REDVOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 5 DE DICIEMBRE DE 2016
Es
una historia que comenzó hace 15 años. La OTAN trató primero de silenciar a los
ciudadanos que querían saber la verdad sobre los atentados del 11 de septiembre
de 2001. Luego arremetió contra los que cuestionan la versión oficial de las
«primaveras árabes» y de la guerra contra Siria. Como una cosa lleva a la otra,
después atacó a quienes denunciaban el golpe de Estado en Ucrania. Ahora, la
OTAN se inventa una seudo ONG para que acuse como agentes rusos a todo el que
haya hecho campaña por Donald Trump.
Logo del Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN |
Después
de los atentados del 11 de septiembre de 2001 vinieron, simultáneamente, un
estado de emergencia permanente y una serie de guerras. Como escribí en aquel
momento, la teoría según la cual todo fue concebido y organizado por un puñado
de yihadistas desde una cueva en Afganistán no resiste el más mínimo análisis.
Todo hace pensar, por el contrario, que los atentados del 11 de septiembre
fueron organizados por una facción del complejo militaro-industrial.
De
ser cierto este análisis, los subsiguientes sucesos sólo podían conducir a la
represión en Estados Unidos y en los países aliados de esta potencia.
Quince
años después, la herida que abrí en aquel momento sigue sin cerrarse, incluso
se abrió aún más a raíz de nuevos acontecimientos. Al Acta Patriótica y las guerras por el petróleo se sumaron las «primaveras árabes». La mayoría de la
población estadounidense no sólo ha dejado de creer en lo que le dice su
gobierno desde el 11 de septiembre de 2001 sino que, al votar por Donald Trump,
acaba de expresar su rechazo al Sistema posterior al 11 de septiembre.
Resulta
que yo abrí el debate mundial sobre los atentados del 11 de septiembre, que fui
miembro del último gobierno de la Yamahiriya Árabe Libia y que tengo la
oportunidad de relatar –desde el lugar de los hechos– lo que está sucediendo en
la guerra contra Siria. Al principio, la administración estadounidense creyó
que podía detener el incendio acusándome de escribir cualquier cosa por dinero
y atacándome donde duele, o sea el portamonedas. Pero mis ideas han seguido
extendiéndose.
En
octubre de 2004, cuando 100 personalidades estadounidenses firmaron una
petición reclamando que se reabriera la investigación sobre los atentados del
11 de septiembre, Washington empezó a inquietarse [1]. En 2005, reuní en
Bruselas más de 150 personalidades del mundo entero –entre las que se hallaban
invitados sirios y rusos, como el general Leonid Ivashov, ex jefe del Estado
Mayor de las fuerzas armadas de la Federación Rusa– para denunciar a los
neoconservadores mostrando que el problema estaba alcanzado proporciones
globales [2].
Bajo
el mandato de Jacques Chirac, los servicios de la presidencia de la República
Francesa se preocuparon por mi seguridad. Pero en 2007, la administración Bush
solicitó mi eliminación física al nuevo presidente francés Nicolas Sarkozy.
Cuando un amigo personal, oficial y miembro del estado mayor, me advirtió sobre
la respuesta positiva de Sarkozy, supe que no tenía más camino que el exilio.
Otros amigos –en aquel momento llevaba 13 años como secretario nacional del
Partido Radical de Izquierda– acogieron mi decisión con incredulidad, mientras
que la prensa me acusaba de paranoia. Pero nadie vino públicamente a prestarme
ayuda. Encontré refugio en Siria y viajé por el mundo evitando cuidadosamente
los territorios de la OTAN, además de haber escapado a numerosos intentos de
asesinato o de secuestro. A lo largo de 15 años, he abierto debates que se han
generalizado. Siempre me ha atacado cuando estaba solo. Pero cuando mis ideas
han encontrado eco, han sido miles las personas que se han visto perseguidas
por haberlas compartido y desarrollado.
Fue
en aquella misma época cuando Cass Sunstein –el esposo de la embajadora de
Estados Unidos en la ONU, Samantha Power [3]– redactó con Adrian Vermeule un
trabajo, destinado a las universidades de Chicago y Harvard, sobre cómo luchar
contra las «teorías de la conspiración»
[4], y así designan el movimiento que inicié. En nombre de la «Libertad» ante el extremismo, los
autores de aquel trabajo definen en su texto todo un programa destinado a
liquidar la oposición:
«Podemos imaginar fácilmente una serie de respuestas posibles.
1. El gobierno puede prohibir las teorías de la conspiración.
2. El gobierno pudiera imponer una especie de gravamen, financiero o de otro tipo, a quienes difundan esas teorías.
3. El gobierno pudiera implicarse en un contra-discurso para desacreditar las teorías del complot.
4. El gobierno pudiera comprometer a partes privadas creíbles para que se impliquen en un contra-discurso.
5. El gobierno pudiera implicarse en la comunicación informal con las terceras partes y estimularlas» [5].
La
administración Obama dudó en asumir públicamente esa opción. Pero, en abril de
2009, propuso en la Cumbre de la OTAN organizada en Strasbourg-Kehl la creación
de un servicio de «Comunicación Estratégica». Incluso expulsó de la Casa Blanca
al célebre abogado Anthony Jones, en 2009, por haberse expresado sin rodeos
sobre ese tema [6].
El
proyecto de creación del servicio de comunicación estratégica de la OTAN estuvo
guardado hasta que obtuvo el apoyo del gobierno letón. Y finalmente ese
servicio se instaló en Riga, bajo la dirección de Janis Karklins –por demás
responsable en la ONU de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información
y del Foro sobre la Gobernanza de Internet. Concebido por los británicos, ese
servicio cuenta con la participación de Alemania, Estonia, Italia, Luxemburgo,
Polonia y el Reino Unido. Al principio, se limitó a incrementar los estudios
sobre el tema.
Pero
todo cambió en 2014, cuando el think tank
de la familia Khodorkovsky, el Institute of Modern Russia (Instituto sobre la
Rusia Moderna), con sede en Nueva York, publicó un análisis de los periodistas
Peter Pomerantsev y Michael Weiss [7]. Según ese informe, Rusia ha desplegado
en el exterior un vasto sistema de propaganda. Pero, en vez de tratar de
construirse una imagen favorable –como en tiempos de la guerra fría–, Moscú ha
decidido ahora inundar Occidente con «teorías
conspirativas» para sembrar confusión. Los autores del trabajo afirman que
esas «teorías» ya no abordan
solamente el tema del 11 de septiembre sino también la cobertura periodística
de la guerra contra Siria.
En
un esfuerzo por reactivar el antisovietismo de la guerra fría, ese informe
marcaba el inicio de una inversión de valores. Hasta entonces, la clase
dirigente estadounidense sólo trataba de disimular el crimen del 11 de
septiembre atribuyéndolo a unos cuantos barbudos sin importancia. Ahora se
trata de acusar a un Estado extranjero de ser responsable de los nuevos
crímenes que Washington ha cometido en Siria.
En
septiembre de 2014, el gobierno británico creó la 77ª Brigada: una unidad
encargada de contrarrestar la propaganda extranjera. Esa 77ª Brigada británica
se compone de 440 militares y más de un millar de civiles provenientes del
ministerio británico de Exteriores, así como del MI6, del organismo de
cooperación externa y de la Stabilisation Unit. Y no se conocen sus objetivos.
Esa brigada trabaja con la 361st Civil Affairs Brigade del Ejército de Estados
Unidos, con bases en Alemania e Italia. Ambas unidades militares estaban siendo
utilizadas para sabotear los sitios web occidentales que tratan de dar a
conocer la verdad sobre el 11 de septiembre y sobre la guerra contra Siria.
A
principios de 2015, Anne Applebaum –esposa del ex ministro de Defensa de
Polonia Radosław Sikorski– creó en el Center for European Policy Analysis
(Centro de Análisis de la Política Europea), con sede en Washington, una unidad
designada como Information Warfare Initiative (Iniciativa sobre la Guerra de la
Información) [8]. Su objetivo inicial era contrarrestar la información rusa en
el centro y el este de Europa. La señora Applebaum puso esa iniciativa en manos
del ya mencionado Peter Pomerantsev y de Edward Lucas, uno de los jefes de
redacción de la conocida publicación The
Economist.
Aunque
Pomerantsev es a la vez coautor del informe del Institute of Modern Russia y
uno de los dos principales responsables de la Information Warfare Initiative,
ahora resulta que ya no habla del 11 de septiembre y que tampoco considera ya
la guerra contra Siria como un tema central sino sólo como un tema recurrente
que permite “percibir” la acción del Kremlin. Este personaje concentra sus
ataques sobre el canal de televisión Russia
Today y la agencia de prensa Sputnik,
dos órganos de prensa públicos rusos.
En febrero de 2015, le llega su turno a la Fondation Jean Jaures –think tank del Partido Socialista francés y contacto de la National Endowment for Democracy (NED)– de publicar una Nota titulada Conspirationnisme, un état des lieux [9]. Pasando por alto todo lo sucedido alrededor de Rusia, esa Nota toma el debate en el punto donde lo había dejado Cass Sunstein y propone simple y llanamente prohibir que los «conspiracionistas» puedan expresarse. Por su parte, la ministra de Educación de Francia organiza talleres en las escuelas para advertir a los alumnos en contra de los «conspiracionistas».
El
19 y el 20 de marzo de 2015, el Consejo Europeo pide a la Alta Representante de
la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica
Mogherini, que prepare un plan de «comunicación
estratégica» para denunciar las campañas de desinformación de Rusia sobre
Ucrania. El Consejo no mencionaba ya ni el 11 de septiembre, ni la guerra contra
Siria sino que cambia de objetivo para concentrarse en Ucrania
En
abril de 2015, la señora Mogherini crea un Servicio Europeo para la Acción
Exterior (EEAS, siglas en inglés) que no es otra cosa que una unidad de
Comunicación Estratégica dentro de la Unión Europea [10]. Esa estructura está
bajo la dirección de un británico agente del MI6, Giles Portman, y distribuye a
numerosos periodistas europeos, dos veces por semana, toda una argumentación
que supuestamente demostraría la mala fe de Moscú, argumentos que
posteriormente aparecen publicados en los medios de difusión europeos.
A partir de su creación, el Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN se vincula a un servicio del Atlantic Council: el Digital Forensics Research Lab. La OTAN redacta un Manual de Comunicación Estratégica, cuyo objetivo es coordinar y reemplazar todo el dispositivo anterior en materia de Diplomacia Pública, de Relaciones Públicas (Public Affairs), de Relaciones Públicas Militares, de Operaciones sobre los Sistemas Electrónicos de Comunicación (Information Operations) y de Operaciones Sicológicas.
Bajo
la inspiración de la OTAN, Anna Fotyga, la ex ministra de Exteriores de Polonia,
ahora convertida en eurodiputada, lleva al Parlamento Europeo una resolución
–adoptada el 23 de noviembre de 2016– sobre «la comunicación estratégica de la
Unión [Europea] tendiente a contrarrestar la propaganda dirigida contra ella
por terceros» [11]. Obsérvese que existe un nuevo desplazamiento del blanco: ya
no se trata de contrarrestar el cuestionamiento sobre el 11 de septiembre
–asunto de hace 15 años–, ni tampoco el cuestionamiento de la guerra contra
Siria sino de crear una mescolanza entre la impugnación de los acontecimientos
en Ucrania y el discurso del Emirato Islámico (Daesh). Y se vuelve así al punto
inicial: quienes cuestionaban el 11 de septiembre trataban, según la OTAN, de
rehabilitar a al-Qaeda; quienes le hacen el juego a Rusia tratan de destruir a
Occidente, como lo hace Daesh. Pero no importa que la OTAN esté apoyando a
al-Qaeda en el este de Alepo.
Dado
a conocer el 24 de noviembre de 2016 en un sonado artículo del Washington Post
[12], un misterioso grupo llamado Propaganda or Not? ha elaborado una lista de
200 sitios web –entre ellos Voltairenet.org– a los que el Kremlin supuestamente
ha confiado la tarea de repercutir la propaganda rusa y confundir a la opinión
pública estadounidense hasta el extremo de llevarla a votar por Donald Trump.
Propaganda or Not? no publica los nombres de sus responsables, pero dice reunir en su seno a 4 organizaciones: Polygraph, The Interpreter, el Center for European Policy Analysis y el Digital Forensic Research Lab.
- Polygraph es un sitio web de la Voice of America [13], la radio y televisión pública de Estados Unidos bajo control de la Broadcasting Board of Governors.
- The Interpreter es la revista del Institute of Modern Russia, ahora difundida por la Voice of America.
- El Center for European Policy Analysis es un apéndice de la National Endowment for Democracy (NED) dirigido por Zbigniew Brzezinski y Madeleine Albright.
- Digital Forensic Research Lab es un programa del Atlantic Council.
En
un documento divulgado por Propaganda or
Not?, esta falsa ONG nacida de varias asociaciones financiadas por la
administración Obama señala al enemigo: Rusia. Y acusa a ese país de haber dado
origen al movimiento a favor de la verdad sobre los atentados del 11 de
septiembre y de los sitios web de apoyo a Crimea y Siria.
El 2
de diciembre de 2016, el Congreso de Estados Unidos votó un ley que prohíbe
toda cooperación militar entre Washington y Moscú. En pocos años, la OTAN ha
reactivado el maccarthysmo.
Documentos adjuntos:
Denuncia presentada al Inspector General del Departamento de Estado por Voltaire.org, 2 de diciembre de 2016.
(PDF - 43.4 KB)
Buen artículo, muy bien escogido. De hecho estoy preparando un post sobre la lista negra mencionada por voltairenet.org
ResponderEliminarCuanto más intentan caparlos más publicidad les están dando. Ahora todos conocerán cuales son las fuentes alternativas.
Salud!
Con la información sucede algo similar a lo de las cuentas en paraísos fiscales, una maraña de medios seudoinformativos se interponen tergiversando los hechos o falseándolos. Encontrar fuentes fidedignas es complicado.
EliminarSalud!