27 febrero, 2025

El regreso de la diplomacia de las cañoneras — Renán Vega Cantor

 



La Pluma.net – 27/02/2025


Nuevamente, emerge la necesidad de la integración latinoamericana, la obligación de diversificar las exportaciones y el rumbo de nuestro comercio exterior. Pues, en este momento, hay que volver a pronunciar, sin miedo ni vergüenza, la palabra imperialismo y convertirlo en un concepto útil, para analizar, desentrañar y enfrentar a la "nueva Diplomacia de las cañoneras", la cual, por sofisticada tecnológicamente que se pretenda, encarna los viejos mecanismos con los que Estados Unidos ha sojuzgado a nuestros países en los últimos 130 años.


"Al parecer la gran potencia en decadencia precipitada no tiene otros recursos para frenar ese proceso que volver a la época de las cañoneras frente a un mundo en creciente proceso de multipolarización, regresando a la idea de tomar un territorio sin importar el derecho […]. EU busca compensar su deterioro hegemónico por medio de un proyecto de expansión neocolonial hacia lo que sigue considerando su patio trasero".


John Saxe-Fernández, "Trump a tambor batiente"(1)


A través de Donald Trump, otra vez Presidente de los Estados Unidos, como vocero del imperialismo estadounidense se viene anunciando en las ultimas semanas que ese país se dispone a intervenir directamente, lo que supone el uso de la fuerza (económica, política, militar y cultural), en territorios considerados hasta ahora soberanos, tal y como acontece con Canadá, México, Panamá, Groenlandia…


Algunos analistas apresurados piensan que ese es un delirio de un individuo ignorante, fanático, un delincuente condenado más no encarcelado, un mentiroso compulsivo y fanfarrón. Aunque todo eso es cierto, un análisis basado exclusivamente en la personalidad del inquilino de la Casa Blanca no capta lo que estratégicamente está en juego y quiénes se encuentran detrás. Lo que anuncia Trump no es un proyecto exclusivo de él o producto de su gran talento político o diplomático. Es la expresión de intereses de clase, de las fuerzas del capitalismo e imperialismo de Estados Unidos, del conglomerado corporativo que incluye al complejo militar, financiero, tecnológico e industrial.


Por eso, los anuncios de Donald Trump, inscritos en la lógica de evidencian el esfuerzo de una potencia imperialista que intenta detener su declive mediante la Diplomacia de las Cañoneras. Dicho de manera simple, los Estados Unidos van a invadir países cuando lo consideren necesario, van a despojar y expoliar a pueblos enteros, van a expandir su territorio como cuando le arrebataron a México más de dos millones de kilómetros cuadrados, van a implantar su bandera sangrienta de barras y estrellas en nuevos lugares, entre ellos Groenlandia. Claro, todo ello, si los pueblos y naciones lo aceptan pasivamente.


Podría pensarse que todos estos mecanismos de dominación y control imperialista siempre los ha usado Estados Unidos, y no son propios solamente de la era Trump, como lo recuerdan las invasiones y agresiones en Vietnam, Afganistán, Irak, Libia…Sin embargo, en ninguna de esas ocasiones, en las que se esgrimían como pretextos la lucha contra el "comunismo internacional" o el “terrorismo islámico”, se había planteado de una forma tan franca y directa el proyecto de expandirse territorialmente (propio del siglo XIX) y de agredir de todas las formas a pueblos y países sin respetar ninguna norma del derecho internacional de índole liberal, que fue impuesto por los propios Estados Unidos.


El retorno a la Diplomacia de las cañoneras está legitimado hoy, porque en el gobierno de Joe Biden se permitió la destrucción de ese derecho internacional por parte de Israel al consumar su espantoso genocidio. La Diplomacia de las cañoneras ha sido llevada a la práctica por Israel contra los palestinos, con la directa participación de los Estados Unidos. Ese precedente en Gaza, tolerado por esa entelequia autodenominada comunidad internacional, ha sido la antesala para que emergiera un proyecto tan abierta y descaradamente intervencionista como el que encarna Donald Trump.


En esa Diplomacia de las cañoneras, ejercida por Israel, no se respetan las fronteras, no existen derechos de los pueblos y naciones, se pueden invadir y ocupar territorios sin que nada ni nadie lo impida, cualquier país con potencia militar se arroga el derecho de invadir y ocupar a otros, se puede masacrar y expulsar a los habitantes originarios a nombre del una supuesta superioridad racial, se bombardea y masacra sin empacho alguno a un país y sus habitantes, se puede expulsar y trasladar población, se alteran las fronteras a su acomodo (el caso de los Altos de Golán en Siria, en días recientes), se consuma un genocidio y un ecocidio sin temor alguno, dada la complicidad de Europa y los Estados Unidos.


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A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se empleaba el término «Diplomacia de las cañoneras» para hacer referencia, en sentido genérico, al uso de la fuerza de las armas por parte de las grandes potencias para sojuzgar a países débiles y obligarlos a someterse a los intereses imperialistas. La amenaza de emplear la superioridad militar, sobre todo sus grandes barcos de guerra, se convirtió en un mecanismo para chantajear a determinados países y lograr que cedieran, por las "buenas", parte de sus riquezas o territorios a las fuerzas agresoras del imperialismo.


América Latina sí que soportó la Diplomacia de las cañoneras ejercida por Estados Unidos desde 1898, cuando invadió a Cuba y Puerto Rico, luego de una corta guerra con la decadente España. De ahí en adelante, Estados Unidos ocupó países, impuso títeres a su servicio, creó un nuevo país hecho a la medida de sus intereses (Panamá), masacró a poblaciones locales y a miembros de grupos nacionalistas (como Sandino en Nicaragua), apoyo dictaduras criminales.


Ahora, en el siglo XXI, está retornando la Diplomacia de las cañoneras, lo cual reedita viejas políticas de agresión imperialista: Estados Unidos reclama para sí mismo el derecho de intervenir en cualquier lugar a la hora que se le venga en gana; para intervenir recurre a todos los mecanismos de que dispone, entre ellos su poderío militar (El Gran Garrote de Theodore Roosevelt, 1903), su industria cultural, su sistema de desinformación, sus mecanismos financieros, entre ellos la hegemonía del dólar (que en otro tiempo motivo que se hablara de la "Diplomacia del Dólar" en la presidencia de William Taft [1909-1913]); el racismo y una pretendida superioridad sobre los pueblos del sur del mundo, recurriendo a las mentiras, calumnias, animalización de los "seres inferiores", que en el caso actual de Donald Trump recae sobre los "migrantes indeseables"; el uso de un aparato de propaganda interno, con ramificaciones internacionales, bien alineado a favor de la pretendida grandeza de Estados Unidos, como forma de justificar las políticas agresivas contra cualquier que sea considerado enemigo de ese país; una lógica injerencista basada en presupuestos religiosos (iglesias cristinas, evangélicas y pentecostales), cuya máxima expresión fue la del Destino Manifiesto, formulado a mediados del siglo XIX, y con el cual se justificó la agresión de México y otros países de América Central y el Caribe…


Todos estos aspectos no son nuevos, forman parte del comportamiento estructural del imperialismo estadounidense y siguen siendo actuales, e incluso han sido llevados a la práctica por cualquiera de los dos partidos del capital (Demócratas y Republicanos) que son los que conducen políticamente a Estados Unidos. Lo que ahora tenemos es que esos viejos mecanismos se vuelven a esgrimir sin ningún pudor, no se intentan ocultar, ni tampoco se encubren sus verdaderos objetivos de "Hacer grande a Estados Unidos otra vez", lo cual implica aplastar y someter a las buenas o a las malas al resto de países del mundo, empezando por los de su Patio trasero en nuestra América.


El magnate capitalista que hoy preside a los Estados Unidos hace gala de una sinceridad que difícilmente se encuentra en los círculos imperialistas. Y no es porque los miembros de este bloque de poder imperialista no piensen lo mismo. Lo que sucede es que, en los últimos 35 años, intentaron cuidar las formas legales, con un lenguaje aparentemente inclusivo y respetuoso del "derecho internacional" y con la acción de agencias de cooperación y supuesta ayuda al desarrollo, entre ellas la moribunda USAID. En forma cínica, ese lenguaje se siguió empleando en forma demagógica al tiempo que se masacraba al pueblo palestino.


En contravía, los anuncios de Donald Trump son propios de la Diplomacia de las cañoneras, cuando se usaba un lenguaje directo y sin eufemismos y nos tildaba, como hoy lo hace el magnate gringo, de "países de mierda" y a nosotros sus habitantes, de hampones, delincuentes, asesinos, y mil bellezas por el estilo.


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Entre los aspectos novedosos de la Diplomacia de las cañoneras del siglo XXI vale nombrar, en primer lugar, la construcción del nuevo enemigo, sustentado en el racismo que siempre se ha exhibido en Estados Unidos. Los nuevos enemigos son los extranjeros indeseables, los migrantes pobres y humildes, contra los cuales se ha declarado una guerra, que incluye prácticas genocidas. Y no es que en este terreno se esté innovando mucho en tiempos de Trump II, porque sus antecesores demócratas, Barack Obama y Joe Biden, expulsaron a más migrantes que el propio Trump en su primer mandato.


Lo nuevo estriba en que Trump ha colocado el tema como uno de los ejes centrales de su política MEGA, en que la grandeza de los Estados Unidos depende de que se expulsen los que, según su discurso, se aprovechan de la riqueza de ese país, vienen a quitarle ingreso y trabajo a ciudadanos estadounidenses. Y contra ellos se están desplegando crueles mecanismos de persecución, captura y deportación, en los que aflora el racismo Made in Usa, el maltrato y el sadismo como efecto de demostración para todos aquellos que son considerados enemigos de Estados Unidos.


Las escenas que estamos presenciando en estos días, con redadas en iglesias, restaurantes, hoteles, supermercados, parques… en ciudades de los Estados Unidos para detener a trabajadores sin papeles, la colocación de barreras en varios Estados fronterizos para impedir el ingreso de migrantes, el maltrato y la tortura infligida a extranjeros expulsados a sus países de origen encadenados o amarrados, las descalificaciones por parte del propio Donald Trump que tilda a esos migrantes de delincuentes, asesinos, criminales, parásitos… Todo ello indica el rol central que en la Diplomacia de las Cañoneras de nuestros días se les han asignado a los migrantes.


Un segundo aspecto novedoso estriba en que en el gobierno de Donald Trump están participando en forma directa magnates del rubro de la tecnología, que buscan imponer la agenda de sus propios intereses y negocios tanto dentro de Estados Unidos como en el resto del mundo y de allí se desprenden que sean agentes activos y directos en la nueva Diplomacia de las Cañoneras, en las que se recalca el papel de control y dominio que desempeñan las nuevas tecnologías, entre las que sobresalen las digitales. En este terreno, todavía es evidente el dominio de las empresas de Estados Unidos y en ciertos sectores tienen un monopolio exclusivo, como sucede con Google, Amazon y Facebook.


En la "nueva diplomacia de las cañoneras" sobresale el papel de la oligarquía tecnocrática de Silicon Valley, como pudo verse con la presencia de la elite del sector tecnológico en la posesión de Donald Trump. Al respecto resulta revelador el papel asignado a Elon Musk, hoy por hoy el primer supermillonario del mundo y dueño o accionista mayoritario en la fábrica de automóviles Tesla y de la Red X. Este multimillonario esta aliado directamente con el Pentágono y la NASA, entidades con las que tiene contratos por un monto de quince mil millones de dólares.


Musk promociona desde hace años la conquista de Marte y eso lo ratificó Donald Trump en su discurso de posesión cuando señaló que "enviaremos astronautas estadounidenses para plantar nuestra bandera en Marte". Dos semanas después ha seguido delirando todavía con más descaro: "Vamos a plantar la bandera estadounidense en Marte en menos de cuatro años. Es nuestra responsabilidad, como la nación más poderosa del mundo, liderar el camino hacia el futuro". Este delirio tecnocrático expresa un asunto crucial en el día de hoy: la lucha por el control del espacio exterior mediante una "nueva diplomacia de las cañoneras", porque quien lo controle puede dominar el mundo.


Se trata de colonizar el espacio exterior, una nueva agresión imperialista que busca su apropiación privada, por parte de los cruzados de Silicon Valley y allí se inscribe la distopia de colonizar Marte. En breve, la diplomacia de las cañoneras ahora será intergaláctica y cubrirá no sólo la tierra sino el universo y veremos, esos son los anuncios de Musk y Trump, como si fueran borrachos de cantina de mala muerte, a los Estados Unidos posar su bandera de barras y estrellas en la Luna, Marte y otros planetas en los próximos años.


El poder de los magnates digitales y su protagonismo político, una característica central de la "nueva Diplomacia de las cañoneras", no puede ser posible sin tener acceso y control de las materias primas y la energía, sin la cual no funciona ningún sistema tecnológico por sofisticado e "inmaterial" que pretenda ser. De ahí, que se reforzará el control y apropiación de minerales, mediante todos los medios tradicionales, entre los que se incluyen la piratería, el robo, el despojo, los prestamos condicionados, los chantajes financieros…. Esto supone que la "nueva Diplomacia de las cañoneras" es una combinación de los viejos métodos del saqueo imperialista con los objetivos estratégicos de los tecnoimperialistas, que en medio de la exaltación de la sofisticación tecnológica son profundamente conservadores, lindando en el tecnofascismo, como lo ha evidenciado en los últimos tiempos el marciano terrestre Elon Musk, un individuo que apoyó el golpe de Estado en Bolivia en 2019 (país con importantes reservas de litio) y, recientemente, a la oposición de extrema derecha en Venezuela, otro país con importantes reservas de petróleo y recursos minerales.


Estamos hablando que la nueva diplomacia de las cañoneras es tecno-imperialista y busca expandir las plataformas digitales de propiedad de magnates de Estados Unidos para controlar las economías locales, robar datos e imponer barreras y restricciones a capitalistas de otros países. Pero tiene una dimensión política y cultural en la medida en que pretende moldear la percepción colectiva de los habitantes de los países en donde intervengan mediante las mentiras difundidas por las redes (anti)sociales, con el agravante de que se impulsa una agenda profundamente conservadora y retardataria, como la que hoy representan en nuestro continente personajes como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en el Salvador y Daniel Noboa en Ecuador.


Las empresas tecnológicas de los Estados Unidos recurrirán, a través del Estado y mediante políticas proteccionistas como las que adelanta el gobierno de Donald Trump, a una guerra en dos frentes: el comercial y el militar, con diversos mecanismos, prohibiciones comerciales, imposición de aranceles, amenazas, chantajes, sanciones, agresiones armadas con paramilitares… Al mismo tiempo, se quiere hacer pagar caro al resto del mundo por el uso de tecnologías digitales que monopolizan las empresas de Estados Unidos, mediante prohibiciones y restricciones que impidan acceder a algunas de sus aplicaciones.


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Lo que hoy está sucediendo en Estados Unidos comprueba que la categoría de imperialismo sigue siendo esencial para comprender, y enfrentar, los grandes problemas del mundo actual. Con Trump ha quedado hecha añicos, por si hubiera dudas, el mito de la globalización, que obnubiló a teóricos, analistas, políticos, académicos, incluyendo a la mayor parte de las izquierdas del mundo.


Con Trump ha regresado (en realidad nunca desapareció, pero se le intentó camuflar) el imperialismo puro y duro que combina diversas experiencias históricas de expansión y dominio imperialista por parte de los Estados Unidos. Es el imperialismo agresivo de Theodore Roosevelt con su corolario de la Doctrina Monroe ‒que proclamó a Estados Unidos como policía del mundo‒ y su política del Gran Garrote (sintetizada en el lema "Habla suave, lleva un gran garrote y llegarás lejos"). Esto convirtió al hemisferio occidental en una zona de control hegemónico de los Estados Unidos, en un periodo en que se apoderó de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Panamá. Mediante una policía agresiva y la protección de la industria de los Estados Unidos este país creo un territorio protegido para sí mismo, que cubría desde Alaska hasta el Cabo de Hornos y desde el Caribe hasta el Pacífico y Filipinas.


Es también el imperialismo de la “Diplomacia del dólar”, lema del gobierno de William Taft (cuya presidencia fue catalogada como "una bola de cebo rodeada de una pandilla de ladrones") mediante la cual se intervino militarmente en ciertos países durante muchos años (Haití, República Dominicana, Nicaragua…) para controlar su economía y sus aduanas, imponer administradores financieras de tipo neocolonial, apropiarse de las riquezas de esos territorios para cederlas a bancos y empresas de Estados Unidos, controlar las exportaciones de esos países y apropiarse de gran parte de sus divisas, con las cuales se pagaba a los administradores estadounidenses y se cancelaba puntualmente la deuda externa a los bancos y empresas yanquis. Mientras eso sucedía, las poblaciones locales languidecían en la más extrema miseria bajo la mirada racista de los ocupantes del norte, a los que Cesar Augusto Sandino denominó "gleba de morfinómanos".


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La Diplomacia de las Cañoneras generó luchas y rebeliones en nuestra América, en Haití, México, República Dominicana, Cuba, Nicaragua, Panamá… En esa época emergió en nuestro continente un abierto sentimiento antiimperialista y antiyanqui, con notables aportes teóricos y doctrinarios y con el combate directo que libraron, con las armas en la mano, dignos representantes del nacionalismo indoamericano, el principal de ellos Augusto César Sandino, para enfrentar las ocupaciones yanquis. 


Hoy debería recuperarse esa tradición antiimperialista, tanto en términos históricos como intelectuales. Al respecto, simplemente queremos rememorar, para concluir este ensayo, a un autor colombiano, que con su pluma denunció la voracidad de Estados Unidos en la época clásica de la diplomacia de las cañoneras. Nos referimos a José María Vargas Vila, quien en su libro Ante los bárbaros. El yanqui; he ahí el enemigo, en 1930 aseguró:


"Es necesario combatir el yanki, o declararnos francamente sus esclavos; to be or not to be; pero, en caso de decidirnos por la esclavitud, tener siquiera el valor de proclamar altamente nuestra infamia; (…) anticiparse a la derrota, es el triste recurso de los pueblos que no merecen ni el honor de ser vencidos.

Luchar o abdicar.

Vencer o perecer.

Unirnos o morirnos.

La Unión o la desaparición;

he ahí el Inexorable dilema;

es necesario escoger; escojamos…".


Vargas Vila plantea el dilema que hoy adquiere una gran actualidad para enfrentar la "nueva Diplomacia de las cañoneras": "Unirnos o morirnos, la unión o la desaparición". Esto supone recuperar un proyecto de unidad real que enfrente al agresor del norte. Esto implica hoy lo mismo que anunciaran preclaros pensadores como José Martí: diversificar nuestra economía y nuestros vínculos con el mundo, que rompan la dependencia absoluta con Estados Unidos, en todos los terrenos (económico, financiero, político, cultural, mediático, tecnológico).


Y eso hoy es viable, por la sencilla razón de que las fuerzas imperialistas de Estados Unidos intentan en vano impedir su irreversible decadencia y evitar la consolidación de un mundo multipolar, que emerge en estos momentos.


Esa es una oportunidad para nuestro continente, y no para que caigamos en nuevas esferas de dominación, sino para situarnos, con independencia, autonomía y según nuestras propias necesidades, en el nuevo orden mundial que se vislumbra en el horizonte.


Eso sí, deben desecharse las ilusiones, que hoy evocan con nostalgia algunos liberales, del Imperialismo benévolo de Joe Biden y Kamala Harris, al que hoy pintan como casi progresista y de avanzada, por dos cuestiones: la política woke y la ayuda al desarrollo que supuestamente representa USAID ‒por la que hoy lloran amargamente aquellos que han vivido de las monedas ensangrentadas que les ofrecía el imperialismo‒ como si se nos olvidara que aquellos personajes son responsables del genocidio del pueblo palestino, entre otros crímenes y agresiones llevados a cabo en los últimos años.


Nuevamente, emerge la necesidad de la integración latinoamericana, la obligación de diversificar las exportaciones y el rumbo de nuestro comercio exterior. Dejar de pensar y actuar en forma aislada, porque hoy la andanada imperialista afecta a toda nuestra América, a todos los países sin excepción.


Quienes pensaron que, posando de injerencistas en el caso venezolano, iban a obtener el visto bueno de los Estados Unidos, hoy están viendo cuál es el trato que les da el imperialismo, un término que ellos ya no pronuncian como si les quemara los labios.


Pues, en este momento, hay que volver a pronunciar, sin miedo ni vergüenza, la palabra imperialismo y convertirlo en un concepto útil, para analizar, desentrañar y enfrentar a la "nueva Diplomacia de las cañoneras", la cual, por sofisticada tecnológicamente que se pretenda, encarna los viejos mecanismos con los que Estados Unidos ha sojuzgado a nuestros países en los últimos 130 años.


Notas:


(1) Para la elaboración de este ensayo ha resultado muy provechoso el diálogo sostenido con mi amigo Lucas Mateo Vargas, residente en Brasilia, quien, además, me proporcionó datos concretos sobre diversos autores antiyanquis de nuestra América, entre los que se destacó José María Vargas Vila. Agradezco su valiosa colaboración.

La Jornada, enero 23 de 2025. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/2025/01/23/opinion/016a1eco



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