dirigido al frente del Este para conquistar y destruir Rusia.
La “amenaza rusa” justificó la conquista y ocupación, por parte de la Alemania Nazi, de Ucrania, los Balcanes, el Este de Europa y los países Bálticos, para lo que dispuso de sustancial apoyo de los colaboracionistas de cada lugar.
Tras la derrota de Alemania, división y desarme, y con la extensión del poder soviético, Estados Unidos reinstauró a los gigantes industriales y bancos, oficiales y agentes de inteligencia nazis. En primer lugar se les encargó reconstruir su economía doméstica y consolidar el poder político en colaboración con las fuerzas de ocupación estadounidenses.
A finales de los años 60, Alemania había recuperado su superioridad económica en Europa y se encontraba a la cabeza de la integración junto a Francia e Inglaterra. Al poco tiempo, Alemania ya dominaba las principales instituciones de la Unión Europea. La UE servía como instrumento de Alemania para la conquista sigilosa. Año a año, con las ayudas y créditos a bajo interés, la Unión Europea facilitó a los capitalistas alemanes su entrada y expansión financiera en los mercados del sur y el centro de Europa. Alemania marcaba la agenda para Europa occidental a medida que ganaba dominio económico mientras que se beneficiaba de la subversión y sitio de la Europa del Este, Rusia, los países Bálticos y los Balcanes que había puesto en marcha Estados Unidos.
El gran salto de Alemania: la anexión de Alemania del Este y la caída de la URRS
Esta proyección de poder de Alemania a escala mundial jamás habría ocurrido de no ser por la anexión de la República Democrática Alemana. Pese a las declaraciones occidentales, que afirman que todo beneficio y ayuda fue para el Este, el régimen de Bonn se aseguró varios millones de ingenieros cualificados, trabajadores y técnicos, fábricas, granjas productivas y, lo que es más importante, pasó de ser un socio emergente en la Unión Europea a ser la potencia expansionista más dinámica, especialmente en las antiguas economías del Pacto de Varsovia.
La anexión de la RDA y la caída de los gobiernos comunistas en el Este permitió a los capitalistas alemanes dominar los mercados del antiguo bloque socialista. Como principal socio comercial, Alemania tomó el control de grandes empresas industriales a base de privatizaciones corruptas decretadas por los recién creados regímenes clientes capitalistas. A medida que Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria o los estados Bálticos privatizaban y desnacionalizaban sectores estratégicos de la economía, comercio, medios de comunicación o servicios sociales, la Alemania unificada recuperaba su papel privilegiado. Al caer en manos de bandas, oligarcas emergentes y agentes políticos de los capitalistas occidentales, toda la infraestructura industrial rusa quedaba diezmada y el país se convertía en una gigante región exportadora de materia prima.
Alemania convertía así su relación comercial con Rusia de una relación de iguales a una de rasgos coloniales: Alemania exportaba productos industriales de gran valor e importaba gas, petróleo y materias primas de Rusia. El poder de Alemania aumentaba exponencialmente con la anexión de la otra Alemania, la restauración del capitalismo en Europa del Este y la aparición de regímenes clientes que aceptaban someterse a una Unión Europea dominada por Alemania y al comando militar de una OTAN dirigida por Estados Unidos.
La expansión político-económica de Alemania a base de levantamientos populares controlados por los políticos clientes locales, pronto vino acompañada por la ofensiva militar liderada por Estados Unidos, marcada por movimientos separatistas. Alemania intervino en Yugoslavia ayudando e instigando movimientos separatistas en Eslovenia y Croacia. Respaldó el bombardeo de la OTAN en Serbia, donde apoyó a la extrema derecha del Kosovo Liberation Army (KLA) en una guerra terrorista en Kosovo. Belgrado fue derrotado y el cambio de régimen trajo consigo un Estado cliente neoliberal. Estados Unidos construyó la mayor base militar en Europa en Kosovo. Montenegro y Macedonia se convirtieron en estados satélite de la Unión Europea.
A medida que la OTAN se expandía y aumentaba la presencia militar de Estados Unidos hacia las fronteras rusas, Alemania se convertía en el principal poder económico del continente.
Alemania y el nuevo orden
Mientras los presidentes Bush y Clinton pregonaban el “nuevo orden mundial” basado en la supremacía militar unipolar, Alemania avanzaba en su nuevo orden imperial a base de maniobras políticas y económicas. Ambos centros de poder, Alemania y Estados Unidos, estaban de acuerdo en incorporar rápidamente a los nuevos regímenes capitalistas a las organizaciones regionales –la Unión Europea y la OTAN- y en extender su poder a nivel global. Teniendo en cuenta la naturaleza reaccionaria y la trayectoria de vasallaje de los regímenes de los países del Este, el Báltico o los Balcanes, y sus temores políticos una reacción popular a la pérdida de empleo, servicios sociales o independencia por la implementación de las salvajes terapias de choque neoliberales, los dirigentes solicitaron inmediatamente su entrada como miembros subordinados de la UE y la OTAN, sacrificando soberanía, mercados y propiedad de los medios de producción a cambio de ayudas económicas y “libre” movimiento, una válvula de escape para millones de nuevos parados. El capital alemán e inglés recibió millones de trabajadores inmigrantes cualificados obligados a trabajar por un salario inferior al precio de mercado e ilimitado acceso a mercados y recursos. Estados Unidos aseguró bases militares para la OTAN y reclutó fuerzas para sus guerras imperiales en Oriente Medio y el sur de Asia.
El dominio militar y económico de Estados Unidos y Alemania en Europa estaba basado en la premisa de mantener a Rusia debilitada, como un Estado semi-vasallo, y en un crecimiento continuado de sus economías más allá del inicial pillaje de las antiguas economías comunistas.
Para Estados Unidos, la incontestada supremacía militar era el trampolín para una expansión casi imperial en Oriente Medio, el Sudeste Asiático, África o América Latina. La OTAN se internacionalizó hacia convertirse en una alianza ofensiva global: primero en Somalia o Afganistán y Libia, Siria y Ucrania después.
El ascenso de Rusia, la resistencia islámica y la nueva Guerra Fría
Durante la década de la infamia (1991-2000), las medidas extremas de privatización que llevaron a cabo las nuevas autoridades rusas en nombre de los inversores estadounidenses y europeos y de los mafiosos oligarcas se sumaron al ya de por sí general pillaje de toda la economía, el tesoro público y el patrimonio nacional. Estados Unidos y la Unión Europea comenzaron a definir a Rusia como la imagen de un gigante Estado vasallo incapaz de llevar a cabo una política exterior independiente, incapaz de aportar algo semejante a una economía moderna funcional o de mantener la ley. La Rusia post-comunista, un Estado fallido se mirara por donde se mirara, fue definida como una “democracia liberal” por cada uno de los políticos capitalistas occidentales y así lo repitieron sus acólitos de la prensa.
El fortuito ascenso de Vladimir Putin, la gradual desaparición de algunos de los más atroces y vendidos oficiales neoliberales y, lo que es más importante, la reconstrucción del Estado ruso con un presupuesto apropiado e instituciones nacionales operativas se percibió como una amenaza a la supremacía militar estadounidense y a la expansión económica alemana. La transición de Rusia de Estado vasallo de Occidente a un Estado independiente y soberano puso en marcha una agresiva contraofensiva de Estados Unidos y la Unión Europea. Financiaron a la oposición apoyada por la oligarquía neoliberal en un intento de restaurar el Estado vasallo por la vía de protestas y elecciones. Sus esfuerzos de derrocar a Putin fracasaron. Lo que en 1991 había tenido éxito con Yeltsin contra Gorbachov no fue efectivo contra Putin. La gran mayoría de rusos no quisieron regresar a la década de la infamia.
A principios del nuevo siglo, Putin y su equipo reescribieron unas normas en las que los oligarcas podían mantener su riqueza ilícita y sus conglomerados siempre que no utilizaran su influencia para capturar poder del Estado. En segundo lugar, Putin recupero y restauró las instituciones científicas, técnicas, militares, industriales y culturales y centralizó las decisiones comerciales e inversiones en un círculo de mandamases públicos y privados sin deudas con legisladores occidentales. En tercer lugar, comenzó a rectificar el desmantelamiento de las agencias de seguridad, especialmente aquellas relacionadas con las amenazas procedentes de los movimientos separatistas patrocinados por Occidente en el Cáucaso, especialmente en Chechenia, y de las revoluciones de colores apoyadas desde Estados Unidos en Ucrania y en Georgia.
En un primer momento, el Putin más optimista asumió que la normalización y estabilización del Estado ruso, capitalista y sin una ideología rival, sería bienvenido por los poderes occidentales. Incluso pensó que aceparían a Rusia como socio económico y político, e incluso de la OTAN. Putin realizó concesiones para unirse y cooperar con la OTAN y con la Unión Europea. Occidente no disuadió a Putin de sus ilusiones. De hecho, las alentaron, incluso mientras aumentaba su apoyo a la oposición interna rusa y preparaban una serie de guerras imperiales y sanciones en Oriente Medio cuyo objetivo eran los aliados tradicionales rusos como Irak, Siria y Libia.
El Estado ruso prevaleció al fracasar la estrategia subversiva interna, por lo que la demonización de Putin se convirtió en una constante. Occidente aplicó la estrategia externa de aislar, sitiar y debilitar el Estado ruso a base de debilitar a sus aliados y socios comerciales.
Estados Unidos y Alemania se enfrentan a Rusia: la fabricación de la “amenaza rusa”
Rusia fue tentada a apoyar las guerras de Estados Unidos y la OTAN en Irak, Afganistán y Libia a cambio de la promesa de una mayor integración en los mercados occidentales. Estados Unidos y la Unión Europea aceptaron la cooperación rusa, incluyendo las rutas de abastecimiento y bases para su invasión y ocupación de Afganistán. La OTAN se aseguró el apoyo ruso en las sanciones a Irán. Explotaron el ingenuo apoyo ruso a la zona de exclusión aérea en Libia para lanzar una guerra aérea abierta. Estados Unidos financió las llamadas revoluciones de colores en Georgia y en Ucrania, meros ensayos para el golpe de Estado de 2014. Cada violenta captura del poder proporcionó a la OTAN la posibilidad de instaurar a dirigentes anti-rusos dispuestos a servir de estados clientes de Alemania y de Estados Unidos.
Alemania encabezó el avance europeo en los Balcanes y en Moldavia, países con fuertes lazos económicos con Rusia. Altos oficiales alemanes visitaron los Balcanes para afianzar sus lazos con los regímenes clientes de Eslovenia, Bulgaria, Eslovaquia y Croacia. Bajo liderazgo alemán, la Unión Europea ordenó al régimen búlgaro de Boyko Borisov bloquear el paso del gaseoducto ruso South Stream hacia Serbia, Hungría, Eslovenia y demás. Con ello, Bulgaria ha perdido 400 millones de dólares al año. Alemania y Estados Unidos financiaron a políticos pro-europeos en Moldavia, asegurando la elección de Iurie Leanca como primer ministro. Como resultado del vasallaje europeo de Leanca, Moldavia ha perdido 150 millones de dólares en exportaciones a Rusia. Las políticas pro-europeas de Leanca son contrarias a las opiniones de la mayor parte de moldavos: el 57% ven a Rusia como socio económico principal. Casi un 40% de moldavos en edad activa trabaja en Rusia, mientras que el 25% del PIB del país proviene de las remesas del extranjero.
Los constructores del imperio alemán y estadounidense arrollan las voces disidentes en Hungría, Serbia, Eslovenia, Moldavia o Bulgaria, cuya economía y población sufrirán por el bloqueo al gas y petróleo ruso. Pero Alemania, concentrada en su guerra económica contra Rusia pasa por encima del interés de los estados vasallos: han de sacrificarse con el bien mayor del emergente imperio económico alemán y el cerco militar de Rusia por parte de la OTAN y Estados Unidos. Los crudos dictados de los intereses imperiales alemanes articulados a través de la Unión Europea y la disposición de los regímenes bálticos y balcánicos a sacrificar sus intereses económicos son buenos indicadores del emergente imperio alemán en Europa.
En paralelo a la campaña económica anti-rusa, la OTAN y Estados Unidos se han embarcado en una acumulación de tropas a lo largo y ancho de la frontera rusa. El títere de Estados Unidos Jens Stoltenberg, líder de la OTAN, se jacta de que este mismo año, la OTAN ha quintuplicado el número de aeronaves y bombarderos patrullando las fronteras marítimas y terrestres rusas, ha llevado a cabo ejercicios militares cada dos días y ha aumentado el número de buques de guerra en el Báltico y en el mar Negro.
Conclusión
Lo que queda perfectamente claro es que Alemania y Estados Unidos tratan de devolver a Rusia al estatus de Estado cliente que tenía en los años 90. No desean “relaciones normales”. Desde el momento en que Putin restauró el Estado y la economía rusa, los poderes occidentales han tomado parte en una serie de intervenciones políticas y miliares para eliminar estados independientes, socios comerciales y aliados rusos.
Los extremistas y visceralmente anti-rusos regímenes en Polonia, Letonia, Estonia y Lituania han servido de escudo para el avance de la OTAN y de la intrusión económica alemana. El sueño de Hitler de conquistar el este a base de una conquista militar es ahora posible para la canciller Merkel en forma de conquista de desgaste en la Europa del norte y central, chantaje económico en los Balcanes y golpes violentos en Georgia o Ucrania.
La clase dirigente alemana está dividida entre el dominante sector pro americano, dispuesto a sacrificar una lucrativa relación comercial con Rusia con la esperanza de poder dominar el pillaje de la economía rusa post-Putin (controlado por renacidos clones de Yeltsin) y una minoría industrial que quiere acabar con las sanciones y regresar a una relación económica normal con Rusia.
Alemania teme que sus títeres en el este, especialmente en los Balcanes, sean vulnerables a movimientos populares a causa de los sacrificios que han impuesto sobre la población, de ahí que apruebe la fuerza de despliegue rápido de la OTAN, diseñada para contrarrestar la inexistente amenaza rusa, pero en realidad un instrumento de control de estados clientes.
La amenaza rusa, ideología que impulsa la ofensiva alemana y estadounidense en Europa y en el Cáucaso, es la repetición de la misma doctrina que Hitler utilizó para asegurar el apoyo de los banqueros industriales en Alemania, de colaboradores conservadores y de la derecha entre los extremistas en Ucrania, Hungría, Rumanía o Bulgaria.
La toma del poder de Estados Unidos y la Unión Europea apoyados en títeres políticos apoyados por corruptos oligarcas o matones fascistas hizo detonar la crisis en Ucrania. Esa toma de poder ha supuesto una amenaza real a la propia existencia del estado ruso independiente. Tras el golpe de Estado en Kiev, la OTAN apoyó a sus títeres en su afán de eliminar militarmente a las regiones independientes del sudeste y tomar Crimea, eliminando así la posición estratégica de Rusia en el mar Negro.
Rusia, víctima del golpe de Estado de la OTAN, ha sido calificada de agresora. Las autoridades oficiales y la prensa han repetido sin cesar la gran mentira. Las dos décadas de avance de Estados Unidos y de la OTAN hacia las fronteras rusas y expansión germánica y estadounidense hacia el mercado ruso se han ofuscado. Ucrania es la más importante plataforma militar estratégica desde la que Estados Unidos o la OTAN pueden lanzar un ataque a Rusia y es el mayor mercado para Alemania desde la anexión de Alemania del Este.
Estados Unidos y Alemania ven la conquista de Ucrania como extremadamente valiosa por sí misma, pero también como una clave para la ofensiva final para estrangular la economía rusa por la vía de las sanciones, de hacer caer el precio del petróleo y de amenazar militarmente a Rusia. El objetivo estratégico es reducir a la población rusa a la pobreza, reactivar a la casi moribunda oposición para derrocar al Gobierno de Putin y devolver a Rusia a un estado permanente de vasallaje. Las élites estadounidenses y alemanas, que miran más allá de Rusia, creen que si pueden controlar Rusia, pueden cercar, aislar y atacar China por el este y por el oeste.
Los fanáticos no están seguros, pero como partidarios de la guerra permanente para acabar con la presencia rusa en Europa y minar la emergencia china como poder mundial, están dispuestos a aproximarse al abismo de la guerra nuclear.
La base ideológica de la expansión de Estados Unidos y Alemania y su conquista de Europa y el Cáucaso es la amenaza rusa, piedra angular que define adversarios y aliados. Los países que no imponen sanciones son amenazados. Los medios de comunicación repiten la mentira. La amenaza rusa se ha convertido en el grito de guerra de los vasallos, la falsa justificación para imponer sacrificios que sirven solo a sus padrinos en Berlín y Washington, temerosos de la rebelión de la población sacrificada. No obstante, cercada, Rusia estará obligada a hacer sacrificios. Los oligarcas huirán hacia Occidente; los liberales se esconderán bajo la cama. Pero exactamente igual que los Soviets hicieron cambiar el viento de la guerra en Stalingrado, el pueblo ruso sobrevivirá y se convertirá otra vez en la fuente de esperanza para todos los pueblos que buscan escapar de la tiranía del militarismo de Estados Unidos y la OTAN y del dictado económico de Alemania y la Unión Europea.
Y si Ruisa ya era una "falsa amenaza" ayer, hoy lo es incluso menos: http://nadaesgratis.es/?p=41400
ResponderEliminarUn abrazo.
Благодаря друг!
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Se olvidan muchas cosas aquí, como que en la segunda guerra mundial el mayor imperio y el único de los supervivientes, fue el británico que también tiene mucho que decir y dice aun en el mundo actual.
ResponderEliminarpor otra parte La URSS si que era una amenaza para el mundo, como lo es el comunismo autoritario allí donde exista, pues es la forma más extrema de capitalismo.
Algo que no se tiene en cuenta es que la potencia peligrosa, no es Rusia, sino China y que de haber (que la habrá) una guerra será contra ella, aunque Rusia muy probablemente será su aliada.
En definitiva, Rusos, chinos, Yankis, Alemanes... Solo son estados que compiten y que tratan a sus ciudadanos como basura, únicamente como mano de obra con la que crecer, no existen estados mejores y peores más que puntualmente, todos persiguen lo mismo y no debemos defender a ninguno de ellos pensando que otro sea peor, porque solo lo será en un momento, cuando sea preciso cambiaran los papeles.
Salud!
Lo que resta del imperio británico, es decir, la Commonwealth, posee aún, es cierto, un notable poder económico y simbólico que se sostiene gracias a la covertura del poderoso yanki y de la OTAN. Pero eso, creo yo, es lo de menos. No son tanto las naciones las que pugnan por la primacía, son los grandes bloques financieros y oligárquicos, cuyas fronteras son difícil de delimitar, los que están produciendo estos seísmos económicos que a veces se escenifican violentamente. Cuando la presión aumenta, pueden producirse conflictos como el que está acaeciendo en Ucrania o amagos como el de Corea del Norte. Las fallas sísmicas de los poderes financieros están bien delimitadas en lo que a lo militar se refiere, las económicas pueden surgir en cualquier momento y lugar. Véase si no el sur de Europa, donde los misiles caen -¡y cómo!- en forma de deuda.
EliminarCualquier hegemonía nacional es peligrosa, más aún si, como le sucedió a los USA tras la caída de la URSS, carece de rival. Pero hoy, más que nunca, el verdadero peligro es el capital mismo y las minorías que lo manejan.
Élites explotadoras, mayorías explotadas. Eso es lo que hay.
Salud!