Por Octubre - 7/3/2018
Estos días —al menos eso nos cuentan los expertos de la
comunicación corporativa—, se conmemora el inicio de la “guerra civil” siria.
Como si nada hubiera ocurrido estos 7 años, como si no hubiésemos descubierto
ya su juego, muchos medios han sacado a flote a su plantel de analistas y ONGs
de cabecera para repetir el mismo argumentario con el que encendieron la mecha
de la agresión occidental contra el pueblo y el gobierno de Damasco. Que si
régimen, que si genocidio de civiles, que si Assad mató a Manolete, que si
barriles explosivos, rebeldes moderados, que si los cascos blancos son héroes,
blablabla… les da absolutamente igual, su mantra ya está escrito desde hace
mucho y no por ellos, precisamente. Como dijo alguien de infausto recuerdo, el guion
lo redactaron allende los mares, más allá de montañas lejanas.
No vamos a entrar nuevamente en desmentir la sarta de falacias con
que justificaron y justifican las matanzas de nuestros hermanos y hermanas
sirias, lo hemos hecho en numerosas ocasiones. Sólo hablaremos de la efemérides
que celebran medios como RNE y la mayoría de las tertulias de salón, que lo
mismo abordan el peinado de Anna Gabriel, que explotan como buitres el
asesinato de un niño, o se permiten interpretar lo que sucede en Siria usando
como fuente a los propios promotores de la guerra y sus sicarios.
Toda la Falsimedia anda desatada inyectando su veneno belicista
sobre nuestros ya saturados cerebros. Están de celebración, sí, repito, de
celebración de una guerra que siempre apoyaron con sus comandos
desinformativos. Porque la cohorte de propagandistas que puebla la mediosfera
otanista, incitando a nuevas intervenciones occidentales bajo pretextos
supuestamente humanitarios, es tan corresponsable de las muertes de civiles
sirios como los que disparan las bombas.
Ya está bien de impunidad. Ellos sí que hacen a diario, desde sus
cómodos púlpitos, verdadero enaltecimiento del terrorismo, sí que incitan al
odio. Pero no en abstracto, no con grupos terroristas inexistentes ni con
ningún tipo de influencia sobre los hechos futuros, hablamos de ISIS, de Al
Qaeda, del yihadismo que también azota nuestras sociedades. Tampoco es un
error, la Falsimedia no se equivoca, sabe perfectamente lo que hace. Las
brigadas mediáticas allanan el camino a los bombardeos, como la aviación hace
con la infantería. Nadie plantea una nueva guerra sin que antes actúen los
ejércitos de la propaganda. Son absolutamente corresponsables de lo que sucede
hoy en Siria, en Yemen, en Iraq, en Bahrein… en Palestina; y como tal deben ser
tratados, como voceros del terrorismo.
No se trata de cercenar la libertad de expresión de nadie. Pero ya
conocemos cómo actúan los ejércitos de la propaganda, sabemos quién les paga,
cómo les pagan, a quienes obedecen. Hay papeles desclasificados de la CIA de
cómo han comprado a “intelectuales” para concitar apoyos públicos a su agenda
hegemónica global, cómo los han cooptado, tenemos confesiones de periodistas
comprados por el Pentágono en todo el mundo en fechas más recientes con el
modus operandi al completo. Conocemos la composición de los consejos de
administración de los medios, sabemos cómo ha volado el dinero de las
monarquías feudales del Golfo Pérsico —esas que son parte de la guerra— a
nuestros periódicos y cadenas de TV, cómo lo han hecho también algunos fondos
de inversión del omnipresente Soros. No es conspiranoia, sólo son fríos y
verificables datos. Son ellos los que conspiran contra nosotros y nosotras
entre bambalinas desde hace decenas de años para que apoyemos sus sanguinarios
planes.
Por eso no son simplemente unos descerebrados sin más, gentes de
pocas luces que se dejan llevar por el mainstream que arrastra todo a su paso,
son mercenarios de las teclas, criminales de guerra que deberían ser juzgados
como tales en los tribunales internacionales, si es que existiera la justicia
universal y esta fuera independiente. Quizá con códigos deontológicos potentes,
con regulaciones sobre el uso de la mentira con fines espurios, con prisión
permanente —eso si, revisable— para los instigadores de guerras… sería posible
rescatar al periodismo de la lenta agonía que sufre a manos de la censura y, lo
que es peor por íntima y oscura, la autocensura. Probablemente buena parte de
la prensa actual no pasaría de una mínima prueba de profesionalidad, pero
seguro que hay miles de jóvenes con ganas de recuperar lo que antaño fue una
digna profesión, hoy convertida en un problema de insalubridad pública
contagiosa.
Parafraseando a Castro cuando describía a los trotskistas,
nuestros periodistas quizá estuvieran equivocados en un principio, pero hoy
sólo son agentes del imperio…
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Los periodistas honestos, o bien no escriben, o lo hacen en medios de difusión corta y cerrada (involuntariamente) o se muerden buena parte de la lengua, autocensurándose para no pasarse de la raya.
ResponderEliminar¿Por qué los "tertulianos de izquierdas" no dicen todo lo que podrían decir? Porque "el que se mueve no sale en la foto", como dijo aquel célebre cínico.
Aquel célebre cínico que solicitaba "dar caña" y que, con las mismas, erigió su exclusivo sombrajo. Prueba de que Roma sí paga traidores.
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