Febrero, 1917
Los
vehículos salpican barro contra las paredes, enlodando a los peatones, mientras
se precipitan calle abajo, entre mugidos y bocinazos. Van llenos hasta los topes de soldados y
marineros, erizados con las espinas de acero de las bayonetas, como grandes puercoespines
en desbandada. De vez en cuando suena el chasquido de un rifle. ¡Revolución! La
nación rusa se arremolina, enfebrecida por su libertad recién adquirida;
intenta aprehenderla, pero hasta cierto punto se le escapa.
En el
parque de Alejandro, un jardinero está absorto en su trabajo solitario; es un
hombre de gruesa complexión, de unos cincuenta años. Con gestos tranquilos y
desmañados barre las hojas caídas del año pasado y la basura de los caminos y
arriates, sacudiendo la nieve recién caída.
No se
interesa en absoluto por el ajetreo que le rodea, y permanece sordo al chillido
de las bocinas, a los gritos, a los cantos y a los disparos. Ni siquiera ve las
banderas rojas. Le estuve observando para ver si levantaba la vista un momento
y se fijaba en la gente que se afanaba a su alrededor, en los
camiones erizados de bayonetas. Pero
siguió inclinado sobre su trabajo y continuó su tarea obstinado como un topo.
Según parece, también es tan ciego como ese animal.
Marzo, 1917
A lo
largo de las calles, por los caminos del parque, cientos, miles de soldados
vestidos de gris avanzan con lentitud en dirección al Narodni Dom; algunos
arrastran ametralladoras, como cerditos de
hierro atados a una cuerda. Es uno de los innumerables
regimientos de ametralladoras que acaban de llegar de Oranienbaum. Dicen que
está compuesto por más de diez mil hombres. No saben qué hacer y desde que llegaron esta mañana han ido vagando sin
rumbo por la ciudad, en busca de alojamientos. Los peatones se apartan cuando
se cruzan con ellos, pues son hombres gastados por la guerra, hambrientos y
feroces. Advertí que algunos de ellos se habían sentado junto a un amplio
arriate y habían desparramado sus mochilas y fusiles sobre él.
Al
poco tiempo, y sin apresurarse lo más mínimo, llegó el jardinero con su escoba.
Les examinó enfadado:
–¿Os
habéis creído que éste es terreno para acampar? Esto es un arriate; aquí van a
crecer flores. Sabéis lo que son flores,
¿no? ¿Estáis todos ciegos? Éste es el
lugar de juego de los niños. Fuera de aquí, os digo. ¿Me habéis oído?
Y los
feroces hombres armados se alejaron dócilmente del arriate.
6 de julio de 1917
Soldados
con cascos de acero, recién venidos del frente, rodean la fortaleza de Pedro y
Pablo. Desfilan pausadamente por el pavimento y a través del parque; arrastran
las ametralladoras tras sí, y balancean los rifles de manera descuidada sobre
el hombro. De vez en cuando, uno de ellos le advierte bonachonamente a un
paseante:
–¡Dese
prisa, que va a haber tiros!
Los
ciudadanos están ansiosos por contemplar la batalla y siguen en silencio a los
soldados; con movimientos de zorro, escabulléndose de árbol en árbol, alargan
el cuello, y miran con avidez hacia delante.
En el
parque de Alejandro las flores crecen a lo largo de los senderos; el jardinero
trabaja entre ellas. Se ha puesto un
mandil limpio y lleva una azada en la mano. Mientras camina, regaña a los
mirones y a los soldados, como si fuesen un rebaño de ovejas.
–¿Por
dónde creéis que estáis andando? ¿Acaso está aquí la hierba para que la
pateéis? ¿Es que no tenéis suficiente espacio con los senderos?
Un
campesino barbudo, de cabeza broncínea, vestido con un uniforme de soldado, el
fusil bajo el brazo, le dice al jardinero:
Cuida
de tus asuntos, viejo, o te fusilamos ahora mismo.
–¿Ah,
sí…? ¡Prueba a ver! Buena puntería debes tener tú...
–¿Es
que no sabes que estamos en guerra? Va a haber una batalla.
–¿Ah,
sí…? Bueno, seguid con vuestra batalla, y yo continuaré con mi trabajo.
–En
eso estamos de acuerdo. ¿Tienes un cigarro? Mientras saca del bolsillo su
petaca, el jardinero gruñe:
–Pisotear
la hierba no está permitido...
–Es la
guerra.
–¿Y a
mí qué? La lucha está bien para los que les gusta luchar; tienes un montón de
gente para que te ayude; pero yo tengo que hacer mi trabajo solo. Más vale que
limpies ese rifle que llevas; está todo oxidado...
Suena
un silbato y el soldado, sin tiempo de encender el cigarrillo que tiene en los
labios, lo guarda a toda prisa en el bolsillo y sale corriendo entre los
árboles.
El
jardinero escupe con desdén en su dirección, y grita enfadado:
–¿Por
qué demonios corres por la hierba? ¿No puedes ir por
otro camino?
Otoño, 1917
El
jardinero camina sin prisas por el sendero, con una escalera de mano a la
espalda, y un par de tijeras de podar en la mano. De vez en cuando se detiene a podar las ramas
muertas que crecen al lado del sendero.
Ha adelgazado, casi parece haberse encogido; la ropa le cuelga, como las velas
de un mástil en un día de calma. Las tijeras de podar cortan
con furia y emiten secos chasquidos mientras van tronchando las ramas muertas.
Al
contemplarle, no puedo dejar de pensar que ni un temblor de tierra ni una
inundación le impedirían continuar con su trabajo. Y si las trompetas de los
arcángeles que anuncien el día del Juicio Final no brillan con suficiente
resplandor, no me cabe la menor duda de que regañará a los arcángeles con la
misma voz con que increpó al soldado:
–Más
vale que limpiéis un poco las trompetas, están muy sucias...
***
Más jardineros y menos soldados.
ResponderEliminarSalud!
Estamos de acuerdo.
EliminarSalud!
Para paciencia .... siempre se ha mencionado la que tienen los jardineros!!
ResponderEliminarPalabra de jardinero!
Es fácil talar un árbol, lo difícil es plantarlo y cuidar su crecimiento.
Eliminar¡Vivan los jardineros!
Las soluciones existen. Han sido parte importante del pasado.
ResponderEliminarMenos tiempo entre-tenido con entre-teni-MIENTO y más tiempo kultivando la mente y los campos.
Aunque un poco compatible-con-el-capitalismo, el senyor Max Neef dice algo así:
Three, growth is not the same as development, and development does not necessarily require growth.
https://www.democracynow.org/2010/9/22/chilean_economist_manfred_max_neef_us
El sistema, (citando a Mars) como ha mencionado Parenti, crea sus "artificial scarcities", escaseces artificiales.
Por que los ayuntamientos no plantan tomateras y si arboles decorativos, etc.
Pescar, plantar,
... por que se estudia matematicas o Consumer Science en las puttthas escuelas?
El problema no es el conocimiento (matemáticas), sino el mal uso que se hace de él. El problema no es que se planten árboles decorativos (si es que existen árboles decorativos), sino que no se planten tomateras (también). El problema... el problema es el capitalismo.
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