Justicia lenta, represión rápida. Una fórmula que privilegia a las clases dominantes y torna inane el artículo que proclama la soberanía popular. No basta combatir las instituciones que dichas clases se han dado a sí mismas para perpetuar su propio dominio, dichas instituciones son sus zarpas, pero no la cabeza del monstruo, la cabeza es el sistema mismo y hay que demolerlo desde sus más profundos y arraigados cimientos sociales. El planeta entero es hoy una colonia del sistema capitalista que, a través de las instituciones estatales, impone su orden depredador, inhumano, injusto e inmoral. Allí donde el neoliberalismo, más o menos democrático, ha impuesto su orden, gobiernos, partidos, presidentes, ministros y diputados se suceden uno tras otro sin cuestionar jamás los medios ni los fines de un sistema globalizado de explotación que, ese sí, permanece apoyado y reforzado por los estados. Recuerdo haberle oído decir a un recién nombrado ministro –tal vez intentando paliar su incoherencia ideológica– que, “a partir de este instante he pasado a ser propiedad del Estado”. Le faltó añadir, “y fiel siervo del capital”. “Todos los Estados nacionales se definen, histórica y constantemente, a través de su relación con la totalidad de las relaciones sociales capitalistas” (John Holloway).
“En tanto el capitalismo es un modo específico de organización
social de la producción, que tiene requisitos históricos y formas de desarrollo
definidos, el Estado tiene un papel esencial en garantizarlos, por lo que su
estructura institucional y sus formas de intervención se transforman a medida
que el capitalismo cambia y se desarrolla” (Las
paradojas de una contradicción, Mabel Thwaites Rey)
Dónde queda, pues, la legitimidad constitucional de las instituciones
y cargos que, disponiendo de su monopolio, emplean la fuerza como medio de dominio y coerción sobre quienes dicen servir. Vuelve a cobrar renovada vigencia la voz del poeta:
"Las palabras entonces no sirven, son palabras".
Loam
Mertzenarioen Lan Baldintzak / Las condiciones laborales de los mercenarios
Zuek ez zarete langileak, legearen eta
komunikabideen aterpean langileok erreprimitzen gaituzuen mertzenarioak baizik.
Bost axola zer ordutan esnatzen zareten, zer
nolako turnoak dituzuen edo zer ariketa fisiko egiten duzuen. Ejerzitoek egoera
iraultzaileetan betetzen duten papera betetzen duzue langileok kontzentzia
nazionala zein klase kontzientzia apalago dugun garaiotan. Produkzioaren zein
prokzio medioen pribatutasun esklusiboa mantentzea. Hauen pilaketa defendatzea
eta esplotazioa erregulatzea. Burgesien barne armada zarete eta haien interesak
defendatzea zuen lana.
Komunikabideak, gure lanaren soldata, drogak,
konsumismo aseezina… azenarioak lirake langileok tiraka daramagun gurdian.
Zuek, guzti honek gu itsutzea lortzen ez duenean datorren makila. Edo bisturia.
Edo elektrodoak, multak, poltsa, irainak, pistola aluan, hiztegi sendoa buruan
kolpeka… eta orain inoiz baino gehiago, gure pentsamenduen eta adierazpenen
zentsore inkisitorialak ere.
Zoazte pikutara zuek eta zuen baldintza laboralak!
Herritarron aldarrikapenak erreprimitzea eta dirudunen interesak defendatzea
ogibide duzuen bitartean, ez duzue lekurik izango langileon artean. Herriaren
etsaiak zarete, eta aurrez aurre izango gaituzue.
…………………………..
Vosotros no sois trabajadores, sino mercenarios
que nos reprimís a las trabajadoras bajo el amparo de la legalidad y los medios
de comunicación masivos.
Nada nos importa a qué hora os despertéis, qué
turnos tengáis ni los entrenamientos que realicéis. Cumplís hoy el papel que
cumplirían los ejércitos en tiempos de importante riesgo revolucionario.
Tiempos que volverán en algún momento, junto al auge popular de la conciencia
nacional y de clase. Mantenéis la exclusividad de la propiedad privada y los
grandes patrimonios en manos de unos pocos. Defendéis por la fuerza la
acumulación de los mismos al tiempo que reguláis y ordenáis la explotación.
Sois la armada interna de las burguesías y vuestro deber no es otro que el de
defender sus intereses.
Los medios masivos de comunicación, el salario de
nuestro trabajo, las drogas, el insaciable consumismo… serían las zanahorias en
el carro que tiramos las trabajadoras. Vosotros seríais el palo. O el bisturí.
O los electrodos, las multas, la bolsa, los insultos, la pistola en la vagina,
el grueso diccionario que golpea la cabeza sin cesar… y ahora más que nunca,
sois también los censores inquisitoriales de nuestros pensamientos y expresiones.
¡No os queremos ni a vosotros ni a vuestras
condiciones de trabajo! Mientras vuestro oficio sea el de reprimir al pueblo y
el de defender a sangre y fuego los intereses de los peces gordos no tendréis
lugar alguno entre las trabajadoras. Sois los enemigos del pueblo y nos
tendréis frente a frente.
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No le des mas vueltas, mientras haya alguien dispuesto a dar dinero habra algun perro que hara lo que sea por obtenerlo, ya sea dar un par de porrazos, vender a su hijo o matar a su madre. La pasta manda, esa es la ley del sicario. Salud! Pablo Heraklio
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