Cartel en Coimbra (Portugal) Foto de @gabalaui |
El KdG - 03/11/2019
Un hombre protesta en
silencio por la celebración de un acto de la Falange Española de
las JONS enfrente del Ateneo de Madrid. Sujeta firmemente una pequeña
pancarta y gira sobre sí mismo para que los transeúntes puedan
depositar su mirada distraída en los motivos de su crítica. Otro
hombre, con la cremallera bajada y algo puesto de alcohol, se encara
con él y le grita que proteste también si se celebran actos por
Carrillo, la Pasionaria o Largo Caballero. Vocifera, intimida e
insulta hasta que otras dos personas se interponen y le recriminan su
actitud. Se quejaba de que le había llamado fascista y que se estaba
metiendo con el Ateneo. Finalmente un amigo le coge del brazo y
desaparecen entre la muchedumbre. El Ateneo de Madrid albergó, el 26
de octubre, un acto de la Falange, alquilando una de sus salas, en
virtud de su compromiso con la libertad de expresión. Esta es la
excusa que han encontrado. La realidad es que han permitido que sus
estancias fueran ocupadas por una organización heredera de aquella que asesinó, torturó
y reprimió durante más de 40 años sin que los autores ni la
Falange como entidad se hayan enfrentado a la justicia y pagado por sus crímenes.
El hombre de la
cremallera bajada ignora que Francisco Largo Caballero estuvo
internado dos años en el campo de concentración nazi de
Sachsenhausen o que Dolores Ibarruri, la Pasionaria, y Santiago
Carrillo estuvieron exiliados durante décadas de su país. Fueron
víctimas del fascismo español. La falange fue uno de sus verdugos.
Si algo caracteriza los tiempos que vivimos es que se ha perdido la
vergüenza. La vergüenza de no parecer estúpido e ignorante. La
derecha española ha perdido los complejos y defiende abiertamente lo
que hace una década hubiera provocado la hilaridad y el desdén
intelectual. Esto no es un fenómeno exclusivamente español sino que
trasciende nuestras fronteras. Lo vemos reflejado en países como
Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Chile o Brasil. El presidente
chileno, Sebastián Piñera, que ha declarado el estado de excepción
en el país, habló hace unos años, en la campaña a las
presidenciales, sobre un juego que consistía en que todas las
mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas, y todos nosotros
nos tiramos encima y nos hacemos los vivos. Ganó esas elecciones. El
presidente brasileño, Jair Bolsonaro, declaró que prefería que su
hijo se muriera de un accidente a que ande con un bigotudo por ahí, o que o error da ditadura foi torturar e nao matar (el error de la dictadura fue torturar y no matar). Ganó las elecciones.
The New York Times hizo
un análisis de la cuenta de twitter del presidente estadounidense,
Donald Trump, y concluyó que 5.889 tuits atacan a alguien o a algo,
2.026 son de autoalabanza, 1.710 promueven conspiraciones, 233 atacan
a países aliados y en 132 alaba a dictadores. Durante la campaña
legislativa de 2018 hizo 1.419 declaraciones falsas lo cual se
traduce en un promedio de 30 mentiras diarias. En la campaña presidencial llegó a decir que podría disparar a gente en la Quinta
Avenida y no perdería votos o, en relación a los mexicanos, que
están trayendo sus drogas, están trayendo su criminalidad. Son
violadores y, algunos, supongo que son buenas personas. Ganó las
elecciones. Sus discursos apestan a machismo, racismo y xenofobia,
homofobia y soberbia. Desde Santiago Abascal a Salvini. De Trump a
Bolsonaro. Hace años estos discursos se producían en auditorios
minúsculos y eran aplaudidos por grupos marginales. Hoy llenan
estadios y reciben millones de votos. No es una broma. Es un peligro
cierto. En la ciudad alemana de Dresde se ha declarado el estado de
emergencia nazi. El ayuntamiento aprobó una moción que reconoce que la ciudad tiene un serio problema con la extrema derecha y se compromete a reforzar la cultura democrática. Con 29 votos en
contra.
A las dictaduras se las
empieza a limpiar el polvo. La chilena, brasileña, argentina o
española no fueron tan malas. Las tesis revisionistas compiten en el
mismo nivel que las investigaciones históricas. Los relatos
construidos en su momento para justificar los golpes de estado, los
asesinatos, las torturas y una feroz represión vuelven a
recuperarse. El comunismo reaparece como esa gran amenaza que puede
provocar un golpe encima de la mesa. El diputado brasileño Eduardo
Bolsonaro amenazó con instaurar una nueva dictadura si la izquierda se radicaliza. El fascista español
Ortega Smith, concejal en el Ayuntamiento de Madrid, que pide el
estado de alarma, excepción y sitio en Catalunya, replicó al peneuvista Aitor Esteban que se preocupe de verdad porque como podamos os ilegalizamos. Su retórica es
autoritaria y reaccionaria lo cual, desgraciadamente, se marida con
una creciente actitud autoritaria y reaccionaria de una parte de la sociedad. La inmigración se ha convertido en un pegamento que
permite coincidir a votantes de diferentes partidos y que se pueden
llegar a autodefinir políticamente tanto de derechas como de
izquierdas. El nacionalismo, en el caso del estado español, como
motivo suficiente para la restricción de derechos y la represión
policial y judicial. El feminismo como un ataque a la moralidad
conservadora y a la sociedad patriarcal, cuyos valores forman parte
de la ideología de muchas personas lo cual permite, al igual que con
la inmigración, que confluyan votantes de la izquierda y de la
derecha. Homofobia, cultura de la violación, maltrato animal, elogio
del fascismo. Han perdido la vergüenza.
No la han perdido. Sino que no la tuvieron nunca.
ResponderEliminarY con esto y con este estupendo artículo... por mi parte queda dicho todo. Salud y libertad!!
Eskerrik asko, Itxu.
EliminarSalud y libertad!
¡El mío sí que es un "estado de alarma"!
ResponderEliminarComo alguien dijo; mirar es gratis, ver puede salir muy caro.
EliminarLa falange es guay. Desde que cantan el bella ciao y hacen fiestas en Capital con porno en vivo han ganado muchos puntos. Son los monstruos de mis sueños.
ResponderEliminarSalud!
Supongo que querrás decir de tus pesadillas.
EliminarSalud!