Mijail Bakunin, el viejo revolucionario ruso, finalmente había
muerto para tranquilidad de reyes, presidentes, burgueses y explotadores. Con su extenso
currículum bajo el brazo, aquella alma impenitente fue derechita al
Infierno. Al llegar, fue recibida por el mismísimo Príncipe de las Tinieblas,
que pasando la vista por su vasto expediente dijo entusiasmado:
–¡Excelente currículum, amigo Bakunin! Décadas de lucha contra la
Iglesia, participación en innumerables insurrecciones, expulsado de varios
países, condenas y prisiones, algaradas en cantidad... En honor a todo eso, voy
a mandarlo al Sector VIP del Infierno, que es el más tranquilo y de tormentos
más suaves. Es lo apropiado para una celebridad como usted.
Dicho y hecho, Bakunin fue a parar al Sector VIP.
Tres días después, estaba Satanás batiendo distraídamente su
caldero lleno de condenados, cuando de repente fue interrumpido por un
despavorido demonio auxiliar, que atropelladamente le relató:
–Su Malignidad, ¡hay un enorme alboroto en el Sector VIP!... El
Bakunin ese organizó a las almas en un sindicato y aprobaron un paro general
por la disminución de la jornada de penitencias, por la eliminación de la
contaminación con azufre y por otro paquete de demandas...
Cabreado, Lucifer arrojó con violencia su tridente y profirió:
–¡Pero ese canalla es un desagradecido! ¡Si se cree que va a joder
en mis dominios como hacia allá en la Tierra, está muy equivocado! Agárrenlo y
se lo llevan al Sector Turista, que ahí sí que va a saber lo que es bueno...
Y al Sector Turista fue a parar el viejo Mijail.
Tres días más tarde, cuando el Diablo disfrutaba de la tortura de
algunas ánimas recién llegadas, de nuevo apareció el ayudante que, con el susto a
flor de piel, relató las malas nuevas:
–Su Bajeza, ¡en el Sector Turista estalló una huelga de calderos
caídos y la Comisión de Condenados, que encabeza Bakunin, exige audiencia
inmediata con usted para presentarle un kilométrico pliego conflictivo. Quieren
equiparación de condiciones con el Sector VIP, inspección sanitaria de los
calderos, 6 semanas de vacaciones pagadas en el Purgatorio...
–¡Coooño! –interrumpe el Gran Satán– Ese barbudo está queriendo
anarquizarme el Infierno. Pero ya mismo voy a acabar con esa insubordinación.
¡Qué se ha creído!... Pésquenme a ese ácrata y lo encierran en un celda del
Sector Económico, que lo quiero ver organizando vainas allí...
Sólo la masiva intervención de los "Cuernos Colorados", fuerzas especiales del Averno, permitió la captura de Bakunin en el Sector
Turista, que ofreció feroz resistencia con barricadas defendidas a punta de
baldes de agua y molotovs de hielo seco.
A la mañana siguiente, cuando Belcebú creía haber dejado atrás los
contratiempos de la víspera, el pobre diablo asistente –ya a punto del colapso
nervioso– hizo saber su nefasto informe:
–Su Ruindad, al amanecer comenzó una huelga general del Infierno
en solidaridad con Bakunin. Todos exigen su inmediata liberación...
–¡Basta! –aulló el Maligno– Voy a mandar inmediatamente a ese alborotador
al Cielo (lo que debí haber hecho hace tiempo). Imagínense el despelote que
va a armar por allá; ¡seguro que jode todo aquello en una semana! ¡No sé cómo
no lo pensé antes!...
Así fue como Bakunin (¡quién lo diría!) llegó al Paraíso, donde
fue recibido por San Pedro, quien exclamó después de ver su currículum:
–¡Señor Bakunin...! ¡Qué es esto! Anticlericalismo, revueltas,
prisiones, parrandas... Pero bueno, como la piedad de Dios es infinita y a usted
no lo dejan entrar al Infierno, puede pasar.
Y de este modo, Mijail Alexandrovich entró a Los Cielos.
Mientras tanto, el Maligno estaba en la mayor expectativa con lo
que pudiera pasar Arriba. Cada día navegaba por el Home–Page celestial y veía
todos los noticieros de HNN ("Heaven News Network"), aguardando las
novedades de una sublevación general en el Reino del Señor. Pasan dos días,
tres, cuatro, cinco, y nada, ningún informe de anormalidad por aquellos lares.
Cuando transcurrió la semana, Mefistófeles no aguantó más y tomó el ascensor
para constatar personalmente qué ocurría. Silbando distraídamente y como quien
no quiere la cosa, se fue aproximando a la Portería del Cielo, donde San Pedro
trabajaba como de costumbre. Le saludó, como viejos conocidos que eran, y luego
preguntó:
–...Y entonces Pedrito, ¿todo bien por aquí?
–Tranquilo, como siempre– respondió el santo.
–Óyeme, y qué ha pasado con un fulano que yo mande para acá,
un tal Mijail...
–Bakunin– atajó San Pedro. –Él está bien. ¿Por qué preguntas?
–Por nada en especial. Tan sólo por saber si ha tenido que ver con
algún alboroto, alguna agitación...
–No que yo sepa – replicó Pedro.
–Oye… ¿y Dios no ha comentado nada sobre ese tal Bakunin? –
inquirió el desconcertado Diablo.
Al oír esto, San Pedro se levantó, colocó sus manos sobre los
hombros del Demonio, y, mirándole con firmeza a los ojos, le dijo:
–Compañero Luzbel... ¡Dios no existe!...
Convincente Bakunin. Efectivamente, lo que hay que agitar y subvertir es el infierno.
ResponderEliminarNo lo conocia! >DDDD
ResponderEliminarSalud! Pablo Heraklio