26 septiembre, 2022

Zelenski y la superchería de la "contraofensiva" — Thierry Meyssan

 

El presidente Zelenski asiste al izamiento de la bandera ucraniana en Izium.‎


Voltairenet.org – 20/09/2022


El presidente ucraniano Zelenski y sus padrinos de la OTAN iniciaron una ‎contraofensiva contra las tropas rusas. Eligieron un lugar donde había pocas fuerzas, ‎porque Moscú no tenía intenciones de ocuparlo, y ahora se desgañitan celebrando una ‎‎"victoria" sin enemigos ni batalla. Hoy pasamos revista a otra operación de ‎propaganda que sólo puede convencer a quienes quieran ser convencidos, o sea a los ‎medios y el público de Occidente. ‎


Kiev anunció con bombo y platillo el inicio de una contraofensiva en la región de Jarkov, o sea ‎frente al Donbass. Las fuerzas respaldadas por la OTAN «lograron liberar» una porción de ‎territorio de 70 kilómetros de largo y de una treintena de kilómetros de profundidad. ‎


Inmediatamente, el presidente Zelenski viajó a esa franja de territorio recuperado, concretamente a la ciudad ‎de Izium, y anunció allí la «cercana victoria» de Kiev sobre el «invasor» ruso. ‎


Mientras tanto, la prensa occidental habla sin descanso de la «derrota rusa» y se interroga ‎sobre un eventual complot que derrocaría en Rusia al «vencido» Vladimir Putin. ‎


En este mapa del Institute for the Study of War, la zona "liberada" de la ‎presencia rusa es la mancha azul que se distingue en la parte superior derecha.


Hasta ahí la historia contada por los cuentistas de la OTAN. ‎


La realidad es bastante diferente. Las fuerzas de Kiev dirigidas desde Occidente nunca penetraron ‎en el Donbass, ni en la República Popular de Lugansk, tampoco en la República Popular de ‎Donetsk. Sólo se limitaron a recuperar territorios que el ejército ruso había conquistado pero que ‎nunca ocupó. Desde el inicio de la operación militar rusa, el presidente Putin anunció que el ‎objetivo de Rusia era defender las dos repúblicas populares del Donbass, que no anexaría Ucrania ‎y que sólo se planteaba «desnazificar» el país, o sea librarlo de los «nacionalistas ‎integristas». ‎


Posteriormente, también anunció que se planteaba anexar el sur del país para castigar a Kiev por ‎haber provocado el conflicto. A partir de aquel momento, Putin tenía dos opciones, reclamar la ‎Novorossiya o la Majnovschina, dos territorios de tradición rusa ampliamente imbricados ‎entre sí. ‎


La Novorossiya histórica, en un mapa publicado en 2014 por el ‎‎Washington Post.‎


La Novorossiya, que significa literalmente «Nueva Rusia», es la gran colonia de asentamientos ‎creada por el mariscal Grigori Potenkim, amante de la emperatriz Catalina II de Rusia (Catalina ‎La Grande, en los territorios que arrebató al Imperio Otomano. La Novorossiya abarca todo ‎el sur de la Ucrania actual, incluyendo Crimea y Transnistria, una pequeña parte de la actual ‎Moldavia. La Novorossiya nunca sufrió los horrores del sistema de explotación de siervos que ‎Catalina II nunca pudo abolir en el Imperio Ruso. El mariscal Potenkim construyó en la ‎Novorossiya un Estado ilustrado, inspirado en la Antigua Grecia y en la Antigua Roma. Durante ‎algún tiempo, la Novorossiya fue gobernada por un oficial francés que era amigo personal del zar ‎Alejandro I: Armand de Vignerot du Plessis, duque de Richelieu, quien se convertiría después en ‎presidente del Consejo de ministros de Francia. ‎


En este mapa se delimita la Majnovschina, que llegó a abarcar todo el territorio resaltado en gris, incluyendo las ciudades de Jerson e Izium.


La Majnovschina es el territorio donde triunfó, en 1918, el llamado “ejército negro” del ‎anarquista campesino Nestor Majno. Esa entidad había logrado liberarse del poder de Kiev, ‎entonces en manos de Simón Petliura y de Dimitro Dontsov, respectivamente el protector y el ‎fundador de los «nacionalistas integristas» cuyos sucesores acaparan hoy el poder en Ucrania y a ‎quienes Rusia califica de «nazis». Los partidarios de Nestor Majno instauraron entonces en el ‎sudeste de Ucrania un régimen libertario inspirado en las ideas de los socialistas franceses del ‎siglo XIX Charles Fourier y Pierre-Joseph Proudhon y bajo la influencia de Pierre Kropotkin, con la ‎creación de comunas que se autoadministraban. La Majnovschina fue finalmente destruida y sus ‎partidarios fueron masacrados en ataques que venían tanto del Imperio Alemán, de los ‎‎«nacionalistas integristas» ucranianos, como de los bolcheviques trotskistas. ‎


Finalmente, el presidente Putin optó por la Novorossiya y hoy la reivindica oficialmente. ‎


La zona que el ejército de Kiev acaba de «liberar» fue parte en cierto momento de uno de los ‎mayores países anarquistas del mundo, creado por Nestor Majno, pero nunca fue parte de la ‎Novorossiya. Kiev acaba de recuperar esa porción de terreno, como lo hizo en su momento la Ucrania del periodo ‎comprendido entre las dos guerras mundiales.


Visto desde la perspectiva rusa, Kiev ha recuperado un territorio que Moscú en algún momento ‎se planteó anexar pero al que finalmente ya había renunciado. En otras palabras, no había allí ‎tropas del ejército ruso sino sólo guardafronteras y policías de las repúblicas populares del ‎Donbass. Fueron esos los efectivos que se retiraron sin oponer resistencia, así que no hubo allí ‎combates y mucho menos «derrota». ‎


En ese contexto, las interminables disertaciones de los medios occidentales sobre un supuesto ‎complot de no se sabe qué generales rusos deseosos de derrocar al «derrotado» presidente ‎Putin son pura ficción. ‎


Todo sería muy distinto si el ejército ucraniano dirigido desde Occidente lograra recuperar Jerson, ‎ciudad portuaria del río Dniéper, cercana al punto donde ese río desemboca en el Mar Negro. ‎Al parecer, Kiev y sus padrinos tienen una segunda operación planificada alrededor de la central ‎nuclear de Zaporiyia. ‎


La superchería del presidente ucraniano Volodimir Zelenski consiste en presentar una progresión ‎de sus tropas sobre terreno no ocupado como si fuese el resultado de una batalla, batalla que ‎nunca existió. Pero eso le permite reclamar a Occidente todavía más miles de millones de ‎dólares… por eso fue que su «contraofensiva» se inició precisamente el 6 de septiembre. Sólo ‎dos días después –el 8 de septiembre– los ministros de Defensa de unos 50 países se reunían en ‎la base estadounidense de Ramstein, en Alemania, para decretar nuevas entregas de armamento ‎a Ucrania [1]. ‎


Pero, como nadie cuenta con recursos suficientes para eso, Estados Unidos “adelanta” ‎lo necesario invocando la Ukraine Democracy Defense Lend-Lease Act of 2022 [2]. Eso significa que ‎los otros países tendrán que devolver después los fondos que Washington pone hoy sobre ‎la mesa. ‎


El 9 y el 10 de septiembre, el Institute for the Study of War reveló detalles sobre el avance de las ‎fuerzas de Kiev y el «caluroso recibimiento» que han tenido en el terreno recuperado [3]. Y la prensa occidental se traga esta farsa ‎sin chistar y se hace eco de ella cuando en realidad el Institute for the Study of War es una ‎guarida de straussianos [4]. Lo dirige Kimberly Kagan, la cuñada de la subsecretaria de Estado ‎Victoria Nuland. Entre los miembros de su consejo de administración están Bill Kristol, el ‎ex presidente del Project for the New American Century o Proyecto para el Nuevo Siglo ‎Estadounidense (IPAC, siglas en inglés), y el general David Petraeus, quien se encargó de destruir ‎Irak y Afganistán. ‎


El 11 de septiembre, la agencia Reuters aseguraba que miles de soldados rusos estaban a la ‎desbandada [5] y hablaba de «duro golpe para Rusia»… a pesar de que el estado mayor ruso ‎simplemente había ordenado una retirada inmediata de un territorio que no estaba interesado en ‎controlar. Vale la pena recordar aquí cuando Donald Trump expulsó a los straussianos de su ‎administración, Victoria Nuland se convirtió repentinamente en una de las directoras de Reuters [6]. El despacho de Reuters lleva la firma de Max Hunder, ‎un ex alumno de Eton, la universidad más elitista de Inglaterra. Poco después, el ministerio ‎británico de Defensa “confirmaba” las afirmaciones de ese despacho. ‎


El 12 de septiembre, el New York Times aportaba su aval al engaño publicando una doble página ‎de loas al valeroso Zelenski. La prensa occidental se hace eco de todo eso sin la menor muestra ‎de reflexión. ‎


Pero, precisamente mientras se distribuía aquella edición del New York Times, todas las ‎centrales eléctricas ucranianas eran alcanzadas por misiles durante la noche [7]. Ucrania se hunde en la oscuridad. La contraofensiva también. ‎


Ante la mala fe de Occidente, el presidente Putin anuncia que, por ahora, Rusia ha utilizado ‎contra los «nazis» sólo una pequeña parte de sus fuerzas y recalca que, de ser necesario, sus ‎próximas acciones alcanzarán otra envergadura. ‎


Los dirigentes participantes en la cumbre de la Organización de ‎Cooperación de Shanghai, en Samarcanda.


La parte del mundo que tiene ojos para ver –mientras que los occidentales sólo tienen orejas ‎para oír mentiras– estuvo presente, junto a la delegación rusa, en la cumbre de la Organización de ‎Cooperación de Shanghai (OCS), realizada en Samarcanda.


En tiempos de Boris Yeltsin se creó una estructura de contacto entre Rusia y China. El jefe del ‎gobierno ruso de la época, Yevgueni Primakov, reconoció fronteras estables con Pekín. En 1996, ‎aquel grupo de contacto se convirtió en un foro internacional con los Estados del Asia Central ‎‎(Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán) y después, justo antes de los atentados del 11 de ‎septiembre de 2001, se transformó en la actual OCS. China y Rusia ya habían entendido que los ‎anglosajones estaban fomentando desórdenes en Asia Central. En respuesta, ambos países ‎elaboraron juntos programas contra el terrorismo y contra el separatismo. Los acontecimientos ‎posteriores confirmaron ampliamente que tenían razón. ‎


La OCS ha crecido constantemente en 20 años.


La OCS creció rápidamente. La India, Pakistán e Irán se han unido a esa organización, Bielorrusia ‎se prepara para hacerlo, Afganistán y Mongolia ya tienen estatus de observadores y otros ‎‎14 Estados son socios. La OCS tiene características muy diferentes de las organizaciones ‎occidentales. De cierta manera podemos ver en ella la prolongación de los principios de ‎Bandung: respeto por la soberanía de los Estados, no injerencia en los asuntos internos de los ‎Estados y cooperación. ‎


La OCS tranquiliza y une. Actualmente representa una cuarta parte de la población mundial –‎incluso dos tercios si contamos los Estados observadores– y no pierde tiempo en elucubraciones ‎fantasiosas basadas en victorias ficticias.


NOTAS.

[1] «La ofensiva del complejo militaro-industrial», por Manlio ‎Dinucci, Red Voltaire, 18 de septiembre de 2022.

[2] Ukraine ‎Democracy Defense Lend-Lease Act of 2022, Congreso de los Estados Unidos de América.

[3] “Russian ‎Offensive Campaign Assessment, September 9” y “Russian Offensive Campaign Assessment, September 10”, Institute for the Study of War.

[4] «Vladimir Putin en guerra contra los “straussianos”‎», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de marzo de 2022, y «Los straussianos estadounidenses ponen la Unión Europea de rodillas», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de septiembre de 2022.

[5] “Russia gives up key northeast towns as Ukrainian forces advance”, Max Hunder y Vitalii Hnidyi, Reuters, 11 de septiembre ‎de 2022

[6] Donald Trump se hizo perdonar después poniendo a Elliot Abrams al frente de su política para ‎Latinoamérica, lo dejó iniciar diversas operaciones pero en el último momento le impidió lanzar ‎una operación militar contra Venezuela.

[7] «Rusia detiene la contraofensiva ucraniana», Red Voltaire, 12 de septiembre ‎de 2022.



2 comentarios :

  1. El último gráfico es representativo de la situación y muestra cómo los países salen de la órbita centrífuga de estados unidos para organizarse al margen. De hehco, todas las instituciones establecidas por EEUU al fin de la 2GM: ONU, FMI, BM, OMC... están saltando por los aires. A ver las instituciones que dispone el nuevo bloque. Salud!

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    1. A mi entender, la clave de ese nuevo bloque reside en buena medida en la confianza. Tanto Rusia como China son países muy legalistas que si firman tratados, los cumplen. Por el contrario, Estados Unidos, que viola constantemente sus propias "rules", no es socio de fiar.

      Salud!

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