Frente
Antiimperialista Internacionalista – 05/08/2019
Juanlu González
Considerada como una de
las más importantes ONG mundiales en el ámbito de la protección de
los derechos humanos, Human Rights Watch (en adelante HRW) es también
el arquetipo perfecto que define a las grandes multinacionales del
humanitarismo internacional. En efecto, bastará un somero análisis
usando fuentes de la propia organización y de la prensa corporativa
convencional para mostrar un entramado de puertas giratorias con el
gobierno de EEUU y la OTAN, vínculos con el sionismo internacional o
con el ubicuo Soros. Nos mostrará igualmente el origen de su
esperpéntica rusofobia y la auténtica obsesión profesada contra
los gobiernos de la izquierda latinoamericana. Y es que HRW, tiene de
todo y de lo peor que una ONG de derechos humanos podría mostrar a
la opinión pública.
El germen
de Human Rights Watch fue el Helsinki Watch, una tapadera nacida
en 1978 para apoyar a la disidencia dentro del bloque soviético, so
pretexto de vigilar el cumplimiento de los acuerdos de Helsinki
firmados en 1975. Concebido pues como un instrumento de la propaganda
norteamericana y occidental en plena guerra fría, en 1988 adoptó
definitivamente el nombre que posee en la actualidad. Su fundador y
primer presidente fue Robert L. Bernstein, un judío sionista
norteamericano, propietario de una de las mayores editoriales del
mundo, Random House, que utilizó como instrumento para fabricar la
imagen en occidente de disidentes anticomunistas.
Pero Bernstein no era el
único sionista implicado en estos menesteres, ya vimos un caso
similar con Amnistía
internacional. Elliott Abrams, el criminal
de guerra encargado por Trump para derrocar al gobierno de
Nicolás Maduro, describe que, a nivel general, “el
movimiento global de derechos humanos fue producto de judíos”
aunque yerra estrepitosa y deliberadamente, al afirmar que lo
hicieron “motivados por la necesidad de encontrar un refugio para
sus asediados pueblos”, obviando un desfase de fechas de bastantes
decenas de años de diferencia.
Otra conexión recurrente
de este tipo de organizaciones encubiertas se establece con el
gobierno de Estados Unidos, más concretamente con el Departamento de
Estado. Sin embargo, de entre todas ellas, HRW se lleva la palma. La
relación es tan íntima que en 2014, los premios Nobel de la Paz,
Adolfo Pérez Esquivel y Mairead Maguire, junto con ex miembros de la
ONU y académicos de EEUU y Canadá, denunciaron que HRW
carece de la independencia de la que tanto alardea la ONG, ya que
sus principales directivos tienen relación con el gobierno de EEUU,
el Partido Demócrata e incluso con la mismísima y poco humanitaria
CIA (la Agencia Central de Inteligencia). También habría que sumar
a esta denuncia sobre cantera de directivos de Human Rights Watch a
la OTAN, la organización bélica responsable de centenares de miles
de muertes, que ha colocado al socialista español Javier
Solana, Secretario General de la OTAN de 1995 a 1999, carnicero
de Yugoslavia y artífice de los bombardeos ilegales contra la
población civil de aquel país. Cuesta creer cómo alguien que
debería ser juzgado por crímenes de guerra, se incorpore en 2011 a
la Junta Directiva de HRW y que haya sido acogido
con tanto orgullo en la propia página de la organización.
Tampoco falta en la
ecuación de esta multinacional, un oscuro personaje que pulula
invariablemente en todos estos chiringuitos-pantalla de la política
exterior del gobierno norteamericano, fundamentalmente cuando
gobierna el ala demócrata, y del sionismo internacional. Nos
referimos, obviamente a George Soros. Y no, no se trata de ejercer de
conspiranoico, ni de dar carnaza para ser tildado como tal (aunque
personalmente comparta con Balzac, la idea de que todo poder es una
conspiración permanente). Si nos vamos a la propia página
de la ONG, como recogen también la mayoría de medios
de comunicación, veremos que en 2010 Soros donó a HRW la nada
desdeñable cantidad de 100 millones de dólares para ayudar a la
internacionalización de la organización. Pero el famoso especulador
rusófobo no es sólo el máximo financiador de la asociación. Como
no podía ser de otra manera, Soros forma parte del elenco de
miembros del Comité Consultivo de Human Rights Watch, como así
queda constatado en el site oficial en su versión
norteamericana.
Con esta plantilla de
dirigentes y financiadores creo que nadie podría extrañarse del
cometido real de esta ONG. Como no podría ser de otra manera, forma
parte del entramado mediático de la política exterior
norteamericana. No obstante, sus estrechas relaciones con los
demócratas le dejan cierto margen para la crítica a EEUU, e incluso
a Israel, que le permiten sostener cierta pátina de credibilidad
ante una opinión pública cada vez peor informada o deliberadamente
malinformada.
Aunque HRW hace gala de
no recibir dinero de gobiernos como el norteamericano, sí que acepta
dinero de las multinacionales del país y sus fundaciones asociadas,
de la banca y de las grandes corporaciones de la comunicación. Sin
embargo, esas contribuciones no son filantrópicas, todo lo
contrario, suelen ser finalistas, esto es, pagan
por informes a medida sobre temas o regiones concretos que pertenecen
a la agenda de los donantes. De esta manera, la mayor parte del
presupuesto de la ONG permanece así cautivo, lo que convierte a
esta organización en poco más que un grupo de mercenarios políticos
al servicio de sus patronos.
Es cierto que hay cierto
sesgo diferencial entre cada una de las delegaciones que componen HRW
a nivel mundial. Por ejemplo, el grupo para América Latina está
enfocado de manera obsesiva contra Venezuela, Nicaragua o Cuba, no en
vano su dirigencia está muy vinculada a la gusanera de Miami,
mientras que el norteamericano se permite mostrar la mínima
«progresía» atribuible a la corriente demócrata del
establishment. En general, la coordinación con la política exterior
norteamericana es total, e incluso se permiten hacer de hooligans del
Departamento de Estado cuando creen que son excesivamente suaves en
sus planteamientos.
Uno de los mas
escandalosos episodios lo vimos cuando Barak Obama se disponía a
atacar Siria en 2013 como respuesta a un supuesto
ataque químico orquestado desde occidente como un atentado de
bandera falsa. En aquel momento, Kenneth Roth, director ejecutivo de
HRW comentó
en Twitter:
“Si Obama decide
atacar a Siria, ¿se conformará con el simbolismo o hará algo que
ayudará a proteger a la población civil?”
No se puede ser más
cínico, pedir ataques no simbólicos equivale a demandar una
intervención a gran escala con, seguramente, miles o centenares de
miles de muertos a los que se privará del mas importante de los
derechos humanos, el derecho a la vida.
Algo parecido ha sucedido
más recientemente con Nicaragua, otra nación atacada por las hordas
del imperio, usando a mercenarios apoyados desde el exterior y todo
el poder de fuego de los medios de comunicación mundiales, las ONGs
humanitarias e incluso el movimiento pseudofeminista liberal manejado
por los títeres de Soros. Pues bien, HRW, descontenta con la
supuesta tibieza del gobierno norteamericano hacia el país
centroamericano, no dudaba en presionarlo para que ampliase el
programa de sanciones económicas, tal
y como reconocieron medios de comunicación de todo el mundo.
De Cuba ni hablemos.
¿Cómo una ONG humanitaria no ha sido aún capaz de condenar el
bloqueo de alimentos y medicinas al pueblo cubano, como hacen cada
año la inmensa mayoría de países de la ONU? Algo parecido ocurre
con Venezuela, los
informes teledirigidos de la sicaria Bachelet son un cuento para
niños al lado de los que lleva años redactando
la delegación de Latinoamérica de HRW.
Pero no queda ahí la
cosa, su ADN rusófobo de la Guerra Fría perdura en el tiempo y se
manifiesta de cuando en cuando con total virulencia aún a pesar del
devenir de los años. Pero lo peor son las formas que utilizan para
construir su burda propaganda manipuladora. En 2015, un diario alemán
destapó el maloliente uso propagandístico por parte de HRW de una
fotografía manipulada. La imagen representaba el dolor de una mujer
rusa por la supuesta represión de las políticas de Putin. Sin
embargo, en realidad, la
foto estaba tomada en Ucrania, más concretamente en Odessa un
año antes, justo cuando los neonazis ucranianos —que llegaron al
poder tras el golpe de estado promovido, entre otros por EEUU o por
el mismísimo Soros—, incendiaron la Casa de los Sindicatos y
asesinaron impunemente a decenas de personas allí refugiadas.
No queda espacio para la
duda. Cuando oigamos las siguientes declaraciones de los portavoces
de HRW, cuando presenten su próximo informe, pensemos en quiénes
son, de dónde vienen, quiénes los pagan… y a quien sirven.
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(Artículo aparecido en
Bitsrojiverdes.org,
el 4 de agosto de 2019)
Sin un mapamundi político y otro que revele potencialidades y recursos disponibles, un organigrama de relaciones entre corporaciones e individuos y el seguimiento atento de las bolsas de valores no puede entenderse NADA.
ResponderEliminarEl capital ideó las fundaciones y las ONGs como la forma de aprovecharse de la iniciativa social. Por lo tanto HRW se convirtió en una multinacional de servicios que lo mismo te hace un informe sobre las cárceles con datos de la CIA como te defiende en un barrio a los okupas. El caso es hacer ruido para que caiga la pasta y mantener el status quo. Algo que la iglesia hizo por 2000 años.
ResponderEliminarSalud!