Citas extraídas de
"Súper patriotismo, verdadero patriotismo y la importancia
de ser el número uno", título de la charla de Michael
Parenti que tuvo lugar en Boulder, Colorado, en Agosto de 1988.
El
documento completo puede escucharse, en inglés, aquí.
Transcripción: Arrezafe
Como invitado en
programas de radio, he sido a menudo muy crítico con la política
exterior de EEUU. En cierta ocasión me llamó un oyente y me
preguntó si yo amaba mi país. La pregunta, obviamente retórica,
provenía de alguien que consideraba apropiado cuestionar mi
patriotismo porque yo estaba cuestionando las políticas de nuestros
líderes. Esta persona manifestaba el síntoma de lo que podríamos
denominar súper patriotismo, a veces también llamado
estúpido patriotismo o pseudo patriotismo, un fenómeno
mejor definido como: la voluntad de apoyar incondicionalmente, sin
crítica alguna, la política de los líderes, especialmente cuando
dicha política es de enfrentamiento e involucra cuestiones de
orgullo nacional o el uso de la fuerza militar. Eso es, en gran
medida, lo que define el súper patriotismo.
Este súper
patriotismo, o chauvinismo estadounidense, nos ha acompañado a
lo largo de nuestra historia, y sea o no el último refugio de
sinvergüenzas, como diría el doctor Johnson, ciertamente es un
instrumento muy eficaz para desalentar y desacreditar la crítica
pública. Pues bien, creo que es hora de que los súper patrióticos
rindan cuenta de su patriotismo y nos expliquen de qué se trata.
Por ejemplo: ¿Qué
quieren decir cuando declaran amar a su país? ¿Qué entienden por
nación? ¿Qué quieren decir con 'nación'? ¿Aman cada región y
lugar de los Estados Unidos? Obviamente, muy pocos de nosotros hemos
estado en cada región y lugar, y tampoco encontraríamos tan
adorables todas las regiones y lugares del país. ¿Amar al país
significa entonces amar a la población estadounidense? Bueno, una vez más,
incluso los más gregarios sólo hemos conocido una porción
relativamente pequeña de dicha población, y apostaría
a que estos súper patriotas, especialmente los súper
patriotas más intolerantes, no aman precisamente a algunos sectores de la misma, de hecho no les gusta asociarse o
identificarse con ellos por motivos étnicos, religiosos,
racistas y de clase.
¿Aman los súper
patriotas a Estados Unidos por su historia y su cultura? Una vez más,
soy muy escéptico al respecto, porque tengo la impresión de que
saben muy poco acerca de la historia y la cultura de los Estados
Unidos, más bien no parece interesarles en absoluto. Hay una faceta
terrible de nuestra historia que no es en absoluto admirable. Por
ejemplo, el exterminio de las naciones indias nativas americanas, la
esclavitud de los pueblos africanos, las agresivas guerras contra
Vietnam, México, América Central, las Filipinas, Canadá (me enteré
hace poco de que perdimos a miles y hombres en un ataque en Canadá)
y en otros lugares. Tampoco podemos estar tan prendados de ciertos
aspectos de la cultura estadounidense, ciertamente no del abuso
mental de la televisión, ni del mercantilismo, ni de la avaricia
corporativa, ni de la devastación del medio ambiente, ni de la
injusticia económica y racial…
Tal y como yo lo veo, la
América que los súper patriotas dicen amar no es una
totalidad geográfica, ni es una gran población, ni es realmente una
historia o cultura. Ellos dicen amar y ser los Estados Unidos, pero
eso es una abstracción ideológica, un símbolo emotivo que se puede
plasmar en otros tantos símbolos abstractos, es casi un especie de
amor sin contenido, como la bandera. ¿Y de qué otra manera se puede
amar una bandera? Quiero decir, una bandera, como sabéis, es un
trapo en un palo que tiene colores y cosas, y si amas esa bandera
porque simboliza tu país, ese es una clase de amor que no parece
tener contenido.
Bueno, habiendo dicho
eso, permitirme contradecirme, porque sí hay un contenido real en el
súper patriotismo, su principal sustancia es el militarismo.
El pacifista y activista
Milford Sibley señaló una vez que “para la mayoría de los
patriotas profesionales, el patriotismo parece estar ligado a la
violencia militar y a la guerra”. De hecho, los más
militaristas parecen creer que son los más patriotas. ¿No es
realmente extraordinario?, las virtudes patrióticas se equiparan con
las militares. Nuestras historias y efemérides patrióticas suelen
ser de índole militar: Valley Forge, el Alamo, Gettysburg, el Maine,
Pearl Harbor, el izado de la bandera en Iwo Jima, el día D, las
bombas atómicas... ¡Nuestro país, con razón o sin ella!, pero
sobre todo nuestro país siempre en guerra o listo para la guerra.
Las conmemoraciones de
nuestros líderes nacionales durante las fiestas nacionales serían
incompletas sin tropas desfilando, la exhibiciones de armas, la
música marcial, las formaciones de aviones de combate
sobrevolándonos... Incluso en las comunidades locales, cuando
organizan celebraciones patrióticas, las bandas de música suelen
aparecer militarmente uniformadas, los cadetes de la escuela
secundaria con rifles al hombro, y si hay una base del ejército
cerca, incluso tropas. Recuerdo una vez, estando en Urbana, Illinois,
el 4 de julio, viendo un desfile en el que apareció de repente un
misil, era un pequeño misil, pero un instrumento de muerte al fin y
al cabo. ¿Qué creéis que hicieron aquellas esas personas a mi
alrededor?... Comenzaron a aplaudir a aquel objeto inanimado. Ni
siquiera había un técnico, ya sabes, alguien junto al misil, o un
soldado saludando y todo eso... No, aplaudían al misil. Aquello fue
demasiado para mí, aquella gente aplaudiendo a esa cosa mortífera.
Y entonces, cruzando velozmente el cielo, apareció un caza a
reacción y la multitud volvió a aplaudir. Todo ello en un momento
en que esas cosas se estaban utilizando en Vietnam...
La forma en que los súper
patriotas expresan su orgullo nacional me disgusta. Al parecer,
el amor que debemos profesar a nuestro país se basa en una especie
de rivalidad con otros países, a expensas de otros países. Es un
amor basado en la comparación, nada convincente, con otros países
menos buenos o no tan buenos como el nuestro. Si amamos a nuestro
país, debemos creer firmemente que es mejor que cualquier otro. Los
súper patriotas incluso nos preguntarán: ¿no crees que este
es el mejor país del mundo? Lo amas porque es el mejor, ¿sabes?, no
hay otro mejor. Esto, por cierto, podríamos reconocerlo de inmediato
como el “síndrome del número uno”.
He estado escuchado eso
de ser “el número uno” durante mucho tiempo, pero la
primera vez que se me quedó grabado en la mente fue cuando el
presidente Richard Nixon, en algún momento a finales de los años
60, lo enunció de esta manera: "Estados Unidos sigue siendo el
número uno". Pero aún así, ya sabes, ese “sigue siendo”
produce cierta ansiedad, introduce una duda. ¿Insinúa que tal vez
podríamos dejar de serlo? Así que, cuando lo oigo me digo a mí
mismo: está bien... ¡número uno!, ¡eso es bueno!, ¡número uno!,
eso me hace sentir... ¿sabes ?, me hace sentir... como el número
uno, y eso es muy bueno [risas].
Pero estaba molesto,
porque ello presuponía que, de alguna manera, nuestra grandeza y
fortuna solo podían medirse en comparación con otros países, solo
por nuestra capacidad de ser la mejor de las bananas. Entonces me
dije. Está bien, somos el número uno. Y surgió en mi mente una de
esas preguntas problemáticas: si somos el número uno, ¿en qué
somos número uno? ¿En población? Y comprobé que los chinos
se llevan todos los premios en esa categoría. Aaah... ¿en
geografía? Pues no, los soviéticos ¡e incluso Canadá! son países
más grandes que el nuestro. No quería ni pensar en la cantidad de
países que podrían estar por delante de nosotros... ¿Producción
de acero y otras industrias básicas?... Me animé un poco. Bueno,
solíamos ser el número uno en eso, pero nos deslizamos hacia abajo
en la lista porque nuestros súper patrióticos líderes corporativos
decidieron abandonar nuestras comunidades, externalizar nuestros
trabajos y llevarse las fábricas a Taiwán, Argentina y Corea del
Sur, donde pueden fabricar con salarios y mano de obra esclava, lo
cual, cuando piensas en ello, no es la forma en que los súper
patriotas deberían actuar realmente, ¿sabes?
Entonces me dije, bueno,
¡en qué puñetas somos número! ¿Somos número uno en cocina?...
por favor... Quiero decir, en esa categoría, estamos exactamente a
dos dígitos de distancia de otros países, ya sabes, Francia,
España, China, Japón, México, Italia, India, Grecia y otros.
¿Somos el número uno en comercio? Solíamos ser el número
uno en comercio, pero me parece que los chinos nos han superado, como
puede comprobarse entrado en cualquier gran almacén. Así que, la
pregunta seguía ahí, y yo cavilando,
preguntándome... ¿en qué somos número uno?...
Lo único que puedo decir
de las manifestaciones súper patrióticas es que se reducen a dos
cosas: una, la riqueza, sin preocuparse de cómo esta se distribuye,
ni con qué fines se utiliza. Y dos, el poder militar, también sin
preocuparse de cómo se usa ni a qué intereses podría servir, en el
propio país y en el extranjero. Hace unos años, el presidente
Reagan profirió: "Estamos orgullosos de Estados Unidos. Amamos
a Estados Unidos. Estados Unidos es el más grande".
Vale, el mejor. Decir que
Estados Unidos es el mejor, es otra forma de decir número uno,
que Estados Unidos es el número uno. El amor súper
patriótico al país parece estar basado en que éste es más
fuerte y superior a otros países. Pero, empecé a pensar, ¿qué
pasa con las poblaciones de esos otros países inferiores? como
podríamos llamarlos. ¿Qué hay de Luxemburgo? Quiero decir,
Luxemburgo es el número 122 de la lista, ¿sabes?, apenas por
delante de San Marino en poderío militar. Así que, estamos tan
lejos de los luxemburgueses que deben sentirse avergonzados, [agacha
la cabeza] así, de esta manera... [risas] ¿Sabes?, preguntas a un
luxemburgués si es de Luxemburgo y te responde, no, no, yo soy
francés [risas]. O le preguntas si ama a su país y ¿sabes lo que
te responde?, te dice ¿amar a mi país, sin policía fronteriza, sin
ejército, sin armada?... ¿Cómo puedo amar de mi país? [risas]
Los súper patriotas
estaban entusiasmados con la agresión estadounidense perpetrada
contra la pequeña isla de Granada. Tales hazañas bélicas son para
ellos una afirmación de la fuerza y el valor de nuestra nación y,
por lo tanto, de su propia fuerza y valor individuales. Quiero decir,
hay gente que anduvo por ahí diciendo sobre la invasión de Granada
que, ¡Oh, yeah! ¡Les pateamos el trasero de verdad! Tal cuál,
vaya, jactándose como lo haría un equipo de primera división que hubiera vencido al equipo de párvulos de una escuela: ¡Guau!,
realmente les dimos caña, ¿eh?!
Ronald Reagan, el
Conquistador de Granada, reflexionando sobre su mayor victoria
militar, consideró la empresa como un ejemplo de cómo Estados
Unidos defiende la democracia. Sin embargo, desde que EEUU se hizo
cargo de Granada la tasa de desempleo en la isla se triplicó. Desde
que los granadinos fueron liberados del “yugo de Moscú”, las
empresas nativas, los proyectos de desarrollo y los programas de
educación para la salud, que fueron iniciados por el movimiento New
Jewel(1), han sido abolidos y revertidos. Granada ha vuelto a ser
segura, sí, para la penetración de capital privado, y la invasión
de Reagan sirvió de advertencia para las demás naciones del Caribe:
será mejor que no intenten desarrollar sistemas sociales
alternativos que vayan en contra de la forma y manera corporativa
multinacional de hacer las cosas. De eso se trató la invasión, y
Ronald Reagan estaba en lo cierto cuando dijo que no se trataba de la
nuez moscada, que no se trataba tanto de intereses comerciales
estadounidenses, en país tan pequeño y de tan poca población,
cuanto de notificar a sus vecinos caribeños que no pueden ser dueños
de su propio destino, que no pueden desarrollar sus recursos, su
trabajo, su idioma, su propia tecnología y capital por y para ellos
mismos, que están ahí para ser explotados por nosotros, es decir,
por gentuza de la clase de Ronald Reagan. No por nosotros
estadounidenses de a pie, a quienes también nos explotan para eso:
pagamos la expedición, pagamos la invasión y fueron nuestros hijos
los que murieron en ella.
Ahora bien, la mayoría
de los súper patriotas no piensan en la invasión de Granada
de esta manera, piensan en ella de manera muy distinta, ya sabes,
¡fue una verdadera victoria! Pero la mayoría del mundo no vio esa
invasión como una victoria, no fue percibida como un signo de
fortaleza, ni por América Latina, ni por la mayoría de las demás
naciones. Fue considerada y sigue considerándose como un signo de
debilidad, no como algo glorioso, sino como algo vergonzoso. Que el
país más poderoso del mundo invada un micro estado de ciento diez
mil personas y se sienta orgulloso de “haber ganado”...
Hubo más elogios al presunto heroísmo, que soldados participaron en
la vergonzosa campaña. Hubo cientos de alabanzas a oficiales,
tenientes, coroneles, generales y demás mandos, muchos de los cuales
nunca abandonaron jamás sus despachos en el Pentágono durante la
siniestra operación. Todos ellos recibieron aplausos y honores por
parte del presidente Reagan ensalzando el heroísmo de tan enorme
logro, el patriotismo de esta “gran gesta”.
La ideología súper
patriótica es tenazmente impulsada y propagada por la clase
dominante, no es un producto de la histeria colectiva, aunque a
menudo su objetivo sea ese, el de instigar la histeria colectiva.
(1) Movimiento New Jewel:
acrónimo inglés de "New Joint Endeavor for Welfare, Education,
and Liberation"
ResponderEliminarSobre la invasión de Granada escribió Josep Fontana en su libro: ‘Por el bien del imperio’:
“En 1984 estaban en ejecución más de cincuenta operaciones encubiertas, la mitad
de ellas en América Latina. Nunca, ni en la etapa más activa de la CIA en tiempos de
Eisenhower, se había visto tal proliferación de actividades ocultas. En Europa se revitalizó la propaganda dirigida a, los países del área soviética, acabando de una vez
con el clima de distensión, y se financió a Wałesa y al sindicato polaco Solidarno’s’c, en una campaña que contaba con el apoyo de la iglesia católica.
La invasión de Grenada, denominada Operation Urgent Fury, se produjo dos días después de que los norteamericanos se retirasen del Líbano, en unos momentos en que la popularidad de Reagan estaba en uno de sus puntos más bajos, como consecuencia de la mala situación de la economía, y en que el presidente necesitaba
Una «victoria sobre el comunismo» para rehacerse y conseguir que se olvidase la tragedia de Beirut. Esto explica que se diese a esta pequeña operación de castigo un
Tratamiento propagandístico desmesurado, como si se tratase de una gran victoria militar («Nuestros días de debilidad han acabado», diría Reagan en público, celebrando esta victoria militar, mientras en su diario escribía: «El éxito parece brillar para nosotros y doy gracias por ello al Señor»).
En Grenada, una isla con una población de menos de 100.000 habitantes, firmas británicas y norteamericanas estaban construyendo, usando trabajadores cubanos, una carretera turística y un aeropuerto civil, financiados ambos por el Banco Mundial.
Pero Reagan sostenía, sin ningún fundamento, que «era una base soviético-cubana preparada como un gran bastión militar para exportar el terror y minar la democracia». A lo que añadiría: «Llegamos justo a tiempo». El ataque se legitimó además con el argumento de que se temía que el gobierno de la isla pudiese apoderarse de un grupo de 800 estudiantes norteamericanos de medicina que se
Encontraban en ella y que tratase de repetir algo semejante a lo que habían hecho los
iraníes con los rehenes de la embajada en Teherán. La operación, en que las fuerzas norteamericanas necesitaron una semana para conquistar la pequeña isla, fue un desastre. Hubo paracaidistas lanzados al mar (cuatro de los cuales se ahogaron), bajas a causa de un calor para el que los atacantes iban mal equipados, ataques de fuego amigo como consecuencia de que los helicópteros llevaban mapas turísticos de gasolinera, y tan mala información que algunos soldados norteamericanos preguntaban a los nativos cuál era la carretera para Trinidad. Entre otros errores, que revelaban la falta de coordinación de las diversas ramas de las fuerzas armadas, hay que apuntar el bombardeo de un manicomio en el que murieron 21 internados.”
Empiezo a dudar de que ciertos bombardeos sean debidos a meros errores.
EliminarExcelente.
ResponderEliminarLos cenutrios son patriotas porque no les alcanza para ser otra cosa, y subliman así sus fracasadas aspiraciones personales, pero en el caso norteamericano su ignorancia debe ser mucho mayor que la de estos lares.
ResponderEliminarEs importante saber como piensan estos cabezahuecas. Que existe una competencia internacional es claro. Que es una guerra a muerte es obvio. Por lo tanto estos patriotas se autodefinen por su competencia con otros estados, que antes coincidía con territorios más homogéneos, pero ahora se han amalgamado. Si la competencia internacional es total llegando a la situación de guerra pase lo que pase estos se verán fortalecidos. Se sienten seguros con las armas, ejércitos y policía porque tienen miedo.
ResponderEliminarY como pasa en USA, ellos son víctimas y verdugos, porque "muy a su pesar" ejercen la represión necesaria para mantener vivo a su país, lo que significa luchar y matar por su estado. Pero a su vez su país les trata mal, se sienten traicionados y se refugian en algún pasado mejor. No acaban de entender las reglas del juego, y sus líderes se encargan de que no lo hagan.
Salud!