Imperio y eufemismo – Andrés Neuman
Además de los
daños materiales, la crisis económica provoca que, al pensar y expresarnos,
interioricemos los eufemismos de la lógica financiera. El lenguaje es una
herramienta sin dueño; por eso conviene ponerse en guardia cuando alguien se la
apropia. La capacidad de asombro, reacción o rechazo está directamente
relacionada con la sensibilidad verbal. Esa es una de las funciones políticas
de los estudios de lengua y literatura. Ya sabemos que, cuando alguien susurra ajuste,
quiere decir empobrecimiento. Que, si conjuga el verbo sanear, no se
refiere a la salud pública. Que, cuando esgrime la palabra crecimiento,
está hablando de pactos con la banca. El Gobierno español celebra últimamente
las presuntas buenas noticias que empieza a recibir en materia económica. El
empleo sigue hundido. Los sueldos no suben. La deuda no baja. La inversión
pública desaparece. De las pensiones, ni hablemos. Pero, atención, sorpresa: el
trimestre pasado el país creció un 0,1 %. El vacío, una coma, luego un uno. Una
pestaña por encima de la nada. Así valen la pena todos los sacrificios. Como
exclamó Cervantes ante el monumento funerario de Felipe II, ¡voto a Dios que me
espanta esta grandeza! La confusión entre micro y macroeconomía es una
estrategia de distracción política, pero también una manera de ver y nombrar el
mundo. Cuando el ministro Montoro afirma que España es un referente mundial en materia de
ajustes, omitiendo sus consecuencias en cada ciudadano, el ministro no se está
limitando a mentir: está confirmando una gramática de la distorsión que se
extiende a todos los ámbitos. Las empresas, por ejemplo, ya no te venden
productos. Lo que hacen a cada rato, insoportablemente, es ofrecerte soluciones.
Soluciones, claro está, anteriores a la existencia misma del problema. El
incesante Aristóteles distinguía entre lo económico y lo crematístico. Lo
económico aludía a la justa administración de los bienes comunes. Lo
crematístico, a los intercambios cuyo único objetivo era el beneficio
individual. He ahí la trampa aristotélica de las políticas estatales: en vez de
gabinetes económicos, tienen ranchos crematísticos.
http://andresneuman.blogspot.com.es/search?updated-max=2014-06-26T04:00:00-07:00&max-results=30&start=46&by-date=false
El lenguaje es mucho más peligroso de lo que se supone, todos los mandatarios se hacen con su control, entre el de otras muchas cosas.
ResponderEliminarHoy en día los bienes comunes no se administran, simplemente se explotan y siempre para el beneficio de unos pocos.
Salud!
Como dice el autor, el lenguaje se torna peligroso cuando alguien se apropia de él. Evitarlo es parte fundamental de la lucha.
EliminarSalud, Piedra, y bienvenido de nuevo al ciberespacio.
Un YO crematístico ha eclipsado al NOSOTROS económico. La posesión demoníaca del cuerpo económico por el espíritu crematístico que le hace dar vueltas a la cabeza y vomitar escupitajos... ¡Por favor, un exorcista!
EliminarAsí es, Juan José, pero el exorcista no puede ser otro que el NOSOTROS económico (político).
EliminarFrame the world in your own language and nobody can dispute it. The people and the established power speak two different languages, so can never really converse, one will destroy the other, which one?
ResponderEliminarEl lenguaje es la puerta de la voluntad, por eso es necesario apropiarse. Tanto terminológicamente, como acaparar el discurso y acaparar el espacio comunicativo. Tres aspectos en los que también estamos en desventaja.
ResponderEliminarSalud!
Hoy, contigo, no me acuesto...
ResponderEliminarO, me acuesto contigo, hoy...
El lenguaje!
Perdón: me refería a Loam y sus artículos, que me llegan todos de golpe...
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