Erik Thor Sandberg |
EL
SUDAMERICANO - 15/06/2020
La versatilidad del
capitalismo no tiene límite, salvo la extinción de la especie y el
colapso del planeta. Pero mientras esto sucede, sus cambios se
aceleran en busca de una mayor tasa de explotación e incremento de
beneficios. Si la lucha por la apropiación del plusvalor es una de
las características de la contradicción capital-trabajo, hoy nos
enfrentamos a una reinvención de las formas de dominación,
enajenación del excedente y construcción de hegemonía.
El capitalismo digital
se pone al día utilizando las nuevas tecnologías bajo la pandemia
del Covid-19. Si hacemos historia, es un proceso similar al sufrido
por el capitalismo histórico entre los siglos XVI y XVIII, donde la
proto-industrialización y los descubrimientos científicos
aceleraron el proceso de acumulación de capital y la revolución
industrial. Sus fases van desde el capitalismo colonial, la
esclavitud hasta el imperialismo y la consolidación de la
dependencia industrial, tecnológica y financiera.
Sin embargo, su evolución
ha tenido reveses. Los proyectos emancipadores anticapitalistas han
trastocado sus planes, aunque sea de forma momentánea. Las luchas de
resistencia, los procesos revolucionarios y los movimientos populares
han alterado su itinerario, obligándolo a retroceder. El siglo XX ha
dejado una huella difícil de borrar en su desarrollo. Fueron dos
guerras mundiales, seguido del holocausto nuclear no exento de
conspiraciones, golpes de estado y procesos desestabilizadores cuyos
efectos los reconocemos en un crecimiento exponencial de la
desigualdad, el hambre, la miseria y la sobrexplotación de un tercio
de la población mundial.
En este recorrido, el
fascismo, eje de la modernidad, se proyecta en el siglo XXI. El
neoliberalismo asume sus principios y los gobernantes adoptan sus
proclamas bajo un llamado a la xenofobia, el racismo y el discurso
anticomunista. Como señaló George Mosse en su ensayo La
nacionalización de las masas, Hitler y el nazismo se explican bajo
un simbolismo, una liturgia y una estética que atrapó a la
población bajo el culto al pueblo. Una nueva política que atrajo no
sólo a los nacionalsocialistas, también a miembros de otros
movimientos que encontraban su estilo atractivo y útil para sus
propios propósitos. Léase Trump, Boris Johnson, Bolsonaro, Piñera
o Duque.
En pleno siglo XXI,
asistimos a tiempos convulsos. El capitalismo busca su reacomodo.
Hacer frente a los problemas de organización, costos de explotación
y reajustar la función del gobierno en la gestión privada de lo
público. Igualmente debe pensar en una nueva división internacional
de los mercados, la producción y el consumo. La digitalización, el
big-data, la robotización y las tecnociencias se subsumen para
responder a las lógicas del capital.
Asimismo, la dinámica de
la complejidad aplicada al proceso productivo fija pautas en la
especialización flexible, la deslocalización y el proceso de toma
de decisiones. La realidad aumentada acelera la concentración de las
decisiones y el acceso inmediato a los datos modifica las lógicas de
un poder que se hace más arbitrario, violento y omnímodo. El
traslado del mando real del proceso de decisiones a una zona gris, de
difícil acceso, facilita eludir las responsabilidades políticas [o
legales] o bien las oculta bajo el manto de la post-verdad o las
mentiras en red.
La transición del
capitalismo analógico al digital es ya una realidad. Algunos
ejemplos nos dan pistas. Basta ver el mensaje lanzado por Inditex en
España. El dueño de Zara, benefactor de la sanidad pública, hará
desaparecer más de mil 200 tiendas en todo el mundo [dejando decenas
de miles de trabajadoras en el paro], bajo la necesidad de estar en
sincronía con las nuevas formas de compra-venta on line. Así,
realizará una inversión de mil millones de euros en su reconversión
digital en dos años (2020-2022), destinando mil 700 millones para
trasformar sus locales al concepto de tienda integrada. Un servicio
permanente al cliente allá donde se encuentre. En otras palabras,
tendrá en su dispositivo portátil una aplicación de Zara.
En esta versión digital
del capitalismo, otro de los cambios que llega para quedarse es el
teletrabajo o trabajo en casa. Una vuelta de tuerca a la
sobrexplotación. Los horarios, la disciplina y el control lo ejerce
el trabajador sobre sí, lo cual supone un elevado nivel de estrés y
jornadas ilimitadas.
En cuanto a la educación,
en las universidades se baraja la idea de articular clases en las
aulas con lecciones virtuales. Las lecciones presenciales irán
perdiendo peso, hasta desdibujar el sentido que las vio nacer: forjar
ciudadanía y aprender el valor de la crítica colectiva. La
universidad se reducirá a expedir títulos donde el aprendizaje muta
en autodidactismo.
El capitalismo
post-pandemia acelera el cambio del mundo cotidiano. Las firmas
digitales, las videoconferencias, el control biométrico, los
diagnósticos por ordenador, son algunos de los cambios que
terminarán generando una modificación antropobiológica del ser
humano.
Y tal vez en este
sentido, la lenta sustitución del dinero en efectivo, por el pago
con tarjetas será fuente no sólo de mayor control social y poder de
la banca: supondrá una mayor exclusión social. Quiénes tendrán y
quiénes no tendrán tarjetas de crédito o débito. Suecia anuncia
que el papel moneda se extinguirá dentro de la siguiente década.
Más pobres, más esclavos de los bancos. Ese es el futuro incierto
del capitalismo que viene tras la pandemia.
Más pobres, más esclavos de los bancos. Ese es el futuro incierto del capitalismo que viene tras la pandemia. Cuanta verdad en tan pocas palabras. Nada, agua y ajo como siempre.
ResponderEliminarY veremos si no se nos echan otras pandemias encima, cosa probable, porque entonces el agua y el ajo van a ser artículos de lujo.
Eliminar¿Seguirán siendo los supervivientes tan tontos y tan malos?
ResponderEliminarDicho sea sin ánimo de desmoralizar, pero me temo que sí.
EliminarLa linterna de Diogenes, en su ultimo episodio, habla sobre temas similares:
ResponderEliminarhttps://radioalmaina.org/2020/06/14/ldd13x36-el-relato-de-la-crisis-del-covid-19/
Copio y pego:
Un pandemia global, una crisis sanitaria, sumada al resto de la crisis, interconectándolas, intensificándolas.
Y una guerra por el relato de esa crisis.
Los últimos meses hemos asistido a un rodillo mediático que ha funcionado a pleno rendimiento. El rodillo gubernamental, unido al de los medios de comunicación. Al que se ha añadido la contaminación mediática por parte del neofascismo y la cantidad de bulos y conspiranoias sin fundamento, que, las más de las veces, han trabajado a favor de obra de esa extrema derecha envalentonada.
Esta semana vamos a analizar el lenguaje y puesta en escena bélicas del gobierno, las llamadas al civismo, el conspiracionismo neofascista, el contrarrelato de la autoorganización popular, de la lucha de clases durante esta crisis, del disciplinamiento a la población y el guante de seda hacia la clase empresarial, de por qué había tan pocos respiradores y camas, al mismo tiempo que tanta policía en las calles, de la privatización da la salud, del papel de los cuidados y las redes de apoyo mutuo…
Interesante aportación. Gracias, Anónimo.
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