Un socialismo a la
medida de los intereses de la clase dominante a ambos lados del
Atlántico
Cuando en el último
tercio del siglo XX, las elites capitalistas decidieron romper el
“contrato social”, es decir, destruir el marco normativo de las
relaciones laborales y acabar con los derechos sociales, ganados en
años de lucha obrera, que garantizaban la reproducción de la clase
trabajadora mediante salario indirecto (prestaciones por desempleo,
enfermedad, jubilación, vacaciones, etc.), la vieja
socialdemocracia, gestora de ese Estado social, falleció
y entonces la derecha conservadora o “neoliberal”
pareció quedarse viuda, sin su contraparte de “izquierdas”.
Situación embarazosa para una democracia burguesa que necesita
mantener la ficción de la libertad y variedad de elección.
Una renacida, “nueva”
socialdemocracia, vino a ocupar el lugar de la vieja. Salió de
los hornos de la London School of Economics, de la mano de su
académico pos-marxista (léase ex-marxista), Anthony Giddens,
y su órgano político, el Partido Laborista, presidido
entonces por Tony Blair. A la criatura se le dio el nombre de
Tercera Vía. Lo que esta tenía de nuevo es que nacía ya con
el catecismo neoliberal aprendido, como supo ver la Dama de
Hierro, Margaret Thatcher:
"La mejor prueba de
que hemos triunfado es que [los laboristas] se han pasado a nuestro
bando".
En efecto, cuando le
llegó el turno de ocupar Downing St., el nuevo laborismo no
pasó de ser un social-liberalismo que mantuvo activas la
piqueta y las tijeras, y siguió a muerte con la agenda yanqui, como
se vería en la guerra de Iraq. Lo mismo hacía el “socialismo”
de Felipe González en España, el de François
Mitterrand en Francia o la socialdemocracia de Helmut
Schmidt en Alemania. El resultado fue un progresivo
deterioro de las condiciones de vida y trabajo de las clases
populares y la expansión de la guerra. Pero, en los medios de
comunicación corporativos, siguieron siendo “la izquierda”,
reunida en Bruselas en la Internacional Socialista,
nada menos.
Los de la Tercera Vía
tuvieron un alumno aventajado en el sociatismo español. Recuerdo
que, en 1998, se publicó el libro de este título, traducido al
castellano, firmado por Tony Blair –que, por supuesto,
editaba El País-Aguilar. Vino a presentarlo el ministro
británico Peter Mandelson, gurú político de Blair,
que lo dejó claro: la tercera vía no era una equidistancia, sino
una “manera de alcanzar los valores de la izquierda, con la
flexibilidad del talante liberal”. Y Josep Borrell,
candidato a la presidencia España y autor de la introducción
del libro, hacía de hincha en este acto lanzando sesudas reflexiones
como:
"Este es de los
míos, porque socialista viene de sociedad, no de Estado" o
repitiendo eslóganes como "El Estado no debe tener como principal
labor prestar protección, sino ofrecer promoción" (1).
De aquellos barros, estos
lodos. Hoy tenemos a los mismos socialistas y laboristas -estos
últimos ahora con un ala de aspecto más radical. Pero, la
familia ha aumentado con versiones difusas, de significantes y
significados vacíos, alegadamente “ni de derechas ni de
izquierdas”, que los medios presentan como “populismo de
izquierdas” e incluso como “izquierda radical”. En
Grecia, la clase trabajadora sabe muy bien lo que se puede
esperar de estos “radicales” y en España acumulamos ya cierta
experiencia. Todos ellos, llámense laboristas, socialistas,
socialdemócatas o populistas, conforman las “fuerzas de
progreso”, que los medios autodenominados progresistas
(siguiendo la moda yanqui) presentan como “la izquierda” aquí
y en muchos lugares.
Ahora, en Estados
Unidos, tierra de la histórica caza de brujas
contra socialistas, comunistas y anarquistas, cuya sombra asoma
todavía, se están creando experimentos “socialistas”,
que reciben no poca dosis de exposición mediática, especialmente,
claro, en los medios progresistas, aunque también en cierta medida
en los “conservadores”. Es importante poner atención a este
fenómeno, porque tiene algunas similitudes con el que hemos visto
desde 2011 en el Estado español, y porque hablamos de la
primera potencia -si no ya económica, sí militar- del mundo, cuyos
productos “culturales” (entiéndase todo lo relacionado con el
control ideológico) se consumen a nivel global, especialmente en su
siempre fiel servidora, la Unión Europea.
En este mes de julio ha
tenido lugar en Chicago una 2019 Socialist Conference,
que, desde su primera edición en 2009, había sido plataforma de un
grupo trostkista llamado International Socialist Organization (en
adelante ISO), y su órgano Socialist Worker. La
novedad de esta última conferencia ha sido la integración de los
miembros de la ISO, ya disuelta, en los Democratic Socialists
of América, que, como ya informamos en
otro lugar, está creciendo como la espuma al calor del Partido
Demócrata, es decir, del propio aparato del estado capitalista e
imperialista de Estados Unidos, pero con programas “sociales”.
Dos tendencias políticas
aparentemente opuestas, una trotskista y otra, la de los Socialistas
Democráticos de América, de corte social-liberal,
inspirada en la socialdemocracia aguada de los países escandinavos,
han descubierto que comparten un rasgo esencial: la combinación
de un discurso de tonos anti-capitalistas, con un seguidismo de la
agenda imperialista norteamericana. Y todo aderezado con un profundo
anti-comunismo.
El medio The Grayzone
publicó un artículo con información de los participantes en la
Conferencia 2019, una multitud colorista de “activistas de
izquierdas” que básicamente se dedicaron a criticar a los
países enemigos oficiales de Washington. En el panel de China
hubo ponentes de organizaciones que reciben donaciones del National
Endowment for Democracy (NED), esa arma blanda de la
administración estadounidense. En otro panel, titulado “Una mirada
socialista a la Primavera Árabe”, participó el miembro de una
fundación directamente financiada por el Departamento de Estado.
Por supuesto, no faltaron paneles para despellejar a los gobiernos de
Nicaragua y Cuba -que, según John Bolton- son dos
miembros de la “Troika de la Tiranía”. Dan La
Botz, uno de los dirigentes de Socialistas Democráticos de
América, hizo un llamamiento en su alocución a la intervención
militar de EEUU en Nicaragua para desalojar al
sandinismo. Hubo incluso un panel dedicado a destripar a la izquierda
anti-imperialista (2).
Según los autores del
citado artículo, la ISO (International Socialist
Organization), desde su fundación en 1977, tuvo sucesivas escisiones
y nunca creció más allá de los campus universitarios, con apenas
influencia política. Sus dirigentes decían estar contra la guerra,
pero gastaban mucho tiempo y recursos en atacar a la izquierda
anti-imperialista; de ahí que se vea más apropiado llamarla
“izquierda anti-anti-imperialista”. Por otro lado,
su anti-comunismo les hizo evitar símbolos como la hoz y el
martillo y la bandera roja. En su lugar eligieron un puño, de diseño
muy similar al usado por el grupo serbio Otpor, que, como
otros en Europa del Este, fueron claves en las “revoluciones
de colores” que Washington alentó en los años
posteriores al colapso de la Unión Soviética.
Dada la fusión de ISO
con los Socialistas Democráticos de América, estos últimos
se han encargado de patrocinar la Conferencia de este año, junto a
su medio de referencia, la revista Jacobin, y
Haymarket, brazo editorial de la difunta ISO. No es extraño,
pues, que hubiera como ponentes-invitados figuras de campanillas de
los medios progresistas, como la directora-presentadora de Democracy
Now, Amy Goodman, o la periodista Naomi Klein, que
añade a su palmarés de estrella revolucionaria el haber sido
elegida presidenta inaugural de Medios, Cultura y Estudios
Feministas, curso dotado por Gloria Steinem en la
Universidad de de Rutgers (New Jersey) (3). Klein dio
la conferencia de clausura, titulada “Care and Repair: the
revolutionary, democratic power of a Global Green New Deal”
(Cuida y Repara: el poder democrático, revolucionario del Nuevo
Contrato Verde Global) (4).
Curiosamente, en esta
edición, ninguno de los paneles estuvo dedicado a Venezuela,
a pesar de que la ISO siempre criticó a Hugo Chávez y
Nicolás Maduro por no ser más radicales y no poner en práctica
el “socialismo desde abajo”. Sin embargo, en Venezuela y
“por abajo”, otro grupo trostkista, llamado Marea
Socialista, se reunió en febrero pasado con Juan Guaidó,
del partido de extrema derecha, Voluntad Popular. El propio
Guaidó publicó en su Twitter una foto del encuentro. Marea
Socialista, que no tiene apenas influencia dentro de Venezuela,
recibe una generosa cobertura mediática en sitios como Jacobin
y Socialist Worker, así como en general en la prensa
progresista de habla inglesa. A uno de los dirigentes de Marea
Socialista, el conocido anti-chavista, Edgardo Lander, le
entrevistaron recientemente en Democracy Now.
Y, aquí, en los predios
hispanohablantes, la prensa progresista de Público, eldiario.es,
El País y sus huéspedes, el Huffington Post y The
Guardian, que siguen al dictado lo que le llega del otro lado del
Atlántico norte, llevan un tiempo dando noticias de los
Socialistas Democráticos de América y sus estrellas más
conocidas: Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez,
Ilham Oman, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib, las
“mujeres de color” que Trump ha insultado
recientemente por criticar su política con los migrantes (5).
El término “socialismo”
está, ciertamente, experimentando una especie de renacimiento en
EEUU de la mano del Departamento de Estado. Le es muy útil para
apuntalar su geo-estrategia y no menos para pastorear a las masas
trabajadoras descontentas, sobre todo a las nuevas generaciones,
hacia rediles políticos atractivos pero inofensivos al sistema.
La acumulación, la explotación, la opresión, la contaminación y
la guerra están, de este modo, garantizados. Todas las Syrizas
que en Europa surgen por doquier, presentadas en los medios
como la "izquierda radical", cumplen la misma
función: ser sumisas a lo que les llega de Bruselas, Londres
o Washington. Para todos esos "populismos de
izquierdas" que prometen insumisión, si tocan el poder,
"la política es muy dura", como dijo el
líder de Podemos cuando su adorado Tsipras traicionó
al pueblo griego en referéndum.
Estemos alerta para
desenmascarar a estos vendedores de crecepelo para calvos
–como dice un apreciado camarada–, porque comparten con la clase
dominante el fin de despojarnos de toda seña de identidad de clase
y, por tanto, de la capacidad de combatir eficazmente la explotación,
las opresiones y la desigualdad social.
Referencias:
(1) EL PAÍS,
viernes 13 de noviembre de 1998, p. 9. En 2003, El País publicaba un
dossier dominical titulado “Reinventando la Izquierda”: domingo
20 de julio.
(2)
https://thegrayzone.com/2019/07/06/dsa-jacobin-iso-socialism-conference-us-funded-regime-change/#more-11475,
artículo de Max Blumenthal y Ben Norton. Se puede ver un artículo
de La Botz con motivo de una convención que los Socialistas
Democráticos tuvieron hace un par de años, a la que asistieron
representantes del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) de Brasil, La
Francia Insumisa, Podemos, el Bloque de Izquierda (BE) de Portugal, y
el Partido Laborista británico:
http://www.sinpermiso.info/textos/ee-uu-la-convencion-de-los-socialistas-democraticos-de-america-dsa-gira-a-la-izquierda
(3) Gloria
Steinem, figura emblemática del feminismo burgués de los años 60
en EEUU, fue colaboradora de la CIA.
(4) Puede verse
aquí su perfil en
https://comminfo.rutgers.edu/about/gloria-steinem-endowed-chair-media-culture-and-feminist-studies.
La Klein se ha convertido en la imagen del anti-capitalismo verde a
nivel internacional. Curiosamente, ella y las réplicas que tiene a
nivel nacional, comparten el ser profesionales liberales, con
másteres y doctorados en temas de derechos humanos, ambientales, de
género y medios de comunicación.
(5) También son
presentadas como el “nuevo socialismo” y, por supuesto, como una
“revolución”. Por ejemplo:
https://www.huffingtonpost.es/julio-gonzalez-garcia/democratic-socialists-of-america-la-revolucion-que-viene-del-partido-democrata-estadounidense_a_23522702/
,
https://www.eldiario.es/internacional/Puede-triunfar-socialismo-Unidos_0_889611496.html,
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=254595 , y últimamente Trump
ha llegado a llamarlas “comunistas”:
https://www.publico.es/internacional/cuatro-congresistas-democratas-cargo-trump-eeuu.html
nada, son los mismos perros de siempre con diferentes collares.
ResponderEliminarHienas, diría yo.
ResponderEliminarExcelente.
ResponderEliminarJuegan con todas las barajas (marcadas, naturalmente).
ResponderEliminarAl final, la clave para entender un poco de qué va es el posicionamiento geoestratégico.
Curiosa la omision de Tulsi Gaddard. En 2016 fue la primera en apoyar a Sanders, pero tiene previsto opositar a la Casa Blanca en 2020, siendo una las que se considera con mas posibilidades, de entre los llamados "socialistas demmocratas".
ResponderEliminarTal vez se deba a que Tulsi Gabbard no ha sido (de momento) atacada por Trump, como las mencionadas en el artículo.
EliminarSaludos, Artús.
Socialismo y nacionalismo no son antagónicos, por lo que puedes ser socialista y criticar a otros socialistas. Socialismo es capitalismo de estado, ahí lo pone en los manuales, por lo que tampoco es erróneo escuchar discursos capitalistas y estatistas a estos. Otra cosa es comunismo. Y otra ser o no ser autoritario. Hay mucha gente que confunde términos, por que es verdad que a veces son engorrosos, pero hay que manejarlos. Por lo que por ejemplo no veo inconveniente en decir que el PSOE es socialista, mientras apoya las privatizaciones y al IBEX como cualquier fascista, a la vez que lleva a cavo un programa de orientación social avanzado mientras critica a Cuba, Corea o la 2ª República. El PSOE y los demócratas americanos, SPD, Laboristas... lo tienen bastante claro, los que no se aclaran son los que están fuera.
ResponderEliminarSalud!