En los últimos diez días de julio de 1936, Galicia cayó en
manos de los sublevados y se convirtió en uno de los territorios donde la
represión franquista mostraría su cara más cruel. Lindante con el Atlántico por
el Oeste y el Norte, con el Portugal salazarista por el Sur, y sólo por un
breve período de tiempo con territorio en manos leales por el Este, los
partidarios gallegos del Frente Popular, fuesen republicanos, anarquistas,
comunistas, socialistas, nacionalistas, agraristas de izquierda o, simplemente,
personas cuyo único delito era estar afiliados a partidos y sindicatos, se
vieron sometidos a una cacería sin cuartel. Galicia no era zona leal para los
franquistas, y en ningún caso se trataba de una retaguardia segura para ellos.
Los insurgentes tenían razones para considerarla, en buena medida, un
territorio hostil: en tres provincias el Frente Popular había ganado las
elecciones de febrero de 1936; los sindicatos anarquistas tenían alrededor de
cuarenta mil militantes, sobre todo en las zonas costeras occidentales del
país, y en provincias como la de Ourense el sindicalismo agrario de orientación
comunista estaba realizando importantes avances en los meses anteriores a la
Guerra Civil; el nacionalismo gallego, a través del Partido Galeguista experimentó
un espectacular incremento de afiliación y de expansión social desde 1935; y
partidos como Izquierda Republicana disfrutaban de una notable implantación en
el medio rural gallego. Aunque no se puede negar la existencia de una activa
derecha católica accidentalista, el influjo del partido calvosotelista
Renovación Española en Ourense, o de unos núcleos falangistas muy minoritarios pero
crecientemente activos, la extensión de los movimientos sociales de izquierda,
del republicanismo y del galleguismo fue suficiente para que una parte
importante de la población se convirtiese en el blanco preferente de una
represión que, con desigual intensidad según las zonas, fue en conjunto una de
las más atroces de la retaguardia franquista (De Juana y Prada, 2006).
19 diciembre, 2017
TRANSTERRADOS Y EMIGRADOS: UNA INTERPRETACIÓN SOCIOPOLÍTICA DEL EXILIO GALLEGO DE 1936 - Xosé M. Núñez Seixas y Ruy Farías
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Sobre lo que conozco un poco mejor (si no de primera, de segunda mano):
ResponderEliminarhttp://anosdomedo.blogspot.com.es/
Hola, Juan José. De ese mismo blog he extraído yo esta publicación. Gracias por el enlace.
EliminarNo hubo ruptura democrática en este país sino que el Estado se metamorfoseó en este engendro capitalista monárquico partitocrático. Más de cien mil republicanos enterrados por las cunetas. Y no ha habido justicia para acabar con el olvido y la impunidad que reina en España desde que se perpetró ese golpe de estado del 36 donde las capas sociales parasitarias y privilegiadas copan las instituciones corruptas de este país desde entonces. Por eso, entre otras muchas razones, estamos como estamos.
ResponderEliminarSalud!
En todas las regiones se dice eso mismo, que fueron las más duramente castigadas, pero es que lo fueron todas, cuantos más "enemigos" potenciales había, más reprimidas fueron.
ResponderEliminarSalud!
Galicia es una tierra realmente extraña. Inhospita. La CNT fue barrida a cañonazos de los destructores y los ayuntamientos se negaron a abrir los polvorines; como en el resto del noroeste salvo asturias. Despues de la guerra se afianzo el sistema caciquil, pero las montañas se poblaron de guerrillas. Los ultimos los GRAPO.
ResponderEliminarAsí que tenemos lo peor y lo mejor de la sociedad concentrado el un territorio ya de por si sobrepoblado de meigas, trasgos y santas compañas. Un Homo un homo, un jato un bicho! Saude! Panlo Heraklio