"En los periodos de las grandes transformaciones, mientras que todo es puesto en movimiento, el poder debe contemporizar con la incertidumbre, enfrentar situaciones cuyo conocimiento completo y control total se le escapan; tiene, menos que antes, la posibilidad de triunfar evidentemente y sus fracasos ocultan o devalúan los resultados de su acción".
"Pensar este tiempo y en este tiempo es necesariamente pensar en movimiento".
"Lo real se aprehende en y por el movimiento. Éste requiere que se identifiquen las nuevas formas de temporalidad y, por consiguiente, de los tiempos sociales (políticos)".
“Los poderes parecen paralizados. Su discurso se vacía aún más, sus ritos apaciguadores ya no funcionan, sus actos se tornan poco creíbles.
Bajo la luz de la crisis reavivada, los políticos parecen situarse fuera de la sociedad, al margen, desligados de las más inmediatas realidades. Así, encontramos fuertemente acentuada una tendencia que aparece periódicamente en el curso de la historia de las democracias [...] la del escepticismo de los ciudadanos que conlleva el descrédito de los políticos. El desorden que impone la crisis revela aún más (con un riesgo personal e inmediato para los sometidos) los límites e impotencias de los dirigentes”.
"Todo lo que entonces parece descomponerse, se descompone realmente: las jerarquías, el derecho y la justicia, la salvaguarda de personas y bienes. El peso disuasorio de los valores y el conformismo ya no funcionan; es el retorno a una especie de caos puesto colectivamente en escena."
"La crisis del poder es también una crisis de la representación; el político ya no representa a nadie más que a sí mismo y los representados ya no representados, ya no se consideran más como tales; ya no participan más por adhesión, sino por emoción y sinuosas creencias sometidas a los efectos especiales producidos por los medios de comunicación".
“Tras cualesquiera de las disposiciones que pueda adoptar la sociedad y la organización de los poderes, encontraremos siempre presente, gobernando entre bastidores, a la «teatrocracia», [...] término acuñado por Nicolás Evreinov, un ruso poco conocido –excepto por Beckett, cuyo teatro de la irrisión le debe no poco a su influencia–. Su tesis, desarrollada a partir de numerosas y variadas ilustraciones, señalaba una base teatral en todas y cada una de las manifestaciones de la existencia social, especialmente en aquellas en las que el poder juega un papel importante y los actores políticos deben «pagar cotidiano tributo a la teatralidad»”.
Georges Balandier
"El Poder exhibe una escenología propia, sustancial a la posibilidad de su acción y funciona a la manera de un maltre de scene que organiza las representaciones de conjunto que efectúa la sociedad y que le garantizan una presencia ante los otros, a la par que le brindan una imagen idealizada –y por tanto aceptable– de sí misma".
Esther Suárez Durán – Los escenarios del Poder
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