Explotada hasta la muerte: Hind El Bekkali |
fuente: Movimiento
Políco de Resistencia – 27/10/2019
Un sueño convertido en
pesadilla. El de Hind El Bekkali, una mujer que partió de Marruecos
hace veinte años para labrarse un porvenir en España y regresó a
su país en un ataúd para ser enterrada en el pequeño pueblo de
Fquih Ben Salah, en la región central del país vecino. El 8 de
octubre, a las 18.24, el 112 confirmaba su muerte en un accidente
laboral en el almacén Cítricos La Paz, en Fortuna, donde trabajaba
desde hacía casi cinco meses como envasadora.
Hind, de 39 años, deja
huérfanos de madre a tres hijos de 16, 12 y 6 años. “Estoy muy
mal, muy mal de verdad, no tengo la cabeza para hablar con nadie”,
solloza al otro lado del teléfono apesadumbrado Abdelaziz
Hassimatar, que cruzó este miércoles el Estrecho tras dar sepultura
a su mujer en la tierra que la vio nacer y ya está de vuelta en
Fortuna.
Hassimatar es claro al
respecto de la muerte de su mujer y apunta a que fue una negligencia
de la empresa donde trabajaba. “Ella no tenía formación para
asumir la tarea que se le asignó, Hind me contó que le habían
cambiado de puesto unos días antes del accidente, el asunto está en
manos de mi abogado”.
Su esposa se
encontraba limpiando en una zona de la fábrica “cuando fue
succionada por una de las máquinas de precalibrado”.
Hassimatar y diversas organizaciones de defensa de los trabajadores
se han apresurado en denunciar que el puesto de Hind no era el de
limpieza, que no tenía formación para acometer esa tarea y
denuncian irregularidades en materia de prevención de riesgos
laborales.
Estamos ante un accidente
laboral como los que hay en muchas empresas españolas. Al día
siguiente hubo otro en Mercadona, que no ha trascendido.
Jawad Romaili es el
letrado del marido de la víctima. Según declaró, “hubo un
incumplimiento de la normativa de riesgos laborales; tres días antes
de su muerte fue cambiada de puesto de trabajo, la enviaron al
triaje, y la empresa presuntamente no le dio formación específica
para ello”. En la zona de envasado y la de triaje, según explicó
Romaili, hay cintas diferentes: “En el triaje hay un robot, cuando
terminan tienen que limpiarlo y alguien le mandó esa labor”.
La noticia de la muerte
de Hind corrió como la pólvora entre la comunidad marroquí
residente en Murcia, que en un porcentaje elevado procede de la misma
región que Hind –Beni Mellal- y también se gana la vida en el
campo o los almacenes agroalimentarios. “La hermana de mi mujer es
amiga suya y desde que ha pasado todo esto no puede dormir”, cuenta
apenado un paisano que vive en Mula. En Marruecos tampoco ha pasado
desapercibido el suceso, del que se han hecho eco algunos medios de
comunicación.
Tras el accidente,
organizaciones como Comisiones Obreras han puesto de nuevo el acento
en la precarización del sector de las envasadoras, contratadas en su
mayoría por Empresas de Trabajo Temporal (ETT), como era el caso de
Hind.
"En los almacenes donde
no hay control sindical estamos viendo cómo se cometen ilegalidades
en la cotización de los días trabajados, no se abonan las horas
extraordinarias como se debería y en especial en materia de
prevención laboral hay muchos incumplimientos", explica Santiago
Navarro, secretario general de Comisiones Obreras (CCOO) en la
región.
La mayoría de
trabajadores de los almacenes, en el manipulado de cítricos, tomate
y fruta son mujeres, un 80 por ciento de unos 10.000 empleos que se
generan cada año. “Y cada vez es mayor el porcentaje de mujeres
inmigrantes, que en períodos fuertes de la campaña hacen jornadas
interminables”.
Soumia ha llegado a
trabajar “desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche”.
Catorce horas, “parando 15 minutos por la mañana y por la tarde
para almorzar y merendar, y una hora para comer”.
Hombros destrozados y
manos atrofiadas
La situación “es
horrible”, se queja Kawtar, quien lleva varios en Murcia de un
almacén a otro. “Dicen que venimos a quitarle el trabajo a los
españoles, pero hacemos los trabajos de los que ellos huyen”.
Kawtar denuncia que tiene amigas con enfermedades laborales no
reconocidas. “Con los hombros destrozados, pérdida de musculación,
manos atrofiadas…”
Algunas personas “lo
aceptan porque es una oportunidad para hacer dinero; pero es muy
duro, sobre todo en algunos almacenes que tienen muy mala fama porque
te tratan mal, a veces tus propias compatriotas que están de
encargadas”. Para esta mujer, "hay situaciones que no se pueden
permitir; trabajar, sí pero como una esclava, no".
José María López, de
Comisiones Obreras, apunta a las ETT como “una herramienta para que
las empresas dispongan de empleados por debajo del coste mínimo,
flexibilizando y precarizando las relaciones laborales; es un tema
delicado porque la intención es ganar, ganar y ganar; se busca la
rentabilidad a cualquier coste”.
Las ETT, prosigue, son
las responsables de formar e informar a los trabajadores. “Una
formación que muchas veces consiste en dar a las mujeres, en este
caso, montones de documentación escrita para que la firmen y estar
justificados documentalmente; estamos hartos de denunciarlo”.
Sabah Yacoubi, presidenta
de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes en Murcia (ATIM), ha
querido mostrar también su solidaridad con la víctima y ha
informado de que está organizando una manifestación con varios
colectivos para honrar la muerte de Hind y para protestar contra las
precarias condiciones de estas trabajadoras. No descartan, además,
personarse en la causa.
El caso se dirimirá en
el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Cieza,
que tendrá que aclarar si Hind había recibido formación sobre las
tareas que se le encargaron y si se cumplieron todas las medidas de
seguridad.
Los representantes
legales de Cítricos La Paz aseguran que “se han puesto todos los
mecanismos en marcha para acompañar a la familia; se ha asignado un
psicólogo al marido y se ha pagado el sepelio en Marruecos”.
Incluso el dueño de la empresa “le dijo que a sus hijos no les iba
a faltar de nada”, apunta Mariano Bo.
"A mí nadie me ha
ayudado, el entierro lo tiene que pagar la empresa porque está
estipulado en el convenio", reclama Abdelaziz Hassimatar a este
periódico. “Los que se han volcado con nosotros han sido nuestros
vecinos de Fortuna”, señala al tiempo que relata que le quedan
unos días para incorporarse a la finca donde está empleado, “aunque
no sé si tendré fuerzas”.
La empresa cuenta con
unos 700 u 800 trabajadores y que el 80 por ciento es plantilla
propia. “A los que vienen de la ETT se les ficha una vez han sido
probados y si la empresa está satisfecha con ellos”.
En cuanto a las medidas
de seguridad, “esta trabajadora había recibido dos cursos en los
últimos cuatro meses, de la ETT -han aportado un documento firmado
por Hind-; su encargada, además, es árabe y habla español, por lo
que todas las instrucciones eran comprensibles para ella”.
Según relatan, “no es
cierto que se le cambiara de puesto de trabajo tres o cuatro días
antes y que no conociera las medidas de seguridad, porque son las
mismas en todas las áreas: no acercarse a las máquinas, no meter
las manos, ni la cabeza, en unos espacios que además están vallados
perimetralmente”.
A falta de conocer los
resultados de la investigación en marcha, lamentan que “no podemos
saber qué ha pasado porque no había nadie en ese momento con ella,
una compañera estaba en el vestuario y la otra estaba en el puesto
de observación, que está más elevado y la tenía fuera de su campo
de visión; cuando se dieron cuenta pulsaron el botón de seguridad y
se puso el protocolo en marcha pero ya era tarde”.
El Comité de Empresa ha
difundido un vergonzoso comunicado en el que asegura que Hind
“contaba con la debida formación e información del puesto que
desarrollaba. El sistema de trabajo consiste en tareas repetitivas
diariamente que son de sobra conocidas por el personal, ya que se
instruye a los mismos y se les facilita las indicaciones precisas
para realizar su actividad”.
Santiago Navarro
considera que “no es que la mujer fuera imprudente, la empresa debe
impedir que el trabajador se vea en esas circunstancias y la ley
exige que haya una serie de protecciones para que el trabajador no
pueda introducir ningún miembro”.
El abogado de Hassimatar
aseguró que “los horarios presuntamente no se cumplían en la
empresa. En la declaración del marido de la víctima ante la Guardia
Civil expone que su mujer había días que entraba a las ocho de la
mañana y salía a las siete o las ocho de la tarde, incluso a las
diez de la noche”. Hassimatar así lo explicó también a este
periódico.
Desde ATIM y Comisiones
insisten en denunciar el incumplimiento de la ley en este sector, en
especial con los trabajadores inmigrantes, “que se ven con una soga
al cuello, no tienen capacidad de organización y cuando reclaman sus
derechos se ven fuera de la empresa; hay mucho clientelismo, y además
de que no se actúa, las sanciones a veces son irrisorias”.
"En algunos almacenes
tenemos que levantar la mano hasta para ir al servicio, y nos
descuentan el tiempo no trabajado; me han llegado a decir que venga
de casa con las necesidades hechas o con un pañal", asegura una de
las mujeres entrevistadas por este periódico.
Un salario con engaños
El salario mínimo es de
7,04 euros/ hora, “pero nunca llegan”, explica José María de
Comisiones. “Es un engaño porque les descuentan de ahí el 30 por
ciento de la Seguridad Social”. Cuando “se contrata, por llamarlo
de alguna manera, a personas sin papeles es mucho peor, porque
entonces se vulneran aun más los derechos mínimos”.
Para acudir a los puestos
de trabajo, lo hacen en furgonetas o autobuses que van recogiendo a
los trabajadores en una ruta que los lleva desde su lugar de
residencia al almacén donde trabajan y que cobran unos cinco euros
por trayecto a cada empleado. “¿Qué permisos tienen esas
furgonetas?”, se pregunta José María, quien denuncia que a veces
los conductores funcionan como una empresa de contratación directa y
saben qué perfiles tiene que reclutar. “Los que no dan problemas”.
No es fácil
plantarse, como hicieron hace 20 años las empleadas de los almacenes
de la Vega Alta en el conocido como el ‘Caso Nolotil’. Un grupo
de mujeres atiborradas de analgésicos para amortiguar sus dolores,
que se atrevieron a denunciar los abusos a las que estaban sometidas
en un sector que sigue acumulando denuncias de los trabajadores.
En españistán esto es lo normal. También es normal estar trabajando 20 años y no exigir derechos. Está claro que los migrantes son el eslabón más débil, pero por lo mismo son a los que más les interesa unirse. Han sido despojados, explotados, desorganizados y abandonados por partes iguales.
ResponderEliminarSalud!
Una noticia muy triste, la verdad. Las medidas de seguridad son imprescindibles.
ResponderEliminarHola Quiro numéro de téléphone de Usted
ResponderEliminarPour favor ou bien contacto con migo por Facebook